Opción por los pobres
DPE
 

SUMARIO: Introducción. - 1. El Dios liberador. - 2. La enseñanza y la práctica de Jesús. - 3. La tradición de la Iglesia. - 4. Nueva irrupción de la opción por los pobres. - 5. La aportación de la Iglesia Latinoamericana. - 6. Retos actuales: a) el reto evangélico; b) la complejidad del mundo del pobre; c) pobreza y desarrollo; d) el protagonismo del pobre.


Introducción

Ciertamente nunca como ahora se habla en la Iglesia de "opción por los pobres", no hay un programa pastoral, diocesano, arciprestal o parroquial donde no aparezcan capítulos o apartados para señalar, con más o menos claridad, las acciones que se van a desarrollar dentro de la "opción por los pobres", tan reclamada hoy por la mayoría.

Esto que puede tener varias lecturas, lo damos simplemente como un hecho real, en una pequeña advertencia introductoria a nuestro artículo donde pretendemos recoger lo central de su panorámica y sus retos actuales. Ahora bien la "opción por los pobres", sin embargo, no es sólo ni principalmente, consecuencia del actual momento de la reflexión teológica o la actividad pastoral más o menos planificada; la "opción por los pobres", mucho más que todo eso, es una opción radicalmente cristiana, de su misma esencia, de su misma entraña. Es una opción bíblica, evangélica. Nace del comportamiento histórico del Dios liberador y se manifiesta también expresa y centralmente en la práctica de Jesús.

La Iglesia así lo entendió desde sus primeros años, y es inmensa tanto la riqueza de textos desde los Santos Padres como la misma práctica en la orientación de su práctica concreta. Otra cosa será, sin embargo, que en todos los momentos históricos, no se haya discernido o no se haya practicado con la claridad y fuerza que demandaba, no sólo la situación de los pobres, sino que también la palabra, siempre actual del Evangelio, exigía.

Hoy el pobre reclama (y la misma Iglesia lo necesita), un lugar prioriatario, ser no sólo destinatario, a veces pasivo, de la acción de los cristianos, sino, mucho más, un sujeto más activo y central, forjador de su propio destino en el mundo y en la Iglesia. La Iglesia, en un buen sector así lo está entendiendo, que debe pasar de ser una Iglesia para los pobres a una Iglesia de los pobres, (según la definición que Juan XXIII hizo suya), donde los pobres se sientan no sólo evangelizados, sino agentes y protagonistas de la evangelización.

En toda esta perspectiva hay que agradecer el actual momento de construcción teológica y de práctica concreta, momento ciertamente iluminador en la Iglesia, sin dejar de reconocer las polémicas y disquisiciones que ha habido en torno al concepto de pobre y su opción. La "opción por el pobre", pasa a ser "opción preferencial por el pobre", para ser denominada después "opción preferencial por el pobre ni exclusiva ni excluyente", son matices que marcan, bajo complementarias perspectivas, los ángulos de una realidad.

Desde ahora que quede constancia del reconocimiento a la reflexión y la praxis de la Iglesia latino americana, que, ubicada en un continente donde las grandes mayorías son a la vez, católicas y oprimidas, ha renovado la teoría y la praxis de esta opción. La reflexión desde la situación de pobreza, y la respuesta teológica y pastoral de teólogos, agentes pastorales y episcopados ha ayudado a un avance tan notable de la "opción por el pobre" en el quehacer pastoral de la Iglesia en el mundo.

1. El Dios liberador

La Historia de Salvación está centrada en la acción misericordiosa de Dios que vela por su pueblo y que tiene especial predilección por el oprimido, y esa predilección hace que actúe permanentemente a favor de él.

Uno de los momentos más esclarecedores de esta Historia está narrada en el Exodo, con la liberación del pueblo de Israel: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias" (Ex. 3,7). La salida liberadora de Egipto, es el acontecimiento clave, fundacional, del pueblo de Israel. Israel comprende que su Dios, es un Dios de misericordia que le ha librado de la opresión. Desde entonces unirá Dios la Salvación a la Liberación. Dios será el Salvador, el Liberador.

Siguiendo los textos bíblicos del A.T., nos encontramos que Israel va conociendo a su Dios. El Dios de Israel es el que sitúa la justicia y el derecho, es decir, la defensa de la vida de los pobres y desvalidos, en el centro de su plan de salvación. Se le denomina el Goíel, el defensor-liberador, el que va a abogar por los que no tienen quien les defienda. De él se dirá: "Padre de los huérfanos y defensor de las viudas... El Dios que procura un hogar a los desvalidos y libera a los cautivos con fortaleza" (Sal 68. 6-7).

Pero la tradición bíblica nos lleva más allá: hablando ya de la realidad del pobre, en la tradición bíblica se relaciona la pobreza con la injusticia y con la violencia. Los poderosos abusan y oprimen a los indefensos. La pobreza es causada por la violencia y el despojo, por ello los llamados "profetas sociales" vinculan el conocimiento de Dios y los actos de culto a la práctica de la justicia: "haced que el derecho fluya como agua y la justicia como río inagotable" (Am 5, 24), "porque quiero amor, no sacrificios, conocimiento de Dios y no holocaustos" (Os. 6,6), y la razón de esto es bien clara: el verdadero culto al Dios vivo es todo aquello que beneficia a los oprimidos.

