Universitaria, Pastoral
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SUMARIO: 1. Los universitarios ante el hecho religioso, la fe cristiana y lo Iglesia: a) Situación actual y tendencias; b) El marco interpretativo del hecho religioso en la Universidad: modernización y secularización de la sociedad. - 2. Pastoral universitaria como proyecto diocesano: a) Un proyecto orgánico; b) Presencia evangelizadora y misionera; c) En el marco de la Pastoral de la Cultura; d) El compromiso social de los cristianos en la Universidad como forma de diálogo práctico entre fe y cultura. - 3. Dimensiones de la acción pastoral en la universidad y mediaciones operativas: a) Dimensiones de la actuación pastoral; b) Mediaciones operativas.


El profundo interés de la Iglesia por la Universidad se remonta a los mismos orígenes de la institución; más aún, su nacimiento resulta incomprensible históricamente si se prescinde de la mediación de la Iglesia. "La Universidad es, en su mismo origen, una de las expresiones más significativas de la solicitud pastoral de la Iglesia. Su nacimiento está vinculado al desarrollo de escuelas establecidas en el medievo por los obispos de grandes sedes episcopales. Si las vicisitudes de la historia condujeron a la "Universitas magistrorum et scholarium" a ser cada vez más autónoma, la Iglesia continúa igualmente manteniendo aquel celo que dio origen a la institución"
(Presencia de la Iglesia en la Universidad, p. 5; cf. Ex corde Ecclesiae, n. 1).

La presencia de la Iglesia en la Universidad no es, pues, una tarea ajena a la misión de anunciar la fe. "La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe... Una fe que no se hace cultura es una fe que no es plenamente acogida, enteramente pensada o fielmente vivida" (Juan Pablo II, Carta inst Pont. C. de Cultura). Por ello, "la presencia de la Iglesia en el ambiente universitario se inscribe en el proceso de inculturación de la fe como una exigencia de la evangelización" (Presencia de la Iglesia en la Universidad, p. 25). Al propio tiempo, "la fe que la Iglesia anuncia es una fides quaerens intellectum, que debe necesariamente impregnar la inteligencia del hombre y su corazón, ser pensada para ser vivida. La presencia eclesial no puede, pues, limitarse a una intervención cultural y científica. Tiene que ofrecer la posibilidad efectiva de un encuentro con Jesucristo" (Id., p. 5).

Es tarea de la pastoral universitaria "coordinar el estudio académico y las actividades extraacadémicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe" (Ex corde Ecclesiae n. 38). A pesar del modelo de Universidad estatal y laica que se ha ido imponiendo, y aunque ello pueda suponer algunas dificultades en el diálogo entre la fe y la cultura, la pastoral universitaria no es exclusiva de las Universidades Católicas.

1. Los universitarios ante el hecho religioso, la fe cristiana y la Iglesia

a) Situación actual y tendencias

El panorama de los estudiantes universitarios españoles en el marco de la religiosidad juvenil está caracterizado por una cierta estabilidad. Los universitarios han dejado de ser la "punta de lanza" de la secularización; y abunda el tipo de joven integrado, es decir, con mayor rigor ético e integración en las instituciones sociales, en especial la familia; más abierto a la religión y a la Iglesia. Actualmente parece que está tomando el relevo generacional al joven postmoderno, tan destacado en la década de los 80.

El nivel religioso de los jóvenes universitarios está por debajo del que muestran los adolescentes todavía en la enseñanza secundaria, y por encima del que se percibe en los jóvenes trabajadores. La religiosidad de los estudiantes universitarios es un poco más elevada que la de los españoles que ya poseen títulos universitarios, lo que puede interpretarse como un indicio de que no son tanto los estudios superiores los que influyen negativamente en la religiosidad, sino las condiciones de la vida profesional y familiar posteriores a estos estudios. O quizás los universitarios son hoy más religiosos que los de décadas anteriores.

La práctica religiosa de los universitarios es significativamente superior a la declarada tanto por los jóvenes trabajadores como la de los jóvenes en su totalidad, lo que indica que los universitarios tienen una religiosidad más coherente. No parece que sea la ciencia la que aleja de la religión, sino la "mala" ciencia la que aleja de la religión, o la ciencia la que aleja de la "mala" religión.

Ante la Iglesia los universitarios se inscriben en el cuadro de actitudes y recelos de los españoles frente a la institución: la Iglesia les resulta una institución en la que de hecho no confían mucho, no entienden sus mensajes, no la creen necesaria para la relación personal con Dios, estiman que resulta un impedimento a su libertad personal... Con todo, los universitarios parecen valorar más el hecho de que la Iglesia defiende valores de gran importancia. Pero, con mucha frecuencia, los valores mencionados son los relativos a instituciones y normas orientadas al orden social y moral, y no tanto a la justicia, la fraternidad entre los hombres y el ejercicio de "mi" libertad.

Las tendencias actuales de la religiosidad universitaria no se distancian mucho de las observadas en la juventud global. Los universitarios esperan de la religión una oferta de transcendencia intramundana, sentidos, valores y mensajes para vivir en plenitud una vida más seria, más profunda, más autorrealizada. Una oferta, con toda probabilidad, que contenga al menos las ideas germinales para la construcción personal y colectiva de un nuevo paradigma más abierto y más favorable a la libertad, el profundo respeto a la naturaleza, la solidaridad real entre los hombres incorporada a las estructuras sociales y no sólo en acciones grupales o individuales.

