Presbíteros
DPE
 

SUMARIO: 1. Importancia y urgencia. - 2. Pastoral institucionalizada y planificada. - 3. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración como persona. - 4. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración permanente como cristiano. - 5. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración permanente como sacerdote. - 6. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración pastoral permanente del presbítero: a) Finalidad y objetivos de la formación pastoral; b) Contenidos de la formación pastoral; c) En conclusión


La Exhortación pastoral postsinodal Pastores dabo vobis ha hecho caer en la cuenta de la necesidad y urgencia de la pastoral con los presbíteros. Esta acción pastoral consiste en todos aquellos servicios de apoyo, tanto personales como estructurales que contribuyan al crecimiento integral y permanente de los presbíteros en todas las dimensiones de la formación: humana, espiritual, intelectual y pastoral.

1. Importancia y urgencia

Esta tarea de estímulo y de ayuda al crecimiento integral de los que han recibido el sacramento del Orden es presentada por Juan Pablo II como de máxima importancia, pues de su aplicación depende en gran medida el futuro de la Iglesia y de su labor evangelizadora: "La formación de los futuros sacerdotes -nos dice el Papa-tanto diocesanos como religiosos, y la atención asidua, llevada a cabo durante toda la vida, con miras a su santificación personal en el ministerio y mediante la actualización constante de su dedicación pastoral lo considera la Iglesia como una de las tareas de máxima importancia para el futuro de la evangelización de la humanidad" (PDV 2). Esta convicción es compartida por toda la Iglesia: "Las Iglesias -nos sigue diciendo el Santo Padre- han proclamado su fe en el cumplimiento de la promesa de Dios: 'Os daré Pastores según mi corazón' (Jer 3,15), y han renovado su compromiso pastoral por la atención a las vocaciones y por la formación de los sacerdotes, con el convencimiento de que de ello depende el futuro de la Iglesia, su desarrollo y su misión universal de salvación" (PDV 4). De ahí que el Papa haga un llamamiento urgente a esta atención a la formación integral de los presbíteros con estas palabras: "la formación permanente es necesaria en todo tiempo, pero hoy lo es particularmente urgente, no sólo por los rápidos cambios de las condiciones sociales y culturales de los hombres y los pueblos, en los que se desarrolla el ministerio presbiteral, sino también por aquella 'nueva evangelización', que esla tarea esencial e improrrogable de la Iglesia" (PDV 70).

Así pues, la atención a los sacerdotes y a su formación y crecimiento integral y permanente debe ser para toda la Iglesia, comenzando por sus más altos responsables, tarea de máxima importancia. En ello, nos dice el Santo Padre, está en juego el futuro de la Iglesia y de su misión evangelizadora.

2. Pastoral institucionalizada y planificada

En Trento, la Iglesia tomó conciencia de la necesidad del cuidado y atención a los futuros sacerdotes, a la formación "inicial" al sacerdocio. Por ello reguló y estructuró todo el proceso formativo e institucionalizó el Seminario, que "antes que ser un lugar o un espacio material, debe ser un ambiente espiritual, un itinerario de vida, una atmósfera que favorezca y asegure un proceso formativo, de manera que el que ha sido llamado por Dios al sacerdocio pueda llegar a ser, con el sacramento del Orden, una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia" (PDV 42).

Ahora, el Concilio Vaticano II y, sobre todo Pastores dabo vobis, ha hecho tomar conciencia de la necesidad de "mantener vivo (durante toda la vida sacerdotal) un proceso general e integral de continua maduración, mediante la profundización, tanto de los diversos aspectos de la formación -humana, espiritual, intelectual y pastoral- como de su específica orientación vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y en relación con ella" (PDV 71). Por ello, propone institucionalizar los servicios de ayuda, tanto personales como estructurales, para que de modo sistemático se estimule y favorezca este crecimiento, formación y maduración integral y permanente de los presbíteros.