Más en directo otros profetas, se dirigen a los causantes de tanto mal. El capítulo segundo de Habacuc está lleno de estas imprecaciones: "Ay de quien acumula bienes a costa de otro" (2,6) "Ay de quien llena su casa de ganancias injustas" (2,9), "Ay de quien construye una ciudad con sangre" (2,12). Y de la misma forma Miqueas dice a los opresores que el juicio de Dios está sobre ellos: "Ay de aquellos que planean la maldad. Que traman el mal en sus lechos, y en cuanto es de día lo ejecutan porque tienen poder para ello. Codician campos y los roban, casas, y se apoderan de ellas, oprimen al cabeza de familia y a todos los suyos..." (Mq. 2, 1 ss.).

Pero la voz de Yavé resuena con toda su fuerza profética en Isaías, el profeta por excelencia del pueblo de Israel.

Voz de denuncia contra los opresores: "Ay de los que dictan leyes inicuas, de los que publican decretos vejatorios, que no hacen justicia a los indefensos, y despojan de sus derechos a los pobres de mi pueblo, que hacen de las viudas su presa y de los huérfanos su botín" (Is. 10, 1-2).

Voz que esclarece cuál es la verdadera religión y por qué Dios no escucha a los que dicen que le buscan. Yavé impulsará a Isaías para grite con claridad la denuncia: "Grita a pleno pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus rebeldías... el ayuno (culto) que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo..." (Is. 58, 1-ss).

Y, finalmente, destaca y es esclarecedora, una voz referida a la era mesiánica. Es en este texto mesiánico (61, 1-3) donde se pone a los pobres como destinatarios de la buena nueva, "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Nueva a los pobres...", pasaje que Jesús tomará en la Sinagoga de Nazareth reclamando en su persona el cumplimiento de esta profecía.

Israel, aun en medio de sus infidelidades, tuvo siempre conciencia de la voluntad de su Dios. La legislación y la práctica del pueblo de Israel alrededor de los huérfanos, viudas y extranjeros son una muestra de la verdad de lo dicho.

Dentro de este marco, el año 2000, año jubilar, nos ha recordado los códigos legales que rigieron los años sabáticos y jubilares en el Antiguo Israel. Están llenos del significado de lo que para Israel era claramente la voluntad misericordiosa de Dios: la protección para los más desposeídos y la corrección de las injusticias, de las violencias y aun incluso de los acaparamientos que enriquecían a unos y empobrecían a otros. El Exodo, en sus capítulos 20 al 23, el Deuteronomio capítulos 15, 16, 24 y 25 y el Levítico 19, 1-18, 25 completo y el 26. 1-13, contienen las leyes centrales alrededor de la devolución de la tierra, el perdón de las deudas y la liberación de los esclavos, temas centrales jubilares.

2. La enseñanza y la práctica de Jesús

Jesús nos presenta la opción por los pobres y oprimidos como una consecuencia natural de la instauración del Reino. Son sus destinatarios y liberarlos de sus males será la principal finalidad.

Jesús introduce, el Reino de Dios, con su misma persona, con su enseñanza y con su práctica; es decir, lo hace presente, con cada una de sus acciones y al mismo tiempo con la totalidad de su vida. De esta forma el Reino de Dios que es liberación para los pobres y oprimidos se manifiesta en su dimensión histórica.

Al comienzo de su vida pública el texto de la Sinagoga de Nazareth nos muestra a un mismo tiempo la radicalidad del Reino y sus principales destinatarios: los pobres, los oprimidos: "Llegó a Nazareth donde se había criado. Según su costumbre entró en la sinagoga un sábado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y al desenroliarlo, encontró el pasaje donde está escrito: El Espíritu de Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor" (Lc. 4, 16-19).

Se trata sin duda de un texto jubilar, del anuncio del año de gracia del Señor, más todavía, de la instauración de la nueva era, la era del Reino de Dios. En ella se habla de buena noticia, que es liberación, luz, libertad. El comienzo de la era del Mesías, donde los pobres serán los primeros destinatarios del mensaje de Salvación. Sucede en el comienzo de su vida pública, durante toda ella Jesús lo desarrollará a través de la Palabra y a través de sus obras.

Jesús hablaba del Reino a través de parábolas, escogemos algunas: En la del Buen Samaritano nos dirá con claridad no sólo quién es el prójimo, sino qué debemos hacer por él. El prójimo es el desvalido, el despojado, el maltratado, al cual ni siquiera conocemos, que aparece en nuestro camino y que no podemos dejar de asistirle, no podemos pasar de lado, ni siquiera compadeciéndolo, tenemos que actuar, aunque eso nos lleve a variar nuestros planes (Lc.10, 25-37). En la de la Oveja Perdida, donde nos habla de un Buen Pastor que aún teniendo ya 99 ovejas en su redil, va a buscar a la que se le ha perdido. Y lo hace no por egoísmo, sino por amor, por el bien de oveja que se perdió, para rescatarla y devolverla al rebaño (la salvación), por eso, cuando la halla, es tan feliz el dueño del rebaño que la carga sobre sus hombros, olvidándose de la fatiga.

