Vocaciones nuevas para Europa
DPE
 

Nos referimos al documento final del Congreso Europeo sobre las Vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada en Europa, celebrado en Roma del 5 al 10 de mayo de 1997. El congreso estuvo preparado por las Congregaciones para la Educación Católica, para las Iglesias Orientales, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Al congreso asistieron 253 delegados provenientes de 37 naciones europeas y en representación de los diversos sectores vocacionales. "El congreso, en efecto, fue un acontecimiento de gracia: el compartir fraterno, la profundización doctrinal, el encuentro de los varios carismas, el intercambio de las diversas experiencias y trabajos llevados a cabo en las Iglesias del Este y del Oeste enriquecieron a todos y cada uno. Confirmaron en los participantes la voluntad de continuar trabajando con pasión en el campo vocacional, a pesar de la precariedad de los resultados en algunas Iglesias del viejo continente". (Documento final del Congreso, Cuadernos Confer 9, 6)

1. El hilo conductor de todos los trabajos del congreso: la esperanza

La Iglesia cuenta con muchos años de experiencia vivida en situaciones muy distintas. Por eso tiene la perspectiva necesaria para afianzar en todo momento la esperanza que todo lo puede y todo lo espera. En medio de las dudas, temores, dificultades y escasos resultados en el campo vocacional, surge con fuerza la llamada a confiar, a permanecer fieles y a esperar más allá de las propias posibilidades. Un ejemplo cercano y patente de esperanza son las Iglesias del Este, que después de haber vivido tiempos difíciles se ven recompensadas con un florecimiento vocacional, -no exento de problemas-, pero que contrasta con la situación de la Europa occidental.

Desde esta esperanza se invita a los niños, adolescentes y jóvenes a acoger el proyecto que Dios tiene para cada uno de ellos, con el firme convencimiento de que de esta disposición va a depender su realización y felicidad. Esta respuesta de los más jóvenes rió será posible si los padres, educadores, catequistas, presbíteros y consagrados/as, no dan un "testimonio coral". "En uña Iglesia toda vocacional, todos son animadores vocacionales. Dichosos vosotros, si sabéis decir con vuestra vida que servir a Dios es hermoso y satisfactorio, y descubrir que en El, el Viviente, se esconde la identidad de cada viviente (cfr. Col 3,3)". (Documento final, o.c. 9).

La esperanza tiene mucho que ver con el palpitar de la vida en cada momento y situación; esto no será posible si no se une la reflexión teológica con la praxis pastoral, la iluminación teórica y las claves pedagógicas, el saber y el saber hacer. Esta síntesis debe hacerse desde la óptica específicamente cristiana: "o la pastoral vocacional es mistagógica, y, por tanto, parte una y otra vez del misterio (de Dios) para llevar al misterio (del hombre), o no es tal pastoral". (Documento final, o.c., 11)

2. La lógica del congreso y la lógica del documento

La preocupación que ha presidido todos los trabajos del congreso, así como la redacción del documento final, ha sido meramente evangélica: ver las realidades concretas, reflexionar sobre las mismas con la luz del Evangelio y volver a las situaciones existentes para dar una mejor respuesta. La realidad cotidiana es el punto de referencia de la pastoral vocacional. La perspectiva teológica que ocupa la parte central del documento, -entre el análisis de la realidad y las orientaciones pastorales y pedagógicas-, fundamenta y enmarca el conjunto del tratamiento. El documento reconoce que las pistas orientadoras "en el plano del método y de la praxis cotidiana" es el aspecto más deficiente, y el que los agentes de pastoral necesitan en gran medida. Aún constatando esta carencia podemos decir que, -en relación con otros documentos anteriores de pastoral vocacional-, este aspecto adquiere un relieve importante, tanto cualitativa como cuantitativamente.

3. Principales aportaciones del documento

3.1. Consideración general

El documento en su conjunto merece una valoración positiva, tanto por el método de elaboración como por la estructura interna y las partes de que consta. El documento se compone de un análisis matizado de la realidad, de una buena fundamentación teológica, de una parte sobre pastoral de las vocaciones, y termina con las orientaciones pedagógicas. Globalmente, es un documento distinto de los anteriores que han abordado el problema de la pastoral vocacional; es un texto más amplio, estructurado y pastoral-pedagógico que los que le han precedido. Manteniendo la óptica propia de un documento para la plural Europa, da claves fundamentales que se pueden aplicar en las diferentes Iglesias. Todo el documento constituye "una mirada sapiencial" ya que la realidad se ha pasado por el corazón y ha sido iluminada por la fe, para procurar una pastoral vocacional más acertada y fructífera.

3.2. El análisis de la realidad

La búsqueda y análisis de datos se ha hecho desde una intuición esperanzadora: una Europa nueva necesita vocaciones "nuevas". Se constata la diferente situación de Europa; estamos ante una realidad cultural y eclesial diversificada y compleja. Este dato importante influye en las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Claves para entender la realidad europea.

- Ante una cultura en que predomina un modelo antropológico de "hombre sin vocación" es necesario promover una cultura que facilite la pastoral vocacional.

- La Europa del Este y la Europa Occidental presentan realidades muy diferentes. La primera necesita una pastoral vocacional orgánica, y la segunda debe plantearse la "consistencia teológica" y la orientación de determinados proyectos vocacionales. Una de las conclusiones del Congreso (n. 8) incluye esta pregunta: "¿Por qué determinadas teologías o praxis vocacionales no producen vocaciones, mientras que otras sí las producen?".

