Sexualidad, Pastoral del amor y de la
DPE
 

SUMARIO: 1. Aspectos socioculturales. - 2. Aspectos antropológicos del amor humano. - 3. Aspectos teológicos de la sexualidad. - 4. Sexualidad y valores éticos. - 5. Orientaciones educativas.


Estamos ante dos palabras de las que hoy se habla mucho, con significados poco precisos y apenas se relaciona amor y sexualidad. "Hay que volver a descubrir su verdadero sentido, aunque sea impopular y vaya contra corriente. Recuperar su grandeza, su fuerza, su belleza y también sus exigencias. En definitiva: restituir su profundidad y su misterio" (E. ROJAS, Amor y sexualidad, ABC 16-9-90). No se puede igualar amor y sexo, pues muchas relaciones sexuales no conllevan amor y se puede amar verdaderamente sin expresión sexual.

¿Qué significa amar a otra persona? ¿Cómo se recorre el camino que va de la atracción y del enamoramiento al amor maduro? No hay duda de que la experiencia humana fundamental que nos constituye como personas equilibradas y buenas es la experiencia de ser amados y de amar. Se ama verdaderamente a otra persona cuando se quiere para ella lo mejor en términos de crecimiento, libertad, felicidad y bien moral. Desear todo eso es valorar al otro como persona única e irrepetible; en caso contrario, la persona es cosificada, pues se la trata utilitariamente como objeto para la satisfacción personal.

"Si lo esencial del amor es alegrarse con el otro, abandonarse en él, entregarse generosamente, en la relación sexual sin amor auténtico uno se busca a sí mismo. Tiende a aislarse del otro. No hay un encuentro verdadero entre un yo y un tú, si no que hay dos yos separados, cada uno en lo suyo" (E. ROJAS, o.c.).

En el tema de los comportamientos sexuales las estadísticas sociológicas nos abruman con datos que parecen concluir diciendo que todo comportamiento es normal según las frecuencias de los resultados. Los medios de comunicación presentan constantemente relaciones sexuales sin afecto, sin amor y sin compromiso de fidelidad. Si no hay amor, la relación se desvirtúa y las personas se deshumanizan; el empeño, por el contrario, debería ser como integrar los diferentes componentes de la sexualidad para que las relaciones fueran más humanas, realizadoras y felices. Desde estos supuestos vamos a plantear este tema.

1. Aspectos socioculturales

El contexto social que estamos viviendo tiene características propias que influyen decisivamente en la manera de entender y vivir la sexualidad. En la práctica se da una gran diversidad de comportamientos sexuales, muchos de ellos pocos integrados en la persona y al margen de la ética. La cultura que nos llega a través de los medios de comunicación y de otras instancias académicas, y que está omnipresente en el ambiente social, se caracteriza por la fragmentación de la verdad, la imposibilidad de fundamentación filosófica y la duda sobre la capacidad humana de llegar al significado de las cosas, pues el mismo sentido de la vida se pone en cuestión. El resultado final es que muchas personas son como "náufragos" (G. Vattimo) y "caballitos de la feria" (Eliot), siempre dando vueltas, y siempre en el mismo sitio, sin orientación y sin metas. Sigue resonando una cuestión fundamental; la liberación de las normas e instituciones, ¿nos ha ayudado a descubrir el amor y ser más solidarios y felices?

La caída de los grandes relatos que funcionaban con utopías ha ido pareja con la apatía, el hedonismo y la quiebra de valores morales. Al fallar el soporte ontológico y ético, el hombre contemporáneo se manifiesta indeciso y reticente a la toma de decisiones y busca la inmediatez de lo inmediato, es decir, el mundo de las sensaciones. "De ahí que nos lancemos al sexo igual que a una piscina, con una función desesperada y una esperanza de correspondencia. Pero el sexo no es sólo biología es también biografía: la última etapa de un diálogo previo. La penetración no lleva sólo a la compenetración. El sexo sin amor es silencioso: en él ningún acercamiento se culmina (A. GALA, El País Dominical. 1985). También el erotismo se ha trivializado. Parecía que la liberación de los instintos, la gran revuelta del cuerpo, iba a producir un renacimiento de la pasión amorosa. Pero no ha sido así.