Esta figura del Buen Pastor con la oveja sobre sus hombros es una de las más antiguas representaciones de Jesús en la Iglesia Primitiva y motivo de importantes Iconos en la Iglesia Oriental. En ella está expresada con radicalidad la opción por el pobre, por el excluido, por el desamparado, opción impulsada exclusivamente por amor, que llega hasta sacarla de su situación.

En la parábola del pobre Lázaro (Lc. 16, 19-31) Jesús pone al descubierto la deshumanizada conducta del rico que no se compadece del pobre que tiene a su mesa, y le contrapone con la acción de los perros, que llegan hasta lamerle sus propias llagas. Los perros tienen un mejor "comportamiento" que la persona rica que, satisfecho disfrutando de sus bienes, se desentiende de los problemas angustiosos del pobre.

Las palabras de Jesús toman un tinte más fuerte, de aviso y denuncia, cuando ve con tristeza a las masas desposeídas y engañadas. Jesús dirigiéndose a sus discípulos, algunos de los cuales están discutiendo sobre los primeros puestos, se molesta por su conducta, denuncia a los poderosos, y les advierte que ellos, sus discípulos, no deben ser así: "sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero sea vuestro esclavo" (Mt. 20, 25-27).

Esta denuncia se torna más trágica en el cap. 23 del mismo Mateo, cuando denunciando la conducta e hipocresía de los fariseos y maestros de la ley, en un largo texto les dice con toda claridad: "Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas, que cerráis a los demás... que recorréis cielo y tierra... que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe..." (23, 13-33).

Los milagros que Jesús realiza, son otra forma de la presencia del Reino, y tienen, en su gran mayoría, unos principales destinatarios: los leprosos, los ciegos, los paralíticos, que no sólo sufrían sus enfermedades sino que, además, eran excluidos de la sociedad, y tenidos por pecadores (Jn. 9, 1 ss.) o por impuros (Mc 1, 40-45). Jesús se rebela contra este orden (desorden) y no sólo les cura de sus males, sino que les integra de nuevo a la sociedad. Los enfermos son curados de sus males y los excluidos son reintegrados a la sociedad (Lc. 17, 11-18). El Reino de Dios se hace presente.

Pero Jesús va todavía más allá. Llega, en la plenitud histórica de su mensaje del Reino, a identificarse con los pobres. Si ya en el Sermón de la Montaña había proclamado con fuerza la instauración de un nuevo orden, donde los que lloran, los pobres, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, serán los primeros en todo; es en el texto de Mateo referido al final de los tiempos, donde Jesús reclama la plenitud de la opción por los pobres, al identificarse con ellos.

En los pobres le encontramos a él, lo que hagamos con ellos lo estamos haciendo con El: "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me alojasteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y fuisteis a verme. Entonces le responderán los justos: Señor, cuándo te vimos... Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt. 25, 31 ss.).

Es el texto definitivo. Los pobres, los ciegos, los forasteros, los que están desnudos, los hambrientos, los encarcelados, los enfermos no sólo se constituyen por su situación en destinatarios privilegiados del Reino, sino que Jesús se encuentra presente en ellos. Es una de las presencias permanentes más reales de Jesús: su presencia en los pobres.

3. La tradición de la Iglesia

Al comienzo de los Hechos de los Apóstoles en un texto referido sobre la forma de vida de las primeras comunidades, nos presenta no sólo el ideal de vida, sino algo que en realidad se daba: cuando se convierten, los ricos comparten sus bienes y los ponen a disposición de los apóstoles que los reparten según las necesidades de cada uno: "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos según las necesidades de cada uno" (Hch 2, 44-45), repetido casi al pie de la letra en 4, 32-35, que incluso añade para confirmarlo, el dato de una persona, José, un levita natural de Chipre que vendió un campo y trajo el dinero y lo puso a disposición de los Apóstoles.

Santiago en su Epístola (cap. 2) reprende duramente a los que hacen discriminación a favor de los ricos y les recuerda que "Dios eligió a los pobres según el mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman" y advierte con firmeza que la fe debe expresarse en obras: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?..." (St. 2, 14-17).

Fiel a este espíritu evangélico y apostólico, la tradición de la Iglesia desde los tiempos de los Santos Padres, es rica en la denuncia de la contraposición riqueza-pobreza, riqueza-justicia y eso tanto en sus textos como en la práctica.

Refiriéndonos a los textos, un tema antiguo en los Santos Padres es la insistencia del carácter inicuo de la riqueza cuando, acaparada por unos pocos, se convierte en instrumento para un enriquecimiento injusto. No sólo la riqueza conduce a gastos superfluos e insultantes, sino que, si fuera compartida, no habría pobres. Los Padres insisten con fuerza tanto en la injusticia de muchas riquezas como en la dignidad de los pobres. La tradición patrística recoge así el espíritu del N.T. donde riqueza y amor al prójimo aparecen como incompatibles en la práctica:

"Tú posees muchas riquezas, ¿de dónde te vienen? De que has preferido gozar tú sólo de ellas antes que socorrer con ellas a muchos" (San Basilio). "No vayas a pensar que por el hecho de que los ricos no paguen aquí sus injusticias, están libres de pecado. Si fuera posible castigar con justicia a los ricos, las cárceles estarían llenas de ellos" (San Juan Crisóstomo). "Siempre que posees algo superfluo, posees lo ajeno... Quizá ése a quien acoges es justo y si él necesita pan, tú necesitas verdad, él necesita techo y tú el cielo, él carece de dinero y tú de justicia (San Agustín). Y es San Jerónimo el que nos recuerda que Cristo está en el pobre: "Qué sentido tiene que las paredes refuljan con piedras preciosas y Cristo muera en el pobre?" (San Jerónimo).