- Muchos jóvenes en Europa tienen una débil capacidad proyectiva de su vida. Esto se da en un contexto cultural en que coexisten valores muy distintos sin ninguna jerarquización. Esto influye negativamente en el significado de las cosas y en la capacidad proyectiva de la vida humana, pues impide la apertura de ésta al misterio y a la transcendencia. "Es una lógica que reduce el futuro a la elección de una profesión, a la situación económica o a la satisfacción sentimental-afectiva, dentro de horizontes que de hecho reducen la voluntad de libertad y las posibilidades de la persona a proyectos limitados, con la ilusión de ser libres" (Documento final, o.c. 19). El resultado final es el predominio de un modelo antropológico del "hombre sin vocación", que hace que muchos jóvenes desconozcan la "gramática elemental" de la existencia que les convierte en nómadas y náufragos que viven "tanteando", y proyectan el futuro como una "fotocopia" del presente. La Proposición (n. 4) también presenta a los jóvenes con muchas posibilidades a la hora de construir una nueva Europa; dice de ellos que "tienen nostalgia de libertad y buscan la verdad, la espiritualidad, la autenticidad, la propia originalidad personal y la transparencia, que juntos tienen deseos de amistad y de reciprocidad", que buscan "compañía" y quieren "construir una nueva sociedad, fundada en valores tales como la paz, la justicia, el respeto al medio ambiente, la atención a las discrepancias, la solidaridad, el voluntariado y la igual dignidad de la mujer" (Documento final, o.c. 21).

- La tarea de la Iglesia en este contexto tendrá como hilo conductor el trabajo para que surja una cultura vocacional que facilite la apertura del joven a la llamada personal de Dios a la santidad en un proyecto de vida concreto. Nueva evangelización y vocación están íntimamente relacionados.

- Los padres, los educadores cristianos, así como los catequistas, los sacerdotes y los consagrados/as, necesitan practicar la "caridad cultural" y ser "personas puentes" entre el mundo y el Evangelio, entre la sociedad y la Iglesia. No se puede hacer este servicio sin vivir como bautizados convertidos y testigos del Resucitado, con alegría y sin complejos.

- El documento define con precisión los términos vocación y vocaciones. Esta perspectiva común y específica puede ayudar a plantear adecuadamente la iniciación cristiana y la pastoral vocacional. Tanto la vocación bautismal como el proyecto vocacional personal al que Dios llama a cada uno, necesitan un caldo de cultivo, que Juan Pablo II en el Discurso a los participantes en el Congreso definió como una "nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias". Los rasgos de esta cultura vocacional son los siguientes: el significado del vivir y del morir, las grandes preguntas de la existencia humana y el deseo de encontrar la verdad.

- El "salto cualitativo" que debe dar la pastoral vocacional. Este consiste en pasar de considerar lo vocacional como una parte de la pastoral a considerarla como el horizonte globalizador de toda la pastoral en la Iglesia. Esto supone que: la pastoral vocacional es algo "estable y coherente", se orienta a la "promoción de todas las vocaciones" y se dirige a todos, debe estar alentada por la esperanza y la convicción de que toda persona es don de Dios, tiene mucho que ver con el discernimiento, sabe que Dios llama en cada sitio y lugar (no a la importación de vocaciones), necesita del acompañamiento personal, el animador vocacional debe ser sobre todo "educador y formador de vocaciones" y se necesita creatividad, pues la tarea es mucha y los operarios pocos.

3.3. La teología de la vocación

La fe cristiana fundamenta la vida humana en el misterio trinitario: comunión, entrega y misión. La finalidad que persigue esta segunda parte consiste en comprender el sentido de la vida humana en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Desde esta fundamentación se puede definir la espiritualidad de la llamada. Las principales aportaciones de este apartado son las siguientes:

— La segunda parte, teología de la vocación, realiza una buena conexión entre antropología y teología, ofrece una visión de la Trinidad dinámica y existencial, relaciona el misterio de la Trinidad con la eclesiología, los sacramentos y las vocaciones. El hilo conductor de esta parte es el propio de la Historia de Salvación.

— Arranca de las preguntas básicas que dotan de sentido a la vida y piden una respuesta que transciende las posibilidades humanas. Son las cuestiones que se refieren al origen (¿por qué existimos?), al significado (,qué es la vida?) y al futuro (.,qué hay más allá de la muerte?). El documento es consciente del contexto socio-cultural actual que tiende a marginar o impedir estas preguntas.

— La iluminación teológica parte de la referencia bíblica a la comunidad de Corinto en la que los dones del Espíritu están subordinados a la confesión de fe en Jesús como Señor de la Historia. "Cristo es el proyecto del hombre" e ilumina decisivamente la antropología y la eclesiología; esta eclesiología de S. Pablo manifiesta los tres aspectos de las vocaciones referenciados a la comunión trinitaria : los carismas son dones por la acción del Espíritu Santo, son ministerios en referencia a Cristo "Homo Serviens" y son "operaciones" porque brotan del dinamismo creador y misericordioso del Padre. La Iglesia vive de la Trinidad, de la que es sacramento visible, y está comprometida con la realidad humana concreta a la que pretende evangelizar. Cada vocación es una llamada para la misión de construir el Reino de Dios.

— El amor aparece como la clave para entender la vocación de todo hombre. Por la voluntad del salvífica del Padre, somos "imagen y semejanza" de Dios, por el seguimiento de Jesús entendemos la vida como amor entregado hasta el final y la acción del Espíritu hace del vocacionado un creyente que vive en apertura y disponibilidad, en comunión y servicio, un signo liberador para los más pobres.

