Nueva evangelización
DPE
 

SUMARIO: 1 Evolución del contenido del término evangelización. - 2. Aportaciones de la teología conciliar y postconciliar. - 3. Aportaciones de la teología de la liberación. - 4. Qué es la nueva evangelización. -5. La situación actual y la evangelización: 5.1. Algunos rasgos culturales que conviene subrayar,. 5.2. Afirmaciones básicas paro la nueva evangelización; 5.3. Aspectos concretos que hay que potenciar en la nueva evangelización.


Estamos ante un tema decisivo y fundamental en la vida de la Iglesia; también ante una forma de entender la evangelización que tiene pocas décadas de historia. Y sin haber llegado a entender y vivir plenamente esta realidad tan rica, se nos habla de nueva evangelización. En Europa se reflexiona y apuesta por la nueva evangelización en un contexto sociocultural profundamente coloreado por el fenómeno de la increencia. Sentimos que hemos pasado de una situación eclesial de mantenimiento de la fe a otra situación en la que el problema más importante es suscitar y educar la fe. Las dificultades para evangelizar al hombre de hoy son muchas en un mundo complejo; al mismo tiempo, sabemos que en la tarea de la evangelización se juega el ser y la misión de la Iglesia (cfr. J. SASTRE, Evangelización en la misión y en la vida de la Iglesia, Sinite n.° 122, sep.-dic. 1999, 343-366).

1. Evolución del contenido del término evangelización

Los términos Evangelio, evangelizar, evangelizador, evangelización tienen una fuerte base bíblica y fueron palabras muy queridas en las primeras comunidades cristianas. Tanto para los sinópticos como para San Pablo, Evangelio es "buena nueva", y evangelizar consiste en anunciar la "buena noticia" del Evangelio de Jesús de Nazaret. El núcleo de esta buena noticia es el amor misericordioso de Dios Padre que nos salva en el Misterio Pascual de Jesucristo. En los sinópticos, Jesús de Nazaret aparece anunciando el Reino de Dios como el meollo del Evangelio. El Padre ha enviado a su Hijo, y Jesús envía a los Apóstoles para continuar su misión con la fuerza del Espíritu Santo. Anunciar el Evangelio y anunciar a Jesucristo viene a ser la misma cosa (Hch 8, 4 y Hch 9, 20). En los Hechos de los Apóstoles vemos el dinamismo misionero de los apóstoles y de las primeras comunidades que van implantando y edificando la Iglesia en sitios muy diferentes. En todos ellos se une la proclamación de la Palabra con las obras y los testimonios, llaman a la conversión, celebran los sacramentos, y establecen los ministerios para alentar la vida de estas comunidades. El término misión servía para indicar la relación entre el que envía y los que habiendo sido llamados por Dios son enviados para la salvación del pueblo.

A medida que van pasando los siglos y se instaura el régimen de cristiandad, el término misión se va aplicando cada vez más a la acción de la Iglesia en otros continentes y con paganos. En este contexto surge la teología y praxis de las misiones para la conversión de los no creyentes o para la salvación de los que están expuestos a la condenación eterna por la vida que llevan. En los años entre el final de la 2a Guerra Mundial y el comienzo del Concilio Vaticano II se produce un cambio significativo: poco a poco se va tomando conciencia del paso de una Iglesia que tiene misiones a una Iglesia en estado de misión, incluso en los países de vieja cristiandad. Las aportaciones de Liegé, Dewailly, Dournes, Chenu, De Lubac, Rahner, Schillebeecks, Congar y Moltmann, etc., fueron decisivas, pues dotaron a este nuevo enfoque de una sólida y adecuada fundamentación teológica (cfr. A. DE GROOT, La misión después del Vaticano II; Conc 36 (1968) 552-571; C. FLORISTÁN, La misión. Boletín de publicaciones recientes: Past. Mis. 10 (1974) 78-82; ID. La evangelización, Conceptos Fundamentales de Pastoral, 1983, 339-351).

La Iglesia de Francia celebra en 1947 un encuentro que tiene como título "Evangélisation". En la década de los 50 se divulga el término, sobre todo por parte de Liegé que insiste en los aspectos testimoniales y transformadores de la evangelización. Los fundamentos teológicos de la misión vigente hasta ahora aparecen como insuficientes, en sí mismos y en la terminología empleada. En los años inmediatamente anteriores al Concilio Vaticano II se trabaja denodadamente por elaborar una buena fundamentación bíblica de la misión. En los años posteriores al Concilio, la teología del laicado, los movimientos y comunidades, la vuelta a los orígenes y las aportaciones de la teología de la liberación contribuyeron a clasificar y enriquecer el término evangelización.