La promiscuidad no tiene nada que ver con el amor; al contrario, revela miedo o incapacidad para fijarse en una sola persona, miedo a la libertad, porque el amor es la decisión de elegir a una persona que nos parece única (OcTAVio PAZ, El País, 6-IV-1988).

Un ejemplo patente y concreto de lo expuesto hasta aquí son las publicaciones sobre anticonceptivos e información sexual para adolescentes y jóvenes publicadas años atrás por el Ministerio de Asuntos Sociales y por algunos Ayuntamientos. Del análisis de alguno de ellos se desprenden las siguientes constataciones:

  • Las diferentes orientaciones sexuales y comportamientos que se presentan al mismo nivel, pues el ejercicio de la sexualidad depende de las elecciones personales y subjetivas.

  • Las consecuencias de esta manera de presentar y vivir la sexualidad son fáciles de deducir; muchos adolescentes y jóvenes piensan que la sexualidad es algo biológico que madura espontáneamente sin finalidad precisa y sin sentido propio. Bastantes personas no avanzan en la maduración personal y quedan fijadas en comportamientos sexuales inmaduros tales como el autoerotismo y las relaciones heterosexuales cosificadoras y egoístas. Al quitar al ejercicio de la sexualidad toda referencia normativa y de sentido, el joven puede llegar a vivir obsesionado por lo sexual expresado en una búsqueda cuantitativa de placer. Esta idolatría del sexo y su repercusión negativa en los adolescentes la resume magistralmente Antonio Gala con estas palabras: "Recién salidos de la niñez están hechos al juego. A esconderse y jugar. E inician ahora un juego peligroso que puede culminar, sin previo aviso, de forma inesperada: en una paternidad espeluznante, en una maternidad indeseada, o deseada solo para escapar de la familia hostil (como si tal procedimiento sirviese para algo más que para tropezar con una nueva y aún más definitiva falta de apoyo)... La liberación de las costumbres no ha producido mayor información. Todos tenemos en la entrepierna una flor y una bomba; sin embargo, no les acompaña un libro de instrucciones. Los que han pasado por idéntico trance deberían ayudar a entenderlo... Los adolescentes se desenvuelven entre el sexo como quebrantamiento y el sexo como desenfreno y, no obstante lo tienen más que en medio de su cuerpo, en todo él y en su alma, en su carne y su espíritu vivos, más cuanto más prohibido, cuanto más misterioso. Y en su espantosa soledad juegan con el juego y todo lo confunden, entre la audacia y el temor: reglas, períodos fértiles, virginidad, amor, compresas, preservativos, diafragmas, amor y píldoras, Ogino, deseo, calentura, amor, frigidez, impotencia, amor, penetración, desastre. Y a quienes estuvieron cerca de ellos en la época que ahora se les antoja feliz, de la niñez, los ven ahora alejarse: muchos, desentendidos, insensibles a lo que les sucede" (A. GALA, Dominical el País, 12-II-89).

    Otra fuente de información y reflexión son los datos aportados por las investigaciones sociológicas sobre los valores y comportamientos sexuales. Algunas de las respuestas reflejan más estados de opinión que comportamientos reales de las personas encuestadas; hecha esta precisión la lectura de los datos nos lleva a hacer algunas afirmaciones (J. SASTRE, Crisis y recuperación de la moral sexual, Sal Terrae, Colección Aquí y Ahora n°14, 1991, 14-16): Los comportamientos sexuales han cambiado grandemente en las últimas décadas, reflejan algunos valores nuevos, pero también la pérdida de valores tradicionales; hay correlación positiva entre mayor religiosidad y mejor aceptación de la ética sexual católica y la influencia de las orientaciones del Magisterio eclesiales es muy pequeña en estos temas. Estas constataciones nos remiten a un problema de fondo: la fundamentación y justificación de la propuesta ética cristiana. "Estos postulados teóricos y antropológicos (los de la postmodernidad) determinan una ética claramente antihumanista. Ciega para toda fundamentación objetiva última de las normas morales, surge en nuestros días una filosofía práctica que niega al sujeto y afirma como normas canónicas de existencia la irresponsabilidad, la incoherencia, el subjetivismo, la oscuridad, la contradicción, el gusto por lo parcial, el escepticismo, la precariedad, la premura y el nihilismo matizado, el saber vivir, el neohedonismo y la inestabilidad" (M. UREÑA, "La postmodernidad está servida". Pliego Vida Nueva, febrero 1989,29; cfr. C. DiAz, La última filosofía española: una crisis críticamente expuesta, Madrid 1985).