La historia vocacional de cada persona está en referencia a otra gran historia, la historia de salvación que parte de la Trinidad y continúa en la Iglesia, sacramento de salvación para el mundo. "Por tanto, cada vocación, como opción firme y definitiva de vida, se abre a una triple dimensión: en relación a Cristo, toda llamada es 'signo'; en relación a la Iglesia es 'ministerio'; en relación al mundo es 'misión' y testimonio del Reino" (Documento final o.c. 55).

En este contexto teológico la Iglesia por su función maternal, ayuda a que las vocaciones surjan; es decir, ejerce una función mediadora y educativa. "No puede decirse madre aquella comunidad de creyentes que simplemente 'espera' dejando totalmente a la acción divina la responsabilidad de la llamada, casi temerosa de dirigir llamadas; o que da por supuesto que los adolescentes y jóvenes, en particular, sepan recibir inmediatamente la llamada vocacional; o que no ofrece caminos trazados para la propuesta y la acogida de la propuesta" (Documento final, o.c., 57).

Esta gran historia, la Historia de Salvación, que enmarca cada historia vocacional es lo que lleva al documento a potenciar la dimensión ecuménica de la pastoral vocacional en Europa, y a valorar la importancia de la Liturgia en las Iglesias católicas de Oriente, como lo que sostiene la teología y la catequesis.

— La importancia del ministerio ordenado, pues representa "la garantía permanente de la presencia sacramental del Cristo Redentor en los diversos tiempos y lugares" (ChL. 55) y es signo de la "dependencia directa de la Iglesia de Cristo, que continua enviando su Espíritu para que ella no quede encerrada en sí misma, en su cenáculo, sino que camine por los senderos del mundo anunciando la Buena Noticia" (Documento final, o.c., 60). El ministerio ordenado a través de la celebración de la Eucaristía y del servicio de comunión que ejerce en la comunidad tiene "la intransferible tarea de promover toda vocación". La Iglesia particular es más plena y viva cuanto aparece más en ella la rica pluralidad de vocaciones. En el momento actual hay que favorecer las vocaciones proféticas que sean signo de lo que se nos ha revelado y que somos, pero todavía no en plenitud; al mismo tiempo, hay que alentar el sentido profético de toda vocación.

— María es presentada al final de esta parte segunda del documento como madre y modelo de cada vocación, pues en ella se dio de manera singular la relación dialogal entre la libertad de Dios y la libertad humana, que se concreta en el Fiat (confianza plena en Dios y disponibilidad absoluta). "María, en fin, es la imagen perfectamente realizada de la 'mujer', perfecta síntesis del ahora femenino y de la creatividad del Espíritu, que en Ella encuentra y escoge la esposa, virgen madre de Dios y del hombre, hija del Altísimo y madre de todo viviente. ¡En Ella cada mujer encuentra su vocación de virgen, de esposa, de madre!" (Documento final, o.c., 63).

3.4. Pastoral de las vocaciones

Esta parte se sitúa entre la teología y la pedagogía de las vocaciones. La justificación de la pastoral de las vocaciones está en que las orientaciones concretas de pastoral vocacional no surgen únicamente de una adecuada teología de la vocación, sino también de principios operativos con entidad propia. El capítulo anterior sobre la teología de las vocaciones partió de la vida trinitaria y concluyó manifestando cómo esta vida se hace presente en la vida de la Iglesia y de las diversas vocaciones. El criterio fundamental que orienta esta tercera parte consiste en la afirmación de que la perspectiva vocacional es la perspectiva unitaria de toda la pastoral en la Iglesia. Así lo expreso Juan Pablo II en el Discurso a los participantes en el Congreso.

- El tratamiento de la pastoral de vocaciones empieza haciendo referencia a los datos bíblicos fundamentales sobre la Iglesia primitiva. Desde esta base el capítulo desarrolla la teología que alienta y fundamenta la pastoral vocacional, los principios generales de la pastoral vocacional, los itinerarios pastorales vocacionales, y el paso de los itinerarios pastorales a la llamada pastoral y a las comunidades cristianas. La concepción del capítulo es sugerente y novedoso en este tipo de documentos, e incorpora elementos presentes y valiosos de la pastoral vocacional que se viene desarrollando en las comunidades en que mejor se ha trabajado y con más frutos.

- La finalidad de la teología que fundamenta la pastoral vocacional está en tratar "de descubrir los motivos que unen intrínsecamente personas y comunidades con la labor vocacional y para poner de relieve una mejor relación entre teología de la vocación, teología de la pastoral vocacional y praxis pedagógica pastoral". (Documento final, o.c., 70). El fundamento teológico que presenta el documento aparece sintetizado en la expresión de Juan Pablo II en Pastores dabo vobis: "la lectura del misterio de la Iglesia como mysterium vocationis" (n. 34). El término eclesia significa "asamblea de los llamados" (PDV 34) y, por lo mismo, "la pastoral unitaria se funda en la vocacionalidad de la Iglesia" (I.L. 58). En el ser mismo de cada comunidad está la urgencia a comunicar la fe, y ahí hunde sus raíces la pastoral vocacional.

- Según el planteamiento anterior es necesario superar una comprensión de la pastoral vocacional como una parte o aspecto de la pastoral de la Iglesia; por el contrario, se trata de algo vinculado al ser de la Iglesia y que se constituye en la perspectiva global y unificadora de toda la pastoral. En consecuencia, todos los miembros de la Iglesia deben fomentar las vocaciones y promover la diversidad de carismas y ministerios. La oración por las vocaciones como preocupación constante en cada comunidad debe ir acompañada por el testimonio y la catequesis vocacional apropiada.