2. Aportaciones de la teología conciliar y postconciliar

La constitución Dei Verbum habla de la Revelación como la manifestación personal de Dios a los hombres; el hombre creado por Dios a su imagen y semejanza, por naturaleza y vocación es "capaz de Dios". Este designio amoroso de Dios se manifiesta plenamente en Jesucristo y se realiza por la acción del Espíritu Santo. La transmisión de la revelación por medio de la Iglesia es obra del Espíritu Santo; de este modo la Iglesia es sacramento universal de salvación (cfr. LG 48; A. 1; GS 45). En DV la fe es la respuesta a la Revelación (nn. 25); desde un punto de vista pastoral y, catequético, la fe se vincula más a la evangelización que a la Revelación. El decreto AG. dice que la Iglesia es misionera por su propia naturaleza; la Iglesia tiene permanentemente los medios de salvación, pero acentúa de forma gradual: presencia, diálogo y testimonio (nn. 11-12), anuncio del Evangelio e invitación a la conversión (n. 13), iniciación cristiana en el catecumenado (n. 14) y formación de la comunidad creyente por la celebración de los sacramentos y la estructura ministerial (nn. 15-18). "A cada circunstancia o estado deben corresponder actividades apropiadas o medios adecuados" (AG 6).

El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (1972) recoge esta nueva visión y la plasma en lo que podríamos llamar "dinamismo de la evangelización": "situaciones iniciales" (initia), "los desarrollos graduales" (gradus) y la situación de madurez de la vivencia de la comunidad cristiana. El Papa Pablo VI en Evangelii Nuntiandi (1975) hace aportaciones significativas y fundamentales a la realidad de la evangelización. La referencia a esta encíclica sigue siendo imprescindible para reflexionar sobre la evangelización en el momento actual. Conviene subrayar dos aportaciones nucleares que hace la encíclica: la "Iglesia existe para evangelizar" (EN 14) y transformar desde dentro a la humanidad; y la presentación de la evangelización como una realidad rica y compleja, con muchos elementos. A veces, alguno/s de los elementos que la integran tiene/n una importancia tal que fácilmente pueden identificarse con la acción evangelizadora; no obstante, "ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización". (EN 17). Es decir, debe desplegar "toda su integridad" (EN 28).

El proceso evangelizador está estructurado en etapas o "momentos esenciales" (C.T. 18): la acción misionera con no creyentes y los que viven alejados de la fe; la acción catequético iniciadora de los que animados por la conversión inicial quieren seguir a Jesucristo y los que necesitan retomar la iniciación; la acción pastoral con los creyentes que han madurado su fe y viven en comunidad. El Directorio General de Catequesis de 1997 asume plenamente la nueva comprensión de la evangelización y del proceso evangelizador, y ahí sitúa la etapa catequética subrayando la importancia del ministerio de la Palabra, el proceso de conversión en la vida de fe y las diferentes situaciones socio religiosas ante la evangelización.

3. Aportaciones de la teología de la liberación

Apenas comenzada la etapa postconciliar, la 2ª Conferencia Episcopal Latino-americana (Medellín 1968) insiste en que la evangelización implica el compromiso con los pobres, explotados y oprimidos. De alguna forma se incorpora el que la evangelización tiene que ver con las dimensiones sociales, culturales y políticas de la existencia humana, tanto a nivel personal como comunitario (cfr. D. VALENTÍN, Evangelización, en Nuevo Diccionario de Teología, 497-516; C. FLORISTÁN, Concepto de evangelización, Not obr. 822-823 (1981-1982) 764-766; cfr. A. GONZÁLEZ DORADO, La nueva evangelización y la mentalidad eclesial, Past Mis 177 (1991) 47-63).

Esta nueva concepción y enfoque supera la evangelización doctrinal y la evangelización kerigmática. Aparece con claridad cómo la evangelización de la Iglesia tiene que ser como la de Jesús de Nazaret; cómo confesar a Dios Padre y su Reino en las situaciones más deshumanizadoras. Para conseguir esto hay que purificar el mensaje cristiano de las ideologías dominantes y se han de valorar las características de aquellos a los que se evangeliza. ¿Cómo conseguir una evangelización liberadora en el contexto socio-cultural concreto? Esta pregunta encierra la importancia del análisis crítico de la realidad sociopolítica en la que la Iglesia lleva a cabo su misión.