    2. Aspectos antropológicos del amor humano

    La persona madura se caracteriza por una serie de rasgos que tienen que ver con la forma de vivir la afectividad y la autonomía personal. La madurez se expresa en la capacidad de establecer relaciones interpersonales, de ponerse en lugar de la otra persona, la aceptación de las limitaciones, el actuar con criterio propio, el control de las emociones y pulsiones y la integración de la sexualidad en la persona. A su vez, la sexualidad debe armonizar una serie de elementos como el instinto, el deseo, la relación, la felicidad, la paternidad responsable y los valores éticos.

    La sexualidad humana comporta elementos físicos, psicológicos, éticos e institucionales. El cuerpo humano es lugar de apertura, encuentro y donación; el hecho de ser seres sexuales nos habla de un modo peculiar de estar en la vida, -como hombre o como mujer- y de vivir una relación de igualdad y complementariedad entre los dos sexos, es decir, a la relación intrapersonal e interpersonal.

    La sexualidad en la medida que es conocido, asumido y se le dota de sentido o finalidad, se hace experiencia humana valiosa. Los diferentes aspectos de la sexualidad se relacionan e integran, de forma tal que unos elementos van dando sentido a lo físico-genital, el compromiso como proyecto de vida resitúa a lo psicológico y a lo biológico, y la institucionalización referencia la vida compartida en todos los niveles a unos símbolos que dan a la sexualidad un carácter transcendente. La sexualidad tiene un carácter dialógico, es básicamente relación interpersonal y su valor humano depende de lo que cada uno comunique. Por todo esto, la sexualidad humana es radicalmente distinta de la sexualidad animal; al no estar sujeta a programación como en los animales, la riqueza del deseo sexual tiene que ser regulada y orientada hacia metas no estrictamente sexuales. Los aspectos sociales e institucionales de la sexualidad manifiestan que en la especie humana lo sexual no se reduce a genitalidad, sino que de múltiples formas se hace presente en toda la existencia humana.

    Los componentes eróticos-físicos de la sexualidad, los componentes sentimentales-psíquicos de la sexualidad y los componentes sociales, siendo distintos, deben evolucionar hacia el encuentro y la relación.

    El gran problema de los humanos es la soledad, y lo que más necesitamos es el encuentro y la unión, pues necesitamos ser amados. La solución no está en encontrar a alguien a quien amar, sino en desarrollar adecuadamente nuestra capacidad de amar y de ser amado. Amar es darse y hacer del otro un dador; los elementos básicos del amor según E. Fromm (El arte de amar, Paidós, Buenos Aires, 1974, 55-63) son: el cuidado de la otra persona, el estar listo para responder, el respeto a la individualidad y el conocimiento profundo del otro.

    En la conformidad de la afectividad del niño influye el llamado amor materno (incondicional, por lo que soy) y el amor paterno (condicionado al cumplimiento de las exigencias); a medida que el niño crece pasa por las experiencias de los diferentes modos de amar: amor de reciprocidad ("amo porque me aman"), amor adolescente ("te amo porque te necesito") y amor maduro ("me aman porque amo" y "te necesito porque te amo"). Sólo el amor maduro abre a la dimensión universal y solidaria del amor; como dice E. Fromm,

    3. Aspectos teológicos de la sexualidad

    El A.T es la historia de la elección gratuita de Dios hace de Israel y la Alianza de Dios con el pueblo en fidelidad, amor y perdón. Esto constituye el paradigma para interpretar las grandes cuestiones de la vida humana, y entre ellas la sexualidad. En estilo sapiencial los primeros capítulos del Génesis presentan la sexualidad como algo bueno y creado por Dios; el hombre y la mujer son "imagen de Dios", iguales y llamados a vivir en encuentro y recíproca ayuda, y como señores de toda la creación (Gén. 2,18- 28).

