ABSTRACCIÓN
Categoría: Filosofía
1. Noción y
división. Etimológicamente proviene de abstrahere, que significa
sacar, separar, extraer. De acuerdo con ello, y según la primera
imposición del nombre, la a. se refiere, en su más primitiva
acepción, a la acción física o transitiva de separar o sacar una
cosa de. otra (como el agua se saca o extrae del pozo), y, por
extensión, al efecto o pasión correspondiente, es decir, al. hecho
de que algo sea separado o abstraído. Pero ulteriormente se ha
trasladado al orden psicológico, en el que encontramos el sentido
de la a. que hoy se considera como más propio. En este plano, la
a. designa cierta acción psíquica o inmanente que consiste en
conocer una cosa sin conocer otra con la que se encuentra unida, o
bien, en conocer que una cosa no es otra, y como es natural
también se extiende al efecto, o mejor, a la denominación que de
dicha acción inmanente se origina.. Esa acción psíquica se
encuentra ya en el conocimiento sensitivo, pues, p. ej., la vista
conoce el color de una manzana sin conocer su sabor, con lo que,
en cierto modo, hay aquí una a. o separación. Pero donde más plena
y propiamente se halla la a. es en el conocimiento (v.)
intelectual.
Ahora bien, en este plano intelectual hay que distinguir
todavía: a) la a. del entendimiento agente; b) la a. del
entendimiento posible, que puede ser por simple aprehensión o por
juicio negativo; c) el fundamento de esta a. del entendimiento
posible, que dará lugar a la a. formal y a la total, y d), por
último, el signo manifestativo de aquella misma a., que originará
la a. lógica y la real. Veamos separadamente todos estos
diferentes tipos de a.
2. La abstracción del intelecto agente. El conocimiento
intelectual humano no es posible sin que los contenidos de la
sensibilidad, donde comienza todo nuestro saber, sean elevados o
hechos inteligibles por la acción del entendimiento agente. La
susodicha acción consiste en una especie de iluminación de los
datos sensibles, y aún más propiamente, en un despojamiento de la
materia y de las condiciones de la materia. La verdad es qué todo
lo intelectualmente conocido tiene, en cuanto tal, estos dos
caracteres necesarios: que es de suyo repetible o multiplicable
numéricamente y que no es de suyo sujeto pasivo o que no está
afectado por el cambio. Quiero decir: si conocemos
intelectualmente un objeto cualquiera (por ejemplo, un triángulo
plano equilátero de tres centímetros de lado, que no es, como se
ve, un objeto general, sino que está determinado hasta sus últimas
diferencias) siempre es posible que tal objeto se repita
indefinidamente en la realidad, que se multiplique numéricamente,
por realizarse aquí o allá, en esta materia o en aquella otra, y
en este sentido se dice que es universal. La inteligencia, en
efecto, no puede discernir entre objetos que son enteramente
iguales, que tienen las mismísimas determinaciones, y que, sin
embargo, el uno no es el otro. Percibir que el uno no, es el otro
entre objetos que son enteramente iguales pueden hacerlo los
sentidos, pero no la razón; y así es como hay que entender la
tesis clásica de que el objeto de los sentidos es lo singular,
mientras que el del entendimiento es lo universal (v.
UNIVERSALES). Además de esto, es también evidente que todo lo
entendido, en la misma medida que es entendido, no está sujeto a
mutación. Un leño puramente pensado no arde ni se consume; el que
arde y se consume es el leño real, y éste es el verdadero sentido
de la tesis clásica de que el objeto del entendimiento es
inmutable o necesario. Pues bien, el principio por el que algo
puede multiplicarse numéricamente es la materia, y es también la
materia la raíz más profunda de todo cambio o mutación propiamente
dicha. Pero si esto es así, todo conocimiento intelectual supone
un despojamiento de la materia. [Y ad. viértase que la materia de
que aquí se trata no significa simplemente corporeidad, sino lo
que entiende S. Tomás por materia prima, es decir, un principio
real totalmente indeterminado que pueda dar razón, tanto de la
multiplicidad puramente numérica, como de la real mutación de las
cosas corpóreas (v. MATERIA I)1. Este despojamiento de la materia
así entendida es la tarea encomendada al entendimiento agente, y
que, si bien suele también designarse con el nombre de a. (pues
hay aquí, sin duda, una cierta separación), no lo es en sentido
propio. Porque no pertenece al conocimiento formalmente hablando
(el entendimiento agente no conoce nada), aunque, eso sí, haga
posible o prepare todo conocimiento intelectual. A la acción del
entendimiento agente se le puede llamar a. en un sentido parecido
al que se utiliza al hablar de la a. física: como una extracción o
separación de una cosa de otra. Pero el sentido propio de la a. es
él de conocer una cosa sin conocer otra con la que se encuentra
unida, o conocer que una cosa no es otra, mediante un juicio
negativo. Por lo demás; la tarea propia del entendimiento agente y
su necesidad para una verdadera explicación del conocimiento
intelectual humano, puede verse explanada más ampliamente en otro
lugar (v. ENTENDIMIENTO).