- Los principios de la pastoral vocacional que presenta el documento son los siguientes: la pastoral vocacional es la perspectiva originaria de la pastoral general, la pastoral vocacional es la vocación de la pastoral, la pastoral vocacional es gradual y convergente (partir de la vida e ir a la llamada personal), es general y específica (encaminada al seguimiento radical de Jesucristo), es universal y permanente, es personalizada y comunitaria, y es la perspectiva unitario-sintética de la pastoral. Estos principios que hemos enumerado por sus títulos y de forma resumida suponen el reconocimiento explicito de que la pastoral, desde el principio y por su naturaleza constitutiva está orientada al discernimiento vocacional. "Es éste un servicio prestado a cada persona, a fin de que pueda descubrir el camino para la realización de un proyecto de vida como Dios quiere, según las necesidades de la Iglesia y del mundo de hoy" (Documento final, o.c., 73). Esto exige una pastoral dirigida a cada persona, sin que las propuestas de fe se dirijan sólo al grupo, de manera genérica y al margen de lo concreto de la vida. Además, no se trata sólo de presentar los diferentes caminos vocacionales, y de que cada creyente vea las inclinaciones personales; la pastoral vocacional va más allá, pues deja "entrever y remite a aquellas 'supremas posibilidades' de radicalidad y dedicación, que están abiertas a la vocación de cada uno e innatas en ella" (Documento final, o.c., 77). La llamada de Dios va dirigida a todos, pero esta llamada debe ser personalizada, es decir, dirigida a "una persona concreta, a su conciencia, dentro de una relación del todo personal. Hay un momento en la dinámica vocacional en el que la propuesta va de persona a persona, y necesita de todo aquel clima particular que sólo la relación individual puede garantizar. Es cierto, por tanto, que Pedro y Esteban hablaban a la muchedumbre; pero Saulo tiene necesidad de Ananías para discernir lo que Dios quiere de él (Hch. 9, 13-17), como la tuvo el eunuco de Felipe (Hch 8, 26-39)". (Documento final, o.c., 81). En definitiva, lo vocacional tiene que ver con lo que da unidad y dinamismo convergente a las diferentes acciones pastorales de cada comunidad cristiana, y debe alcanzar personalmente a cada creyente.

- El documento define los "itinerarios pastorales vocacionales "como" caminos comunitarios de fe, correspondientes a concretas funciones eclesiales y a dimensiones clásicas del ser creyente, a lo largo de los cuales madura la fe y se hace siempre más evidente o se afianza gradualmente la vocación de cada uno, para servicio de la comunidad elcesial" (Documento final, o.c., 83). Esta formulación parte de la misma experiencia elcesial, que nos dice que la experiencia de fe personal, comunitaria y sistemática es lo que más ayuda al creyente a discernir su vocación. El documento nos propone los siguientes itinerarios vocacionales: la liturgia y la oración, la comunión eclesial como el primer fruto de la liturgia celebrada, el servicio de la caridad y el testimonio - anuncio del Evangelio. ¿Por qué se proponen estos itinerarios como los fundamentales? La respuesta es sencilla y obvia: la liturgia es la expresión, el origen y el alimento de todas las vocaciones y ministerios elcesiales; la fraternidad eclesial es itinerario vocacional porque únicamente si se vive se puede optar por ella como elemento constituido de la vocación en sí y en su expresión apostólica; y el servicio constituye la nota nuclear de la libertad en Cristo y el "camino regio" para discernir la vocación, pues lo recibido gratuitamente debe hacerse don gratuito por el anuncio del Evangelio. En estos itinerarios aparecen las dimensiones fundamentales de la vida cristiana, tanto a nivel personal como comunitario, y, por lo mismo, son también los elementos estructurantes de la vocación. Podemos decir que los itinerarios son, al tiempo que cauces, los elementos constitutivos de la vocación cristiana; quien los recorre con coherencia se encontrará llamado por aquello que vive. Se convierten en la condición necesaria del descubrimiento vocacional; por lo mismo, estos itinerarios deben se los elegidos preferencialmente en la pastoral vocacional para que lleven a cada joven a oír, discernir y responder a la llamada personal que Dios le puede hacer.

- La comunidad cristiana parroquial por sus mismas características, y según lo dicho de los itinerarios vocacionales, es el lugar idóneo, juntamente con los "lugares-signo" de la vida-vocación, para realizar la maduración vocacional. Los lugares-signo son las diferentes comunidades cristianas, —monásticas, religiosos apostólicos, institutos seculares, sociedades de vida consagrada, etc.—, que significan en el contexto socio-cultural actual una forma de vida auténticamente evangélica. "Signo especial de la vocacionalidad de la vida es la comunidad del seminario diocesano o interdiocesano. Este vive una singular situación en el interior de nuestra Iglesia" (Documento final, o.c., 96).

- El documento termina esta parte refiriéndose a los lugares pedagógicos de la fe (grupos, movimientos, asociaciones, la escuela misma, etc.) y al papel insustituible de los formadores y de las formadoras, con una referencia concreta a la ministerialidad educadora de la mujer, presente de forma cuantitativa y significativa en las comunidades.

- "El Congreso, además, pide que se tome seriamente en consideración la creación de un organismo o Centro unitario de pastoral vocacional supranacional, como signo y manifestación concreta de comunión y coparticipación, de coordinación e intercambio de experiencias y personas entre cada una de las Iglesias nacionales, salvaguardando la peculiaridad de cada una de ellas" (Documento final, o.c. 99).

3.5. Pedagogía de las vocaciones

La cuarta parte del documento se articula alrededor de algunas actitudes pedagógicas que aparecen en el Evangelio, tales como la de sembrar, acompañar, educar, formar y discernir. Y quiere ser fiel a una convicción educativa actual: la relación intrínseca entre contenido y método, entre fin y método, y entre teología y práctica.