Durante largos siglos que no podemos tocar ahora, la tradición de la Iglesia se va enriqueciendo: doctrina, reflexión y acciones pastorales, entrelazadas, van ahondando de diversas formas en esta opción.

Por otra parte, también es cierto que, en muchas otras maneras, deja de ser todo lo clara y radical que debiera. La Iglesia, como humana, es víctima también de los tiempos y en épocas y circunstancias se oscurece su acción. El pobre aparece a veces simplemente como objeto de limosna o destinatarios de obras de misericordia, una situación casi vista como normal; como que se oscureciera un tanto en general la relación de su estado con la injusticia. Luces y sombras en el quehacer eclesial.

No debemos terminar este breve apartado sin referirnos al primer momento de la Evangelización en América. Se debe señalar, aunque sea de pasada, las voces y acciones denunciadoras y proféticas que tuvieron a favor de los indígenas, su dignidad y sus derechos inalienables, Bartolomé de las Casas, y el indio Guamán Poma en el Perú, junto a otros destacados dominicos, como Antonio Montesinos; los jesuitas en las famosas "reducciones" del Paraguay; el Obispo de Managua, Antonio Valdivielso, o fray Junípero de Serra que impulsa con los franciscanos las "misiones" en México. Todas estas voces y acciones junto a otras muchas se unen de diversos modos en defensa del indio, injustamente oprimido y aún despreciado, y reclaman, en el nombre de Cristo, aún en las instancias más superiores, el reconocimiento de su dignidad como persona y la defensa de sus tierras, costumbres y derechos.

4. Nueva irrupción de la opción por los pobres

La fuerza de la irrupción del tema de la opción por los pobres en la Iglesia actual es consecuencia de que la Iglesia ha estado abierta a dos importantes polos: el mirar atenta al mundo y procurar desentrañar los signos de los tiempos; y el beber de forma permanente y siempre nueva, de las fuentes bíblicas, en especial del Evangelio de Cristo.

En el siglo XX la realidad de los pobres incide con fuerza en la sociedad, las guerras, las revoluciones, las ideologías, hacen que se vea, se viva, se sienta y se revise con más firmeza la situación de los que son víctimas, de los que sufren, en definitiva de los pobres, genérica y específicamente tratados. Su situación no sólo se contempla con estupor, sino que ya se le quita el signo de la fatalidad o de la impotencia, y se va abiertamente a las causas: se les relaciona con la injusticia, con la opresión, consecuencia de la explotación de las clases o también de la situación de expolio de países enteros.

La Iglesia no sólo no es ajena a este movimiento social, sino que está en medio de él, alentándolo. Desde comienzos del siglo, contribuye de forma creciente a que se mantenga y aún prospere la conciencia colectiva de la inhumana situación, de los derechos de los hombres y de la urgencia de encontrar soluciones. En este sentido los movimientos hacia la educación de los más pobres, surgidos sobre todo en Francia (Champagnat, La Salle) y las exigencias a favor de los trabajadores que hace la "Rerum Novarum" de León XIII serán claros ejemplos de esta opción.

La visión del pobre para la Iglesia también representa un permanente cuestionamiento hacia sus formas de vida y su compromiso con esta realidad. De la mano de las exigencias evangélicas se van trazando nuevas acciones sobre todo en la opción sacerdotal y religiosa, que corresponde tanto a una nueva ubicación en el trabajo y en la residencia. Movimientos como los de los curas obreros, los Hermanitos y Hermanitas de los Pobres, los Sacerdotes del Prado, son una pequeña muestra.

La sociedad crece en conciencia y a medida que pasan los años, también el mejor conocimiento de la situación a escala mundial, ayuda a que entre en escena el problema de los pobres del "Tercer Mundo".

El pobre del Tercer Mundo es un pobre masivo, y con una pobreza generalizada, una pobreza de la que participan: los campesinos, los indígenas, los mineros, los desocupados, la mujer, los niños, los ancianos. Son pobres, casi por simple ubicación, porque habitan en un mismo entorno, en un mismo país, en un mismo Continente, que se encuentra muy debajo de las condiciones de vida de los países industrializados.

Esta constatación se va profundizando y la situación de estos pueblos, cada vez más se ve como fruto de una relación de opresión. Esto es consecuencia también del surgimiento, sobre todo en América Latina, de voces propias que interpretan su realidad, los llamados "científicos sociales", que desde su propia experiencia rechazarán teorías y aportarán ángulos de solución.