La tendencia de fondo de la religiosidad universitaria parece ser un doble proceso de desestructuración de la religión heredada y de reestructuración de una religión que responda plenamente a las demandas religiosas mencionadas. La pastoral universitaria puede contribuir a este complejo proceso, evitando, primero, que la construcción de una nueva religiosidad se desvíe hacia una religión leve, sincretista y blanda, sin exigencias serias; segundo, ayudando al joven universitario a descubrir en el mensaje eclesial, sobre todo en el Evangelio, las "novedades" y ofrecimientos que el hombre actual busca hoy muchas veces en otras fuentes: filosofía oriental, esoterismos, ideologías políticas, nuevos movimientos sociales, etc.; tercero, haciendo más transparente y próximo al joven universitario el mensaje de la Iglesia, que hoy llega en muy escasa medida a los jóvenes.

b) El marco interpretativo del hecho religioso en la Universidad: modernización y secularización de la sociedad

- Indicadores del proceso de modernización: La racionalidad científico-técnica ha pretendido erigirse en la forma primordial de racionalidad, que se aplica a múltiples campos. Este primado genera una mentalidad cientifista y reacia a todo lo que no se someta a dicha racionalidad científico-técnica. En su expresión límite, lo que no es racional de esta manera no es ni siquiera razonable, sino irracional.

La fe religiosa es, en consecuencia, tildada de irracional. La mentalidad cientifista vehicula y prima un mundo de valores tales como el poseer, el consumir, la utilidad, la eficacia, etc., y debilita los valores contrapuestos. En este clima se dificulta la adhesión real y práctica a los valores cristianos, porque paulatinamente se ha ido imponiendo un estilo de vida, sin horizonte de trascendencia, instalado en la contingencia de cada día, sin otro atractivo ni valores que la felicidad inmediata, basada principalmente en la posesión y disfrute de bienes materiales. Ya el Concilio Vaticano II veía en esta mentalidad un elemento que afecta a la fe del hombre contemporáneo: "Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden explicarlo todo sobre esta base puramente científica (cf. Gaudium et Spes, 19).

No faltan tampoco indicadores de una reacción ante esta dictadura de la racionalidad técnica entre los jóvenes: ecologismo, pacifismo, preocupación por el tercer mundo, tendencias religiosas de perfil no bien definido, etc.

El pluralismo ideológico y religioso. En un espacio breve de tiempo se ha pasado de una situación de cristiandad en la que se tenía del todo claro qué había que creer, a un pluralismo ideológico en que conviven todo tipo de corrientes y posturas ante la pregunta por el sentido de la vida. Ante tantas visiones divergentes que se ofrecen con pretensión de verdad, existe el riesgo de relativizar el valor de todas ellas. No pocos universitarios sienten la necesidad de reformular su fe, conseguir una nueva síntesis cristiana ante la vida, pero de hecho no lo logran.

En tal situación, aquellas personas poco maduras en su fe corren el riesgo de pensar que todas las religiones son equiparables. El indiferentismo que en tales casos aflora no consiste tanto en una igual estima y valoración de todas las religiones, sino más bién en la falta de estima de todas ellas.

El desplazamiento de lo religioso a la esfera privada. El intento de privatización del cristianismo y su consiguiente reducción a la esfera privada del individuo es también una característica de nuestro tiempo a la que la Universidad es particularmente sensible. Algunas corrientes modernas pretenden que este reduccionismo tenga vigencia social, imponiendo lo que se ha llamado "cristianismo de sacristía", como si la fe cristiana pudiera aceptar tal presupuesto sin traicionarse a sí misma. En tal circunstancia, el cristiano sabe que la renovación interior no es ajena al compromiso con la historia, más aún está persuadido de que en Jesús la adhesión inquebrantable al Padre y la pasión por los valores del Reino son inseparables.

- Consecuencia de la modernización en el área religiosa: la secularización: El concepto de secularización designa un fenómeno complejo. Si se entiende como legítima autonomía del mundo y de las realidades temporales, permite, ciertamente, confesar y anunciar con más nitidez nuestra fe en el misterio de Dios, sin mezclarlo con otros intereses de utilidad y funcionalidad de carácter ambiguo, como son las distintas formas de idolatría, también hoy vigentes, que niegan aquella autonomía del mundo que Dios quiere y garantiza (Gaudium et Spes, n. 36). Sin embargo, la noción de secularización incluye también aspectos muy negativos en su valoración y consideración de la fe y la religión y, por ello, inaceptables. Estos van desde el desplazamiento de la religión fuera de la esfera pública y su confinamiento en el ámbito privado hasta su negación manifiesta en el secularismo.

La confrontación con el fenómeno de la secularización está induciendo importantes cambios en la manera de entender y vivir la fe cristiana aun dentro de la misma Iglesia. Algunas de estas modificaciones son:

Paso de la pertenencia sociológica a una adhesión más personal de la fe. Este tipo de identidad religiosa supone una formación personalizada, así como una constante conversión y un libre discernimiento. Este fenómeno, hoy en curso, se irá acentuando con toda probabilidad en el futuro.