De ahí que sea necesario "programar y llevar acabo un plan de formación permanente (en todas las dimensiones)" (PDV 78). Para ello, "fundamental es la responsabilidad del Obispo y, con él, la del presbítero. La del Obispo se basa en el hecho de que los presbíteros reciben su sacerdocio a través de él, y comparten con él la solicitud pastoral por el Pueblo de Dios. El Obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el Pueblo de Dios los quiere y tiene el "derecho" de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente (humana, espiritual, intelectual y pastoral) no como un mero episodio sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79). Para la puesta en práctica de este plan Pastores dabo vobis además de insistir en su necesidad, nos indica los fines, los distintos aspectos y dimensiones, los responsables, los momentos, las formas y los medios adecuados, que iremos presentando a lo largo de este artículo.

Se trata de un único proceso formativo, comenzado en el Seminario -formación inicial al sacerdocio- y continuado a lo largo de toda la vida, en un proceso de formación integral y permanente. Por una parte, estamos hablando de un proceso de crecimiento integral, es decir, en todas las dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral. Se trata también, por otra parte, de un crecimiento, formación y maduración permanente ya que el sacerdote, en el ejercicio diario de su ministerio, se va haciendo cada vez más plenamente como persona, como cristiano y como sacerdote.

De esta forma, la pastoral de los presbíteros consiste en todos aquellos servicios de ayuda, tanto personales como estructurales, que promuevan, faciliten y contribuyan a su crecimiento y maduración integral en todos estos aspectos y en las cuatro dimensiones antes señaladas. Y todo ello llevado a cabo de manera armónica y transversal, ya que el sacerdote es una única persona, que en la unidad de vida y acción, garantizada por la caridad pastoral, debe crecer integralmente. Estamos hablando, por tanto, de la atención a un único proceso de realización personal y existencial con diferentes aspectos y dimensiones: como persona, como cristiano y como sacerdote.

3. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración permanente como persona

El amor, vivido en el quehacer diario, es el que va dando forma, el que va configurando a toda persona humana hacia su plenitud existencial.

De esta manera, el ejercicio del ministerio, realizado con amor, por la vida de la Iglesia y del mundo, es decir, vivido en la caridad pastoral, ha de conducir al sacerdote hacia su plenitud existencial, su realización plena como hombre. Crecimiento y maduración que, como toda persona, se debe de ir realizando día a día, en un "continuum". Desde que nace hasta que muere la persona se va haciendo, se va "formando" cada vez más plenamente; va "siendo" y "llegando a ser" más plenamente lo que estaba llamada a ser. Para el sacerdote, su "hacer" diario, es decir, el ejercicio del ministerio, vivido con amor, ha de ser el medio privilegiado para vivir su proceso de realización personal, que constituye el camino gozoso hacia su plenitud existencial.

El servicio de atención a los sacerdotes hacia esta realización personal, que se especificará más detenidamente cuando presentemos el crecimiento en cada una de las dimensiones, ha de consistir en estimularles y en ayudarles a vivir su ministerio con el talante y con las condiciones adecuadas de forma que facilite este proceso de maduración personal.

Pero no se trata solamente de que el ejercicio del ministerio conduzca y favorezca este crecimiento personal sino que también, por otra parte, se estimule y ayude al sacerdote a crecer como persona para servir mejor como pastor. Es decir, también el sacerdote ha de encontrar apoyo para crecer en todas aquellas actitudes y cualidades humanas dignas de aquel que representa a Jesucristo, aquel que es ante el pueblo signo visible, imagen viva y transparente de Jesús, el hombre pleno, modelo de humanidad. Por eso, "en él se esperan ver virtudes como la fidelidad, la coherencia, la sabiduría, la acogida de todos, la afabilidad, la firmeza doctrinal en las cosas esenciales, la libertad sobre los puntos de vista subjetivos, el desprendimiento personal, la paciencia, el gusto por el esfuerzo diario, la confianza en la acción escondida de la gracia que se manifiesta en los sencillos y en los pobres (cf. Tit 1, 7-8)" (PDV 26).

Por otra parte, el sacerdote ha de ser ayudado a vivir en la dinámica de encontrar siempre en Dios el último fundamento de su existencia ya que él como "todo hombre, creado por Dios y redimido con la sangre de Cristo, está llamado a ser regenerado "por el agua y el Espíritu" (cf. Jn 3, 5) y a ser "hijo en el Hijo" (PDV 45). Él, como todo hombre, tiene que vivenciar como propia esta vocación religiosa humana, constitutiva de su ser como persona, pues "en este designio eficaz de Dios está el fundamento de la dimensión constitutivamente religiosa del ser humano, intuida y reconocida también por la simple razón: el hombre está abierto a lo transcendente, a lo absoluto; posee un corazón que está inquieto hasta que no descanse en el Señor" (PDV 45).

4. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración permanente como cristiano

Es cierto que el sacramento del Orden, como sacramento propio y específico del sacerdote, constituye una vocación "específica" a la santidad, como veremos a continuación. Pero el Concilio y PDV nos recuerdan también, y ante todo, la "común" vocación a la santidad. "Esta santidad se fundamenta en el Bautismo, que caracteriza al presbítero como un "fiel" (Christifideles), como un "hermano entre hermanos", inserto y unido al Pueblo de Dios, con el gozo de compartir los dones de la salvación (cf. Ef 4, 4-6) y en el esfuerzo común de caminar "según el Espíritu", siguiendo al único Maestro y Señor. Recordemos la célebre frase de San Agustín: "Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel es un nombre de oficio recibido, éste es un nombre de gracia; aquél es un nombre de peligro, éste de salvación" (PDV 20). Así pues para el sacerdote, como fiel cristiano, también son válidas las palabras del Papa cuando invita a todos a vivir "la formación cristiana como "un continuo proceso personal de maduración en la fe y de configuración con Cristo, según la voluntad del Padre, con la guía del Espíritu Santo" (ChFL 57). El Papa habla de un proceso que se va desarrollando en el tiempo, en un crecimiento continuo de transformación en Cristo. De nuevo nos lo recuerda cuando nos dice que "la formación espiritual ha de ocupar un puesto privilegiado en la vida de cada uno, llamado como está a crecer ininterrumpidamente en la intimidad con Jesús, en la conformidad con la voluntad del Padre, en la entrega a los hermanos en la caridad y en la justicia" (ChFL 60).

En este sentido el sacerdote necesita ser ayudado a desarrollar este crecimiento como cristiano, como oyente de la Palabra, como fiel discípulo de Cristo, como hombre de intimidad con el Señor, como hombre de Dios, como hombre de la caridad, etc. Crecimiento exigido mucho más todavía en virtud de su ordenación sacerdotal.

5. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración permanente como sacerdote

Hemos señalado anteriormente que el sacerdote tiene una espiritualidad "específica", en virtud del sacramento del Orden. "Con la misma claridad el texto conciliar habla de una vocación "específica" a la santidad, y más precisamente de una vocación que se basa en el sacramento del Orden, como sacramento propio y específico del sacerdote, en virtud pues de una nueva consagración a Dios mediante la ordenación. A esta vocación específica alude también San Agustín, el cual, a la afirmación "Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano", añade esta otra: "Siendo, pues, para mí causa del mayor gozo el haber sido rescatado con vosotros, que el haber sido puesto a la cabeza —siguiendo el mandato del Señor— me dedicaré con el mayor empeño a serviros, para no ser ingrato a quien me ha rescatado con aquel precio que me ha hecho ser vuestro consiervo".

El texto del Concilio va más allá señalando algunos elementos necesarios para definir el contenido de la "especificidad" de la vida espiritual de los presbíteros. Son éstos elementos que se refieren a la "consagración" propia de los presbíteros, que los configura con Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia; los configura con la "misión" o ministerio típico de los mismos presbíteros, la cual los capacita y compromete para ser "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote eterno" y para actuar "personificando a Cristo mismo"; los configura en su "vida" entera, llamada a manifestar y testimoniar de manera original el "radicalismo evangélico" (PDV 20). Se trata pues de una configuración con Jesucristo, "Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia" (PDV 23) y "el principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo" (PDV 23).

