Signos de los tiempos
DPE
 

Al parecer, la expresión "signos de los tiempos" aparece en el Vaticano II en febrero de 1964, dentro del denominado texto de Zurich (Esquema XVII) y cuaja en Gaudium et Spes 4. M. Chenu, ante las críticas y sospechas que tal acepción recibió, la defendió de esta manera: "El contenido y alcance de los Signos de los Tiempos es en la Escritura estrictamente cristológico y soteriológico". Extenderlo al desenvolvimiento humano, profano o eclesiástico del tiempo es un abuso de vocabulario: "no se puede pasar del acontecimiento, absolutamente transcendente, incluso en sus signos, a los acontecimientos de la historia".

Detrás de esta afirmación de Chenu, se nos está poniendo de manifiesto que el debate se centraba en esta pregunta: "¿Signos de los tiempos" debe entenderse en sentido estrictamente bíblico mesiánico-escatológico, o su contenido podría ser más amplio y referido a los valores auténticamente humanos que emergen del movimiento de la historia y que debían de alguna manera relacionarse con el sentido bíblico? Esta pregunta recorre, sin resolverse, los textos vaticanos.

Pero el asunto de los signos de los tiempos no sólo se complicaba desde ámbitos propiamente teológicos y pastorales, sino desde ámbitos sociológicos y filosóficos: ¿Qué se puede calificar, desde la hermenéutica filosófica, como "signo de los tiempos"? A esta pregunta, X. Quinzá Lleó ha tratado de responder recientemente, recogiendo la problemática anterior, desde las aportaciones de P. Ricoeur.

Para este autor, un signo de los tiempos sería aquel que se muestra en la historia como relevante y significativo, en esa relación dialéctica entre hombre y mundo. El signo histórico encierra ya en sí un sentido, y muchas veces nuestra tentación es la de estrujarle, despojándole de su misterio. Los signos indican siempre y en primer lugar dónde vivimos, es decir, junto a quién nos ocupamos en determinar cómo están las cosas. El signo histórico tiene algo de azaroso, de imprevisible, de sorprendente: el hombre es capaz de provocar consecuencias que no contemplaba, o de desencadenar fuerzas que no está en condiciones de controlar. El signo es muy consciente de ser él mismo interpretación de otros signos, pero a la vez está abierto a interpretaciones posteriores.

Afirmado lo anterior, X. Quinzá, siguiendo a A. Cardin, se lamenta de que en estos momentos hemos perdido, en teología y en pastoral, el interés por escrutar los signos de los tiempos, siguiendo la invitación del Vaticano II, y de que hemos prostituido y falseado el significado de la expresión "signos de los tiempos". Por ello se hace necesario purificar el término para redescubrir su sentido. A un doble nivel: uno, socio-histórico, y otro, teológico-pastoral.

En lo teológico-pastoral se relaciona con diferentes campos: con la revelación, porque incide en el modo de comprensión de la Palabra de Dios en la historia; con la cristología, por ser Cristo referencia y lugar de convergencia de todos los signos, Signo él mismo único y definitivo; con la escatología, porque los signos de los tiempos son presencia anticipada en la fragmentariedad del momento histórico; con la pneumatología porque es el Espíritu quien causa actualizaciones de la revelación, agudiza la mirada y sustenta toda interpretación y discernimiento; con la praxis-pastoral, porque recibimos la invitación no solamente a leer los signos, sino a ponerlos en práctica, a realizarlos como avance de la salvación y compromiso con la misma; incluso tiene una fuerte relación con las dimensiones catequética y confesante de la fe.

De alguna manera, la teología y la pastoral, según X. Quizá, pudieran denominarse "la conciencia del signo cristiano hoy", ya que tanto en su dimensión hermenéutica como práctica, participan de una bipolaridad bien significativa: hacen presente una experiencia de la salvación que solamente se revela en plenitud desde la transparencia y opacidad del misterio en la historia. Pero a la vez la fe incide en la historia, en una historia calificada tanto de espacio de oposición como de espacio de discernimiento: la fe comporta la convicción fundamental de que el tiempo es el campo de la actuación de Dios.