De la vivencia de la fe en una cultura de apoyo a una cultura pluralista. En la sociedad pluralista moderna no se da una oposición violenta y sistemática contra la religión, sino más bien una indiferencia generalizada, o una especie de ruptura entre los valores que dominan y los valores cristianos. Adherirse a Cristo en esta sociedad no es lo más fácil y el cristiano - en particular el de condición universitaria - ha de preguntarse qué significa la fe en un medio cultural y social que la desprecia al desconocerla. En todos los sectores importantes de la vida, como el trabajo, la industria, la política, las asociaciones culturales, sociales, sindicales, la propia organización universitaria, etc., se deja de lado a Dios. Sin embargo, así como la cultura pluralista interpela al cristiano como miembro de la Iglesia, también la cultura es interpelada por el creyente. El llamado divorcio entre fe y cultura no debe cerrar la posibilidad de un diálogo. Ni la fe puede reducirse a una creencia privada por parte de la cultura, ni ésta debería cerrarse a los valores trascendentes que le aporta la fe.

2. Pastoral universitaria como proyecto diocesano

a) Un proyecto orgánico

La pastoral universitaria precisa en cada Iglesia particular de un proyecto orgánico que tenga en cuenta todas las dimensiones fundamentales del estudiante universitario de hoy en su integridad, y que esté orientado al servicio de todos los universitarios, como área de atención pastoral, y no sólo a unas minorías. Asimismo, éste ha de ser un proyecto coherente, con coherencia tanto interna como externa. Interna, porque las acciones pastorales han de ser diversas, pero no dispersas; trabadas entre sí como despliegue de un proyecto unitario. Externa, porque la pastoral universitaria ha de entroncarse en el conjunto de la pastoral diocesana, y traducir creativamente a esta parcela pastoral las opciones pastorales de la diócesis. Asimismo, tendría que ser un proyecto que contemple la maduración cristiana del universitario para su vida futura profesional y social, cuando, fuera del ámbito de la Universidad, haya de actuar como persona cualificada en formación e influencia social.

Por ello, la Pastoral Universitaria no debería limitarse a una pastoral de jóvenes genérica e indiferenciada, porque los universitarios, aunque participan cada vez más de las características generales de la juventud, también se encuentran profundamente influenciados por el ambiente universitario que presenta características específicas. Sólo en el interior de una pastoral juvenil progresiva, desde la niñez hasta la madurez, será posible discernir lo específico de la etapa universitaria, a la vez que se continúa el trabajo realizado previamente y se prepara el de la etapa subsiguiente. Sería necesario coordinar y evaluar la pastoral en los niveles de educación anteriores a los estudios universitarios, tanto desde la perspectiva de enseñanza religiosa, como de catequesis y de Movimientos de adolescentes. De este modo, se tomaría conciencia de la desproporción entre los efectivos pastorales empleados en los niños y adolescentes y los escasos recursos apostólicos consagrados al mundo universitario.

b) Presencia evangelizadora y misionera

La situación actual es claramente de "diáspora universitaria", tanto desde el punto de vista sociológico (dispersión física de Universidades, Facultades y universitarios) como teológico (minoría que se identifica como creyente y confesante, dispersa entre una mayoría que oculta su condición cristiana, la vive débilmente o ha desconectado de ella). Aunque la época de cristiandad haya pasado en el mundo universitario, ello no debe significar la renuncia al horizonte universal de evangelización, que ha de estar abierto a todos los componentes de la comunidad universitaria que desconocen el Evangelio y están dispuestos a acogerlo libremente, así como a todas las áreas del campus universitario, con ofrecimientos concretos de servicios que dilaten y amplíen el campo de acción evangelizadora hasta las mismas fronteras de la indiferencia y la increencia. A este propósito, no cabe olvidar que la pastoral universitaria es hoy una pastoral de frontera.

c) En el marco de la Pastoral de la Cultura

Una característica fundamental y propia de la pastoral universitaria es su correcta ubicación en el marco, más amplio, de la pastoral de la cultura. En consecuencia, la cultura que se crea y transmite en la Universidad sólo es una parte de "la cultura" (cf. Para una pastoral de la cultura, passim).

En la actualidad, la sociedad occidental sufre una crisis de civilización que proviene de una crisis de paradigmas culturales. Se la ha podido definir como una crisis de la modernidad. Los diversos grupos humanos, en cualquier país, cada vez tienen más dificultad para descubrir y expresar un sentido de la existencia reconocido por ellos como una razón común de vivir. La crisis de fe surge de una cultura ella misma en crisis.

Por un lado, existe una crisis generalizada de aquella racionalidad de tendencia omnicomprensiva que pretendía encontrar la explicación exhaustiva y la interpretación global de todos los aspectos de la historia y de la naturaleza. La Universidad vive claramente esta crisis con el declive de los grandes sistemas de ideas que han dominado durante los siglos XIX y XX. Allí donde fracasa la razón totalizante se cede el puesto al fragmento. Donde parecían reinar el orden y la unidad hay ahora división y separación. Se olvidan las certezas para navegar rumbo a lo desconocido.