    Los profetas utilizan la imagen del amor esponsal para expresar las relaciones de Dios con el pueblo en clave de alianza y de promesa (Jn. 2,2; 3,1- 5; Ez. 16; Os. 8,1; ls. 54,60- 62). La condena de la prostitución y el adulterio se relacionan con la infidelidad a la alianza con Dios (Prov. 2,17). La sexualidad en sí misma es buena, pero en su ejercicio aparece el pecado como falta de respeto a la persona y manifestación de relaciones injustas. El Cantar de los Cantares exalta la felicidad y el gozo de un amor interpersonal, fiel y oblativo (J. R. Flecha).

    En el N.T. la persona de Jesús, su mensaje y su causa son la expresión del amor de Dios y su proyecto de salvación. Aquí esta la nueva referencia para entender el amor: "tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único" (Jn. 3,1), y "Jesús habiendo amado a los suyos los amó hasta el final" (Jn. 13,1). El seguimiento de Jesús y la acogida del Reino ayudan a resituar los grandes temas de la vida humana. El Reino se presenta en los Evangelios como banquete de bodas (Mt. 22, 1-14) en el que Jesús es el novio (Mt. 25, 1-13); en este contexto se hacen las siguientes precisiones:

    -Jesús pide la unidad e indisolubilidad del matrimonio como fue desde el principio (Mt. 19, 3- 12); libera a la mujer del dominio despótico del marido y la pone en igualdad de derechos y deberes (Mt. 5, 31- 35) e interioriza la responsabilidad moral refiriéndola a pensamientos y deseos (Mt. 5, 27-30).

    - Jesús de Nazaret fue virgen y habla de los que se hicieron "eunucos por el Reino" (Mt. 19, 3-12) como consecuencia de una gracia especial que Dios da a algunos. Pablo también valora mucho el celibato como carisma en las primeras comunidades (1 Cor. 7, 7-26). Esta manera de vivir el amor humano hace presente los bienes escatológicos.

    - El texto paulino de (Ef. 5, 22-23) es fundamental para entender el amor matrimonial; la referencia de gracia y de tarea es el amor de Cristo a la Iglesia. "Casarse en el Señor" es reconocer a Jesucristo muerto y resucitado como único Señor y estar dispuesto a vivir los valores del Evangelio en la comunidad cristiana y en el compromiso con los más pobres. En esto consiste la base sacramental del matrimonio: la referencia a Cristo, al Evangelio, a la Iglesia y al Reino; por eso el ámbito normal de la celebración del sacramento es la Eucaristía como celebración de la entrega de Jesús, del servicio paternal y del mandamiento nuevo.

    - San Pablo habla del cuerpo como "Templo del Espíritu Santo" llamado a resucitar (1 Cor. 6,12- 20) en el último día; a los convertidos se les pide abandonar la fornicación (Hech. 21,25) y vivir un amor monógamo y fiel (1 Cor. 7,2- 5).

    Esta manera de vivir la sexualidad humana, así como otros aspectos de la vida personal y social encarna una serie de valores que anticipan la plenitud escatológica. "El Evangelio presenta la auténtica vida del hombre según el valor absoluto de Dios. Sus líneas básicas no piden obediencia, cumplimiento o temor, sino aceptación de la imagen del hombre que vive según Dios Padre, revelada en la vida y palabras de Jesús. Su mensaje no trata de promover un estilo más allá o al lado de otros posibles, sino que pretende orientar hacia la verdadera vida del hombre. No se trata de un nivel superior o distinto, sino del único en el que el ser humano encuentra la vida" (E HERRÁEZ, "La utopía cristiana, oferta y estímulo en la educación de los valores", Sinite 69 [1982] 66-67).

    La Constitución Gaudium et spes en los números 47- 52 aborda con una visión renovada del tema del matrimonio, la familia y el amor conyugal. El Catecismo de la Iglesia Católica aborda estos temas desde una comprensión personal, global y unitaria de la sexualidad. "La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro" (CEC 2332).