Esta última parte del documento arranca de una constatación preocupante: tenemos claros los objetivos y las estrategias de fondo, pero no acertamos con los pasos del proceso que llevan a educar la actitud de disponibilidad. En consecuencia, concluye este análisis diciendo que la crisis vocacional incluye la crisis del camino pedagógico. Con este marco de fondo, el documento avanza a través de los siguientes pasos:

- La pedagogía evangélica de la vocación nos lleva directamente a la persona de Jesús que en los Evangelios aparece mucho más como formador que como animador. Las dimensiones del "misterio de la llamada" son las que deben inspirar el "ministerio vocacional", y se expresan con los siguientes términos: sembrador de la semilla de las vocaciones, acompañante que hace "arder" el corazón, educador en la acogida de la Palabra, formador de la actitud de disponibilidad y discernidor de don recibido.

- El texto de Mt. 13, 3-8, el comienzo de la parábola del sembrador, sirve al documento para hablar de la vocación como un diálogo en libertad entre Dios y la persona, para presentar al sembrador que siembra en todo tipo de tierra y que lo hace en el tiempo / momento más adecuado según los ritmos personales. Y la siembra de "la más pequeña de las semillas se realiza en un contexto socio-cultural en el que predomina el modelo cultural del "hombre sin vocación", pero con la confianza de que llegará a ser el mayor de los arbustos.

- El texto de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-16) sirve para estructurar la pedagogía del acompañamiento, del proceso educativo y de la formación.

Lo primero consiste en situarse como hermano mayor junto al que hace el itinerario vocacional a través de las etapas del discipulado. El acompañante debe ayudar al acompañado a reconocer a "Jesús en persona", pues él es mediación de esta otra presencia, la de Dios que llama en Jesucristo por la fuerza del Espíritu, en la comunidad eclesial y para la construcción del Reino.

El encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn, 4,6) sirve para definir lo que es un encuentro vocacional, pues Jesús busca "dondequiera y en quienquiera". Jesús espera para darnos el agua "de y para la vida". El acompañante vocacional tiene que ver dónde están los "pozos" de vida y de futuro para suscitar la pregunta vocacional desde las vivencias de sentido de los jóvenes.

- "El estilo comunicativo típico del acompañamiento vocacional no es ni didáctico o exhortativo, ni tampoco el del amigo, por un lado, o, por el otro, el del director espiritual (entendido éste como quien imprime inmediatamente una dirección precisa a la vida del otro), sino que es el papel de la confesión de fe" (Documento final, o.c., 113). Es la experiencia que describe Juan al comienzo de su Evangelio con la expresión "ven y veras", y en el que prima la relación directa, de corazón a corazón. Esto hace que la experiencia de vocación sea primero convocación, que realiza el que vive su vocación y anuncia con convicción la Buena Noticia del Evangelio.

- Después de la siembra vocacional viene la tarea de educar. "Educar en el sentido etimológico del verbo, es como un sacar fuera (educere) de él su verdad, la que tiene en su corazón, incluso lo que no sabe ni conoce de sí mismo: debilidades y aspiraciones, para favorecer la libertad de la respuesta vocacional" (Documento final, o.c., 115). Educar con realismo en el conocimiento personal para ver las ambigüedades y poderse liberar de los miedos; entonces la persona está en mejores condiciones para abrirse la misterio de la vida y de Dios, pues el joven se da cuenta que no todo lo entiende ni lo puede. Esto hace que la pastoral vocacional sea mistagógica, pues cada persona tiene en lo profundo de su corazón la necesidad de que Alguien le manifieste el sentido de la vida y de su propia vida en términos de amor, de encuentro y de entrega. "¡Un auténtico camino vocacional lleva siempre y de cualquier modo al descubrimiento de la paternidad y maternidad de Dios!» (Documento final, o.c., 118).

El método empleado por Jesús con los discípulos de Emaús es extraordinariamente sugerente: les ayuda a releer su situación concreta y su historia personal desde la Palabra de Dios y desde el misterio pascual (Lc. 24, 26 - 27). Este modo de releer la propia vida lleva al creyente a asumir su historia, sin excluir ningún acontecimiento por doloroso que haya sido; es un ejercicio no sólo psicológico, sino fundamentalmente espiritual, pues reconoce la presencia amorosa y salvadora de Dios en la vida tal y como ha sido.

El reconocimiento de la necesidad de salvación lleva también a la oración de invocación. «Educar quiere decir evocar la verdad del yo. Dicha evocación nace precisamente de la invocación orante, de una oración que es más oración de confianza que de petición, oración como admiración y gratitud; pero también como lucha y tensión, como «vaciado» de las propias ambiciones para acoger esperanzas, peticiones, deseos del Otro: del Padre que en el Hijo puede indicar al que busca el camino a seguir» (Documento final, o.c., 119). Así, la oración cristiana educa para la escucha y la acogida de la llamada de Dios: «quédate con nosotros» (Lc. 24, 29).