Por otro lado, se está poniendo en duda la validez de la racionalidad técnica e instrumental, que consiste en concebir las cosas en tanto que manipulables, transformables, reproducibles a gusto del hombre y rehusa aportar cualquier juicio de valor o criterio de finalidad ética, estimado "metafísico"...; esta racionalidad crea una forma de pensamiento totalitario, único y antihumano.

La crítica a los dos tipos de racionalidad vigentes hasta ahora lleva a muchos al irracionalismo, entendido como una corriente que asume ciertas posiciones filosóficas o de otro tipo que tienden a criticar la pretensión absolutista y totalizante de la razón, hasta negar toda racionalidad a la historia. En algunas partes se la ha llamado postmodernidad y se expresa en una concepción de la vida entendida sólo como juego irrelevante ("levedad del ser") o trivial ("pensamiento débil") y no como un camino hacia una meta trascendente a ella misma, que no inmanente, y en la sobrevaloración de la espontaneidad, entendida como valor autónomo. Y es precisamente en este modo de ser "antipensamiento" donde reside el gran riesgo de la postmodernidad: llegar a ser una continuación de lo que pretende abandonar. El afán de totalidad de la razón emancipante puede trastocarse en una totalidad peor, la totalidad de lo negativo que engloba todas las cosas. Esta situación de crisis hace necesaria una auténtica "pastoral de la cultura".

Identidad cultural e identidad cristiana. El hecho de que el creyente sea el mediador concreto entre la fe y la cultura, hace que la identidad del cristiano tenga que ser entendida en su doble dimensión eclesial y cultural a la vez. Por un lado, el cristiano se identifica con la comunidad de los creyentes, participa de la fe de la Iglesia como uno de sus miembros. Por otro, debe identificarse, es decir, definirse con respecto al medio socio-histórico en que vive, porque el marco socio-cultural identifica también al cristiano y condiciona, en cierto modo, su manera particular de pertenecer a la Iglesia. A su vez, como cristiano de su tiempo, ejercerá un influjo particular en la sociedad en que vive. Ello significa que la identidad del cristiano, afincada esencialmente en su fe y en su pertenencia a la Iglesia, se vive de modo original en contextos socio-culturales muy diversos. El cristiano permanece siempre cristiano, pero se identifica culturalmente hablando de un modo diferente en medios también diferentes. No es lo mismo vivir la fe en una cultura de apoyo que en una cultura pluralista, caracterizada por la ruptura en que nos encontramos. El cristiano de condición universitaria tiene que ser consciente de todo ello, para hacer de su presencia en la Universidad una mediación del encuentro entre la fe y la cultura.

El divorcio entre fe y cultura. El Papa Pablo VI se refirió ya a este divorcio entre los valores dominantes y los valores cristianos: "La ruptura entre el Evangelio y la cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a cabo si la Buena Nueva no es proclamada" (Evangelii Nuntiandi, n. 20).

Actitudes del creyente ante el cambio cultural. La consecuencia inmediata de esta ruptura es que, si el cristiano universitario no quiere permanecer en la mera proclamación de los principios siempre válidos, si quiere que el mensaje comprometa al hombre desde el más profundo conocimiento que éste tiene de sí mismo, tiene que poner el acento en aquello que más vale para hoy, asumiendo el reto cultural como acicate. Si el cristiano huye de afrontar la modernidad y el pluralismo cultural a ella inherente, situándose a la defensiva, la fe corre el riesgo de no ser entendida como factor contemporáneo de creación de cultura. Al contrario, vivir una vida creyente hoy, en oración y fe verdaderas, tiene que traducirse en creación de cultura, sólo así se logrará hacer verosímil culturalmente a Dios. Dicho en otras términos, se trata de colaborar para que cada proceso histórico camine hacia Dios y no se vuelva en contra del hombre. Por ello, el cristiano no puede recluirse en un espiritualismo sin historia, sin contradicción y sin lucha; de otro modo, el camino no sería cristológico. A la vez, ha de tener en cuenta que todo temporalismo que no entiende la historia como lugar de la actuación de Dios tampoco es cristiano. El cristiano universitario de esta hora no puede permanecer indiferente ante el intento de quienes pretenden instaurar la no-fe como única forma de pensar y planificar la realidad. "La Iglesia es plenamente consciente de la urgencia pastoral de reservar a la cultura una especialísima atención. Por eso la Iglesia pide que los fieles laicos estén presentes, con la insignia de la valentía y de la creatividad intelectual en los puestos privilegiados de la cultura, como son el mundo de la escuela y de la Universidad, los ambientes de investigación científica y técnica, los lugares de la creación artística y de la reflexión humanista. Tal presencia está destinada no sólo al reconocimiento y a la eventual purificación de los elementos de la cultura existente críticamente ponderados, sino también a su elevación mediante las riquezas originales del Evangelio y de la fe cristiana (Christifideles Laici, n. 44).

