ALEMANIA
HISTORIA DE LA IGLESIA.
1.
Cristianización y su desarrollo en la Edad Media. a. Primeros
tiempos. b. Imperio carolingio. c. Baja Edad Media. 2. Edad
Moderna y Contemporánea. a. La Reforma. b. Reforma católica. c. La
guerra de los Treinta Años. d. siglos XVII y XVIII. e. Revolución
francesa y Concilio Vaticano I. f. La Kulturkampf y sus
consecuencias. g. Siglo XX. 3. Organización de la Iglesia y
relaciones con el Estado. a. Bases jurídicas. b. Organización. c.
Estadística y práctica religiosa.
1. Cristianización y su desarrollo en la Edad Media. a)
Primeros tiempos. Las comunidades cristianas más antiguas en A.,
situadas en el Rin y en el Danubio, se localizan durante la
dominación romana. En el Bajo Imperio romano se convierten al
cristianismo, especialmente aceptado por soldados y comerciantes,
las provincias romanas de la Germania Inferior y Superior, Retia
(I y II), Noricum y la zona intermedia, protegidas por el Agri
Decumates. La principal vía de expansión pudo pasar, como en
Suiza, por Lyon. Las sepulturas de mártires en Colonia, Xanten y
Augsburgo, y la existencia de obispos cristianos desde fines del
s. in en Colonia y Tréveris son testimonios de las comunidades
cristianas, a las que ya se refirió S. Ireneo ca. 180. Las sedes
episcopales, sobre todo Tréveris, posiblemente eran centros de
actividad misional. También es probable que hubiera obispos en
Maguncia y Augsburgo, en los s. Iv y v. En relación con España
puede citarse el nombramiento del obispo Narciso, de Gerona, en el
s. VIII. En los sínodos arrianos posteriores tomaron parte también
los obispos de Estrasburgo, Augst (Basilea), Spira, Worms y
Tongern. Las invasiones de los bárbaros (V.) en el s. v
constituyeron una catástrofe para este territorio. Los alanos
(v.), que a partir del s. in penetraron más profundamente en el
Imperio romano (V. ROMA III, 2), resquebrajaron la administración
y el poderío romanos, y, en gran parte, las comunidades
cristianas.
El cristianismo demostró gran fuerza en la época siguiente.
Durante tres siglos se impuso la cultura cristiana. Los pueblos
germánicos se convirtieron primeramente al arrianismo (V. ARRIO Y
ARRIANISMO), que a mediados del s. IV era la religión de los
pueblos federados del Imperio romano. Los visigodos, cuyo obispo
Úlfilas (v.) tradujo la Biblia, propagaron el arrianismo por sus
dominios hispánicos. Bajo su influencia lo adoptaron también otros
pueblos germánicos, como los suevos, vándalos, ostrogodos,
longobardos y burgundios. Así adquirió el arrianismo el carácter
de religión nacional germánica, conservando el rey el dominio
sobre la Iglesia nacional y el señor feudal el dominio sobre la
Iglesia de su territorio. Teodorico el Grande (v.) fue su gran
protector.
Su antagonista, el rey franco Clodoveo (v.), dio el golpe de
muerte al arrianismo al recibir el bautismo (498?) de manos del
obispo católico S. Remigio de Reims (v.). Su bautismo supuso no
sólo la conversión de todo su pueblo, sino también la unión, por
primera vez, de los conquistadores y de los romanos sometidos, en
un solo pueblo y Estado. Preparó la alianza de los francos con el
Papado, ya que a los ojos de los católicos sometidos en Italia por
los arrianos figuró como defensor de la Iglesia católica, y abrió
también el paso de los germanos amisma. La simbiosis del credo
católico, la antigua cultura cristiana y la energía vital
germánica hicieron posible, primeramente, el progreso del mundo
medieval y también el nacimiento del gran Imperio franco y luego
del Imperio alemán.
En pocos años los francos dominaron a los burgundios y, a la
derecha del Rin, a los alanos, turingios y bávaros. La conquista
supuso también la conversión de los burgundios a la fe católica y
el progreso de la evangelización en la orilla derecha del Rin. Los
bienes reales francos y sus propiedades fueron puntos de apoyo en
la expansión del cristianismo, y la unión de los poderosos alanos
y bávaros con la corte franca constituyó, frecuentemente, ocasión
para la aceptación del catolicismo. Sin embargo, la fuerza
misional directa de la Iglesia merovingia fue ciertamente escasa,
dándose pocos casos de apóstoles procedentes de ella (Ruperto).
Siempre fue la corte el punto de arranque de la actividad de los
misioneros extranjeros, primero de los irlandeses a partir del s.
vii y después de los anglosajones. La evangelización de los alanos
se debe a S. Columbano (v.) y a Gabo, cuya obra completó S.
Pirmino, procedente de Aquitania o del norte de España. Los
monasterios de SaintGall, Murbach y Reichenau fueron centros de
formación de un pueblo joven. En Turingia, colonizada por los
francos, influyó en el s. vii el misionero irlandés Kilian, que
murió ca. el 680 en Wurzburgo. También en Baviera, donde el
influjo del cristianismo de la época romana no había desaparecido,
la dependencia política de los francos favoreció la propagación
del catolicismo a consecuencia de la actividad de apóstoles
francos e irlandeses (Ruperto, Eustasio de Luxevil, Cerviniano).
La extensión y organización de la Iglesia en Alemania fue obra de
los anglosajones. Willibrordo avanzó hasta el mar del Norte,
incansable en su penosa tarea de conversión de los frisones. Su
antiguo discípulo S. Bonifacio (v.) trabajaba desde el 721 en
Hesse y Turingia, cuyas ciudades logró convertir al cristianismb.
El «apóstol de A.» consideró misión suya, de acuerdo con el Papa y
los mayordomos de palacio francos, ordenar y organizar la Iglesia
alemana. A 61 se debe la división eclesiástica que aún perdura en
Baviera (Passau, Ratisbona, Freising y Salzburgo), así como la
fundación de Eichstátt y la nueva ordenación de Wurzburgo, pero
los obispados creados por 61 en el centro de A. desaparecieron
pronto. De los monasterios que fundó, el de Fulda (v.) conserva su
sepultura y sus influencias teológicoculturales.
El intento de S. Bonifacio de restaurar la organización
eclesiástica en toda Francia sólo obtuvo un éxito parcial, pero
logró, en cambio, llevar a la Iglesia alemana, en el sínodo del
747, a una estrecha relación de fidelidad con respecto a Roma, y
consiguió la acción conjunta de los poderes secular y
eclesiástico. La Iglesia franca, fortalecida por obra de S.
Bonifacio y también debido a su propia fuerza, emprendió la
evangelización del último pueblo alemán: el sajón (v.). Después de
muchos reveses, a causa de la defensa que hacía este pueblo de su
libertad, y que obligó al empleo de la fuerza, con el bautismo de
Widukindo (785) se consiguió la evangelización, completada 20 años
después. También en Sajonia, numerosos monasterios de nueva
fundación se impusieron el deber de formar un pueblo cristiano:
Korvey, junto al río Weser, y Werden, junto al Ruhr, se esforzaron
especialmente en adaptar las enseñanzas cristianas a la mentalidad
sajona. Con ayuda de las antiguas sedes episcopales y de los
monasterios, Carlomagno (v.) y su sucesor erigieron no menos de
ocho obispados para los diferentes pueblos sajones, de los que
perduran los de Paderborn, Münster, Osnabrück y Hildesheim,
mientras que los demás, el más tarde arzobispado de BremenHamburgo
y los obispados de Werden, Rinden y Halberstadt desaparecieron a
raíz de la Reforma protestante. Con las diócesis del Rin y de
Baviera y el obispado de Constanza, el mayor del sur de A., la
Iglesia alemana tenía entonces una organización completa.