    La reflexión teológica asume las aportaciones de las ciencias humanas (Cfr. G.S. 5) y se sitúa en la radicalidad evangélica y en la dimensión sacramental de la sexualidad humana para desde ahí proponer las normas éticas. "En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir (Rom. 5,14), es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (G.S. 22)

    4. Sexualidad y valores éticos

    El criterio principal para valorar la conducta moral es el de la persona entendida como una unidad en apertura a las relaciones interpersonales para el pleno desarrollo intrapersonal e interpersonal (Cfr. G.S. 5,1). Según sea la persona y su estilo global de vida, así será el modo de entender y vivir la sexualidad; por esto mismo, cada persona requiere una actuación particular, pues los procesos de maduración son personales. Desde el punto de vista cristiano pensamos que la antropología humana es unitaria y se estructura desde los dinamismos del fiarse, del amor y de la esperanza (cfr. J. SASTRE, O.C. 26-28); los comportamientos sexuales no son periféricos, sino que influyen decisivamente en lo más nuclear de la persona. Estas afirmaciones chocan frontalmente con la moral prevalente caracterizada por el materialismo, el hedonismo, la inmediatez y la fragmentariedad de la persona.

    La propuesta cristiana de ética sexual debe estar bien fundamentada, ser muy clara y proponerse como alternativa. El postulado fundamental de la ética sexual cristiana es que las relaciones heterosexuales deben partir del amor y ser expresión del mismo para que la pareja crezca en el amor de entrega y de compromiso solidario. Para amar de esta manera hay que superar el uso de la sexualidad como nuevo placer y posesión de la otra persona que es tratada como objeto. "La castidad tiene como misión proteger el amor y se vive en todas las vocaciones, según el estado de vida. El aprecio de la castidad ayuda a superar la genitalidad y el autoerotismo, a salir del hedonismo como tónica de vida y a estar más disponible para con los demás. Además, la virtud de la castidad gozosamente asumida prepara y facilita el compromiso definitivo en la virginidad o el matrimonio" (J. SASTRE, o.c., 33).

    Los valores implícitos en los comportamientos sexuales éticamente buenos son los que expresan más libertad personal, mayor enriquecimiento de la otra persona, veracidad, fidelidad, respeto a la vida, entrega gozosa y personalización. En estos valores insiste el Catecismo de la Iglesia Católica cuando pide que la sexualidad sea expresión de la madurez integral (2338), manifestación del amor y de la fidelidad de Dios (2346), que está integrada en el conjunto de la vida, en proceso permanente de enriquecimiento para ser integrada en un proyecto vocacional de vida (2360). La ética sexual implica estar atento a los fallos, reconocerlos y poner medios para su superación; las faltas morales suceden cuando en los comportamientos sexuales no se da la relación interpersonal, se utiliza a la otra persona o falta alguno de los fines importantes de la sexualidad.

    Valoración ética de comportamientos concretos:

    - La pornografía "desnaturaliza la finalidad del acto sexual (y) atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella" (CEC 2354). El negocio mueve esta actividad, en la que muchas veces se utiliza a menores; en estos casos la autoridad civil debe intervenir.

    - La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida a placer venéreo que se saca de ella" (CEC 2355). Hoy afecta a niños y adolescentes y su causa suele ser siempre la pobreza y marginación social; no se puede luchar contra ella sin resolver los problemas sociales de fondo.

    - La violación "atenta contra la injusticia y la caridad. La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integración física y moral. Produce un daño grave que puede marear a la víctima para toda la vida" (CEC 2356). Los violadores son en su mayoría hombres, y muchas veces se da en ambiente familiar o de relaciones educativas; los casos deben ser denunciados y las víctimas ayudadas en todos los sentidos.

    - La masturbación. El fenómeno de la masturbación es muy plural en sus manifestaciones y significados; la acción educativa procurará encontrar las causa que llevan a tal comportamiento. Igualmente la valoración moral debe ser muy matizada; "para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral" (CEC 2352).