3. La abstracción del entendimiento posible. Supuesta la a.
del entendimiento agente, requisito previo para adquirir cualquier
conocimiento intelectual humano, el llamado entendimiento posible
verifica sobre los contenidos intelectuales la a. que le es propia
y que consiste, como ya se ha dicho, en considerar determinado
aspecto objetivo sin considerar algún otro con el que se encuentra
unido o incluso identificado _en la realidad, y también en
considerar que un aspecto objetivo no es algún otro en la
realidad, separándolos o excluyéndolos mediante un juicio
negativo. De aquí que este tipo de a., a la que podemos llamar a.
formalmente dicha, se divida en dos tipos o modos que se
denominan, respectivamente, a. por modo de simplicidad [es decir,
por modo de simple aprehensión (v.)] y a. por modo de división [o
sea, por modo de juicio (v.) negativo]. La diferencia fundamental
entre estos dos tipos de a. radica en gile la primera no implica
separación ni distinción alguna real entre lo abstraído y aquello
de que se abstrae, pues nada se opone a que lo que se encuentra
unido en la realidad se considere como dividido o separado,
siempre que no se rebase la primera operación del entendimiento,
que es la simple aprehensión (v.): v esto es lo que expresa el
célebre aforismo escolástico: abstrahentium non est mendacium. En
cambio, la a. por juicio negativo, si ha de acomodarse a la
realidad, exige que lo que mediante ella se separa, se encuentre
asimismo separado fuera de la mente.
4. La abstracción formal y la total. Estos dos tipos de a.
se refieren al fundamento de la a. del entendimiento posible que
acabamos de examinar. En efecto, tanto la a. por modo de
simplicidad como la a. por modo de división deben estar de alguna'
manera fundadas en la realidad, pues todo conocimiento
especulativo, y la a. lo es, depende de la realidad a la que se
refiere. Pero el fundamento de la a., qué es una cierta separación
o distinción, no puede ser otro que la composición (o acaso
también la eminencia) del objeto sobre el que la a. versa. La
composición, por su parte, puede ser doble: del todo (v.) con sus
partes, y del acto (v.) con la potencia (v.) [o de la forma (v.)
con la materia (v.)]. Por eso, atendiendo a su fundamento objetivo
la composición, la a. se divide en total y formal.
Conviene, sin embargo, aclarar más esto. En primer lugar,
hay varias clases de todo: el todo integral, el potencial y el
universal. El todo integral es la suma de sus partes integrantes,
y por eso no es nada aparte de ellas ni se puede separar o
abstraer de dichas partes. El todo potencial es el núcleo o meollo
de donde proceden las partes potenciales, es decir, las facultades
o energías particulares que lo manifiestan o explicitan. Este todo
ciertamente es algo más que la suma de sus partes, pero como no
suele ser conocido más que a través de dichas partes, tampoco se
puede abstraer o separar de ellas. Queda como posible fundamento
de la abstracción total, el todo llamado universal respecto de sus
partes subjetivas. Entre ese todo y sus partes no hay una
composición real, aunque haya en la realidad alguna otra
composición que sirve de fundamento a la composición mental de que
aquí se trata. El todo universal es un cierto contenido o
determinación inteligible que puede ser considerado aparte de
otras determinaciones ulteriores que lo concretan o contraen; de
modo que ese todo es siempre en alguna medida potencial o
indeterminado respecto de los distintos sujetos (partes
subjetivas) en los que se concreta o a los que se aplica. Por eso,
en este tipo de a., cuando algo es más abstracto, es decir, cuando
prescinde de mayor número de determinaciones que pueden
contraerlo, tanto es más potencial o indeterminado (v. TODO). Con
esta a. es con la que se abstraen los géneros de las especies, y
los géneros superiores o remotos de los inferiores o próximos.