Lentamente comenzó también la formación de clero autóctono.
b) Imperio carolingio. Carlomagno consideró un deber la
evangelización del Alto Rin y del espacio fronterizo bávaro y
también la protección de los cristianos en su lucha contra los
musulmanes invasores de España, en la zona comprendida, de N a S,
hasta el Ebro. Veló por el desarrollo de la vida cultural de la
Iglesia, asumiendo su dirección exterior: le dio su constitución
metropolitana, convocó y presidió sínodos, unificó la liturgia e
intervino también en la vida interna de la Iglesia mediante
disposiciones sobre predicación, santificación del domingo y
erección de catedrales, monasterios y escuelas parroquiales. De
esta forma constituyó la Iglesia nacional católica, característica
de A. Al recibir la corona imperial en la Navidad del 800, condujo
a su Imperio a la gran tarea occidental de convertirse en el poder
protector universal de la Iglesia romana y del Papa. Con ello hizo
de A., durante siglos, el centro de todas las polémicas sobre las
relaciones entre Iglesia y Estado, entre Papado e Imperio. Al
mismo tiempo, en los monasterios alemanes del renacimiento
carolingio enseñaron famosos maestros y comenzó a manifestarse
pronto, en el nuevo estilo arquitectónico románico, la influencia
del espíritu germánico. Especialmente en el ámbito de la liturgia
y de las concepciones jurídicas de la Iglesia se acusó la
influencia del pensamiento alemán. El derecho particular de las
Iglesias reforzaba los derechos existentes de los propietarios
sobre las tierras y el suelo, así como el de la fundación de las
iglesias.
La concepción estamental permitió que los monasterios y
obispados fueran considerados monopolios de la alta nobleza. Los
obispos y abades alemanes fueron utilizados por los reyes, cada
vez más, al servicio del Imperio, otorgándoseles a cambio una
participación en el poder político. Desde Otón I el Grande (v.)
(s. X) hasta la secularización de 1803 los obispos eran a la vez
jueces y señores feudales, y su intervención en el poder temporal
y la de los reyes en las cuestiones eclesiásticas, que llegó hasta
el nombramiento formal de los obispos y abades por el señor,
condujo en el s. xi a la más violenta disputa entre la monarquía y
la Iglesia. El movimiento de reforma, que había llegado a Roma a
través del papa alemán León IX, motivó la cuestión de las
Investiduras (v.), que, comenzada entre Gregorio VII y Enrique IV,
terminó en el compromiso del concordato de Worms de 1122,
separando los elementos temporales y espirituales existentes en la
cuestión de las investiduras y asignando cada uno de ellos a la
autoridad competente. Esto representó la secularización del hasta
entonces concepto religioso de la monarquía. También bajo los
Staufen (v. HOHENSTAUFEN) se desarrolló este proceso de
secularización. El concilio de Lyon (1245) le puso fin con la
excomunión y destitución de Federico II, y separó el Papado de la
tutela del Emperador, aunque esto supuso para aquél la pérdida de
su secular protector.
Simultáneamente manifestó también la Iglesia alemana su
fuerza evangelizadora. Así como desde Salzburgo se ganó para la fe
cristiana el Ostmark (v. AUSTRIA v), así también desde Bremen se
cristianizó Dinamarca y se protegieron también los obispados
fundados, y parcialmente renovados, en el s. XII, en Lübeck,
Schwerin y Ratzeburgo. Paralelamente a la germanización de los
eslavos (v.) discurrió su incorporación a la Iglesia alemana. Otón
I el Grande fundó el arzobispado de Magdeburgo, al que estaban
subordinados los obispados de A. central, tales como Havelberg,
Brandeburgo, Neumburgo y Meissen. Incluso hasta la frontera polaca
llegó el impulso misionero de la época. Otón de Bamberg predicó en
Pomerania, donde hacia 1140 se creó el primer obispado, trasladado
más tarde a Kammin. Ya antes Enrique II había fundado el obispado
de Bambergen el Alto Main.
Los personajes más distinguidos de la vida cultural y
religiosa pertenecían a las órdenes religiosas. Procedente de
Gorze e Hirsau, se originó en la Selva Negra un movimiento
especial de reforma monástica que afectó a casi todos los
benedictinos alemanes. Desde un principio se extendieron
ampliamente los cistercienses (v.), después de haber predicado su
fundador la segunda Cruzada en el Rin. Las órdenes mendicantes se
extendieron con sorprendente rapidez por las ciudades alemanas. El
franciscano Bertoldo de Ratisbona fue uno de los predicadores más
notables del s. xill. El alemán Jordán de Sajonia sucedió a S.
Domingo en la dirección de los dominicos, cuyos conventos,
especialmente en el sudoeste, constituyeron importantes centros de
la mística, por la enseñanza de aventajados maestros de la vida
espiritual: Eckhart (v.), Tauler (v.) y Seuse. Sobre todo
resplandeció la entonces nueva forma de Vita communis del clero,
así como numerosas asociaciones de canónigos, especialmente los
premonstratenses (v.) fundados por Norberto de Magdeburgo,
precisamente para A., donde prestaron grandes servicios a la
agricultura, a la colonización, al cuidado de las almas y a la
cultura.
Los Staufen se interesaron personalmente por las Cruzadas
(v.), en la segunda de las cuales algunos cruzados del sur de A.
ayudaron a la conquista de Lisboa. A consecuencia de la tercera
Cruzada se creó la Orden ecuestre alemana, que en el s. xiii llevó
el cristianismo a Prusia y al Báltico, llegando a fundar un Estado
propio de la Orden con sede en Marienburg (v. ÓRDENES MILITARES).
La santa de la caridad, Isabel de Hungría (v.), conocida también
como Isabel de Turingia, personificó la piedad franciscana y de
las Cruzadas. Entre los primeros grandes escolásticos se puede
citar el suabo S. Alberto Magno (v.). En la escuela dominicana de
Colonia enseñaron también S. Tomás de Aquino (v.) y el gran
místico Eckhart. A semejanza de París, se fundó en Praga, en 1348,
la primera universidad alemana.
c) Baja Edad Media. Los grandes movimientos heréticos en A.
solamente afectaron al Rin y al sur. Las herejías se combatieron,
más que a través de la escasa intervención de la Inquisición, por
medio de la labor pastoral realizada por las órdenes mendicantes.
Se mantuvo ante todo el espíritu de pobreza entre los
eclesiásticos a través de numerosas asambleas de terciarios (v.
TERCERAS óRDENES SECULARES), dirigidas por los franciscanos. En el
segundo cuarto del s. xiii se construyeron iglesias góticas. Por
influencia de las catedrales francesas, surgieron las de
Estrasburgo, Friburgo y Colonia en el Rin; la de Ratisbona, junto
al Danubio. Posteriormente, se adoptaron formas genuinamente
alemanas, que siguieron; en parte, los esquemas de los pórticos de
la época románica, acentuando la altura: Ulm, Marburgo, Gmünd de
Suabia y Nuremberg.