- «¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?». (Lc. 24, 30-32). La formación consiste en ofrecer a la persona un estilo de vida en el que se reconoce. Cristo, "Camino, Verdad y Vida" se presenta a sí mismo como formador y como «forma»; en consecuencia, más que formarse hay que dejarse formar por Jesús, procurando tener sus mismos sentimientos. Y esto sólo es posible desde el encuentro personal con El. El documento subraya la importancia del reconocimiento de Jesús «en el partir del pan», que resitúa la dimensión eucarística en el camino vocacional como algo constitutivo. Más aún, se trata de descubrir en la Eucaristía el sentido de la vida. «Si la Eucaristía es el sacrificio de Cristo que salva a la humanidad, y si dicho sacrificio es cuerpo roto y sangre derramada por la salvación de la humanidad, también la vida del creyente está llamada a modelarse sobre la misma correlación de significados: también la vida es bien recibido que tiende, por su naturaleza, a convertirse en bien dado, como la vida del Verbo. Es la verdad de la vida, de toda la vida. ... Las consecuencias a nivel vocacional son evidentes... Podrá hacer la opción que quiera, pero siempre en la lógica del don; de lo contrario se convertirá en un ser en contraste consigo mismo, una realidad «monstruosa»; será libre de elegir la orientación específica que quiera, pero no será libre de pensarse fuera de la lógica del don" (Documento final, o.c. 122). Únicamente desde esta afirmación antropológica se pueden hacer propuestas vocacionales.

El mismo texto de los discípulos de Emaús manifiesta cómo todo parte del "reconocimiento" y de la gratitud de ser elegido, no de elegir nosotros; si es el amor a quien todo lo conforma, la respuesta libre al don de Dios de alguna manera es "debida", pues el que se siente amado de esta manera únicamente puede amar. Tenemos que reconocer, -como también lo señala el documento-, que nuestra pastoral juvenil está más coloreada por la actitud del joven protagonista de su vida de fe, y que olvida, en buena medida, que todo lo ha recibido de Dios y que debe ser para los demás desde Dios. La pedagogía del don ayuda a percibir cómo "la propuesta de Dios, por difícil y rara que pueda parecer (lo es en realidad), se convierte también en una promoción imprevista de los auténticas aspiraciones humanas y garantiza el máximo de felicidad. La felicidad, llena de gratitud, que María canta en el 'Magnificar (Documento final, o.c. 124). Es decir, cuando el reconocimiento de Jesús lleva a un mejor y pleno reconocimiento de uno mismo, podemos decir que la madurez (disponibilidad) vocacional está surgiendo.

- La etapa final del itinerario vocacional corresponde al discernimiento. El documento lo hace a partir del párrafo final de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 33-35). El texto subraya la decisión que toman los discípulos: "al instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén... y les dijeron". Esta reacción parte de una experiencia de encuentro personal y afectivo con la persona de Jesús. Si en el camino de maduración de la fe predominan indecisiones, miedos y dudas se debe, normalmente, a dos causas: a la configuración psicológica de la persona y/o a la falta de experiencia de Dios; en esta situación, el creyente inmaduro tiende a confiar únicamente en sus propias fuerzas y seguridades. La decisión vocacional supone por un lado una ruptura con lo anterior ("se dieron la vuelta") ; y la decisión tomada les lleva a testimoniar claramente a la comunidad reunida el fundamento de sus vidas: Cristo resucitado.

Al acompañante le corresponde el servicio del discernimiento de la vocación; la mejor guía para este discernimiento está en la naturaleza y la misión de la vocación concreta que se trate de discernir. El documento incluye en sus páginas finales una serie de criterios de discernimiento sobre la certeza vocacional; están divididos en cuatro apartados:

  1. Los referentes a la apertura al misterio: dejar espacio al misterio, la lectura del futuro en clave de esperanza y confianza, las capacidades de acoger e integrar los aspectos contrapuestos, el descubrimiento de los signos de la llamada en la historia personal y la gratitud por la vocación recibida.

  2. Los referentes a la identidad vocacional: la capacidad de la persona de llegar al nivel ontológico (el ser como don de Dios que supera las pretensiones del sujeto), la vocación como acogida de la llamada de un sujeto externo (Dios), el reconocerse en un proyecto vocacional no configurado por el llamado, la decisión global que incluye cabeza, corazón y voluntad, y la vocación como llamada a entregarse a los demás.

  3. Los referentes a la relación entre pasado, presente y futuro: la reconciliación con su pasado negativo, la visión de la propias historia en la clave de gracia y de don, y la disposición activa a superar deficiencias del pasado.

  4. Los referentes a la disponibilidad vocacional: el grado de "docilidad" para ser orientado por el acompañante, el talante joven (positivo, generoso y entregado, pero consciente de las propias posibilidades), la madurez afectivo-sexual del que se siente amado y del que sabe amar, la superación de las inconsistencias en el ámbito afectivo-sexual por el reconocimiento del origen del problema, el sentimiento claro de que no quiere esa contradicción y lucha por superarla, y el avance real en la solución del problema, y la decisión vocacional como un acto de fe, que desde la adhesión al misterio de Dios integra los elementos contrapuestos: la gracia de Dios y las limitaciones personales.

4. Aspectos mejorables en el documento

En el contexto de la visión positiva expuesta con amplitud en el apartado anterior, tanto en los contenidos de cada una de sus partes, como en el estilo del documento, situamos ahora algunos aspectos que no aparecen suficientemente tratados o que podrían haber sido abordados con más profundidad.