La variación del análisis se va a reflejar simplemente en el cambio exigido del nombre que se da a estos países: van pasando sucesivamente por los nombres de países subdesarrollados, países en vías de desarrollo, países dependientes, el Tercer Mundo, los excluidos, el Sur... todos responden a una misma realidad pero considerada bajo distinta óptica, que también forma parte de la realidad. Se quiere destacar la injusta e inhumana realidad que existe en el mundo: mientras hay países que viven en el desarrollo, la abundancia y aún la opulencia, hay otros muchos países que, en conjunto, están sumidos en la pobreza y aún en la miseria. Y aquellos países viven así, en buena parte por la explotación y dominio que ellos tienen sobre los países empobrecidos.

Es cierto que se tiene conciencia de que "no todos" los habitantes de estos países viven en la misma situación, pero es verdad que viven así "las grandes mayorías". Es el tiempo de las estadísticas, de la constatación de los efectos devastadores de la pobreza, de las reflexiones acerca de la dignidad humana violada, del análisis científico para encontrar las causas, de las denuncias de los sistemas injustos y opresores, de la búsqueda y aún reclamo de soluciones que nunca llegan.

La realidad sigue estando ahí, en el mundo hay una gran mayoría de pobres materiales que carecen de lo más elemental, son marginados sociales, excluidos. Más de mil trescientos millones de personas que difícilmente podrán salir de esta situación si no hay un cambio completo no ya de actitudes personales, sino, más fundamentalmente, de estructuras políticas y económicas y sociales.

Cierto que todavía el Vaticano II no refleja este cambio de perspectiva en toda su plenitud. Aunque abre puertas y ventanas, todavía se mueve en la óptica de las Iglesias de los países avanzados que son fundamentalmente todavía preocupaciones hacia el hombre moderno; sin embargo en él se advierte ya la presencia y la voz de los Obispos latinoamericanos, que traen otras inquietudes.

Además y sobre todo, en la Constitución Pastoral "Gaudium et Spes", con la proclamada atención a los signos de los tiempos, la Iglesia se abre a la situación real de todos los hombres, en especial de los pobres: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (GS 1).

La semilla está de nuevo echada, la preocupación social y eclesial avanza y la opción por los pobres pasa ya a ser tema central tanto en las intervenciones y escritos como en el talante de los Papas.

Juan XXIII tiene grandes intuiciones, un trato exquisito hacia todos los hombres, un corazón abierto a las necesidades de los más desposeídos, gestos de apertura y comprensión y también palabras que orientan en el camino de la Iglesia: así nos dirá que "la Iglesia como tarea central debe de responder al desafío de la pobreza actual" y acuñará ya la expresión de que necesitamos "una Iglesia de los pobres".

Es Pablo VI el que con fuerza denunciará situaciones y estructuras injustas, exigirá de los Gobiernos medidas claras para la solución de los problemas, y dirá a la Iglesia que la promoción humana y la solución de los problemas de pobreza inhumana es tema central en la evangelización. (Populorum progressio, los discursos con ocasión de la 2a Asamblea del Celam en Medellín, y posteriormente la "Evangelii Nuntiandi" fruto del Sínodo del 74, destacan en esta perspectiva).

Respecto a Juan Pablo II es tan amplio su magisterio en torno a la "opción por los pobres", y lo ha defendido en tantos foros; afirmado en tantas visitas a casi todos los países del mundo; exigido a representantes de foros internacionales y a dirigentes políticos; que nos quedamos simplemente con esa efusión de su corazón en la primera visita al Perú (1985), cuando viendo la pobreza de las gentes en un distrito limeño: Villa el Salvador, no pudo menos de gritar con fuerza varias veces: "hambre de Dios sí, hambre de pan, no".

5. La aportación de la Iglesia Latinoamericana

América Latina es un continente muy característico; en él, las grandes mayorías, son a la vez pobres y creyentes, esta doble realidad, vivida y reflexionada a la luz de la fe, sobre todo en pequeñas comunidades será de una inestimable riqueza. De ella se nutren a la vez la reflexión teológica y también los Documentos más importantes de Episcopados y del Celam.

Situación de pobreza de las grandes mayorías; reflexión de fe de las comunidades; elaboración teológica, fundamentalmente de la llamada teología de la liberación; y documentos eclesiales (sobre todo los del Celam); harán posible que en la Iglesia L.A. la "opción por el pobre" sea un eje central, y al mismo tiempo influirá, aunque quizá unos años después, en toda la Iglesia.

Refiriéndonos a los documentos del CELAM, es Medellín, la primera y fundamental reafirmación del camino que ya estaba iniciado, y lo hace, sobre todo, en sus documentos "Pobreza", "Justicia" y "Paz", donde, interpretando los signos de los tiempos, presenta un análisis claro y determinante de la situación actual de A.L. y sus exigencias cristianas, en esta perspectiva es deudor de las orientaciones del Concilio: en especial de la Gaudium et Spes; y, principalmente de la Populorum Progressio, que, a su vez, está influenciada por las fuertes vivencias y reflexiones eclesiales en Latinoamérica.

Medellín recoge el clamor de la situación de las masas empobrecidas y cristianas, y hace, a lo largo de los documentos mencionados, una solidaria y profética opción por los pobres. Denuncia ya la situación que nos habla de esa violencia institucionalizada en que viven los pobres de América, ante lo que no es posible ser indiferente, "puesto que de esos pobres brota un sordo clamor por una liberación que no les llega de ninguna parte".