El signo de los tiempos nos habla en cierta manera de una teología y pastoral no cerradas. Los ST se convierten en lugares desde donde hacer teología; lugares de argumentación, como contexto histórico significativo para elaborar propuestas en la comunidad eclesial. Escrutar y discernir es especialmente tarea del teólogo y de los pastores que deben elaborar modelos de discernimiento teológico y práxico, no sólo espiritual, para leer críticamente la realidad histórica, y señalar la pastoral adecuada al Reino de Dios. La historia para el teólogo, en la que se leen los ST no es algo "especulativo" sino un material de conciencia histórica y colectiva, de presencia del Reino de Dios, de respuesta lúcida y creativa, de realización histórica del misterio de Dios. Los ST son a un mismo tiempo mesiánicos y escatológicos: se dieron en plenitud en un momento de la historia, siguen preñando la historia, y deben seguirse haciendo explícitos y creíbles.

V. F. Placer nos señala, con una cierta complejidad y ambigüedad de lenguaje (entre lo pastoral-sociológico y teológico), estos criterios para un discernimiento o hermenéutica de los signos de los tiempos: 1) Observar sociológicamente y psico-sociológicamente los acontecimientos. 2) Situarlos en un lugar determinado, o encarnados en un contexto. 3) Tomar opción y partido por ellos. 4) Actitud de discernimiento desde la fe, y compartida con los no-creyentes. 5) Actitud espiritual: fidelidad al Espíritu, desde el seguimiento de Jesús, y desde el compromiso con esos mismos signos.

F. Placer prima el tema de la opción por los pobres, y finaliza afirmando que es una asignatura pendiente en nuestra teología y en nuestra pastoral.

Por su parte L. González Carvajal subraya que este tema de los signos de los tiempos se puso de moda a partir del Vaticano II, y estuvo precedido por algunas alocuciones de Juan XXIII. Todo el mundo pareció hablar de ello en una época, aunque no se delimitaron sus campos ni el alcance de la expresión: ¿son los signos de los tiempos actuales o de los tiempos de Cristo o los de los últimos tiempos? En cualquier caso esta expresión no puede entenderse sino desde la teología bíblica; más en concreto, desde los "signos" que delatan y expresan y contienen el Reino de Dios. En este sentido, toda la creación está orientada hacia el Reino de Dios; debemos leer los signos de la historia de la salvación y revelación; y no olvidar que los signos de los tiempos, mientras llega la parusía, están apartados de los "signos del Reino". Ahora bien, para saber leer los signos de los tiempos, y con ello determinar los lugares teológicos nuevos que van naciendo, debemos intentar una nueva hermenéutica, en la que la simbología no es un elemento externo. Los criterios hermenéuticos para entender los "Signos de los tiempos", pasarían por un triple momento o nivel:

  1. Análisis sociológico del presunto signo. Y aquí es importante discernir desde dónde se hace este análisis (marxismo, funcionalismo, estructuralismo, neoconservadurismo).

  2. Análisis teológico del presunto signo: desde la Revelación y sus fuentes. En este sentido no hay que confundir fuentes de la revelación con "lugares teológicos".

  3. Referencia del signo a sus destinatarios. La importancia del destinatario es tan grande que podríamos comparar el signo a un espejo que nos devolverá diferentes imágenes según la posición desde donde lo miramos. El símbolo es sugerente y nunca se agota en su contemplación desde la realidad. Carvajal apuesta por tres signos de los tiempos: lucha contra la pobreza, conciencia democrática, nueva medicina.

Finalizamos: recientemente los obispos españoles, en un documento sobre el "siglo que termina" (La fidelidad de Dios dura siempre) han hablado de signos de los tiempos como "señales de la presencia activa de Dios en nuestra historia", y, entre dichos signos, han señalado expresamente: el Concilio Vaticano II y los Papas de este siglo, la paz y la concordia, el desarrollo económico y social, la construcción de una nueva Europa.

BIBL. - L. GONZÁLEZ CARVAJAL, ¿Se identifican lugar teológico y signo de los tiempos?: "Lumen" 41 (1992) 367-382: L. GONZÁLEZ CARVAJAL, Los signos de los tiempos, Sal Terrae, Santander 1987.

Raúl Berzosa Martínez