Esta cada vez más estrecha y nítida configuración con Cristo constituye un camino a seguir, una meta a alcanzar que se va realizando en el ejercicio del ministerio: "todos reciben el Espíritu como don y llamada a la santificación en el cumplimiento de la misión y a través de ella. Existe por tanto una relación íntima entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su ministerio, descrita así por el Concilio: "al ejercer el ministerio del Espíritu y de la justicia (cf. 2Cor 3, 8-9), (los presbíteros) si son dóciles al Espíritu de Cristo, que los vivifica y guía, se afirman en la vida del espíritu. Ya que por las mismas acciones sagradas de cada día, como por todo su ministerio, que ejercen unidos con el Obispo y los presbíteros, ellos mismos se ordenan a la perfección de vida. Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio" (PDV 24). Al mismo tiempo "la relación entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a partir de la caridad pastoral otorgada por el sacramento del Orden. El ministerio del sacerdote, precisamente porque es una participación del ministerio salvífico de Jesucristo Cabeza y Pastor, expresa y revive su caridad pastoral, que es a la vez fuente y espíritu de su servicio y del don de sí mismo" (PDV 24).

Así pues, el ejercicio del ministerio, vivido con la misma caridad pastoral de Jesucristo, va madurando al sacerdote, va formando en él la imagen cada vez más viva de Cristo, y hace que se vaya configurando, en un proceso siempre vivo y dinámico, con Cristo, Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia.

Este dinamismo de la vida sacerdotal ya quedó expresado el día de la ordenación. El Obispo preguntaba si se estaba dispuesto a recorrer este camino de configuración con Cristo de esta manera: "¿Queréis uniros cada día más a Cristo?". Y, después de que el elegido manifestara su asentimiento, el Obispo le indicaba que sería Dios el protagonista de este proceso de configuración con Cristo vivido día a día con estas palabras: "Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término". Esa obra buena comenzó el día de su creación, siguió el día de su elección bautismal, continuó con su elección sacerdotal -vocación al sacerdocio-y se actualiza permanentemente en la vocación constante -vocación en el ministerio- que Dios va haciendo a lo largo de toda su vida para que se plenifique totalmente como hombre y como sacerdote hasta llegar a la meta eterna. Y el itinerario a recorrer para llegar a ella es Cristo crucificado. De ahí que al recibir la patena con el pan y el cáliz con el vino el Obispo le indique el camino y el proceso a seguir: "Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor" (Ritual de Ordenes). Con estas palabras el Obispo expresa la dinámica existencial que arranca del sacramento del Orden.

Así pues, por una parte, en la ordenación termina un proceso formativo integral e inicial que preparaba al sacerdocio. Ahora, con la ordenación, comienza un proceso de maduración y crecimiento integral y permanente donde el sacerdote se va configurando cada día más con Cristo Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia y de la humanidad, siendo por tanto, cada día más fiel reflejo, más sacramento, más transparencia viva de su presencia y acción entre nosotros.

Y es el mismo ejercicio del ministerio, si se hace bajo la guía del Espíritu, el que sitúa en esta dinámica de crecimiento y de maduración interior y pastoral. En este sentido, se podría decir que el presbítero va "presbiterándose" en el día a día de su ministerio, pues va configurándose a Cristo, va haciéndose cada vez más realidad en él las palabras del Apóstol "ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20).

La ayuda personal y estructural a los sacerdotes ha de ir encaminada, por tanto, a favorecer este proceso permanente de maduración y crecimiento integral -como personas, como cristianos y como sacerdotes-, y todo ello entendido como aspectos de un único proceso de realización personal. De esta forma, la finalidad de este servicio a los sacerdotes a su formación integral y permanente "debe ser el mantener vivo un proceso general e integral de continua maduración, mediante la profundización, tanto de los diversos aspectos de la formación —humana, espiritual, intelectual y pastoral—, como de su específica orientación vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y en relación con ella" (PDV 71).

6. Estímulo y ayuda al crecimiento y maduración pastoral permanente del presbítero

"Os daré pastores según mi corazón" (Jer 3,15) promete Dios a su pueblo. Los sacerdotes, como colaboradores de los obispos, han recibido la misma misión de Jesús, "el gran Pastor de las ovejas" (Heb 13,20). A ellos les encomienda el Señor hoy la misión de animar la nueva evangelización de esta humanidad. Así, son empujados por el Espíritu para que mediante la caridad pastoral evangelicen a esta sociedad de forma actual, creíble y eficaz.