Entre el Papado de Aviñón y el emperador Luis IV de Baviera
se produjeron nuevas desavenencias, a causa de los derechos
imperiales sobre Italia y que terminaron a la muerte del Emperador
excomulgado (1347). En el gran cisma de Occidente (v. CISMA III),
A. se mantuvo, a excepción de algunos territorios del oeste, al
lado de la curia de Roma y del conc. de Pisa (v.). En el conc. de
" Constanza (v.), con la eficaz participación del emperador
Segismundo de Luxemburgo (v.), se restableció la unidad del
Papado. A consecuencia de la condena decretada en Constanza y
subsiguiente ejecución de Juan Huss (v.), los hussitas bohemios
cometieron numerosos actos de bandidaje en A., siendo finalmente
dominados. En principio, se aceptó el conc. de Basilea (v.).
Después, el Emperador y la Dieta (v.) acordaron mantener la
neutralidad entre el concilio, que se había convertido en
cismático, y el papa Eugenio IV (v.), hasta que el emperador
Federico III se pronunció en favor del reconocimiento de Eugenio
IV. Además de adoptarse los acuerdos de Basilea, se entablaron las
primeras negociaciones de concordato entre el Papa y el Emperador
y los príncipes alemanes. El concordato de Viena de 1448 ratificó
los derechos de posesión del Papado en A. y restableció las
asignaciones suprimidas antes del conc. de Basilea, concesiones
soportadas de mala gana por el clero alemán. En lo demás,
subsistió el concordato de Worms hasta 1803, como base de las
relaciones entre la Iglesia católica alemana y el Papa. En las
negociaciones con los príncipes alemanes, el Papa hizo una serie
de concesiones que favorecieron la soberanía eclesiástica de los
señores feudales.
Los conc. de Constaza y Basilea no pudieron realizar la
reforma. La lamentable decadencia observada en la mayoría de los
monasterios, motivó en los s. XIV y v una serie de intentos de
autorreforma que, si bien alcanzaron algún éxito, desgraciadamente
no fueron suficientemente radicales y duraderos. Ya durante el
conc. de Constanza se unieron los monasterios benedictinos en una
amplia asociación, que prevenía un Capítulo provincial anual y
numerosas visitas regulares. En el Alto Palatinado se produjo
primeramente la reforma de Kastl, que preceptuaba un estricto
cumplimiento de las reglas. Procedente de Austria, se extendió en
Baviera y Suabia la reforma de Melker. En el norte de A. fue
Bursfeld, en Gotinga, el centro de una congregación reformista,
espiritualmente muy influyente, que comprendía casi 100
monasterios poco antes de la reforma. Entre los franciscanos y
dominicos trabajaban, siguiendo el modelo de las órdenes
italianas, activos predicadores y teólogos que procuraban la
renovación de sus comunidades, en el sentido de mantener la
observancia de las primitivas reglas de la Orden. Aun así, sólo
pudieron ganar en A. una parte de sus hermanos de la Orden y
algunos monasterios. Las diferencias entre conventuales y
observantes debilitaron la fuerza de las reglas de las órdenes,
con lo que, en definitiva, no pudo realizarse con eficacia la
autorreforma de las mismas. El régimen eclesiástico feudal
solamente llevó a cabo las reformas que interesaron a los
príncipes. Las ciudades buscaban, con diversas medidas, intervenir
en la economía de los monasterios y hospitales, y asegurar el
porvenir de sus hijos, desde niños, consiguiendo, al final del
Medievo, la secularización de obispos y prelados, con el
consiguiente escándalo a causa de su intervención en la política.
Grande era la ignorancia del numeroso clero, no siempre asegurado
económicamente, que, aunque acudía a las universidades en gran
número, sólo estudiaba artes y carecía casi por completo de
formación ascética. El menosprecio por el celibato estaba muy
extendido.
La teología científica desplegó una gran actividad al final
del Medievo. Se fundaron numerosas universidades. Así, p. ej.,
Viena, Heidelberg, Colonia y Erfurt, en el s. XIV; Wurzburgo,
Leipzig, Friburgo, Basilea, Ingolstadt, Tubinga y Maguncia, en el
s. XV. En 1517 había en total 16 centros alemanes superiores de
estudios, que dirigían la vida espiritual de A. La teología
atravesó un periodo crítico a causa del resurgimiento del
nominalismo (v.). La polémica entre nominalismo y realismo (v.
REALISMO I) llenó el final del Medievo. El card. Nicolás de Cusa
(v.) (m. 1464) intentó unificar las distintas posiciones en una
unidad superior: en el mismo Dios. El renovado noininalismo
posterior destruyó, en cambio, la armonía medieval entre fe y
ciencia (v. CIENCIA IV); eliminó el profundo sentido de la
doctrina de la Gracia (v. GRACIA SOBRENATURAL) y del sacrificio de
la Misa (v. EUCARISTÍA II) y llevó la disolución de la vida de
piedad hasta el límite de la fe. Frente a la superstición del
pueblo (brujería) y a ciertas formas de piedad exaltadas, se
produjo un auge de auténtica piedad religiosa (v. PIEDAD II),
favorecido por la introducción de la imprenta al final de esta
época. A esto hay que añadir la profusión de donaciones
caritativas con destino a los enfermos, pobres, escolares y
peregrinos; los mecenazgos de todo tipo y también los
sorprendentes resultados alcanzados en el campo del arte sacro. Se
pueden calcular en unas 1.000 las iglesias construidas en el
último medio siglo del Medievo, gracias a las indulgencias
concedidas.
2. Edad Moderna y Contemporánea. a) La Reforma. El estallido
de la crisis eclesiástica se produjo en el momento en que en el
Imperio alemán, la dinastía de los Habsburgo y el poder
hispanoborgoñón se reunieron en la persona de Carlos V (v. CARLOS
I DE ESPAÑA). El Papa, como señor de los estados eclesiásticos, se
sintió amenazado también por este poder avasallador y se alió, a
veces abiertamente, otras con cierta mesura, al país adversario de
Carlos: Francia. La contraposición entre el pensamiento universal
del Emperador, y el deseo de los señores feudales por obtener su
independencia, dio también desde un principio a la Reforma (v.
REFORMA PROTESTANTE) de Martín Lutero (v.), 1517, una
significación política interna y protegió a la persona y obra del
reformador de los edictos del Emperador. A ello hay que sumar el
que Lutero fue generalmente recibido como el reformador tan
esperado, y que vio aumentada su popularidad, tanto por la
tendencia anticurial de los alemanes como, especialmente, por su
traducción alemana de la Biblia.
Aun cuando personas como J. Reuchlin relacionan las nuevas
ideas científicas que aporta el humanismo (v.) con la fidelidad a
la Iglesia y a la fe, se hizo mucho más patente en el recién
nacido humanismo el distanciamiento de muchos alemanes de la
Iglesia y de sus enseñanzas. Las tensiones sociales, la decadencia
del feudalismo y el menor valor del derecho de las clases
campesinas, hizo el resto. La caída de la alta Iglesia se produjo
con una rapidez asombrosa. Entre los partidarios de la antigua fe
no obtuvo nadie la popularidad lograda por Lutero, aun cuando Juan
Fabri, más tarde, obispo de Viena; Juan Eck, profesor de teología
de Ingolstadt, y algunos otros pusieran todas sus energías en la
defensa de la doctrina de la Iglesia. Las comunidades monacales,
que habían permanecido fieles, fueron cruelmente perseguidas, los
religiosos fueron acosados por el hambre y condenados a morir. Un
famoso ejemplo de ello es lo sucedido en el monasterio de Santa
Clara, en Nuremberg, con la abadesa Caridad Pirckheimer, hermana
del conocido humanista, por orden del Consejo municipal.