Se da una importancia grande a la dimensión práxica de la fe que vincula la evangelización a la liberación integral de la persona y de las personas. En esta perspectiva se entienden las virtudes teologales: la fe auténtica se valida en la praxis liberadora, la caridad se comprende con dimensiones sociopolíticas, y la esperanza lleva a trabajar denodadamente para que el Reino de Dios tenga más acogida en este mundo. La categoría teológica del Reino de Dios ha ayudado sobremanera a esta concepción de la evangelización: el Reino de Dios proclamado por Jesús conlleva la justicia y el derecho para los pobres, y llama a todos a cambiar los corazones para que aparezcan los frutos de la nueva humanidad.

4. Qué es la nueva evangelización

En 1969 en Medellín, aparece la expresión "nueva evangelización" por vez primera; se retoma en Puebla (1983) por boca de Juan Pablo II; después en Haití (1983) y en 1984 en Sto. Domingo cuando se inicia el novenario preparatorio al V centenario de la evangelización de América Latina. Juan Pablo II en Estrasburgo habla de la nueva evangelización para Europa, y en el sínodo de Europa se aborda la cuestión fundamental: ¿cómo evangelizar en Europa a finales del siglo XX? Las diferentes Conferencias Episcopales se han hecho eco de esta misma preocupación. En general, se ha venido hablando de la "nueva evangelización" como un proyecto nuevo, en elaboración, para toda la Iglesia, y en el que está empeñada toda la Iglesia según las peculiaridades de cada Iglesia local. En el magisterio de Juan Pablo II encontramos tres aproximaciones progresivas y complementarias al concepto de nueva evangelización:

En 1984 en Sto. Domingo el Papa se sitúa en esta óptica: está naciendo un mundo nuevo, interdependiente en muchos aspectos. Ante este fenómeno de globalización, el Papa habla de que la nueva evangelización tenga como horizonte la "civilización del amor". Esta formulación fue empleada por Pablo VI para hablar de la categoría teológica del Reino de Dios en términos sociopolíticos. Juan Pablo II utiliza en SRS la expresión "cultura de la solidaridad"; esta propuesta la hace el Papa después de analizar las sangrantes situaciones de explotación y marginación que se dan entre el Norte y el Sur. El gran reto de la evangelización consiste en promover una forma nueva de entender las relaciones humanas y las estructuras sociales desde los valores evangélicos que propician la civilización del amor.

En la encíclica "Redemptoris Missio" Juan Pablo II tiene en cuenta a las Iglesias de vieja cristiandad que cuentan nominalmente entre sus miembros a muchos alejados que viven, en la práctica, como no cristianos. En algunas zonas de América Latina también se da de forma alarmante el problema de los nuevos movimientos religiosos y de las sectas. Para el Papa, en estos contextos, el objetivo prioritario de la nueva evangelización consiste en testimoniar, de modo profético y martirial, a Cristo Resucitado, presente y actuando en unas sociedades que fueron vivas en otro tiempo, y que conservan las raíces cristianas en su cultura.

En la encíclica sobre los laicos, ChFL, en el n° 34 se presenta una óptica nueva para comprender la nueva evangelización: la renovación de las comunidades eclesiales para que sean signo de evangelio y transformación social. Esto no será posible sin primar como objetivo principal en la evangelización la desembocadura comunitaria de los procesos catecumenales y la formación de comunidades eclesiales convertidas, encarnadas en la realidad y comprometidas con los problemas humanos.

Si sintetizamos los tres enfoques podemos decir que la nueva evangelización tiene como horizonte la civilización del amor, y desde ahí tanto para evangelizar a los alejados como para construir el Reino en una sociedad descristianizada, necesitamos de comunidades cristianas maduras en su fe, entusiasmadas con el Evangelio, con un estilo de vida alternativo y generadoras de cultura cristiana. La renovación de las comunidades supone volver a beber en los orígenes, el análisis de la realidad para ser alternativa de vida, la vida de comunión y corresponsabilidad, y el compromiso con los más desfavorecidos.

Los grupos sólo llegarán a ser comunidades maduras a través de procesos catecumenales donde tengan una experiencia afectiva de Dios, de los valores del Evangelio, de la fraternidad y del compromiso transformador. Esta es la tarea prioritaria en la evangelización, pues de ella dependen los demás aspectos del proceso evangelizador: la convocatoria misionera de catequesis y la animación de las comunidades locales.