Interpelación recíproca entre los creyentes y la cultura. La fe cristiana ha creado y crea continuamente elementos culturales, es decir, segrega símbolos, ritos, criterios, formas de actuar y de comportarse, produce edificaciones y obras de arte. Esta riqueza de creación cultural es uno de los indicadores del vigor de la vivencia cristiana. El cristianismo necesita de la cultura, porque la misma dinámica de la fe lleva a ésta a encarnarse en cada cultura a fin de que su mensaje no sea extraño a ninguna elaboración cultural; es decir, la fe, con su doble discernimiento espiritual e intelectual y distinguiendo los valores culturales que debe integrar, conduce a hacer surgir o crear Iglesia en cada cultura (cf. Para una pastoral de la cultura, n. 5).

Pero también la cultura se beneficia del cristianismo y de la Iglesia en cuanto que los cristianos, al anunciar a Cristo, desvelan integramente el misterio de toda persona humana y de toda realidad. La fe, asume, purifica y eleva la cultura. La fe recuerda a la cultura pluralista que con frecuencia carece de valores verticales y permanece cerrada a los valores de lo gratuito, de lo absoluto, de la contemplación y del misterio frente a la vida, el sufrimiento y la muerte. El cristiano recuerda a toda cultura que es limitada, caduca, y que la persona humana está hecha para una transcendencia que supera toda determinación cultural. Todo lo cual no impide al cristiano participar íntimamente de su cultura con la libertad que le es propia.

d) El compromiso social de los cristianos en la Universidad como forma de diálogo práctico entre fe y cultura

Si la Universidad es un medio privilegiado para el encuentro entre la fe y la cultura, el cristiano de condición universitaria no puede por menos de percibir hoy que su compromiso con la causa de la justicia tiene valor de testimonio, al que son particularmente sensibles los hombres contemporáneos. Si a ello unimos que el diálogo entre la fe y la cultura comprende, además de la reflexión intelectual filosófica o teológica, un aspecto dinámico al que los cristianos no pueden nunca renunciar, resulta que una forma especialmente fecunda de diálogo con el mundo se lleva a cabo por el testimonio de los cristianos que se comprometen por la justicia, porque, a través de su acción, la Iglesia aparece como señal que se levanta para la defensa del hombre, por su dignidad única de hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza. El hombre contemporáneo es más sensible a esta forma de mensaje evangélico, porque la justicia y la fraternidad corresponden a las más altas aspiraciones del hombre de hoy.

Por todo ello, la Iglesia, que, en su tarea evangelizadora, contempla al hombre no en abstracto, sino al concreto e histórico, entiende que la opción preferencial por los pobres, en el marco del compromiso social cristiano, es hoy una dimensión ineludible de la vida y de la evangelización cristiana, por tanto, también lo ha de ser de la pastoral universitaria. Porque no cualquier forma de vivir la fe evangeliza en la sociedad moderna. No todo testimonia en favor del Dios de Jesucristo ni todo de la misma manera. La pobreza no es solamente un problema material, sino un problema humano, que afecta al hombre entero, también en su dimensión espiritual: su dignidad y comunión, su vida o muerte. Los pobres son la gente real que sufre diariamente la injusticia, el desinterés, la falta de bienes materiales, culturales y espirituales. Por ello, la evangelización "debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios" (Evangelii Nuntiandi, n. 33).

La opción preferencial de los universitarios por los pobres exige no desvincular nunca Universidad y sociedad, de tal forma que el trabajo de transformación de la Universidad se haga en función del conjunto de la sociedad y especialmente de los más necesitados.

La ciencia y la técnica nunca son neutras y, por ello, cada universitario debería preguntarse en favor de quién y de qué estudia y ejerce su carrera. Los estudios pueden dirigirse, por ejemplo, a colaborar en la guerra nuclear o bien en el desarrollo social. Existen unas dimensiones éticas de las diversas carreras universitarias que no deben soslayarse. El bagaje cultural, especialmente la ciencia y la técnica, podrán ayudar a descubrir las causas de la pobreza y las formas de combatirla. La opción preferencial por los pobres exigirá que se luche por la capacitación de todos, no sólo de unos privilegiados. Además, la propia formación universitaria habría sido objeto de perversión, si redujera las aspiraciones del universitario a la simple mejora de su futuro nivel de vida.

La educación social ha de formar parte de todo proyecto de pastoral universitaria y de toda educación teológica de la fe. La relación estrecha entre evangelización y liberación, tal como ha sido formulada por el magisterio de la Iglesia, así lo requiere. Para ello, habrán de instrumentarse los medios adecuados, a fin de que la opción por la justicia llegue a formar parte del ser cristiano y del testimonio evangelizador de los universitarios.

3. Dimensiones de la acción pastoral en la universidad y mediaciones operativas

a) Dimensiones de la actuación pastoral

Las dimensiones o aspectos de actuación pastoral en la Universidad se deducen de las tres funciones fundamentales en que la comunidad cristiana expresa tradicionalmente la misión a ella encomendada por Jesucristo: anuncio, celebración y servicio.

El Anuncio se lleva a cabo primariamente por medio del testimonio creyente de cada cristiano en la Universidad. La presencia de cristianos en el corazón de la vida universitaria anuncia el evangelio, ya sea cuando se esfuerza para que las cosas sean lo que han de ser, ya sea cuando vive los valores cristianos, ya sea cuando da testimonio explícito de Jesucristo y convoca para formar Iglesia.