El Emperador pudo mantener la unidad religiosa del Imperio,
bien por aplicación del derecho inquisitorial medieval en el
edicto de Worms (v. WORMS, DIETA DE), bien por medio de los
debates religiosos tenidos en Hagenau y Ratisbona e incluso por el
empleo de las armas. Con las proposiciones de la «Confesión de
Augsburgo» (1530) y los acuerdos de la Liga de Esmalcalda, los
nuevos creyentes habían fortalecido su unión, tanto desde el punto
de vista político como religioso. Contra la voluntad de Lutero, se
creó, en la forma concebida por los señores feudales, una
auténtica Iglesia luterana. La traición del príncipe elector
Mauricio de Sajonia privó al bando católico de los frutos del
triunfo en la guerra de Esmalcalda. En la paz de Augsburgo (v.)
(1555), nunca reconocida por Roma, se confirmó el ius reformandi
de los señores feudales (cuius regio, eius et religio). Se
establecieron ciertas cláusulas que, sobre todo en la reservatum
ecclesiasticum, disponían que la conversión de los príncipes al
protestantismo debía llevar consigo la de sus territorios. En los
años siguientes, diversas comarcas, entre ellas algunos obispados
del norte y centro de A., perdieron su credo católico, de tal
suerte que hacia 1570 aprox. tres cuartas partes de la población
alemana eran protestantes. Aparte de algunas ciudades imperiales,
eran católicas solamente Baviera y la comarca de Habsburgo, unos
pocos territorios no eclesiásticos y los cabildos de los obispados
en el O y en el S. Sobre todo en Austria prevalecieron los
protestantes, tanto en la aristocracia como en la burguesía.
b) Reforma católica. El conc. de Trento (v.),
desgraciadamente pospuesto una y otra vez por Carlos V a
consecuencia de las circunstancias políticas y del temor del Papa
al renacimiento de un movimiento conciliar, se comenzó en
diciembre de 1545 para tratar de eliminar la escisión. Los
protestantes rehusaban categóricamente enviar una delegación o
bien exigían para su participación unas condiciones inadmisibles.
Los obispos alemanes estuvieron poco tiempo en Trento o sólo
enviaron representantes. Aun así, con la publicación y aplicación
de los decretos tridentinos sobre todo gracias a la ayuda de los
jesuitas, especialmente de Pedro Canisio comenzó la renovación del
catolicismo, la autoafirmación de los católicos y la
recatolización de los territorios convertidos al protestantismo,
gracias en parte también al empleo de la fuerza (V.
CONTRARREFORMA). Cuando el arzobispo de Colonia, Gebhard Truchsess
de Waldburgo, se declaró en 1582 en favor del protestantismo y
trató de convertir su arzobispado en un señorío feudal secular,
fue depuesto por el Papa y expulsado en 1584 por las armas
hispanobávaras. También los príncipes católicos, en primera línea
Baviera y Austria, tomaron bajo su tutela el ius reformarsdi.
El alma de esta renovación interna del catolicismo alemán
fue Pedro Canisio (v.), considerado «el segundo apóstol de
Alemania», por medio de una intensa actividad predicadora y
misional, por la renovación de la Univ. de Ingolstadt y por la
fundación de numerosos colegios de jesuitas (v.). Fue seguido en
su idea por la actividad de fervorosos obispos, como la del card.
Otto Truchsess de Waldburgo en Augsburgo y la del obispo Julio
Echter de Wurzburgo, que crearon las Univ. de Dillingen y
Wurzburgo, entregadas más tarde a la Compañía de Jesús. Se
garantizaba la renovación católica mediante visitas diocesanas y
parroquiales, sínodos, misiones sostenidas por los jesuitas y,
sobre todo, por la vida ejemplar de numerosos maestros del pueblo
católico, bien formados en los colegios jesuitas tanto espiritual
como intelectualmente. El Germanicum, en Roma, jugaba un papel
especialmente valioso junto a los colegios jesuitas alemanes, en
la formación de una nueva generación católica. A los jesuitas se
sumaron pronto los capuchinos (v.), que se cuidaron especialmente
del pueblo llano. De los pocos católicos que vivían en territorio
protestante, que ni tenían atención espiritual ni culto público,
se ocupaba la Congregación de Propaganda, fundada en Roma en 1622.
c) La guerra de los Treinta Años. El calvinismo (v. CALVINO
Y CALVINISMO) belicoso introducido en algunos territorios
(Palatinado, Brandeburgo) fue el alma de la alianza militar
protestante de 1608, que continuó bajo la dirección del duque
Maximiliano de Baviera, un año después de la liquidación de la
Liga Católica. La guerra de los Treinta Años (v.), 161848, comenzó
como guerra de religión, con la elección del elector calvinista
Federico del Palatinado como rey de Bohemia, pero luego se
extendió con las luchas de los antagonistas europeos sobre el
suelo alemán. Tras la victoria sobre los rebeldes y sus aliados,
proclamó el Emperador, en 1629, el «Edicto de restitución», el
cual ordenaba la devolución de todos los bienes eclesiásticos
incautados desde 1552. El Edicto y los primeros intentos de su
ejecución volvieron a reunir a los protestantes, aunque esta vez
contando con un poderoso aliado: Gustavo Adolfo de Suecia. La
guerra, llevada con suerte varia contra Suecia, Francia y los
protestantes alemanes, pese al apoyo que tuvo el Emperador por
parte de España, finalizó con la paz de Westfalia (v.) en 1648,
que incluyó a los reformados en la renovada paz religiosa de
Augsburgo y significó la pérdida definitiva de los obispados y
abadías del norte y centro de A. Solamente quedaron como grandes
comarcas católicas aisladas Baviera, Renania y Westfalia, los
territorios limítrofes con Austria y una parte de Silesia, a lo
que hay que añadir alrededor de medio centenar de obispados
feudales y abadías reales y algunas ciudades imperiales. Los
protestantes de estos Estados eran las Casas de Wittelsbach (v.) y
Habsburgo (v.) y, después de la conversión de los príncipes,
también PalatinadoNeoburgo y Sajonia (v.), que frecuentemente
ocuparon los episcopados imperiales más significativos.
d) Siglos XVII y XVIII. Pese a las grandes pérdidas sufridas
como consecuencia de la paz de Westfalia, la Iglesia alemana
continuó con su estructura aristocrática. Significó también, a la
larga, por el acercamiento circunstancial de algunos arzobispos a
Francia, la protección más fuerte del Imperio. Desde el punto de
vista espiritual, el catolicismo alemán de los s. xvli y xviil,
sobre todo en el oeste, se encontraba bajo la influencia de la
cultura francesa y sus corrientes. El absolutismo (v.) configuró
no solamente la actuación de los príncipes seculares, de acuerdo
con el carácter eclesiástico de su país, en base a puras normas
eclesiásticas, sino también la de los príncipes eclesiásticos.