La formación permanente en esta dimensión pastoral mantendrá al sacerdote en esta "tensión misionera", en permanente escucha del Espíritu que guía a su Iglesia en la extensión del Reino de Dios.

a) Finalidad y objetivos de la formación pastoral

La Formación pastoral ha de proponerse, a través de las distintas modalidades que se puedan ofrecer, los siguientes objetivos: 1) Ayudar a que el presbítero vaya configurándose progresivamente como imagen transparente y viva de Jesús Buen Pastor. Para ello ha de ir creciendo y asimilando en el ejercicio de la caridad pastoral aquellas actitudes de Jesús, Pastor de su Iglesia y de la humanidad. De esta forma el presbítero irá creciendo en la sensibilidad del pastor, que lo capacite para asumir responsabilidades, sopesar problemas, establecer prioridades, elegir medios adecuados de solución desde la fe y según las exigencias de la pastoral (cf. PDV, 58). Sensibilidad pastoral que lo empuje a un mejor conocimiento de la situación de los hombres a quienes es enviado, al discernimiento del Espíritu en las circunstancias históricas, a la búsqueda de métodos y formas más adecuados para ejercer hoy el ministerio (PDV, 72); 2) Ayudar a buscar y vivir una pastoral actual, creíble y eficaz. Se trata de que el sacerdote, a través de la formación permanente pastoral, vaya conectando con aquellos signos evangelizadores de Jesucristo y los Apóstoles, que garantizan y certifican a los enviados por Dios en medio de su pueblo para apacentar el rebaño. De esta forma su misión será siempre actual, creíble y eficaz; 3) Aprender a crecer como pastores en un nuevo estilo ministerial de evangelización que ayude a la instauración y extensión del Reino de Dios.Ante el desafío de una "nueva evangelización", se impone un tipo de formación que entrañe la radicalidad evangélica, descubran a Cristo como el Señor de esta Historia, busquen los modos de hacer evidente y atractiva la Buena Noticia para este mundo de hoy y faciliten el encuentro con la justicia y la pobreza.

Por ello, la Formación pastoral pondrá en común las experiencias pastorales y evangelizadoras que se estén realizando y será foro para intercambio de proyectos y de acciones y acogerá los logros y los intentos de una Iglesia en la frontera de la misión; será ocasión de descubrir los recursos que cada edad y cada experiencia tienen para poder vivir un nuevo proyecto ministerial actualizado, así como de aquilatar más los proyectos y las acciones que se lleven a cabo comunitariamente (diócesis, arciprestazgo, sector...) y facilitará avanzar en mini-especializaciones en la dedicación pastoral, cada vez más necesarias.

Otros fines de la formación pastoral pueden ser los siguientes: 1) Profundizar en el análisis de los problemas y de las posibilidades evangelizadoras que el actual contexto socio-cultural plantea a la fe cristiana eclesial, para deducir con efectividad conclusiones y programaciones de pastoral evangelizadora. Aprender a objetivar las situaciones según sus verdaderas causas sociales, culturales y personales, y a saber leerlas a la luz de la fe y de la esperanza que nos testimonia la Historia de la Salvación; 2) Promover la búsqueda de nuevos modos de acogida, aproximación personal, diálogo pastoral y métodos de "nueva apologética", como medios de evangelización; 3) Adiestrar para poder presidir comunidades maduras yen la guía pedagógica de los grupos cristianos hacia esa madurez, mediante nuestro servicio a la Palabra, a los Sacramentos y a la comunión de las personas y grupos; 4) Educar para compartir corresponsablemente la misión con presbíteros, religiosos/as y seglares en la pastoral de conjunto y para acompañar individual y asociadamente al laicado en sus compromisos seculares; 5) Avanzar en la catequesis misionera y en la pedagogía evangelizadora de la religiosidad popular; 6) Progresar en el acercamiento de grupos y comunidades eclesiales hacia el compromiso con los pobres, hacia los países del Tercer Mundo y hacia iniciativas de reconciliación social; 7) Apoyar y animar nuevos compromisos misioneros entre los sacerdotes.