Pero no es propio de la a. total abstraer las especies de los
individuos (v.) que sólo difieren entre sí numéricamente, pues
siendo esta precisión algo presupuesto en todo conocimiento
intelectual humano, más bien hay que atribuirla al entendimiento
agente. Tampoco se debe incluir en la a. total la separación de
las diferencias (genéricas o específicas) respecto de los géneros
(remotos o próximos), pues aquí lo que sé abstrae es algo actual o
determinante respecto de algo potencial o indeterminado, y eso
pertenece al cometido propio de la a. formal.
Pero pasemos a considerar esta última. Se da a. formal
siempre que se separa por el entendimiento lo que es actual o
determinante, de lo que es potencial o indeterminado. Como esta
relación de indeterminado a determinado se realiza principalmente
en el plexo materiaforma, por eso tal tipo de a. se denomina a.
formal. Pero hay que tener en cuenta que los términos materia y
forma se dicen de muchas maneras, y que, en primer lugar, la
materia puede ser primera y segunda (que es lo mismo que sustancia
corpórea), y asimismo la forma puede ser sustancial y accidental.
La a. formal no se refiere sólo a la separación de la forma
sustancial respecto de la materia primera, y por eso hay varios
grados de a. formal, como luego veremos. También conviene advertir
que la a. formal separa lo formal o determinante, de lo material D
indeterminado, pero no universalmente
el acto de la potencia. Cierto que toda forma es acto, y
toda materia potencia; pero si se da un acto que no sea formal o
determinante, sino puramente actualizante, no puede ser
propiamente abstraído, ni con a. formal ni con ninguna otra,
porque tampoco un acto así cae dentro del objeto propio de nuestro
entendimiento (v. MATERIA; FORMA; ACTO; POTENCIA).
5. Los grados de abstracción formal. Según la filosofía
clásica, los distintos grados de a. formal especifican y
distinguen entre sí a las ciencias especulativas. Toda ciencia
(v.) supone, en efecto, un cierto grado de universalidad y
necesidad en el objeto de la misma. Pero ya vimos que esta
universalidad y esta necesidad, que son ante todo condiciones
ineludibles de cualquier objeto entendido en cuanto entendido,
surgen primeramente por la acción del intelecto agente que
desmaterializa de algún modo los contenidos de la sensibilidad.
Pues bien, la a. formal supone esta previa desmaterialización, y
lo que añade a ella es una depuración cada vez mayor de la
corporeidad y de las condiciones de la misma, porque no es lo
mismo abstraer de la materia que abstraer de la corporeidad. Si la
materia se toma en el sentido de materia prima, un objeto, o
forma, o determinación que abstraiga de ella puede conservar todas
las condiciones de la corporeidad, excepción hecha de la
singularidad puramente numérica. Obtendremos así la llamada
materia común (carne, huesos, pero no esta carne y estos huesos),
y en este nivel se encuentra el denominado primer grado de
abstracción formal, en el que se encuadran las ciencias naturales
(Física, Química, Mineralogía, Botánica, Zoología, etc.) y la
misma Filosofía natural. Propiamente no hay diferencia entre este
primer grado de a. formal y la a. del entendimiento agente, a no
ser que esta última no es cognoscitiva y la primera sí; o, más
exactamente, el intelecto agente produce el objeto que el
intelecto posible se limita a considerar en el primer grado de a.
formal.
Pero puede caber una mayor depuración del objeto considerado
por el entendimiento posible. Aquí no se tratará de producirlo,
sino sólo de considerarlo de tal modo que se prescinda de alguna
de las condiciones de la corporeidad o de la materia común; p. ej.,
de ciertas cualidades sensibles como el color, el sonido, el
sabor, etc., es decir, de los llamados sensibles propios,
reteniendo empero la cantidad y sus determinaciones de tamaño y
figura (los llamados sensibles comunes). Se obtiene así el segundo
grado de abstracción formal, en el que se encuentran las ciencias
matemáticas. A la corporeidad así depurada se la denomina materia
inteligible, en contraposición a la llamada materia sensible, que
es la materia común. Y con razón recibe aquel nombre, pues como
los sensibles comunes (a los que se reducen las determinaciones de
la materia inteligible) no pueden ser sentidos sino a través de
los sensibles propios, una corporeidad despojada de tales
sensibles propios no puede ser sensible, sino solamente
inteligible. Nótese, por lo demás, que en el segundo grado de a.
formal no se trata sólo de obtener un objeto único al que algunos
denominan ens quantum, sino de ir considerando toda una serie de
objetos, como, p. ej., las distintas figuras geométricas, incluso
con determinados y distintos tamaños, y los mismos números,
nacidos de la división de la cantidad continua, como también las
distintas relaciones cuantitativas. Todos estos objetos se
incluyen en la llamada materia inteligible.