Llevados de un fuerte sentimiento nacionalista, habían vuelto,
después de terminada la Reforma, a la posición prerreformista
contra el influjo curial. En la actividad de las nunciaturas de
Viena, Colonia y Lucerna vieron sus más agudos oponentes. En
numerosas Dietas y escrutinios electorales, se opusieron al
ejercicio jurisdiccional de los nuncios. También, teóricamente, se
ocupó la teología, y de forma especial el Derecho canónico, de
este problema, en el estricto senticlo eclesiástico nacional. A
finales del s. xvlli se produjo el enfrentamiento a la
jurisdicción papal en el Imperio, cuando a consecuencia de las
polémicas motivadas por la creación de la nunciatura de Munich
(1785), se reunieron en Ems, al año siguiente, los representantes
de los arzobispos alemanes. En el llamado «tratado preliminar de
Ems», exigían la suspensión del concordato de Viena de 1448 y la
limitación de los nuncios a sus tareas diplomáticas. Bien es
verdad que sólo el comienzo de la Revolución francesa perjudicó la
labor de conjunto de estos esfuerzos del episcopado, con las
reformas eclesiásticopolíticas y pastorales de José 11. En el
josefinismo (v.), que repercutió también en las zonas cercanas a
Austria y en el sudoeste de A., con la abolición de numerosos
monasterios, puede observarse una de las consecuencias de la
Ilustración (v.) en la A. católica.
En el terreno teológico, el catolicismo alemán tomó parte en
el desarrollo cultural de Francia e Italia, influyendo
especialmente en el Derecho canónico y en la Historia de la
Iglesia. El febronianismo (v. FEBRONIO Y FEBRONIANIsmo) del
canonista y obispo auxiliar de Tréveris Nicolás Hontheim causó
gran sensación. Empresas eruditas, como la Germania Sacra, el plan
de una Historia de los obispados alemanes, debida al abad Martín
Gerbert de San Blasien, en la Selva Negra, tenían íntima conexión
con obras científicas semejantes de Melk y sobre todo de los
países latinos. También los intentos permanentes de unión (Rojas y
Spínola con Leibniz a finales del s. xvli; Hontheim y los
benedictinos de Fulda en el s. xvlli) condujeron a una
profundización en los puntos de vista teológicos. Salvo numerosas
conversiones de príncipes, generalmente con impacto político, no
podían verdaderamente apuntarse éxitos importantes.
En el campo del arte, los grandes clientes y con frecuencia
apasionados promotores de un barroco alemán con características
propias fueron desde las sedes de los arzobispados del Rin hasta
las abadías de Suabia y Baviera. Castillos, monasterios e iglesias
atestiguaban la riqueza de las ideas creadoras y la esplendidez de
los mecenas. Desde el sencillo prebarroco, a través del opulento
rococó, hasta otra vez el claro y fresco clasicismo, se realizaron
en los s. XVII y XVIII obras monumentales de arte. Como puntos
culminantes pueden considerarse el santuario de Wies (Alta
Baviera), denominado «El Escorial suabo», y la abadía benedictina
de Ottobeuren.
Hacia finales del s. XVIII se hizo más patente la
Ilustración en el ámbito católico. No solamente luchó contra las
manifestaciones externas de las supersticiones, sino que se
preocupó también de la mejor formación eclesiástica, abogando por
el empleo de la lengua vernácula en los cantos eclesiásticos y en
parte (Wessenberg) también en la liturgia, pero tratando de
eliminar, sin excepción, toda forma de devoción barroca,
peregrinaciones, procesiones y actos populares. La supresión de
los jesuitas se celebró en A. como una victoria de la Ilustración.
Su punto álgido lo alcanzó, ciertamente, después de la Revolución
francesa, llegando algunos teólogos incluso a la apostasía.
e) Revolución francesa y concilio Vaticano I. La Revolución
francesa supuso el fin del antiguo Imperio y el de la Iglesia
alemana imperial. En 1803 se llevó a efecto la secularización de
los Estados eclesiásticos (las pocas excepciones se suprimieron en
los años siguientes), entregados a los señores feudales. Se
efectuó también la confiscación de los bienes eclesiásticos y la
reducción de los monasterios. Fueron afectados cuatro
arzobispados, 18 obispados y 80 abadías dependientes directamente
del Imperio y más de 200 monasterios. Los nuevos señores se
incautaron, injustamente, de sumas que ascendieron a 21 millones
de florines, que constituían la base económica de las
universidades católicas, así como de la formación eclesiástica y
de las obras de caridad. De esta forma, de un golpe, debido a esta
injusticia, la Iglesia alemana quedó empobrecida, impotente
cultural y caritativamente, sin influencia y sometida finalmente a
los señores feudales protestantes, con la excepción de Baviera.
Por tanto, se hacía necesario una nueva ordenación organizadora. A
ella coadyuvaron las negociaciones en torno a un concordato
imperial, que no tuvieron ya objeto, debido a la caída del antiguo
Imperio (1806).
También resultaron infructuosas las negociaciones
posteriores sobre una reglamentación conjunta, en favor de las
cuales se manifestó el conde Dalberg. No se logró nada positivo ni
bajo Napoleón, ni después de su caída en el congreso de Viena, a
pesar de las simpatías por aquella idea del card. Consalvi. En
lugar de un concordato se adoptaron numerosos acuerdos
particulares con los cada vez más numerosos países, unidos a la
federación alemana. En Baviera se llegó a un concordato en 1817.
En 61 se dividía el reino en las provincias eclesiásticas de
MunichFreising y Bamberg, con los correspondientes obispados
sufragáneos. Los obispos deberían ser nombrados por el rey y
designados por el Papa. La Iglesia percibía una amplia dotación
por parte del Estado (a cambio de una renuncia tácita a los bienes
eclesiásticos secularizados). También se estableció la nueva
creación de algunos monasterios. En Prusia se llegó a un acuerdo
sobre las condiciones jurídicas de la Iglesia católica en una bula
de Pío VII (1821), publicada como ley del Estado. Junto a la
creación de las dos provincias eclesiásticas de Colonia y
GnesenPosen, con sus obispados dependientes, se reguló la elección
de los obispos por medio del cabildo. Pero éste no debía elegir a
ninguna persona que fuera minus gratae al rey. También aquí se
convino una amplia dotación para la Iglesia. Igual. mente fueron
regulados, con los demás Estados alemanes, por medio de tratados y
bulas, ciertos problemas particulares, tales como los límites de
los obispados y las elecciones episcopales. En 1821 se creó la
provincia eclesiástica de A. del norte, con Friburgo como sede
arzobispal; pero los primeros obispos no ocuparon sus sedes hasta
seis u ocho años después. Por doquier, la Iglesia fue
estrechamente encadenada por parte de los Estados.