5. La situación actual y la evangelización

"Los cristianos, insertos en los más diversos contextos sociales, miran al mundo con los mismos ojos con los que Jesús contemplaba la sociedad de su tiempo" (DGC 16). Jesús mira la realidad desde dentro de la humanidad y su historia, atento al proyecto salvador del Padre y con una actitud profundamente esperanzada. Sabemos, como creyentes, que en todo acontecer humano está la acción creadora del Padre, la presencia del pecado y la fuerza definitiva de la Pascua que lleva la realidad humana a la "plenitud escatológica".

5.1. Algunos rasgos culturales que conviene subrayar:

En nuestro mundo se valora la dignidad humana y los derechos humanos que de ella se derivan; al tiempo, se sigue conculcando la dignidad humana de la forma más abusiva en uno y otro lugar.

Una cultura globalizada desde la ciencia y la técnica, la economía y los medios de comunicación. En este contexto se revalorizan también las culturas autóctonas en lo que tienen de localismo.

La situación de pobreza y marginación en la que vive una parte muy significativa de la humanidad, y con pocas posibilidades de salir de ella. En el modo de situarnos los creyentes ante esta realidad se juzga gran parte de la credibilidad del cristianismo entre nuestros contemporáneos.

El reduccionismo que supone el intento de explicar al hombre y al mundo por sí mismo. Esto confiere una peculiaridad a la consideración religiosa y moral del ser humano, pues se da un "oscurecimiento de la verdad ontológica de la persona humana... Se asiste así, en muchas partes, a un "relativismo ético que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral" (VS 101; cfr. EV 1920) (DGC 23).

Entre los creyentes ha habido avances muy positivos en la forma de entender la experiencia de Dios Padre, la persona de Jesús, la vida eclesial y el compromiso social de la fe. En la práctica, hay varios tipos de cristianos; los que viven al margen de la fe aunque se sigan sintiendo creyentes, los que viven en la religiosidad popular, los practicantes con la formación religiosa recibida en la infancia, y los bautizados convertidos que viven la fe en comunidades encarnadas y comprometidas. Cada uno de estos grupos exige una forma distinta de evangelización.

Están apareciendo estudios en los que se habla de la "metamorfosis de lo sagrado" para referirse al cambio de horizonte de lo religioso y a la forma misma de creer, más subjetiva, inmanente y desinstitucionalizada. Este dato implica un replanteamiento de la forma de entenderse, situarse y actuar la Iglesia como tal.

5.2. Afirmaciones básicas para la nueva evangelización

La evangelización es quehacer de todos los cristianos y para todos los cristianos. "La Iglesia existe para evangelizar" (EN 14) y la evangelización tiene que ver con el proceso que engendra y desarrolla la fe a través de varios momentos y aspectos unidos intrínsecamente entre sí: "anunciad", "haced discípulos y enseñad", "sed testigos", "bautizad", "haced esto en memoria mía", "amaos unos a otros". Si este es el camino de la maduración de la fe, la evangelización engloba tanto el anuncio a los no creyentes, la edificación y consolidación de las comunidades existentes, y el proceso catecumenal que siguen los que hacen la iniciación cristiana o la retoman para renovarse interiormente. El mensaje de Jesús afecta a todos los niveles de la existencia humana: la respuesta de la fe como sentido de la vida, la conversión al Reino como estilo de vida y el compromiso sociopolítico para cambiar la realidad de los más desfavorecidos de la humanidad.

La evangelización continúa la obra de Jesucristo, "el primer evangelizador" (EN 7). La persona de Jesús, su mensaje y su causa son las referencias del contenido de la evangelización, así como de su pedagogía. La evangelización consiste en realizar con palabras y obras la salvación realizada en y por Jesucristo. Todos son invitados a acoger la "buena nueva", pero no todos aceptan en su corazón el plan de salvación del Padre revelado y comunicado en el Hijo por la acción del Espíritu Santo. La misión fundamental de Jesús de Nazaret fue el anuncio y la realización del Reino de Dios; la Iglesia y las comunidades cristianas que la integran deben configurarse según las exigencias del Reino que se puede sintetizar en el espíritu de las Bienaventuranzas y las virtudes teologales. Por este camino, el evangelizador y el evangelizado irán identificándose con Jesucristo para intentar pensar, sentir y actuar como Él lo hizo hasta que "Dios sea todo en todos".