La Iglesia L.A. ahora enriquecida por la voz de sus Pastores, sigue profundizando en la perspectiva del pobre. La voz de muchos episcopados L. A. se alza en este sentido. A destacar quizá el documento "Justicia en el Mundo" elaborado desde las bases y acogido por el Episcopado Peruano.

Se va reafirmando cada vez más la opción en la vida práctica y es en este tiempo que va de Medellín a Puebla, donde, desde la vida y reflexión de las comunidades cristianas, se acuña y se lanza ya con fuerza la frase de: "opción por los pobres."

Con la frase ya en uso, los documentos de Puebla, darán a la opción una fuerza más publica y determinante. La denuncia de las injusticias estructurales que producen la pobreza; la realidad escandalosa de los desequilibrios económicos; la situación, cada vez peor, de las grandes masas desposeídas de todo, exigen esta opción. La Iglesia L.A. la proclama allí como su primera opción pastoral. La va a denominar "la opción preferencial por los pobres" y establecerá una serie de acciones concretas para ayudar a hacer viable este compromiso.

La "opción por los pobres" se fortalece así como una opción firme de la Iglesia L.A. y se constituye, a la vez, en una de las más preciadas aportaciones de esta Iglesia a la Iglesia universal.

Los documentos de Santo Domingo inciden, asimismo, en esta perspectiva, sobre todo en el apartado de la "Promoción Humana" donde, ateniendo a los signos de los tiempos, explicitará nuevos temas como son: la defensa de los derechos humanos y la petición de la instauración de un nuevo orden internacional como solución más universal para la angustiosa situación de pobreza.

6. Retos actuales

Al mismo tiempo que en la Iglesia, cada vez se difunde más, en la teoría y en la práctica la opción por el pobre, se viene a notar también que parece que en esa cesta cabe todo, abundan diversas formas de entenderla, se insiste en teologizar demasiado sobre algo que es claro a niveles prácticos, esto desgasta energías, a veces enfrenta posturas, y sobre todo, distorsiona la realidad y distrae el eje de la acción pastoral.

Es por lo tanto prioritario centrar la opción, darla la verdadera orientación y dimensión, no dejar que la pátina de la discusión (por otro lado legítima) sobre "quién es el pobre", "las causas de estado de pobreza" y "cuáles deben ser las acciones que lleven a liberarle de su situación" esterilicen la misma acción, y retrasen la liberación y el protagonismo del pobre. Una sana discusión y esclarecimiento es legítima cuando es preparatoria de acciones consecuentes.

Hoy se nos presentan muchos retos, señalamos apenas algunos de los más relacionados con las necesidades prácticas:

a) El reto evangélico

El primer reto nos nace del Evangelio. La "opción por el pobre" es radical, es decir de la misma esencia de nuestra fe. Y es para todos igual: ricos y pobres, integrados y excluidos, todos tenemos el mismo mandato: la defensa del oprimido, la opción prioritaria por el pobre. Otra cosa es que para unos, los pobres (reales o de opción) sea más fácil y para otros (los ricos, o los satisfechos), tenga una mayor dificultad. Pero eso ya lo dijo Jesús, "qué difícil es que un rico entre en Reino de los cielos", "no se puede servir a dos señores: a Dios y a las riquezas."

"La opción por el pobre" es una opción tan central en el Evangelio, que debe ser realizada "al modo de Cristo", a su manera, en su seguimiento. Está centrada en el amor, un amor que Jesús nos recuerda que es el Centro de la Ley y que él mismo plenifica en su persona. De esta forma, el mandamiento del amor, pasa de ser un amor preferencial al pobre "como a tu prójimo", y "como a ti mismo" a ser un amor prolongación del amor que Jesús nos demostró en su vida pública: "como yo os he amado".

Pero más todavía, ya se dijo al inicio, que esta opción se hace "en la persona de Cristo". Cristo está en el pobre y verlo así es, sin duda, la plenitud del amor. Y hablar de plenitud, de perfección es algo que sabemos que por nosotros mismos no lo vamos a alcanzar, necesitamos acoger al Espíritu que se nos da. El Espíritu que hará fácil y nuevas todas las cosas. En este sentido la "opción por el pobre" se convierte también en don y tarea.

Si estamos en esta perspectiva nos será más fácil realizarla en toda su dimensión profética: denunciando con claridad la injusticia y proclamando la necesidad de un cambio radical y estructural para que aparezca en toda su dimensión el Reino de Justicia y de Paz que está detrás y como consecuencia de la Fraternidad de todos.

Entramos de lleno en el terreno de la utopía cristiana: en el "ya" pero "todavía no". La "opción por el pobre" es a la vez: la correcta dirección de nuestro amor, el camino de su realización y la meta a la que siempre nos estaremos acercando.

b) La complejidad del mundo del pobre

No se puede "optar por el pobre", sin conocerle y conocer bien su situación, sin hacer todo lo posible por desterrar la pobreza o, lo que es lo mismo, no se puede estar con los pobres, si no estamos contra la pobreza. El pobre es el rostro de Dios, la pobreza es uno de los rostros consecuencia del pecado del mundo.