La liberación definitiva fue obra de una renovación interna
sobre todo en el oeste y en el sur de A. El romanticismo (v.), que
ya existía antes de la restauración y que condujo a una nueva
estima de todo lo medieval en general de la Iglesia, en especial
produjo una reanimación de la auténtica religiosidad, del
conocimiento de la Iglesia y de la teología en relación con las
corrientes filosóficas modernas: J. M. Sailer (v.), la escuela de
Tubinga con J. A. Móhler (v.) y J. B. Hirscher (v.), J. J. von
Górres (v.) e 1. von DSllinger en Munich. El romanticismo se había
desarrollado en diversos círculos, en Miinster (Westfalia),
Maguncia y Munich, favoreciendo algunas conversiones. De estos
círculos surgieron también las primeras publicaciones católicas,
de las cuales fueron las más conocidas «Katholik» de Maguncia y «Tübingen
Theologische Quartalschrift». La relación con el catolicismo
francés proporcionó muchas ideas nuevas a Maguncia, Tubinga y
Munich. En la polémica sobre los matrimonios mixtos y en lo
referente a la detención del arzobispo de Colonia en 1847, se hizo
evidente la conciencia de libertad de la Iglesia católica
nuevamente ganada. La solidaridad de los obispos y el apasionado
escrito de defensa de Gbrres hicieron sentirse inseguro al
Gobierno prusiano, predisponiéndole a hacer concesiones. La
Iglesia alemana necesitaba este nuevo lapso de libertad. No sólo
debía luchar contra cierta acomodación al racionalismo en la
teología Hermes (v.) en Bonn, Günther (v.) en Viena, sino que,
después de vencer en su propio seno la Ilustración (v.) radical
que generalmente rechazaba la divinidad de Cristo y la Revelación,
tenía que enfrentarse con sus consecuencias: las corrientes
liberales anticlericales y especialmente los representantes del
materialismo ateo.
Cuando en 1848 se permitió la libertad de asociación y de
reunión, la Iglesia empezó también a tomar parte más activa en la
vida pública. Obtuvo en Prusia, al amparo de la nueva
Constitución, el derecho a la propia ordenación y administración
de sus asuntos. Ya en 1841 habían sido abolidos el placet y otras
prescripciones limitativas de las relaciones de los obispos con la
Santa Sede. Una fracción católica surgida del centro comenzó su
actividad en la Dieta prusiana en 1852. En el sudoeste de A. la
revolución de 1848 barrió el estado policiaco e inmediatamente se
hizo también uso de la nueva libertad. En octubre de 1848 comenzó
en Maguncia la actuación de los católicos alemanes; inmediatamente
se celebró en Wurzburgo la primera conferencia episcopal alemana,
que en un enérgico escrito exigía de los Gobiernos la completa
independencia y libertad de la Iglesia. Las libertades de 1848
permitían también la coexistencia de las ideas democráticas con el
empuje religioso en numerosas organizaciones, en las cuales
participaban también los laicos instruidos y acomodados. Junto a
las asociaciones misioneras y de caridad, se hallaba, en primer
lugar, la asociación católica fundada por Adolf Kolping (v.) y la
«Asociación de Bonifacio» para la asistencia espiritual de los
católicos en la Diáspora, y que se debió al estímulo del famoso
teólogo de Munich I. von Dóllinger. También había llegado la hora
para una prensa católica. Numerosos diarios y semanarios fueron la
base para la formación de una opinión pública en el pueblo
católico.
La simultaneidad de la fundación del Imperio alemán bajo la
dirección prusiana protestante y del conc. Vaticano I (v.) planteó
nuevos problemas. Cuando el concilio se hallaba más concentrado en
torno al tema de la infalibilidad pontificia, se hizo patente, en
A. como en otros países, una oposición en el seno eclesiástico,
que encontró un hábil portavoz en el historiador eclesiástico
muniqués Dóllinger, apoyado también por el luego obispo de
Rotemburgo Hefele. Cuando fue proclamado el dogma de la
infalibilidad (v.), se unieron los adversarios, contra el consejo
de Dóllinger, y sin Hefele, dando lugar a un cisma. Tomaron el
nombre de «ViejoCatólicos» (v.); entraron en contacto con los
cismáticos jansenistas holandeses, pero, a pesar de la protección
por parte de Baviera, Baden y Prusia, este movimiento no pudo
aumentar el número de sus adeptos, aunque en su enseñanza se
aproximaba cada vez más al protestantismo.
f) La Kulturkampf y sus consecuencias. La declaración de
infalibilidad del conc. Vaticano I contribuyó también al
liberalismo anticlerical, unido a un rebosante nacionalismo que se
tradujo en declarar a la Iglesia católica como retrógrada y
públicamente peligrosa, y en recomenzar la lucha contra la
libertad que había conseguido. El principal responsable de la
Kulturkampf (v.) (lucha por la cultura) fue el canciller imperial
Bismarck (v.). Vio en el centro, que desempeñaba un papel
importante en la Dieta, un punto de reunión de los adversarios del
nuevo Imperio, así como un instrumento de la política de la Curia
romana. La ley sobre los jesuitas disolvía sus establecimientos,
así como los de las congregaciones que tenían relación con ellos.
En Prusia, las «Leyes de Mayo» regularon la enseñanza y destino de
los religiosos y la jurisdicción sobre materias eclesiásticas; la
ley llamada del «cesto del pan», pretendía doblegar económicamente
a los eclesiásticos obstinados. Se destituyeron los arzobispos y
cuatro obispos y se introdujo el matrimonio civil obligatorio. Lo
ocurrido en Prusia fue imitado en otros Estados alemanes. A pesar
de la destitución de obispos, el encarcelamiento de un millar de
sacerdotes, el cierre de seminarios y la expulsión de muchos
cientos de clérigos, fracasaron los esfuerzos del Gobierno contra
la fidelidad del clero y del pueblo. Bismarck tuvo finalmente que
ceder, interrumpir la lucha y dejar sin efecto algunas medidas
(las últimas disposiciones de la Kulturkampf fueron abolidas,
primeramente en 1917 y luego en 1953). Después de más de 15 años
volvió a restablecerse la paz pbr la actitud contemporizadora de
León XIII (v.).
La Kulturkampj había amargado verdaderamente a los católicos
alemanes. Las asociaciones católicas se constituyeron en adelante
con un sentido más amplio que el meramente defensivo, algunas de
ellas contribuyeron fundamentalmente a suavizar la situación: p.
ej., la Asociación de Górres para el fomento de las ciencias,
fundada en 1876. La apertura de la posición apologéticopolémica de
la ciencia católica en el debate referente a la historia de la
Reforma protestante, del materialismo y del socialismo, se
desarrolló en el curso de decenios. El problema social había sido
tenido en cuenta por el catolicismo alemán ya antes de la
fundación del Imperio. Junto a las tareas prácticosociales de las
ya mencionadas asociaciones, pueden citarse las predicaciones
sociales del obispo Ketteler (v.) de Maguncia (1848), y su escrito
de orientación Die Arbeiterfrage und das Christentum (El problema
laboral y el cristianismo), 1864. La ejecución práctica de estos
principios intentaron conseguirla los católicos alemanes, a pesar
de las grandes dificultades, por medio de su representación
parlamentaria en la Dieta y en las cámaras de los Estados. Las
encíclicas sociales de León XIII fueron consideradas como programa
obligatorio; en la polémica doctrinal con el socialismo
materialista lograron grandes éxitos los jesuitas Cathrein y H.
Pesch, mientras que la Asociación popular en MunichGladbach se
encargó de la instrucción políticosocial de otros sectores.
g) Siglo XX. El comienzo del s. xx asistió a la superación
del aislamiento del catolicismo alemán en el campo de las ciencias
y de las letras. Sobre todo en el de las ciencias históricas se
impusieron una serie de eminentes maestros, por cuyo
reconocimiento se luchaba desde hacía tiempo: H. Finke, S. Merkle,
M. Grabmann (v.). C. Muth se esforzó por lograr una igualdad en la
literatura, con la fundación del Hochland. Una ideología
espiritual netamente moderna, pero exenta de «modernismo» (v.)
aunque no carente de fallos, caracterizó también al teólogo de
Wurzburgo H. Schell (v.).