De todo lo expuesto hasta aquí se deduce que la formación pastoral no puede reducirse a un simple aprendizaje, dirigido a familiarizarse con una técnica pastoral, sino que es fundamentalmente un modo de ser y de estar entre los hombres y con los hombres, que le lleva a actualizar los sentimientos y actitudes de Cristo buen Pastor: "tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Flp 2, 5). La formación pastoral ha de ayudar a que el sacerdote, fundado siempre en claras motivaciones de fe y de exigencia evangelizadora, salga al encuentro de los hermanos para llevar a cabo la misma misión de Cristo. La formación pastoral se desarrolla, pues, mediante la reflexión madura y la aplicación práctica de criterios y decisiones tomadas a la luz de la caridad pastoral.

b) Contenidos de la formación pastoral

Por todo ello, además del asesoramiento personal y el acompañamiento pastoral por parte del Obispo y de los colaboradores designados al afecto, se requiere una profundización en aspectos básicos de formación pastoral, entre los que hay que destacar los siguientes: 1) Fundamentos bíblicos y magisteriales de la pastoral; 2) Análisis evangélico de la sociedad actual; 3) El discernimiento evangélico y la planificación pastoral; la programación pastoral; concepto de evangelización misionera y sus contenidos fundamentales; 4) La estructura sacramental de la Iglesia y su hacer evangelizador; 5) La diaconía evangelizadora en un mundo injusto y desigual: el servicio a los pobres; 6) La doctrina social de la Iglesia; 7) La ministerialidad eclesial y el ministerio ordenado; 8) La pastoral catequética; 9) La iniciación cristiana; 10) La pastoral sacramental y litúrgica; 10) Cómo establecer y acompañar pastoralmente a comunidades cristianas maduras; 11) Promoción, formación y acompañamiento de los laicos; 12) La presidencia de los arciprestazgos; 13) El acompañamiento a los agentes de pastoral de los diversos sectores; 14) El uso pastoral de los Medios de comunicación social, etc.

c) En conclusión

Al comienzo de este artículo recordaba que la atención y ayuda al crecimiento y maduración integral de los presbíteros era calificada por el Santo Padre como tarea de máxima importancia para el futuro de la Iglesia y de la evangelización. Después de este recorrido, que ha querido poner de manifiesto las dimensiones, formas y responsables de esta urgente pastoral de los presbíteros, sólo me queda volver a dejar la palabra al Santo Padre que exhorta a todos para que ninguna circunstancia ni dificultad impida esta ayuda al crecimiento, formación y maduración integral y permanente de los presbíteros.

Así pues, nos dice: "Las condiciones en las que, con frecuencia y en muchos lugares, se desarrolla actualmente el ministerio de los presbíteros no hacen fácil un compromiso serio de formación: el multiplicarse de tareas y servicios; la complejidad de la vida humana en general y de las comunidades cristianas en particular; el activismo y el ajetreo típico de tantos sectores de nuestra sociedad, privan con frecuencia a los sacerdotes del tiempo y energías indispensables para "velar por sí mismos" (cf. 1Tim 4,16).

Esto ha de hacer crecer en todos la responsabilidad para que se superen las dificultades, e incluso que éstas sean un reto para programar y llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de modo adecuado a la grandeza del don de Dios y a la gravedad de las expectativas y exigencias de nuestro tiempo" (PDV 78).

Por eso insiste el Papa: "Es responsabilidad de cada sacerdote, de su obispo y de la propia comunidad eclesial a la que sirve, procurar los medios necesarios para poder dedicar parte del tiempo a la formación en los diversos campos durante toda la vida, sin que este importante deber se vea impedido por las diversas y numerosas actividades que la vida pastoral conlleva ni por los compromisos que configuran la misión sacerdotal" (Juan Pablo II a los Obispos españoles en su Visita "ad limina", 29-9-97 (Ecclesia, 2.862, 1997, 2).

BIBL. — Sacerdotes, día a día, Madrid 1995. La Formación Humana de los sacerdotes según "Pastores daba vobis", Madrid 1994. La Formación espiritual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", Madrid, 1995. La Formación Espiritual de los sacerdotes según "Pastores daba vobis", Madrid 1996. La Formación Intelectual de los sacerdotes según "Pastores dabo vobis", Madrid 1996. Plan de Formación permanente integral. Proyecto de las Delegaciones para el clero de Andalucía. 2000. Fco. JAVIER DIAZ LoRITE, San luan de Ávila y "Pastores dabo vobis". Actas del Congreso Internacional "El Maestro Ávila", Madrid 2001.

Fco. Javier Díaz Lorite