"Los pobres son evangelizados". Debemos partir de dos constataciones: en el mundo actual hay muchos pobres porque han sido empobrecidos por poderes y estructuras; y el Hijo de Dios se hizo pobre y se dirigió preferencialmente a los pequeños, excluidos, enfermos y pecadores. En la historia de salvación los pobres tienen significativa relación con Dios, porque el Dios trinitario quiere que todos los hombres sean sus hijos, iguales en dignidad y posibilidades. "Por esta sola razón, los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama" (Puebla 1142).

Jesús ha venido para evangelizar a los pobres; como dice Pablo VI en EN. Estas palabras tienen un gran alcance, pues la prueba de que ha llegado y está llegando el Mesías y su Reino es que se anuncia la Buena Noticia a los pobres. Mt. 25, 3136 es una elocuente invitación a no quedarse en qué del Reino, sino a intentar llegar a los cómos que hacen real y concreta la fe verdadera. Cristo nos consiguió la revelación "en pobreza y en persecución". (cfr. L.G. 8c), si éste ha sido el camino de Cristo debe ser también el camino de la Iglesia evangelizadora. La preocupación que los cristianos tenemos de evangelizar a "todo hombre y a todos los hombres", se asegura de manera más plena si vemos la realidad y situamos nuestro corazón y nuestros pies en la "muchedumbre inmensa" de despojados que van "como ovejas sin pastor" en la miseria más absoluta y la privación de los derechos humanos más elementales. Cuando los pobres están en el corazón de la Iglesia ésta es más y mejor "sacramento de salvación" para el mundo. El evangelizador es también evangelizado por el mensaje y la causa de Jesús, el evangelio de los pobres, que adquiere rostro en los pobres concretos y nos pide una respuesta audaz y profética para que la fe cristiana sea más creíble.

De las comunidades cristianas y de la capacidad de crear comunidad depende la eficacia de la evangelización. En la sociedad actual se valoran más los hechos que las palabras. El talante evangélico de las personas y de las comunidades es el requisito fundamental para que las palabras tengan resonancia y pueda ser posible el "ven y verás". La evangelización tiene que ver directamente con la iniciación cristiana, y ésta con la vida de la comunidad cristiana. La maduración de la fe y el proceso de conversión se dan en el paso de una existencia despersonalizada a sentirse miembro activo del Pueblo de Dios, y a formar pequeñas comunidades que trabajen por el Reino.

En este intinerario de fe la comunidad que convoca, acompaña y acoge es fundamental para que el proceso evangelizador desemboque en la formación de pequeñas comunidades que, en comunión y servicio, remueven y alienten la vida de las comunidades locales. El sentido comunitario de la fe debe llevar a un modo nuevo de entender el estilo de vida y de relaciones de aquellos que se sienten cristianos. Y desde aquí, las comunidades puedan ser alternativas de vida por los valores que encarnan y potencian, tales como el compartir, el discernimiento, la disponibilidad, la presencia en lugares necesitados, el modo de valorar los bienes y el tiempo, los proyectos que se sostienen, etc., etc. La fe está llamada a hacerse cultura, es decir, modo normal de entenderse, vivir y relacionarse.

La evangelización tiene presente los retos sociales y la identidad cultural del pueblo. Como bien señala Casiano Floristán una de las tentaciones frecuentes de la teología es relacionarse y expresarse con los esquemas propios de la cultura académica, es decir, la dominante. Cuando el pensamiento teológico se lleva a la pastoral y la catequesis, hacemos una teología popularizada, pero no popular (C. FLORISTÁN, Conceptos fundamentales de Pastoral, Evangelización, Cristiandad, 1983, 348-349; cfr. J. SOBRINO, ¿Qué es evangelizar? MisAb (1985/3); cfr. L. BOFF, La nueva evangelización. Perspectivas de los oprimidos, Sal Terrae, 1990). A esta peculiaridad cabría añadir el hecho de que el contexto sociocultural actual es poco facilitador de la formulación y expresión de la fe cristiana. Por lo mismo, la evangelización debe tener presente al mismo tiempo los retos sociales y la identidad cultural del pueblo, que como sustrato existencial más o menos solapado sigue estando presente, al menos, en las vivencias principales de lo humano. Este doble reto, que aunque va unido en la práctica, no se puede confundir, supone estar atento a lo siguiente:

El análisis de la realidad y la lectura de los signos de los tiempos están muy mediatizados por el lugar social en el que los teólogos, pastores, evangelizadores y educadores de la fe nos situamos, pues actúa como precomprensión hermenéutica de la realidad social y de los datos de la fe. Una vez más, hay que escuchar la Palabra de Dios desde "los gritos de los más pobres"; ahí seremos encontrados y convertidos por Dios que sale a nuestro encuentro y nos ayuda a mirar y actuar de otra manera.