Después de la caída del Imperio (1918) el partido del
centro, representante político del catolicismo, tomó parte
decisiva en los diferentes Gobiernos de la República de Weimar;
entonces se firmaron nuevos concordatos (Baviera 1924, Prusia 1929
y Baden 1932), de los cuales hoy se halla todavía vigente el
bávaro; el concordato prusiano recogió los cambios territoriales
originados en la paz de Versalles y se efectuó una nueva
organización diocesana con la creación de los obispados de
Aquisgrán y Berlín y con la elevación a arzobispados de Paderborn
y Breslau. El largamente planeado concordato imperial sólo se
concluyó después del advenimiento al poder de Hitler (v.), en
1933, en cuyas manos constituyó un instrumento de engaño, tanto en
el interior como en el exterior; en él futuro fue continuamente
violado. El III Reich no sólo motivó la autodisolución del partido
del centro, sino también la supresión de todas las organizaciones
católicas, el aniquilamiento de la prensa y de las escuelas
católicas e innumerables ataques a obispos y sacerdotes, de los
que muchos cientos fueron detenidos. No se tomaron en
consideración las enérgicas protestas del card. Faulhaber, obispo
de Galen, y de otros muchos, así como tampoco la enc. de Pío XI
Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación), de 4 mayo 1937.
El padecimiento general de los cristianos de todas las confesiones
condujo, después de la II Guerra mundial, a reforzar la aspiración
por la unidad de la Iglesia. La primera gran tarea de la Iglesia
alemana fue la incorporación de alrededor de seis millones de
católicos que se hallaban exiliados. El conc. Vaticano II(v.), en
el cual se destacaron especialmente los card. alemanes Frings y
Dúpfner, fue calurosamente acogido en A., y seguido en su
desarrollo con gran interés.
3. Organización de la Iglesia y relaciones con el Estado. a)
Bases jurídicas. El concordato imperial de 1933 y en Baviera el
concordato de 1924, constituyen la base jurídica de la Iglesia
católica de la República Federal. El concordato imperial,
ratificado en su validez, regula la representación diplomática
recíproca por medio del nuncio y del embajador alemán ante el
Vaticano, la libertad de las relaciones de los obispos con Roma,
la dispensa a los eclesiásticos de aceptar cargos públicos, la
libertad del establecimiento y ejercicio de cargos eclesiásticos,
la cláusula política en la elección de los obispos, el juramento
de fidelidad al Estado de los recién designados, el derecho de
propiedad de los establecimientos, fundaciones y asociaciones de
la Iglesia católica, la existencia de facultades teológicas en las
universidades, la enseñanza de la religión católica como
asignatura regular en la enseñanza primaria y media, la
conservación de las escuelas profesionales, la atención espiritual
militar y la exclusión de los eclesiásticos de los partidos
políticos. Las leyes que reglamentan todo lo anterior no se
promulgaron nunca. La Iglesia en A. Oriental poseía solamente la
garantía constitucional de la libre administración de sus asuntos.
b) Organización. La Iglesia católica en toda A. se halla
actualmente dividida en seis provincias eclesiásticas. Al
arzobispado de Bamberg pertenecen las diócesis de Eichstátt, Spira
y Wurzburgo; a MunichFreising: Augsburgo, Passau y Ratisbona; a
Friburgo de Brisgovia: Maguncia y Rottemburgo; a Colonia:
Aquisgrán, Essen, Limburgo, Münster, Osnabrück y Tréveris; a
Paderborn: Fulda y Hildesheim; a Breslau: Berlín, Ermland y la
prelatura libre de Schneidemühl. A ellas hay que sumar el obispado
exento de Meissen, con sede en Bautzen desde 1922. Como
consecuencia de la II Guerra mundial, no pueden ejercer totalmente
la jurisdicción en su territorio los ordinarios de Ermland y
Schneidemühl; el de Breslau, solamente en la parte oeste de la
línea OderNeisse. En los territorios orientales sólo pueden actuar
los prelados polacos delegados. Surgieron nuevas dificultades por
la división entre A. Occidental y Oriental, pues
to que sólo el obispo de Berlín puede, desde el sector
oriental, ejercer su jurisdicción en Berlín occidental; los
obispos alemanes occidentales no pueden atender a sus territorios
diocesanos situados en la región oriental de la zona limítrofe,
ejerciendo sus funciones en A. Oriental solamente a través de
vicariatos o delegaciones como Schwerin (erigido por Osnabrück),
Magdeburgo (por Paderborn), Erfurt (por Fulda), Meiningen (por
Wurzburgo) y Gorlitz (por Breslau). Una Conferencia episcopal
general reunió a todos los obispos occidentales en Fulda. No fue
posible la asistencia de los prelados de la República Democrática
Alemana, que celebraron por eso una Conferencia de Ordinarios
berlineses propia. La Conferencia episcopal y el Comité central de
los católicos alemanes (la representación de las asociaciones y
grupos católicos) han planeado para 1972 la celebración de un
sínodo general de todas las diócesis de la República Federal a las
que quizá puedan unirse también las de la Iglesia en la República
Democrática Alemana.
c) Estadística y práctica religiosa. De una población total
en la República Federal de 56.174.000 hab. (1961), eran católicos
24.786.000; protestantes, 28.725.000 y pertenecían bien a alguna
otra religión o bien a ninguna 2.665.000. A ello hay que sumar
408.000 católicos en Berlín y 1.483.000 en A. del Este, para una
población total de 17,2 millones. Las cifras relativas a A. del
Este corresponden a 1946. Desde entonces no se han vuelto a
publicar datos oficiales sobre afiliación religiosa. Debido a la
emigración, defunciones y separación de la Iglesia, las cifras han
disminuido considerablemente. La proporción de católicos en el
conjunto de A. representa alrededor del 35,5%.
En la República Federal y en el Berlín oeste existían en
1962 9.521 parroquias y otros 2.268 centros eclesiásticos. Eran
atendidos por 20.016 sacerdotes seculares. Además se contaba con
6.145 sacerdotes religiosos. Las órdenes de varones tenían 747
casas con 12.260 miembros.
A las 7.407 casas de las órdenes y congregaciones femeninas
pertenecían 87.391 religiosas. De las misiones se ocupaban, en
1955, 2.609 sacerdotes, 1.159 misioneros y 7.037 misioneras.
La situación de misión evangélica entre los disidentes de la
Iglesia católica en la República Democrática Alemana influye en
que haya 188 parroquias y 297 centros eclesiásticos y cada uno de
estos centros está atendido por mayor número de sacerdotes, que
son 665 sacerdotes seculares y 265 religiosos. En 44 casas de
varones viven 400 religiosos; y en 402 femeninas, 4.208
religiosas. Tanto en A. Oriental como en A. Occidental ha
disminuido considerablemente el número de religiosos y de
novicios, y han aumentado, en cambio, en un 6%, los miembros de
los institutos seculares.