4.1. La conexión entre Pastoral juvenil y Vocacional

La relación entre Pastoral Juvenil y Vocacional aparece en el documento como un supuesto, pero apenas se trata. Creemos que el documento hubiera sido más completo y rico si hubiera incluido un capítulo donde se abordara en sus etapas, opciones y elementos fundamentales el proyecto de pastoral juvenil para situar ahí dos cuestiones fundamentales: cómo toda la pastoral juvenil es vocacional, y cómo lo vocacional requiere un tratamiento específico en la pastoral juvenil. Hubiera sido de mucha utilidad para los catequistas de adolescentes y jóvenes el haber ofrecido una propuesta de los valores vocacionales propias de cada etapa del proyecto de pastoral juvenil, así como las indicaciones para el descubrimiento y la adhesión afectiva a los valores vocacionales. Podemos afirmar que en la Iglesia hay muchos grupos de adolescentes y jóvenes, pero que pocos de estos grupos llegan a hacer un itinerario completo de fe tal como se pide en el Directorio General de Catequesis o en los documentos marco de pastoral de juventud. Una de las explicaciones de la crisis vocacional está en que estos procesos de maduración de fe quedan truncados, y no se completan porque no se incorpora, en planteamientos y en metodología, una educación de la fe en clave de proceso, de conversión, de comunidad y de vocación.

Si la conexión de que hablamos no se comprende con claridad y se articula adecuadamente, correremos el peligro de que en la práctica, la pastoral juvenil y la pastoral vocacional sigan caminando de forma paralela.

4.2. El tratamiento de las diferentes vocaciones

Nos referimos a que en algún momento el documento podría haber explicitado con un tratamiento breve, pero sistemático, lo común y lo específico de cada una de las vocaciones, incluyendo la vocación laical, aunque el documento se refiera a las vocaciones al presbiterio, a la vida religiosa, a los institutos seculares y a las sociedades de vida consagrada.

Esta presentación ayudaría a entender mejor la importancia de la "docilidad" vocacional como la mejor expresión de la fe madura: acoger y hacer lo que Dios pide a cada uno; al mismo tiempo aparecería con más claridad la complementariedad y corresponsabilidad de las diferentes vocaciones, y la implicación de todo cristiano en el surgimiento de las vocaciones en cada comunidad cristiana. Igualmente se subrayaría la referencia al Bautismo y a la Confirmación, la importancia de la conversión al Evangelio y la disponibilidad para conocer y hacer la voluntad de Dios. En las catequesis sobre las vocaciones y en la pastoral vocacional hay poca precisión, tanto a la hora de enfocar los aspectos comunes como los específicos de las diferentes vocaciones; el resultado final es que muchos jóvenes, y no pocos animadores, entienden la vocación laical y la vida matrimonial como forma de vivir la fe a la que no afecta la radicalidad evangélica. Como dice el documento, estamos convencidos que una adecuada presentación de la vocación de laico ayuda a comprender mejor los otros caminos vocacionales.

Unicamente los laicos y los matrimonios que vivan su estado como vocación propia y específica serán los que colaboren con amplitud de miras en la pastoral vocacional, empezando por no condicionar a sus propios hijos e hijas en una determinada dirección.

4.3. El acompañamiento personal y el discernimiento vocacional

Estos dos elementos también aparecen reiteradamente propuestos y recomendados por el documento. Sobre el discernimiento vocacional el documento en sus últimas páginas da una serie de criterios que pueden ayudar mucho al acompañante espiritual en el discernimiento vocacional.

Considerando que acompañamiento y discernimiento son dos elementos fundamentales, el documento podría haberles comentado con más amplitud, ya que se trata de aspectos que se están recuperando, pero todavía están poco incorporados a la vida de gran parte de grupos de jóvenes y de sus propios catequistas. El acompañamiento personal debe situarse como un elemento complementario del grupo y necesario para poder personalizar lo que en el grupo se trata. Además, el crecimiento en la vida espiritual difícilmente se puede hacer por uno mismo, sin la ayuda de otros que van por delante en el seguimiento de Jesús y tienen la preparación adecuada para realizar este servicio eclesial. No es comprensible la posibilidad de una buena pastoral vocacional sin unos procesos catequéticos que cuiden los cauces de personalización de la fe. El discernimiento vocacional está más tratado que el acompañamiento en el documento que comentamos. No se puede dar el segundo sin el primero, pues para poder hacer un discernimiento vocacional antes hay que haber aprendido la «gramática» con la que Dios habla, y ésta es la tarea principal del acompañamiento. Hubiera sido bueno que el documento citara, al menos, la conveniencia de incluir en la última etapa del itinerario evangelizador de jóvenes un encuentro de discernimiento vocacional. Esto ayudará a situar esta experiencia fundamental con el mismo valor e importancia que tienen otras que están presentes en la mayor parte de los proyectos de pastoral juvenil: Pascuas Juveniles, Campos de Trabajo, Encuentros de Oración, Experiencias Misioneras, etc. Indirectamente ayudaría a entender que el discernimiento vocacional no es sólo para los jóvenes que están pensando ir al seminario o al noviciado, sino para todos los cristianos que han madurado en su fe y se preguntan con disponibilidad: «Señor, ¿qué quieres de mí?».

4.4. La Pastoral vocacional y el compromiso con los más pobres

En una de las partes del documento se subraya con claridad la importancia del profetismo en la vivencia de las vocaciones y en la pastoral vocacional. El párrafo es positivo y claro, pero quizás excesivamente breve. Pensamos que en el Evangelio la «misericordia entrañable» del Padre revelada en Jesús ante las turbas que van «como ovejas sin pastor», es uno de los aspectos nucleares de la vocación del Mesías, de los Apóstoles y de los seguidores de Jesús. Para que el creyente pueda oír la llamada vocacional necesita situarse responsablemente ante la realidad humana de dolor, marginación, explotación y pecado. El grito de Dios que recorre la historia desde las primeras páginas del Génesis es: «¿dónde está tu hermano?». Vivir vocacionalmente es dejar que el amor de Dios, revelado en Jesucristo y presente activamente en la Iglesia y en los pobres, tome la iniciativa en el cristiano convertido que intenta hacer de su vida una acogida y respuesta a este amor. En caso contrario se puede llegar a comprensiones vocacionales intimistas, alejadas de la realidad y del compromiso evangélico con los más necesitados. La llamada personal de Dios a cada uno es mucho más que el compromiso con la justicia y la solidaridad, pero normalmente no la oímos al margen de esta presencia transformadora. En la pastoral con jóvenes ha habido un incremento grande de voluntariado, pero es poco militante y escasamente vocacional, pues no coge la vida, sino que funciona como una actividad más junto a otras, a veces, en evidente contradicción. Ayudar hoy a los jóvenes a que lean críticamente la realidad y se posicionen ante ella no es fácil por el relativismo y emotivismo con que se viven las cosas. Por todo lo anterior, la iniciación a la lectura creyente de la realidad sería un tema a recuperar en los grupos cristianos y en la pastoral vocacional.