La formación teológica, que nutre la vida cristiana y que es condición para el discernimiento espiritual e intelectual, es necesaria para garantizar todas las formas de anuncio propuestas. Tendrá que llevarse a cabo tanto de forma más sistemática como esporádica, siendo ambas fórmulas necesarias y complementarias. En el primer caso, habrían de crearse Aulas o Cátedras de Teología en que se traten las cuestiones centrales de la fe cristiana y sus implicaciones en todos los ámbitos de la realidad. En el segundo, podrían desarrollarse formas concretas que respondan más puntualmente a exigencias específicas del mundo académico de la Universidad: conferencias, mesas redondas, seminarios, jornadas de estudio, etc.

La formación cultural e interdisciplinar podrá tener, como la teológica, una forma más sistemática y otra más esporádica. En todo caso, esta formación irá dirigida a formar personas capacitadas para entender nuestra sociedad y su problemática, la cultura que se crea y transmite en la Universidad, las cuestiones fronterizas entre fe y cultura, así como la función social del estudio. La formación les capacitará para saber aportar elementos transformadores y de futuro; su campo de acción podría sintetizarse en los apartados siguientes: análisis de la realidad social y cultural; racionalidad humanista y crítica; dimensión social y cultural; cuestiones interdisciplinares.

Celebración-espiritualidad. La convocatoria a la experiencia gratuita y a la celebración de la Eucaristía y de los demás Sacramentos habrá de estar presente en todo proyecto de acción pastoral. Para ello, ha de promover una pedagogía de la profundización de la fe y de la vida espiritual, arraigada en la Palabra de Dios, ahondada en la vida sacramental y litúrgica.

Las celebraciones litúrgicas. Dado el carácter central de la Eucaristía en la vida cristiana, se hace necesario ofrecer a los universitarios una iniciación pedagógica que les permita acceder a su significado y sentido más profundo. Por ello, se procurará que existan celebraciones de la Eucaristía adaptadas a los universitarios, ya sea en lugares específicos, ya sea por medio de la animación de algunas celebraciones parroquiales, según criterio de la Delegación de pastoral universitaria. No habrá que descuidar tampoco la reconciliación sacramental y la preparación para la Confirmación y el Matrimonio en conexión con la Parroquia. Es también importante una conveniente iniciación a los tiempos litúrgicos, así como a la participación en las celebraciones de la Palabra.

La iniciación a la oración y a la práctica compartida de la misma es muy apta para evitar el riesgo de una fe excesivamente ideologizada y escasamente vivencial que acecha a los universitarios. Para ello, los grupos o "talleres" de oración son formas idóneas, consagradas por la experiencia, para esta iniciación. La misma Liturgia de las Horas está llamada a desempeñar un papel importante en la adquisición del hábito de la oración.

La vida espiritual en el diálogo de la fe con la cultura. El diálogo entre la fe y la cultura en el medio universitario no puede adoptar sólo la forma de un razonamiento intelectual. El diálogo se traslada también al plano de la acción, del testimonio y de la vida espiritual propiamente dicha. A este respecto, el diálogo entre las ciencias humanas y la espiritualidad cristiana se intuye hoy como necesario, porque "hombre" y "creyente" son dos dimensiones de la existencia que el cristiano no puede vivir de forma dualista. Se requiere la integración humana y espiritual, puesto que "el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más gravés errores de nuestra época" (Gaudium et Spes, n. 43). En este sentido, la gracia, inscrita en la esencia misma de nuestro ser histórico concreto, es percibida en la teología espiritual de hoy como la finalidad y la plenitud (meta) de la existencia del hombre y actúa respetando las condiciones propias de lo humano: se requieren unos presupuestos psicológicos, por ejemplo el de la afectividad, para vivir la fe en el Amor Absoluto revelado en Cristo, que no es sólo cuestión de fidelidad voluntarista; la oración está condicionada por la imagen subconsciente de Dios; asimismo, la importancia de la capacidad humana de elaborar una frustración para comprender lo descorcertante del Reino para las expectativas humanas, etc. Todo ello muestra la íntima relación entre el proceso de la vida de fe y el desarrollo maduro de la personalidad. Consecuentemente, es tiempo de acompañar y educar para una vida de fe personalizada en que el cristiano, siendo humanamente adulto, sea profeta del Dios de la justicia, de la libertad y de la historia.

Servicio. La opción por la justicia del Reino ha de constituir una preocupación básica en el acompañamiento de los universitarios. La asunción del clamor de los desheredados y la construcción de una Universidad y una sociedad mejores no puede sino estar entre las preocupaciones fundamentales. Es preciso, pues, situar con decisión esta dimensión transformadora en el conjunto de acciones programables en el marco de la pastoral universitaria, y, tal como se ha destacado, en tensión creadora con la oración y la celebración, así como con el anuncio-proclamación. La dificultad de estas acciones y su incidencia, a veces modesta, en la transformación de la Universidad y de la sociedad no debe conducirnos a subestimarlas teóricamente ni omitirlas en la práctica. Pero han de traducirse ordinariamente en una actitud de servicio y disponibilidad con los compañeros de curso y en las relaciones interpersonales cercanas.

b) Mediaciones operativas

La Pastoral Universitaria no puede llevarse a cabo por medio de agentes pastorales dispersos. Ello requiere una estructura organizativa que actúe, en el conjunto de la pastoral diocesana, como mediación operativa y eficaz de la presencia evangelizadora de la Iglesia en la Universidad.