Y una reflexión semejante debe hacerse a propósito de la
materia sensible, que no es solamenteun objeto único al que deba
designarse con el nombre de ens sensible, sino que engloba una
serie de objetos o determinaciones de la corporeidad, que incluyen
los sensibles propios, prescindiendo solamente de la singularidad
más estricta.
Por último cabe llegar al tercer grado de a. formal, por una
depuración completa del objeto considerado por el entendimiento
posible respecto de toda corporeidad y de sus condiciones. Se
obtienen así una serie de conceptos o determinaciones
inteligibles, que prescinden enteramente de toda materia (tanto de
la singular, como de la sensible, como de la inteligible). Ejemplo
de tales conceptos son los de sustancia, accidente, causa, efecto,
acto, potencia, etc., y también los trascendentales: ente, uno,
verdadero, bueno, etc. Todos ellos son precisamente inmateriales,
no positivamente, por lo que tanto se pueden realizar en los seres
incorpóreos como en los corpóreos. Pero también dentro de este
grado de a. es posible obtener conceptos positivamente
inmateriales, aunque indirectos y analógicos, como los de espíritu
o Dios. Y a los unos y a los otros se extiende la ciencia
metafísica que se encuadra, por consiguiente, en dicho tercer
grado de a. formal.
Es fácil observar que los dos primeros grados de a. formal
sólo consiguen una depuración relativa de la materia o de la
corporeidad, pues en realidad no se trata de prescindir de ésta,
sino de algunas de sus condiciones, a saber, de la singularidad,
en el primer grado, y de los sensibles propios en el segundo. Pero
el tercer grado de a. formal procura una completa depuración de la
corporeidad y de sus condiciones. Ahora bien, cuando un objeto
está más alejado de lo sensible o de lo corpóreo es más
inteligible en sí mismo, aunque lo sea menos respecto de nosotros;
y por eso se dice que en la a. formal, cuando un objeto es más
abstracto es más inteligible en sí mismo, pero menos respecto de
nuestro propio entendimiento.
Otra cuestión es la de saber cómo se relacionan los
distintos grados de a. formal y la misma a. total con las dos
modalidades de la a. del entendimiento posible que son la a. por
modo de simplicidad y la a. por modo de división. Es evidente que
la a. total pertenece toda ella a la a. por modo de simplicidad,.
pues como el todo universal no se distingue realmente de sus
partes subjetivas, no es posible abstraerlo de ellas mediante un
juicio negativo que implica distinción real. En cambio, la a.
formal, aunque ciertamente también puede darse en la a. por modo
de simplicidad, pertenece más propiamente a la a. por juicio
negativo, pues la forma se distingue realmente de la materia; la
cantidad, el tamaño y la figura, de los sensibles propios; y la
sustancia incorpórea, de la corpórea.
6. La especificación de las ciencias especulativas. La
teoría clásica de los tres grados de a. fue ideada, como ya hemos
apuntado, para fijar un criterio de distinción y especificación de
las ciencias especulativas. Porque es evidente que las ciencias
teóricas no pueden distinguirse entre sí por las cosas sobre que
versan, ya que caben varias ciencias distintas acerca de una misma
cosa, y muchas cosas diferentes pueden ser estudiadas por una sola
ciencia. Se podría pensar que, si no son las cosas mismas, serán
al menos los aspectos determinados de ellas que en cada caso se
consideren los que proporcionarán ese criterio de distinción de
las ciencias. Pero tampoco esto es suficiente, porque si bien es
verdad que los aspectos que una ciencia considera no los considera
otra, también lo es que una misma ciencia, pretendiendo calar cada
vez más en las cosas que estudia, tiene que considerar muchos
aspectos distintos de esas mismas cosas. Lo que dé unidad a cada
ciencia y establezca la distinción específica entre ellas debe
encontrarse en los objetos científicos en tanto que tales, es
decir, en cuanto objetos científicos. Pero lo que hace que una
cosa se convierta en objeto de ciencia es la inmaterialidad o la
a. formal con que es considerada, pues es así como se torna
necesaria. Ahora bien, a niveles distintos de inmaterialidad
corresponden niveles diferentes de necesidad científica o de
necesidad objetiva, y por eso son los distintos grados de a.
formal los que especifican y distinguen las ciencias
especulativas.
