Urbana, Pastoral
DPE
 

1. En el corazón de la ciudad

Al hablar de pastoral Urbana, no nos detenemos en la descripción psico-sociológica de los habitantes de la ciudad. Sólo señalamos que, tanto en Europa como en Latinoamérica, se pueden subdividir en tres grandes bloques: los nacidos en la ciudad; los emigrados a la ciudad; los "esporádicos" de la ciudad (aquellos que viven la ciudad como ciudad-dormitorio; y aquellos que sólo pasan temporadas, más o menos estables y obligados por sus ocupaciones).

Cada uno de estos colectivos requeriría un tratamiento pastoral propio y adecuado.

En cualquier caso, la exhortación del Papa Juan Pablo II "Christifidelis laici" describe la situación de la cultura urbana marcada por el pluralismo y la indiferencia. Ante este reto, pastoralmente, estamos llamados a rehacer un tejido humano, social y cristiano que responda a necesidades personales y comunitarias. Es la llamada de la nueva evangelización para la ciudad.

Algunos autores, de forma creativa y plástica, a la hora de plantear una pastoral urbana, no dudan en hablar de una nueva versión moderna de Babel o de un salir de Jerusalén para entrar en Babilonia.

En el tercer encuentro regional de Iglesia en Castilla (Villagarcía de Campos, 1998) el profesor Julio Ramos nos hizo una paráfrasis del salmo 136: ¿Cómo cantar en tierra extranjera?" O, lo que es lo mismo, "¿cómo anunciar el cristianismo en nuestra sociedad actual urbana de increencia, postmoderna y neoliberal?"

Existen diversas posturas y respuestas pastorales. La primera, como en el salmo, llorar con nostalgia de Sión. Es tanto como decir que se añora el pasado, próximo o remoto. No sirve ese modelo: ni la sociedad camina en la misma dirección, ni el hombre ni la mujer de hoy son los que eran.

Segunda postura: colgar las cítaras en los árboles. Es decir, no arriesgar. Seguir con una pastoral de mantenimiento, bajo mínimos, de supervivencia. La perplejidad nos vuelve inactivos.

Tercera postura: divertir cantando canciones de Sión. Reducir y someter la fe al dictado cultural del momento, en un caso, o quedarnos en la religiosidad popular, en otros. Exigimos nuestro derecho a exhibirnos sin ser signos de contradicción, domesticando el Evangelio.

Cuarta postura: despeñar a los niños. El enfrentamiento, la revancha. La denuncia sin anuncio. La oposición fanática y demoledora. La autodestrucción y destrucción de lo que nos rodea.

Y, finalmente, la quinta postura: ser lúcidos y abiertos a la esperanza. Israel, en su día, y el nuevo Israel, hoy, son salvación y buena nueva para Babilonia y para todos los pueblos. Sin derrotismos. Sembrando sin ansiedad. Sin replegarnos a la sacristía y sin ser "mundanos". No es una postura fácil porque los dioses aparentemente son fuertes, y porque tenemos que anunciar a la intemperie, sin la seguridad del Templo, y siendo el Pueblo de la memoria frente al pueblo del olvido.

Esta paráfrasis del Salmo 136, particularmente la última postura, nos habla de una pastoral, en la ciudad, que debe tener estas notas: a) Ser testigos del misterio de Dios en medio de la noche; b) ser samaritanos y solidarios en una ciudad donde crece el cuarto mundo; c) ser capaces de articular comunidades vivas de testimonio y compromiso.

2. Algunas claves de pastoral urbana

En otras palabras, la presencia pastoral del cristianismo y de la Iglesia en la gran ciudad debe saber ofrecer, inseparablemente, la Buena Nueva del Rey y del reinado, uniendo la mística y la acción, la fe y las obras.

Entre las mediaciones para una pastoral en la ciudad, la parroquia juega un papel relevante y significativo. Una parroquia que debe realizar una pastoral con, al menos, estas notas: muy atenta a la realidad (es decir, encarnada); que sea siempre buena noticia; que desarrolle las cuatro dimensiones eclesiales: comunión, anuncio, celebración, compromiso; y que sepa mirar más allá de sus propias dimensiones hasta horizontes siempre abiertos y más católicos.

Así mismo, en la pastoral urbana, los movimientos y asociaciones de fieles son mediaciones privilegiadas para un tipo de pastoral que, más allá de lo territorial y parroquial, debe favorecer la pastoral sectorial.

En esta pastoral urbana siguen siendo válidos los principios generales de toda pastoral: un punto de partida: lo que la sociedad es y propone; un punto de llegada: el Dios de Jesús de Nazaret; un proceso: el realizado personal y comunitariamente, con hechos y palabras releídos desde la historia de Salvación en forma contextuada.

BIBL. – AA.W., La ciudad y Dios: entre Jerusalén y Babilonia: "Sal Terrae" 988 (marzo 1996); AA.W., Como levadura en la masa: "Sal Terrae" 1030 (enero 2000).

Raúl Berzosa Martínez