4.5. Los lugares signo y los lugares pedagógicos de lo vocacional

El documento incorpora y distingue muy bien estos dos ámbitos referenciales en el camino de la madurez vocacional. Son una superación definitiva de métodos pasados de reclutamiento vocacional, hoy prácticamente inexistentes. Además, en la cultura postmoderna en la que estamos, los pequeños relatos son prácticamente los únicos que funcionan. No suelen ser los grandes relatos y las grandes instituciones los que atraen al joven de hoy, sino los pequeños relatos que, en la cercanía y sencillez, son significativos. Tenemos comunidades de acogida donde los jóvenes pueden experienciar lo que sienten, y en compañía de otros vocacionados, desde dentro, poder discernir o confirmar su vocación. Necesitaríamos muchas más comunidades de este tipo, tanto como paso previo a las instituciones formativas, como para la formación de determinadas personas vocacionadas que por edad o situación peculiar, no se acomodan fácilmente a grupos formativos normales. Respecto de los grupos, movimientos, asociaciones, la escuela, etc., como lugares pedagógicos de la vocacional existe una gran carencia. El documento da muchas claves y hace abundantes propuestas para que esto se solucione. Los redactores del documento final podrían haber dado pautas de cómo los grupos cristianos pueden ser cauce vocacional, ya que la meta de la pastoral juvenil es la síntesis entre fe-vida que lleve a vivir vocacionalmente el seguimiento de Jesús, la pertenencia eclesial y el trabajo por el Reino. Constatamos una vez más, que la pastoral con jóvenes que normalmente hacemos, termina hacia los 18-20 años, con lo cual es imposible concluir vocacionalmente el proceso de fe en muchos casos. Es en la etapa de 18-25 años donde los grupos pueden trabajar más los aspectos mistagógicos, comprometidos y vocacionales de la vida cristiana; y en esta etapa, propia del joven adulto, es donde tenemos que trabajar mucho más en el futuro, sin descuidar las anteriores.

4.6. ¿Por qué unas teologías dan vocaciones y otras teologías no?

Esta pregunta surgió en el Congreso proveniente de algunos grupos de trabajo. Iba acompañada de otra pregunta: ¿qué estilo de vocación es la que surge de determinadas teologías? El documento ha incorporado la primera pregunta con un sentido distinto al que se formuló en el Congreso. Prescindiendo de estos matices, sin duda importantes, creo que estamos ante una cuestión que necesita una reflexión profunda por parte de las comunidades parroquiales, los grupos, los movimientos y las asociaciones apostólicas. Quizá en la convergencia y el enriquecimiento mutuo de unas y otras teologías y praxis pastorales esté la solución de futuro. Lo lógico es que de las comunidades cristianas surjan vocaciones al ministerio ordenado y a los distintos carismas y servicios eclesiales con estilos distintos, pero con los criterios teológicos, espirituales y pastorales del Concilio Vaticano II y su desarrollo posterior. Hay un criterio importante a la hora de discernir las vocaciones: la capacidad de los vocacionados para responder con talante renovado y esperanzado a los retos que el presente y el futuro inmediato plantea a los hombres y a las mujeres de hoy; lo que suene a vuelta del pasado, a huida de la realidad o a evangelización paralela al mundo que tenemos delante, no está dentro de lo más genuino del Evangelio: la ley de la encarnación y de la pascua. Un segundo criterio es el de la eclesialidad, es decir, el sentir con el conjunto de la Iglesia y su expresión en la participación en la pastoral de conjunto y en los organismos que articulan la comunión eclesial, asi como la vinculación al obispo en cada Iglesia particular.

Conclusión

Estamos ante un documento novedoso en su configuración global, estructura y desarrollo. Supone un gran avance respecto de los documentos anteriores del mismo rango de pastoral vocacional.

Trata de forma sugerente las claves teológicas y antropológicas de la vocación, y da orientaciones pastorales y pedagógicas operativas. Es un documento que merece ser leído y reflexionado en las comunidades cristianas y, especialmente, por los responsables de la pastoral juvenil y vocacional. Queda un trabajo por hacer, que nos corresponde a los agentes de pastoral, traducir en procesos e itinerarios, según edades y situaciones, lo que el documento propone. La experiencia en pastoral vocacional, que en cada sitio tenemos, así como otros documentos complementarios pueden iluminar un trabajo lúcido y convergente en la pastoral de las vocaciones, con la esperanza de que estamos en un tiempo nuevo con nuevas posibilidades en Europa, sobre todo si las Iglesias de las diferentes zonas de Europa -a la vista de los datos-, sabemos intercambiar nuestras riquezas y posibilidades. Roguemos esperanzadamente al dueño de las mies, que no dejará a su Iglesia sin vocaciones, aunque éstas no sean conforme a lo que nosotros pensamos o queramos.

Jesús Sastre