Esto no quita que en cada uno de esos niveles o grados de
inmaterialidad se puedan considerar aspectos muy distintos de las
cosas y que se puedan establecer incluso otras gradaciones
atendiendo a la a. total; estudiando primero, p. ej., lo más
general o lo que es común a todos los objetos de un mismo grado de
a. formal, y descendiendo después a los aspectos más determinados,
hasta llegar a las últimas diferencias específicas, si esto es
posible. Así se podrán construir partes distintas de una misma
ciencia, algunas de ellas tan especializadas y detalladas que
parezcan constituirse en ciencias independientes, con su nombre
propio y sus especiales métodos de trabajo; pero en el fondo se
tratará siempre de partes de una ciencia única, pues la necesidad
científica de sus respectivos asertos será esencialmente la misma
para todas ellas. En cambio, cuando de un grado de a. formal
pasamos a otro, nos encontramos con tipos de necesidad científica
específicamente diferentes. Más precisiones sobre el particular se
pueden encontrar en los artículos OBJETO y CIENCIA I.
7. La abstracción lógica y la real. Volviendo a las
divisiones de la a., tratemos por último de la a. lógica y de la
real. Esta división surge de considerar el efecto, o mejor, la
denominación extrínseca que resulta en lo abstraído por la acción
misma de abstraer. La a. por modo de división o por juicio
negativo supone, como hemos dicho ya, distinción o separación real
entre el sujeto y el predicado, y por eso, la denominación que
resulta en lo abstraído por el hecho de ser objeto de esta a.
puede llamarse con pleno derecho a. real. En cambio, la a. por
modo de simplicidad no supone en su objeto distinción real alguna
respecto de lo prescindido en tal a., y por eso, en principio,
esta a. debe denominarse lógica. Sin embargo, como en la a. por
modo de simplicidad se dan tanto la a. total como la formal, y
esta última, como también hemos visto, supone distinción real en
muchas ocasiones, de aquí que la a. real se dé también en la a.
por modo de simplicidad. De suerte que la a. real puede darse en
la primera operación del entendimiento la simple aprehensión (v.),
pero más propiamente pertenece a la segunda el juicio (v.),
mientras que la a. lógica sólo se da en la simple aprehensión y
nunca en el juicio. Lo mismo que ocurre con la a. formal, que
pertenece más propiamente al juicio, pero que también se da en la
simple aprehensión, mientras que la a. total sólo se da en la
simple aprehensión. Y completando la correspondencia tenemos que
la a. formal por juicio negativo es siempre real, y a veces
también es real la que se lleva a cabo por modo de simplicidad; en
cambio, la a. total, que siempre se verifica por modo de
simplicidad, también es siempre lógica.
Para hacer más inteligibles estas divisiones pongamos
algunos ejemplos. Si digo: «El hombre no es espíritu puro» (a. por
juicio negativo), el concepto hombre queda abstraído, con
abstracción real, del concepto espíritu puro. Pero si considero
triángulo sin considerar ni equilátero, ni isósceles, ni escaleno
(a. por simple aprehensión), el concepto de triángulo queda
abstraído, con abstracción lógica, de esos otros conceptos
señalados. Con todo, en la simple consideración puede darse
también la a. real. Así, si yo considero en una estatua de mármol
la figura de la estatua sin considerar el mármol de que está
hecha, el concepto de estatua queda abstraído del mármol con a.
real, pues desde luego el accidente figura se distingue realmente
de la sustancia cuerpo, o sea, la figura no es el cuerpo.
Con estos mismos ejemplos se puede ver también que la
abstracción formal se puede dar en la simple aprehensión (estatua
abstraída de mármol) y en el juicio negativo (la figura no es el
cuerpo); pero, en cambio, la abstracción total no se puede dar más
que en la simple aprehensión (triángulo abstraído de equilátero,
isósceles y escaleno).
