¿Hasta qué punto puede y debe un cristiano acomodarse a su mundo? Por un
lado existe la fundamental exigencia del -> Evangelio de dar -> culto a Dios por
la existencia mundana (Rom 12,1-2). En medio de su mundo debe el cristiano
servir a Dios, debe glorificar a Dios en su existencia corporal, debe encontrar
a Dios en sus semejantes. Debe mostrar a los hombres con los que convive la
posibilidad de llegar a Dios. Para poder desempeñar esta tarea se exige una
acomodación fraternal. Pero no se trata de una acomodación incondicional, sino
crítica. Así, el cristiano no puede acomodarse a su mundo allí donde éste se ha
alienado de sí mismo. No puede hacer suya la vida de este mundo en aquello en
que este mundo se equivoca. El cristiano tiene la posibilidad de superar el
mundo, de transformarlo y de renovarlo totalmente (Rom 12,2). Debe intentar
enseñarle el camino hacia Dios. Debe hacer posible la humanidad en el mundo.
Puesto que Dios se ha hecho hombre, debe colaborar a la -> humanización del
hombre. Para poder invitar a los hombres al -> reino de Dios, se acomoda Pablo
por entero a ellos: sale al encuentro del hombre religioso como religioso, al
del no religioso como no religioso, para ganar-los a muchos para Cristo (1Cor
9,21).
Pide a los
cristianos que compartan con los otros hombres la alegría y la tristeza y la
vida entera, con sus riesgos y sus cargas (Rom 12,15). El cristiano vive en la
tensión entre acomodación radical y -> distancia crítica.