    "El educador debe ayudarle a interesarse por los demás, para poder liberarse de esta forma de autoerotismo, orientándose hacia el amor oblativo, propio de una afectividad madura, al mismo tiempo le ayudará a recurrir a los medios de vida cristiana como la oración y los sacramentos y a ocuparse de obras de justicia y de caridad" (CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas sobre el amor humano: Pautas de educación sexual, PPC. Colección Documentos y estudios 100, n° 91).

    - La fornicación es la unión casual entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de menores" (CEC 2353). Especial importancia adquiere en nuestros días las llamadas relaciones prematrimoniales; el término prematrimonial es confuso y ambiguo, pues también se emplea para justificar relaciones de pareja que no tienen ninguna intención explícita de llegar al matrimonio a corto o medio plazo. Cuando falta el proyecto de vida manifestado y celebrado sacramentalmente no se pueden considerar legítimas las relaciones sexuales, pues el noviazgo se encamina al matrimonio como "última comunidad de vida y amor" (GS.48). El amor humano implica una entrega total, absoluta y para siempre (Cf. E C. 80), y pide un contexto que asegure y proteja lo que en esta donación implica. Las "uniones a prueba" y los "matrimonios por etapas" no son un camino adecuado; el planteamiento adecuado es el de las etapas para un matrimonio, inaugurando éste la plenitud de vida y comunicación en todos los niveles.

    - Formas de diversión. Los adolescentes y jóvenes en general, y no pocos adultos, practican determinadas formas de diversión y evasión durante el tiempo de ocio, y especialmente los fines de semana, que llevan a la persona a posibles comportamientos irresponsables en todos los campos. Desinhibidos por la bebida, la agitación, la velocidad y el ambiente pueden llegar a comportamientos que en situación normal nunca realizarían. Todas estas "movidas juveniles" programadas como negocios y actualizadas en sus expresiones sobre una manifestación de manipulación de los grupos de adolescentes y jóvenes. "Psicológica y éticamente, los hábitos contraídos por muchos adolescentes y jóvenes deben ser valorados como nocivos para la salud física y espiritual; pedagógicamente, tenemos el reto de saber ofrecer otras alternativas. La primera de ellas será lograr que los jóvenes sean críticos en la sociedad de consumo que les consume, les monta alegremente en un "viaje a ninguna parte" y pasa facturas muy costosas, tras prometer la llegada a paraísos perdidos" (J. SASTRE, o.c., 40).

    5. Orientaciones educativas

    La Iglesia, los evangelizadores y los educadores cristianos tenemos que acercarnos a las personas con las mismas actitudes de Jesús en los Evangelios. Jesús de Nazaret ve el corazón de las personas, acoge y perdona, ofrece la misericordia entrañable del Padre y llama a la conversión. La pastoral del amor y la sexualidad no es fácil, requiere tiempo, planteamientos y profundidad y ayudas pedagógicas a través de la relación personal.

    - Análisis crítico de la realidad. Ayudar a los adolescentes y jóvenes a que tengan una visión adecuada de este tema en lo referente a intereses y presiones sociales. También en el tema de la sexualidad hay explotados y explotadores; conviene ver con claridad la situación para poder actuar con libertad, y no asumir como normales comportamientos que están inducidos por intereses poco claros.

    - Ayudar a asumir lo propio de la antropología humana. Somos personas racionales, libres, solidarias y abiertas a la trascendencia. Lo que el ser humano debe hacer (ética) es inseparable de lo que soy (ontología) y de lo que estoy llamado a ser (vocacional). La realización personal, la felicidad y los proyectos de justicia y solidaridad dependen en gran medida de nuestra manera de entender y de vivir lo humano. Más aún el modo de vivir condiciona gravemente nuestra manera de pensar y de comprender lo humano.

    - El horizonte del Reino. La nueva forma de existencia que inagura Jesús se estructura alrededor de la experiencia de filiación divina y de paternidad; quien vive así encarna los valores del hombre nuevo al descentrarnos de nosotros y referenciarnos a los demás, especialmente a los más pobres. El estilo de vida evangélico afecta a toda la persona y sitúa el matrimonio y el celibato en clave de seguimiento, como vocaciones dentro de la comunidad cristiana y al servicio de la civilización del amor. El amor paternal, incondicional y universal es el paradigma de la sexualidad humana y de su vivencia vocacional.