8. Conceptos afines y opuestos al de abstracción. Afines al
de a. son los conceptos de distinción, precisión y separación. La
distinción puede ser real o de razón, según se dé con
independencia del acto de la razón o no. La distinción real es a
veces separación, como la que hay entre dos sustancias completas
(p. ej., dos hombres o dos árboles); pero a veces es simple
distinción, como la que se da entre dos principios intrínsecos (y
con frecuencia inseparables) de una misma sustancia o de una misma
cosa (p. ej., la materia y la forma, o la esencia y la
existencia). La distinción de razón tiene en algunos casos
fundamento adecuado o perfecto en la realidad, y ésta es la
llamada distinción virtual mayor, que se da entre conceptos que no
se incluyen entre sí, sino que prescinden adecuadamente uno del
otro (p. ej., el concepto genérico de animal prescinde
adecuadamente de la diferencia específica racional); y en otros
casos no tiene más que un fundamento inadecuado o imperfecto en la
reali.dad, y ésta es la llamada distinción virtual menor, que se
da entre conceptos que se incluyen uno en otro, aunque en una
consideración implícita no aparezca esta inclusión (p. ej., el
concepto de ente se incluye en el concepto de uno y, a su vez, el
concepto de uno se incluye en el de ente y, sin embargo, son dos
conceptos de alguna manera distintos). La precisión se confunde de
hecho con la distinción de razón, pero parece importar cierta
escisión o secesión, por lo que propiamente no puede aplicarse a
la distinción virtual menor; más bien hay que reservarla para la
distinción de razón con fundamento adecuado en la realidad. En
cuanto a la separación, si bien puede aplicarse a la distinción de
razón, tiene en tal caso un sentido metafórico, por lo que mejor
es reservarla para designar la distinción real, y precisamente
entre cosas independientes o entre sustancias completas.
Entre los conceptos opuestos al de a. se pueden citar los de
concreción, composición y eminencia. La concreción, en cuanto se
la hace derivar de concerno (ver conjuntamente), es la operación
contraria a la a. formalmente dicha, sobre todo cuando se da con
anterioridad a dicha a., pues si es posterior, más se debe llamar
síntesis. La composición es el fundamento de la a. y se opone a
ésta en cuanto que la a. separa (a su modo) lo que en la
composición está unido. También la eminencia es fundamento de la
a., pero en tanto que la acción abstractiva se ve determinada no
sólo por las cosas, sino también por la imperfección de nuestro
intelecto, que no puede calar convenientemente en toda la riqueza
de lo real. La a. que se opone a la eminencia se configura siempre
como una distinción virtual menor.
9. Notas históricas. La doctrina de la a. hasta aquí
expuesta ha seguido un lento proceso de elaboración que,
iniciándose con Sócrates (v.), Platón (v.) y sobre todo
Aristóteles (v.), adquiere sus últimos perfiles y precisiones de
detalle con S. Tomás de Aquino (v.), Duns Escoto (v.), Cayetano
(v.), Suárez (v.), y Juan de Santo Tomás (v.). Frecuentemente el
tema de la a. se ha limitado a una de sus dimensiones: la del
origen del conocimiento intelectual humano, o sea, a la a. del
entendimiento agente. En este punto concreto casi toda la
filosofía moderna es contraria a la teoría clásica de la a. El
empirismo (v.), porque no admite una diferencia esencial entre el
conocimiento sensitivo y el intelectual; el racionalismo (v.),
porque se liga al innatismo en una u otra forma; y otros sistemas,
como el de Kant (v.) o Hegel (v.), porque explican de manera
distinta el origen de nuestras ideas. Pero teniendo en cuenta que
la teoría tradicional de la a. no se reduce a explicar el paso de
lo sensible a lo inteligible por obra del intelecto agente, sino
que es mucho más amplia y rica, se puede, sin duda, afirmar que
sigue presente, en muchos de sus aspectos o dimensiones, en la
mayor parte de los filósofos modernos y contemporáneos.
Concretamente juega un papel muy destacado en la filosofía de
Hegel (p. ej., en su teoría del juicio), en la de Husserl (v.)
(con su noción de la reducción fenomenológica) y en la de Witehead
(v.) (con su teoría de los objetos eternos), así como en las
actuales corrientes de la Lógica, por no citar más que unos pocos
ejemplos tomados al azar. Pero, como es natural, cada uno de esos
autores y sistemas tiene su propia teoría de la a., distinta y
opuesta en muchos puntos a la teoría clásica.
V. t.: CONOCIMIENTO I; INTELIGENCIA I.
BIBL.: N. BALTHASAR, L'abstraction métaphysique et l'analogie des ¿tres dans l'¿tre, Lovaina 1935; M. BARBADO, Estudios de Psicología experimental, II, Madrid 1948; J. ERCILLA, De la imagen a la idea, Madrid 1959; G. FAUSTI, Teoría dell' astrazione, Padua 1947; F. GUIL BLANES, La doctrina tomista de la abstracción, Sevilla 1961; J. LAPORTE, Le probléme de I'abstraction, París 1940; S. RAMfREZ, El concepto de Filosofía, Madrid 1954.
J. GARCÍA LÓPEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991