Desde el comienzo de "la opción por el pobre", los teólogos han hecho, es cierto fuerte incapié en la pobreza material, no podía ser de otra manera, pero también es cierto, que nunca trataron esta dimensión de modo exclusivo. Precisamente, al analizar la situación de pobreza, se ha sido claro en no intentar reducir las dimensiones de la pobreza a esta única dimensión de carencia material.

Desde un análisis social se ha visto que el pobre no sólo es el que no tiene para comer, el que no tiene vestido, ni trabajo, ni educación (aquí entrarían esa casi cuarta parte de la humanidad que vive en situación de pobreza o incluso de miseria, los que mueren de hambre material o víctimas de la mortalidad infantil, la tuberculosis, etc., los analfabetos o desprovistos de una educación básica, los explotados en trabajos inhumanos).

Decimos que pobre es también y principalmente la víctima social: los desplazados por causa de las catástrofes o de las guerras, los huérfanos, las mujeres inducidas y violentadas a ejercer la prostitución, los drogadictos, los enfermos de sida, los niños de la calle, los obligados a trabajar desde edades infantiles, los emigrantes, los despreciados por su raza o color, los refugiados...

Pobre es el insignificante, el que no cuenta, el que casi no es considerado como persona, el excluido; pobre es el que no se le reconoce sus derechos, pobre es el sometido a esclavitud, pobre es el que no tiene defensa cuando es violentado.

Toda esta clase de "pobres", es cierto, se dan mayoritariamente en el "Sur", allí están los cientos de miles de millones en situaciones de clamorosa injusticia, de inhumana situación. Pero, en la constatación actual, notamos también los pobres que existen en el "Norte", constituyendo esas "bolsas de pobreza", ese denominado "cuarto mundo", producidos por la implacable máquina social; excluidos desarraigados, desempleados, víctimas de las esclavitudes de los vicios; no integrados, o sufriendo las consecuencias del racismo de clase, cultura, raza o pueblo.

Ciertamente que el mundo del pobre se ahonda y profundiza. Puebla nos daba esos rostros concretos del pobre en los que se refleja el rostro de Cristo, pobres que no sólo no han desaparecido y que están ahí; sino que por desgracia han aumentado y se han hecho más necesitados, más implorantes, y, además, a esos se han añadido otros que hay que visualizar, hay que sumar. Penetrar una y otra vez en este mundo, y desentrañar y atacar las causas de tanta pobreza, de tanta esclavitud, es una de nuestras principales tareas. "La opción por el pobre" nos llama a ser no sólo solidarios sino eficaces.

c) Pobreza y desarrollo

La injusta situación de los pobres del mundo es un grito que nos llama primero a ponernos de su parte. Pero no podemos ponernos de su parte si no hacemos un esfuerzo. Debemos dejarnos llenar de esa actitud cristiana, no sólo de misericordia y compasión sino también de empatía con el pobre y atrevernos a mirar el mundo "desde el reverso de la historia", es decir, desde el que sufre, desde el que es víctima. Veremos que se trata de otra historia, y eso nos hará buscar la eficacia al máximo.

Los pobres no necesitan que nosotros les compadezcamos, lo que necesitan es que nosotros les ayudemos a transformar su inhumana e injusta realidad. El amor no termina en la compasión, sino que la compasión (el sufrir con) genera una vitalidad nueva que nos lleva a intentar transformar la realidad que trae tanto sufrimiento. Una realidad de pobreza, que es tan general que, por desgracia, podemos decir: "en este mundo en que todo se globaliza, nada hay más globalizado y generalizado que la pobreza". Esta realidad que hay que atajar y para atajarla existe un nombre: desarrollo.

Sabemos ya que la pobreza es consecuencia de unas estructuras injustas. La consecuencia es doble: denunciar en alta voz esas estructuras e implicarnos con fuerza en transformarlas.

Juan Pablo II es, en esto, un apóstol incansable. Sus permanentes orientaciones y exigencias hacia el respeto de la dignidad humana y la atención prioritaria ante las situaciones de pobreza inhumana, superan las fronteras de los países, la diversidad de culturas, o los foros internacionales. Precisamente en el "Jubileo de los gobernantes y parlamentarios", en Noviembre del 2000 ante más de 5.000, denunciaba expresamente: "el escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, en la que los ricos se hacen cada vez más ricos, porque la riqueza produce riqueza, y lo pobres son cada vez más pobres, porque la pobreza tiende a crear una nueva pobreza".

Su denuncia clara del neoliberalismo, del dominio de las transnacionales, del lucro como principal punto de mira de la economía de mercado, del armamentismo, de las enormes desigualdades entre los países ricos y pobres son consecuencia un su amor de Padre que busca el bien de sus hijos. Ultimamente, y, también con motivo del año 2000, destaca en el magisterio del Papa, las crecientes peticiones para la revisión y aun condonación de la deuda externa de muchos países que se convierte como una losa que impide su desarrollo.

Nuestro deber cristiano, en este proceso, es el compromiso serio que nos lleve a denunciar una y otra vez, que esta injusta situación tiene sus causas, que el bienestar del "Norte" ha sido muchas veces conseguido a causa de la explotación del "Sur", y que esto que aún se sigue manteniendo, no es humano y por lo tanto no es cristiano.