Equipo responsable y Consejo Asesor de la Delegación. Es necesario que en cada Iglesia particular, especialmente en aquellas que tienen Universidad o al menos centros Superiores, se cree una Delegación de Pastoral Universitaria y se nombre un Delegado diocesano competente y activo, conocedor de la vida universitaria, y universitario.

Junto al Delegado, habrá de funcionar un Equipo responsable de pastoral universitaria, formado por un grupo de agentes pastorales capaces y dispuestos, junto con profesores y estudiantes universitarios. Dicho grupo de personas, más o menos numeroso según la amplitud de cada Universidad, habrá de tener la dedicación que exige este trabajo pastoral.

Sería conveniente que, una vez formado el Equipo de pastoral universitaria, se creara un Consejo Pastoral de la Delegación con una amplia representación de estudiantes, profesores y agentes pastorales. Su función habrá de ser consultiva y de reflexión sobre las líneas generales y los grandes problemas y cuestiones que plantee la acción pastoral.

Proyecto diocesano. El Delegado diocesano habrá de procurar que, desde el inicio de la acción coordinada de pastoral universitaria, exista un proyecto diocesano, aunque, al comienzo, sólo pueda ser en forma germinal. En su contenido básico habrá de contemplarse:

Un análisis de la propia realidad universitaria y de la pastoral que la Iglesia diocesana ha llevado a cabo hasta el momento en el área de la Universidad.

Las líneas de fondo de la acción pastoral que se pretende.

Los distintos aspectos de actuación y los medios pastorales operativos, llegando hasta las máximas concreciones posibles.

Centros cristianos de Universitarios. Ante el peligro de que las múltiples iniciativas enumeradas en las tres dimensiones o aspectos de actuación se realicen de forma dispersa y aislada, en detrimento de su continuidad e incluso de la visibilidad del testimonio de la Iglesia diocesana en la Universidad, parece oportuna la creación de Centros Cristianos de Universitarios en los que se organicen actividades de acogida y orientación humana, se reunan los grupos de acción, se realicen las tareas de formación y acompañamiento y las de celebración y espiritualidad. Tendrían que concebirse también como un espacio de encuentro humano que facilite la comunicación y la maduración humana de los universitarios.

La pastoral universitaria en coordinación con las demás realidades diocesanas. La pastoral universitaria tiene una especificidad que le es propia, pero no ha de vivir aislada del conjunto de la acción pastoral de la diócesis, abierta a incidir de forma más o menos directa en los universitarios.

La Delegación de pastoral universitaria ha de coordinarse de forma estable con otras Delegaciones diocesanas: Delegaciones de Pastoral de Juventud y Vocacional, Delegación de Apostolado Seglar, y Delegación de Pastoral de la Cultura.

La coordinación con las parroquias tendría que llevar a un mayor equilibrio entre lo funcional y lo territorial en la diócesis. La Universidad, el Centro Cristiano de Universitarios y otras Instituciones creadas al servicio de la pastoral universitaria no son los únicos lugares en los que ésta debe ejercerse. Las parroquias, que cuentan hoy, entre los jóvenes comprometidos en ellas, con un número apreciable de universitarios, están llamadas a ser uno de estos lugares. Debería pensarse seriamente en potenciar los movimientos evangelizadores de la Universidad a partir de grupos parroquiales, sin desvincularlos de sus propias parroquias. Podría ser una forma de ampliar el horizonte de las comunidades parroquiales y, a la vez, de facilitar el arraigo parroquial de los universitarios durante y después de los estudios superiores.

En ciudades de amplia población universitaria, la parroquia universitaria puede ser una mediación muy eficaz, porque "permite establecer relaciones con personalidades de la cultura, del arte y de la ciencia, y... brinda a los jóvenes la posibilidad de aproximarse a una realidad de Iglesia hasta entonces desconocida o mal conocida".

Los Colegios Mayores acogen a jóvenes de otras ciudades y pueblos. Los Colegios Mayores que son confesionales suelen ofrecer servicios religiosos y formativos. La Delegación podrá ponerse en contacto con ellos, a fin de coordinar estas valiosas iniciativas con el conjunto de la pastoral diocesana.

Finalmente, sería muy positivo que hubiera una coordinación con Asociaciones de Profesionales católicos "cuyo apostolado universitario cuenta con una larga y fecunda tradición". Para ello, convendría que algunos de sus miembros aportaran su experiencia y tiempo a la pastoral universitaria. Esta coordinación favorecería el encauzamiento de los universitarios hacia estas asociaciones post-universitarias.

Presencia institucional dentro de la Universidad. La promoción de todo lo que en lo pastoral pueda hacerse desde fuera de la Universidad no ha de servir de obstáculo a una presencia más institucional dentro de ella. En el plano propio de la Iglesia diocesana existen dos caminos de presencia institucional en la Universidad.