    - La vocación a la castidad. El significante exacto y profundo de la castidad consiste en la integración de la sexualidad en la persona como unidad corporal-espiritual. "La persona casta mantiene la integridad de las fuerzas de vida y de amor depositadas en ella. Esta integridad asegura la unidad de la persona; se opone a todo comportamiento que le pueda lesionar. No tolera ni la doble vida ni el doble lenguaje (Cf. Mt. 5,37)" (CEC. 23-38).

    Ser casto supone una decisión, un aprendizaje y la puesta en práctica de unos medios durante toda la vida, según las edades evolutivas y el contexto socio-cultural. "La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios" (CEC. 2346). La castidad se expresa y desarrolla en la amistad y se vive según el estado de vida en la castidad conyugal o en la continencia.

    - Conjugar el ideal evangélico y la situación personal. La moral cristiana y el magisterio eclesial presentan el "ideal" evangélico en la vivencia de la sexualidad. Esta meta es la que debe inspirar, dinamizar y alentar el esfuerzo por vivir la sexualidad. Existen situaciones que deben ser escuchadas, acogidas y orientadas de manera personal; la misión salvadora de la Iglesia tiene que asumir la distancia entre la propuesta ideal y la realidad concreta de las personas según su edad, condición, historia y situación. Los documentos del magisterio recomiendan "prudencia y cautela" a la hora de emitir juicios, pues en muchas ocasiones, falta conocimiento y libertad en los comportamientos sexuales. En estos casos el diálogo y acompañamiento personal son la única vía posible para ayudar realmente a los que pasan por situaciones difíciles. La actuación en conciencia requiere información, formación y contraste para que la decisión sea adecuada objetiva y subjetivamente. La formación de la conciencia moral es una de las tareas básicas de la iniciación cristiana y de la educación de la fe.

    - Proyectos de educación sexual. La información formación progresiva según la edad y el nivel educativo es la manera más connatural de educar en la sexualidad como un elemento más de la persona humana. Los niños, adolescentes y jóvenes "han de ser formados, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual" (G.E.M. 1). La formación debe adelantarse a las situaciones que se han de presentar, pues en este campo es preferible prevenir que enmendar comportamientos. Los padres son los primeros responsables de la educación sexual de sus hijos; el estilo de vida familiar, el respeto y el amor entre los miembros de la familia es lo que más educa, pues facilita el aprendizaje de las relaciones y los valores que deben encarnar. La escuela completa, por delegación de los padres y en relación con ellos, la educación en este campo; los proyectos de educación sexual tendrán los siguientes objetivos: conocer e integrar adecuadamente los fenómenos de cada etapa de la evolución, responder a las dudas que presenten los educandos, profundizar en el sentido, significados y fines de la sexualidad, ayudar a superar actitudes y comportamientos inmaduros, presentar los valores éticos que deben darse en las relaciones sexuales (cfr. AA.W., La sexualidad humana, Cristiandad, 1974, Cap. IV: "Hacia una teología de la sexualidad humana"), responsabilizarse ante sí mismo y ante el otro sexo y presentar la familia como el marco de la madurez afectivo-sexual.

    La metodología más apropiada es la que, partiendo de un clima de confianza, trata de responder a las dudas e interrogantes, se trabaja con grupos mixtos, une lo informativo con lo formativo, analiza casos y situaciones concretas, posibilita la atención personal y facilita las herramientas para que los destinatarios de la formación puedan crear actitudes positivas y tener comportamientos éticos.