Se necesitan pasos concretos, urgentes y transformadores hacia los cuales ya se han iniciado presiones por parte de la Iglesia, de la ONG y otras organizaciones: a la campaña de la deuda externa se han añadido otras reclamando cambios significativos en las reglas del comercio mundial y más todavía, la petición de un nuevo orden internacional.

Ahora bien, las exigencias y los proyectos no están exentos de dificultades. Por parte del Norte en que no es fácil que accedan sin más a perder su "status", pero tampoco hay que desconocer los graves problemas que existen en el "Sur".

No hay que desconocer que esas mismas estructuras y esos mismos pecados que rechazamos en el Norte: el afán de lucro, el lujo de unos pocos, la ganancia excesiva, el armamentismo, los malos manejos económicos, están también presentes en el Sur. Y además hay que añadir otros presentes con más fuerza: la corrupción, la fuga de capitales por motivo de fraudes, las comisiones, los malos manejos económicos, la falta de una verdadera democracia.

Mirar que los proyectos de desarrollo incidan con fuerza en la situación de las masas más desposeídas, que haya entre el "Norte" y el "Sur" una situación más igualitaria y que en el "Sur" los más pobres se conviertan en agentes de su propio desarrollo son algunos de los mayores retos que nos presenta este mundo neoliberal y globalizado donde el mercado y el lucro han puesto su culto y su templo.

d) El protagonismo del pobre

La radicalidad de los retos se tornan aún mayores cuando, y tanto por la defensa de la dignidad de la persona, como por la búsqueda de la eficacia a largo plazo, se debe procurar que el pobre se implique mucho más en las acciones y llegue a ser protagonista de su misma historia.

La dignidad de la persona humana, el derecho a ser respetado, a ser valorado, a ser tenido en cuenta, si decíamos que "pobre es el que no cuenta para nada", también podemos decir que pobre sigue siendo, "si sólo contamos con él para que reciba de nosotros".

El refrán de "dar una caña antes que un pescado" se radicaliza más todavía con otros gestos que permiten que sean ellos portadores de su propio destino. Los países del empobrecido necesitan de ayudas, de estímulos, de garantías, pero también necesitan y reclaman ser gestores de su propia resurrección, no ser sólo o principalmente receptores, lo que sería, sin duda, otro tipo de refinado asistencialismo.

Todo esto a nivel teórico y desde la óptica tanto de los derechos de las personas como de la eficacia de las acciones, es claro y admitido, por lo menos en buena parte por todos, sin embargo presenta dificultades reales en la práctica, que hacen que muchos desistan de esta óptica y se refugien más en la programación de la ayuda vertical.

De nuevo nos encontramos con la utopía, y utopía evangélica, sabemos de la necesidad de su protagonismo, nos salen al paso dificultades reales, sin embargo la apuesta debe seguir siendo clara. Es una nueva lectura de la realidad del pobre, creer en él, aprender de él, la realidad del pobre nos capacita también a pensar de otro modo.

Esto nos lleva a continuar en el respeto mayor, en la mayor valoración. Y nos llevará a cambiar nuestras actitudes. Ayudarlo para que surja, pero no sólo incorporarlo a las tareas de transformación, sino dejar que él sea gestor de su propia histórica. Creer, en frase feliz de Gustavo Gutiérrez, en la fuerza histórica de los pobres.

BIBL. — CASTILLO, JOSÉ MARÍA, Los pobres y la teología, Descleé de Brouwer. Bilbao 1997; CELAM: Documentos de la II Asamblea General de Medellín, Bogotá 1968; CELAM: Documentos de la 1Il Asamblea General de Puebla, Bogotá 1979; COMBLÍN, JosÉ, Cristianos rumbo al siglo XXI, San Pablo. Madrid 1997; GONZALEZ FAUS, JosÉ IGNACIO, Teología y opción por los pobres, en Revista Latinoamericana de Teología. Núm. 42, págs. 223-242. Centro de Reflexión Teológica. UCA. San Salvador; GUTIÉRREZ, GUSTAVO, La fuerza histórica de los pobres. Cep. Lima 1979. Pobres y opción fundamental, en "Mysterium liberationis" Vol. I, págs. 303-323. Editorial Trotta. Madrid 1990. Renovar la opción por los pobres, en Revista Latinoamericana de Teología. n. 36. Págs. 269-280; Lois, JULio, El Dios de los pobres, en "El Dios cristiano. Diccionario teológico", págs. 1110-1115. Secretariado Trinitario. Salamanca 1992; RICHARD, PABLO y ELLACURIA, IGNACIO, Pobreza/Pobres, en "Conceptos Fundamentales del Cristianismo"; págs. 1030-1057. Editorial Trotta. Madrid 1993; SOBRINO, JoN, Opción por los pobres, en "Conceptos fundamentales del cristianismo", págs. 880-898. Editorial Trotta. Madrid 1993; TAMAYO ACOSTA, JUAN JosÉ, Para comprender la teología de la liberación, fundamentalmente su capítulo 10: Opción por los pobres. Verbo Divino. Estella 1989.

Daniel Camarero