Abel
 

Segundo hijo de Adán (v.) y Eva (v.). Al dar a luz Eva a su primogénito, Caín (v.), exclamó alborozada: «He alcanzado (o comprado) de Yahwéh un varón» (Gen 4, 1). La Biblia no explica, en cambio, el nombre del segundo hijo; algunos autores lo relacionan con el verbo hebreo hebel (soplo, hálito), sosteniendo que sería un nombre simbólico puesto para expresar la brevedad de su vida. En efecto, Caín se alzó por envidia contra su hermano A. y le mató, antes de que éste dejara tras sí una posteridad que llevara su nombre. La actitud de Yahwéh hacia ambos hermanos, con ocasión del ofrecimiento de sendos sacrificios fue la ocasión de que Caín se enfureciera (4, 5). «Caín presentó a Yahwéh una ofrenda de los frutos de la tierra, mientras que A. se la hizo de los primogénitos de su rebaño y de su grasa, de lo mejor de ellos. Yahwéh se complació en A. y su ofrenda y le desagradó Caín y la suya» (4, 35). ¿Por qué Yahwéh mostró estas preferencias? Quizá para dar a entender que obra con absoluta libertad y «hace misericordia de quien hace misericordia» (Ex 33, 19), o también, porque Caín no escogió los mejores frutos de la tierra para ofrecérselos en sacrificio, mientras que A. seleccionó su víctima de entre los primogénitos de su ganado menor. A. procedió con fe (Heb 11, 4), mientras que Caín obró con torcida intención (1 lo 3, 12). El texto continúa narrando que después de haber dado Caín muerte a A., Yahwéh se dirigió a él preguntándole por su hermano y manifestándole la maldición que cae sobre él como consecuencia de su pecado: «La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano» (4, 1011).
La narración de Caín y A., como la de otros primeros capítulos del Gen corresponde al género literario de la historia popular, en la que unos hechos históricos son contados con un ropaje florido y subrayando las enseñanzas que de ellos se deducen, etc. (cfr. Denz.Sch. 35123519; 38623864; 3898). No debe, pues, buscarse en él una descripción exacta de lo que hubiera podido ser el modo v estilo de vida en los albores de la humanidad (cosa que el autor inspirado no pretende dar), sino, como queda dicho, una narración sencilla.
El autor inspirado pone de manifiesto la maldad del pecado (v.) y sus graves consecuencias. La maldición de Caín, en la que se le anuncia que la tierra le será hostil, es como un hecho de la anterior en la que, a raíz del primer pecado, se decía a Adán y Eva que deberían trabajar la tierra con el sudor y el esfuerzo. El pecado arrastra consigo el castigo, el sufrimiento, la penalidad. El texto pone a la vez de manifiesto la gravedad del homicidio: el derramar la sangre humana reclama venganza ante Dios. Ello es subrayado a continuación cuando se dice que Caín, al verse maldecido, acude a Dios con angustia diciendo que entonces cualquiera podrá sentirse autorizado a matarle. Yahwéh replica: «Si alguien matare a Caín, será siete veces vengado»; y el texto añade: «Puso, pues, Yahwéh a Caín una señal, para que nadie que le encontrara le hiriera» (v. 15).
Al referirse al principio del capítulo a Caín y A. el texto dice que el primero era labrador y el segundo pastor. Basándose en ello, y en algunas expresiones de la narración que sigue, diversos autores han querido ver en el texto como un intenta de contraposición entre la vida nómada del pastor y la sedentaria del agricultor y una alabanza de la primera. Como si al enjuiciar la cuestión desde el punto de vista religioso, se prefiriera la vida seminómada del pastor de ganado menor a la sedentarizada del labrador, porque los pastores viven en el límite del desierto y no están expuestos a los peligros de corrupción religiosa y moral de los que viven en aglomeraciones urbanas; o como si hubiera un recuerdo de que llevaron vida seminómada A., los patriarcas (v.), etc. Pero todo ello es incierto, ya que el mismo texto del Gen habla de pastores malos y de agricultores buenos; A. por lo demás no es presentado como un perfecto nómada, sino que hace vida sedentaria junto a Caín y sus padres; etc. Ello no quita que pueda haber ahí un eco de una invitación a una vida desprendida, que puede verse en cierto modo simbolizada en el nómada, pero no puede decirse que la Biblia proponga como ideal el nomadismo (no se puede olvidar que si los patriarcas, y luego Moisés en el desierto, viven vida nómada es caminando hacia una tierra que había sido prometida a Abraham: Gen 12, 1).

V. t.: CAÍN; SET.


LUIS ARNALDICH.
 

BIBL.: A. BROCKNEUTNE, Die religionshist. Voraussetzungen der KainAbel Geschichte, «Zeitschrift für alttestamentliche Wissenschaft» 54 (1936)'202239; 1. B. BAUER, Kain und Abel, «Der Seelsorger» 24 (1954) 226229; ST. LACH, Probleme in der biblischen Erzühlung von Kain und Abel, «Annuar. Theolo. Canon» (1960) 1338; L. ARNALDICH, Palestina prehistórica y la historia bíblica de los orígenes, «Cultura Bíblica» 20 (1963) 114; A. IBÁÑEz ARANA, La narración de Caín y Abel en Gen 4, 216, «Scriptorium Victoriense» 11 (1964) 281319.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991