En el contexto del diálogo entre la fe y la cultura, podrían crearse en la Universidad Cátedras, Institutos de Teología o Departamentos de Ciencias Religiosas, aptos para abrir perspectivas nuevas a profesores y a estudiantes, y conformes a la promoción de la misión de la Iglesia. En esos Departamentos los católicos tendrían que ejercer un papel de primera importancia, en particular cuando las estructuras universitarias están privadas de Facultad de Teología, y, como consecuencia, la presencia teológica de la Iglesia es muy escasa. Está en juego el estatuto intelectual del cristianismo en dicho ámbito y, con ello, su relevancia histórica en un espacio tan privilegiado como el universitario, lugar de creación y difusión de pensamiento, y uno de los más fecundos lugares creadores de cultura. En la Universidad, con más urgencia que en otras áreas, la labor intelectual de la Iglesia sigue siendo una cuestión capital.

El segundo camino complementario sería la instauración y vitalización del "Servicio de Asistencia y Formación Religiosa". Su ámbito de actuación sería el de la formación religiosa y el más estrictamente pastoral. También aquí las Universidades Católicas están llamadas a emplear recursos materiales y humanos para ofrecer iniciativas pastorales que sirvan de ejemplo a las Universidades del Estado y a las Universidades privadas no confesionales.

Es del todo conveniente que la misma Universidad cree espacios y momentos institucionalizados en que se pueda impartir formación e información religiosa. Sería muy conveniente que las Facultades de Teología o los Centros Superiores de Estudios Teológicos ayudaran en la medida de sus fuerzas. La religión es una dimensión antropológica y así habría de ser reconocida en el ámbito de la Universidad. La religión como cultura no tendría que estar ausente del lugar privilegiado donde ésta se crea y transmite.

Sacerdotes al servicio de la pastoral universitaria. El mejor proyecto de pastoral universitaria no funcionará sin la presencia de sacerdotes conocedores del medio, con aptitudes pedagógicas para el trato con jóvenes estudiantes, con profunda vida espiritual y sensibilidad eclesial. La Delegación diocesana es la encargada de cuidar de su formación y ofrecer cauces de reflexión y de encuentro. También sería conveniente que los sacerdotes y religiosos que ejercen como profesores universitarios se prestaran a dedicar parte de su tiempo a las tareas pastorales en conexión con la Delegación diocesana de pastoral universitaria.

Los profesores e investigadores católicos. La presencia de la Iglesia en el medio universitario se lleva a cabo, de forma particular, a través de los maestros, tanto en su condición de profesores como investigadores. La Iglesia les pide que vivan activamente su vocación cristiana como vocación al apostolado, en un momento histórico en que la figura del intelectual católico casi parece haber desaparecido de algunos espacios universitarios. Su acción apostólica se caracteriza por algunos de los rasgos siguientes:

El profesor católico, respetando la legítima autonomía epistemológica propia de cada ciencia, dejará traslucir a través de su palabra y modo de presencia la cosmovisión original cristiana en que cada rama del saber, abierta a lo transcendente, se muestra al servicio del hombre. Por ello mismo, "el testimonio del profesor católico no consiste ciertamente en introducir temáticas confesionales en las disciplinas que enseña, sino en abrir el horizonte a las inquietudes últimas y fundamentales, en la generosidad estimulante de su presencia activa ante las preguntas, a menudo no formuladas, de esos espíritus jóvenes que andan a la búsqueda de referencias y certezas, de orientación y de metas" (Presencia de la Iglesia en la Universidad, p. 23).

La eficacia apostólica de los profesores e investigadores laicos está indisolublemente unida a su ejemplaridad profesional y a su integridad de vida, así como a la coherencia de su pensamiento creativo con la fe de la Iglesia.

En un contexto de ruptura entre la cultura y la fe, así como entre la fe y la vida, tal como se muestra a lo largo de estas orientaciones, es deber prioritario de los intelectuales católicos promover una síntesis renovada y viva entre la fe y la cultura.

El magisterio del profesor universitario católico va más allá de la enseñanza y saber puramente disciplinares y académicos, y se proyecta, a través de su talante humano y dialogal, en el acompañamiento que dispensa a quienes se preparan técnica y humanamente para asumir responsabilidades en los diversos ámbitos de la sociedad. Esto es tanto más necesario en un momento en que los estudiantes universitarios lamentan dolorosamente la falta de verdaderos maestros, cuya presencia asidua y disponibilidad personal hacia ellos podrían asegurar un acompañamiento de calidad.

BIBL. — JUAN PABLO II, Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas Ex Corde Ecclesiae (1990); JUAN PABLO II, Carta Encíclica Fides et Ratio (1998); Congregación para la Educación Católica; Consejo Pontificio para los Laicos; Consejo Pontificio de la Cultura, Presencia de la Iglesia en la Universidad y en la cultura Universitaria (1994); Consejo Pontificio de la Cultura, Para una Pastoral de la Cultura (1999); Conferencia Episcopal Española. Subcomisión Episcopal de Universidades, Orientaciones de pastoral Universitaria en el ámbito de la Pastoral de la Cultura (1995).

Agustín del Agua