En 13 facultades y escuelas superiores estatales y en cinco
eclesiásticas de A. Occidental estudiaban teología, en 1959, 3.340
alumnos, además de 1.848 laicos, que estudiaban religión. El
número de estudiantes que tenían por meta el sacerdocio disminuyó
notablemente, aumentando, en cambio, los laicos que estudiaban
teología. En el único Seminario para todas las diócesis de la
República Democrática Alemana sito en Erfurt, se hallaban
matriculados en Teología 227 alumnos (en 1967), número todavía
proporcionalmente importante en comparación con el de A.
Occidental. En la crisis interna de la Iglesia padecida en los
últimos años, abandonaron su vocación, en la República Federal
Alemana, en 196468, alrededor de 300 sacerdotes seculares y
religiosos (aprox. el 1,2%).
En 1959 se bautizaron en la República Federal 463.000 niños,
que supone casi el 100% de los habidos por matrimonios católicos;
de matrimonios mixtos con padre católico, una tercera parte, y con
madre católica, casi las dos terceras partes. De los matrimonios
civiles de católicos fueron bendecidos por la Iglesia el 94%; de
las parejas mixtas con sólo el marido católico, el 29%, y con la
mujer católica, el 47% (1959: 58.000, es decir, 18.000 y 30.000
respectivamente). El número de matrimonios mixtos aumentó. En 1961
lo fueron el 16% de todos los matrimonios celebrados y el 29,1% de
los matrimonios civiles contraídos en 1965. En 1959, cerca del 96%
de los católicos fallecidos fueron enterrados católicamente.
En 1967 se han salido de la Iglesia, en la República Federal
y Berlín oeste, 22.034 católicos; las disidencias sobrepasaron en
cerca de 9.000 a las conversiones. En la República Democrática
Alemana las disidencias han disminuido de forma considerable;
mientras que en 1958 fueron 19.000, en 1967 sólo llegaron a 3.000.
La práctica religiosa muestra también cifras descendentes. La
asistencia regular a la Misa dominical se considera en A.
Occidental del orden del 44% (en 1959 era del 56%); la recepción
de la Comunión pascual se cifra alrededor del 5040. En la
República Democrática Alemana la más baja frecuencia entre el 25 y
el 33%, se explica por la situación de diáspora. En 1967 hicieron
ejercicios espirituales en la República Federal 114.000 personas.
Los 474 periódicos católicos alcanzaron en 1960 una tirada de 18,4
millones de ejemplares; por razones económicas tuvieron que
suspender su publicación la mayoría de los diarios católicos
reaparecidos después de 1945. La edición de prensa de la Iglesia
descendió de 1966 a 1968 alrededor del 4%, es decir, sobre los dos
millones de ejemplares. En 13 de los 23 obispados existían en 1969
órganos de información propios.
El problema acuciante en la República Federal fue en los
últimos años la cuestión escolar. Generalmente, la escuela
confesional es una escuela pública con más o menos carácter
cristiano según los Estados. La escuela libre (movimiento escolar
católico de BadenAViirtemberg) lucha en favor de su existencia en
el escalón de la enseñanza primaria. Las escuelas superiores
privadas son ayudadas financieramente por el Gobierno de los
Estados. También ha sido tomada en consideración la formación
religiosa de los maestros; existe en Eichstátt una Escuela
Superior de la Iglesia creada para este fin.
La Caritas alemana, reconocida en la Conferencia episcopal
de Fulda de 1916, con sede en Friburgo, es la mayor de todas las
instituciones de beneficencia de A. y está unida a Caritas
internacional de Roma. Comprende, en 24 asociaciones diocesanas,
más de 12.000 puestos asistenciales; mientras que la asociación en
1951 atendió a 62.167 personas, de las cuales 46.718 eran
trabajadores no asociados, en 1967 pasó a 100.000. Los 800
hospitales católicos, miles de jardines de la infancia, muchos
cientos de asilos y casas para ancianos no permiten cubrir
realmente las necesidades derivadas del crecimiento de la nueva
generación.
La Iglesia católica de la República Federal depende
económicamente de las colectas y de los impuestos eclesiásticos,
como ingreso principal, sistema que se ha adoptado hoy en día en
todo el país. Estos impuestos produjeron en 1968 1.430 millones de
marcos (DM). En la República Democrática Alemana no se ha
favorecido por el Estado en modo alguno la recaudación de
impuestos eclesiásticos; su rendimiento muestra un ligero
descenso, mientras que el resultado de las colectas se eleva de
forma considerable. La Iglesia en la República Democrática Alemana
es pobre a causa de su estructura sociológica; por tanto, ha sido
satisfactoria la compensación realizada entre las Iglesias del
oeste y del este.
Son notables las dos grandes obras asistenciales del
episcopado: el sacrificio del ayuno Misereor (desde 1959) y el
sacrificio de Navidad para la América latina Adveniat, ambas
contribución a la labor constructiva de desarrollo en todo el
mundo. Aportan anualmente alrededor de 100 millones de marcos.
BIBL.: MGH; A. BRACKMANN, Germania Pontificia, Berlín 1911; K. SCHOTTENLOHER, Bibliographie zur deutschen Geschichte im Zeitalter den Glaubensspaltung 151785, Stuttgart 195665; Germania Sacra. Historischstatistische Darstellung der deutschen Bistümer, Berlín 1929 ss.; P. 1 HASENLERGA. WIENAND, Das Wirken der Orden und Klóster in Deutschland, Colonia 195767; P. RAssow, Deutsche Geschichte im Uberblick, Stuttgart 1962; B. GBHARDTH. GRUNDMANN, Handbuch der deutschen Geschichte, Stuttgart 195455; A. HAucK, Kirchengeschichte Deutschlands, BerlínLeipzig 1954; K. D. SCHMIDT, Die Bekehrung der Germanen zum Christentum, Gotinga 193940; H. IEDIN, Handbuch der Kirchengeschichte, IIPIV, Friburgo 1966 ss.; K. HAMPE, Das Hochmittelalter, MünsterColonia 1953; G. RITTER, Die Neugestaltung Europas im 16. Jahrhundert, Berlín 1950; 1. LoRTz, Die Reformation in Deutschland, Friburgo 1965; H. TücHLE, Reformation und Gegenreformation, Einsiedeln 1965; F. VIGENER, Gallikanis. mus und episkopalistische Strómungen im deutschen Katholizismus zwischen Tridentinum und Vaticanum, Munich 1913; F. ScHNABEL, Deutsche Geschichte im 19. Jahrhundert, Friburgo 194855; K. BUCHHEIM, Geschichte der christlichen Parteien in Deutschland, Munich 1953; E. DEUERLEIN, Das Reichskonkordat, Düsseldorf 1956; 1. WENNER, Reichskonkordat und Ldnderkonkordate, Paderborn 1964 (suplemento 1966); H. BucHHEIM, Das Dritte Reich. Grundlagen und politische Entwicklung, Munich 1959; W. CORSTEN, Kólner Aktenstücke zur Lage der katholischen Kirche in Deutschland 193345, Colonia 1947; B. STASIEwsKI (refundidor), Akten deutschen Bischófe über die Lage den Kirche 19331945, Maguncia 1968 ss.; G. SCHREIBER, Kirchiiches Handbuch für das katholische Deutschland, XXV (195761), Colonia 1962; A. EHRHARDW. NEuss, Historia de la Iglesia, Madrid 1962.
HERMANN TÜCHLE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991