    - Línea de evolución, línea de maduración. Desde el punto de vista evolutivo el adolescente madura en lo físico-genital, experiencia la sexualidad a través de la masturbación, vive una amistad profunda con personas del mismo sexo, se abre a los primeros enamoramientos con lo que tienen de novedad y de parcialidad, cambia fácilmente de pareja y vive relaciones cosificadoras y llenas de celos, poco a poco comienza el noviazgo con una pareja estable para ir perfilando el proyecto de vida y terminar en el matrimonio. La evolución no es tan connatural y sencilla como parece; suelen producirse fijaciones y retrocesos, pues hay aspectos que no se resuelven adecuadamente a su debido tiempo. Importa que la línea de evolución vaya siendo configurada explícitamente por la línea de maduración; consiste en educar el conocimiento, las actitudes, y el dominio de sí en los comportamientos desde lo que sería el ideal de una sexualidad sana y madura, pero trabajando desde el interior de la situación de la persona. La maduración de la sexualidad únicamente se da con la condición de que sea explícitamente formada, y supone motivaciones de dominio propio, que lleven a superar comportamientos actuales para avanzar hacia etapas más evolucionadas por una mayor integración de elementos.

    - El educador cristiano. Para desempeñar bien su misión, el educador necesita una actitud abierta y positiva ante la sexualidad, e integración personal en la manera de vivir la sexualidad según su estado de vida. El equilibrio psíquico debe ir unido a la madurez de la fe y a la preparación pedagógica, pues el tema de la sexualidad supone una formación integra. El educador cristiano necesita una síntesis personal a partir de las aportaciones interdisciplinares de las ciencias humanas, la problemática del ambiente social y la propuesta de la ética cristiana. En la relación pastoral con adolescentes y jóvenes deberá abordar la forma concreta de los fenómenos propios de la sexualidad en estas edades. El aspecto motivacional es fundamental en la educación de la sexualidad, por todo lo que tiene de dominio y esfuerzo, así como de reconocimiento de los fallos personales; un elemento educativo que requiere especial atención es el de los criterios morales que regulan los comportamientos sexuales. La fundamentación de éstos es clave para la motivación personal; si los adolescentes y jóvenes perciben la convergencia entre los deseos profundos de la persona y la propuesta ética cristiana han descubierto la validez de los criterios morales.

    - El celibato y la virginidad consagrada. Los ministros ordenados "llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (Cf. 1 Co. 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (Cf. PO 16)" (CEC 1579). "La virginidad por el Reino de los cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf. 1 Co 7,31; Mc. 12,25)" (CEC. 1619). El sacramento del matrimonio, y la virginidad vienen del Jesucristo; Él da la gracia para que cada bautizado viva la vocación a la que ha sido llamado; una y otra vocación se relacionan y complementan.

    En el célibe, la forma de vivir el amor humano y la sexualidad no le debe empobrecer sus relaciones y afectos; por el contrario, está llamado a expresar la cercanía universal a los necesitados, y a amar a los más pobres afectiva y efectivamente.

    - Familia comunitaria y comprometida. Con estos dos adjetivos queremos expresar que el matrimonio sacramental sitúa el amor de los esposos en el Señor Jesús, en la comunidad eclesial y en el compromiso con el Reino. La familia nuclear cerrada, liberal y burguesa está en crisis, pues en parte ha perdido el "sentido de ser y del amor" (E. Mounier) y se ha orientado al tener y consumir. Muchas familias necesitan recuperar los valores básicos que posibiliten un clima en el que los niños crezcan sintiéndose amadas y aprendiendo a amar porque lo ven en sus padres. El Sínodo sobre la familia hizo esta propuesta: "Es cometido de la familia formar a los hombres en el amor y practicar el amor en toda relación humana con los demás, de tal modo que ella no se cierre en sí misma, sino que permanezca abierta a la comunidad inspirándose en su sentido de justicia y de solicitud hacia los otros, conscientes de la propia responsabilidad". La última referencia de la familia cristiana es el Reino de Dios y el compromiso con las Bienaventuranzas para que sea posible "la civilización del amor"; la familia trabaja por el Reino desde la comunidad cristiana en la que crece la fe, participa en la Eucaristía y discierne los compromisos más adecuados desde una presencia encarnada. Con las parejas jóvenes que surgen de los procesos de iniciación cristiana y de los grupos juveniles es necesario ir educando un nuevo estilo de pareja y de matrimonio en el que se cultive especialmente el proyecto de vida, la pertenencia a una pequeña comunidad, el compartir fe, vida y misión, la inserción y la opción por los pobres. Y todo esto debe de quedar reflejado en la celebración del sacramento del matrimonio.

    Jesús Sastre