La vigilancia permanente para unir la constatación de las "semillas del Verbo" que hay en nuestra cultura, la denuncia profética de lo que nos engaña y esclaviza, y la propuesta de caminos nuevos en clave de esperanza. El pueblo, es decir, la gente buena y sencilla tiene mucho que decir, por su propia competencia experiencial. ¿Cómo devolver al pueblo la palabra para que pronuncie su palabra? Sin duda alguna, la evangelización conecta con los núcleos más profundos de la persona humana y con los centros de interés más humanizadores que los seres humanos llevamos dentro.

El estudio de la evolución del sentido de lo religioso en el hombre actual, pues tiene que ver con la misma concepción de lo trascendente y la importancia concedida a sus mediaciones en la vivencia de lo sagrado. Sin duda que se trata de una tarea en doble dirección: cómo interpela esta nueva situación religiosa a la reflexión teológicapastoral, y qué puede seguir aportando la fe cristiana al ser humano para que se entienda mejor a sí mismo y dé sentido a su vida. Quien comparte la existencia humana en todos sus niveles, desde dentro, puede hacer una propuesta significativa; los deseos profundos de los hombres y de las mujeres del final del milenio deben ser escuchados y enriquecidos con la propuesta cristiana.

El valor de la subjetividad y de la solidaridad son fuertes y patentes; por lo mismo, la fe cristiana tiene que cuidar mucho la experiencia personal de Dios, la posición profética frente a toda injusticia, y la fecunda relación entre ambos aspectos.

La cuidada integración de todas las dimensiones de la evangelización. Pablo VI en EN habla de esta relación e insiste en el equilibrio que las distintas dimensiones de la evangelización deben tener. Recordemos las dimensiones: la transmisión de la fe, la educación de la misma, la vida testimonial de la comunidad cristiana, la celebración de los sacramentos, y la transformación de las realidades temporales. Todas las dimensiones son necesarias, cada una de ellas realiza, a su manera, lo que el conjunto de ellas pretenden, se implican y desarrollan al tiempo, se apoyan en el mensaje evangélico y en la experiencia de los creyentes, se desarrollan de forma gradual, y deben enraizarse en la experiencia humana. El cuidado armónico de estas dimensiones ayudará a conseguir un perfil de creyente más maduro y sólido, y sin las lagunas y contradicciones con las que nos encontramos en no pocos cristianos, incluso entre los que se consideran convertidos y formados. La tarea de evangelización es compleja y exige evangelizadores con síntesis personal de fe.

La corresponsabilidad de la labor evangelizadora. Si la evangelización define el ser y el hacer de la Iglesia, si la Iglesia existe para la evangelización, todos los bautizados estamos empeñados en esta misión, servida desde carismas y ministerios distintos "El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular o diócesis..." En cada Iglesia particular "se hace presente la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales" (DGC 217). Este es el principio teológico básico que lleva a afirmar que toda la comunidad cristiana es responsable de la tarea de evangelizar; además, la comunidad cristiana acoge también a aquellos que ha acompañado en el proceso de engendramiento y maduración de la fe. No pocas comunidades parroquiales funcionan más con un talante de prestación de servicios religiosos que de misión evangelizadora. Los sacerdotes siguen siendo los responsables de casi todo; y salir de esta situación sólo es posible si descubrimos y valoramos la vocación y misión de los laicos, como tales y en asociaciones laicales, así como el carácter secular de la Iglesia entera, llamada a ser sacramento del amor de Dios y de la salvación del género humano. Supone comunidades maduras, vivas y con el talante del Concilio Vaticano II. Estas comunidades son el ámbito adecuado para que se dé, en la práctica, el reconocimineto de la igualdad de todos los cristianos y su participación en la toma de decisiones en la comunidad desde el principio de la comunión orgánica.

5.3. Aspectos concretos que hay que potenciar en la nueva evangelización

Las sugerencias que están a continuación se centran en mediaciones que posibilitarán el que la realidad que tenemos se acerque un poco más a los ideales propuestos.

1.° Comunidades cristianas testigos del Resucitado, que han encontrado su lugar en la cultura actual y que son invitación al seguimiento de Jesucristo. — Las actitudes que Jesús enseña a los que le siguen y con los que hace la comunidad fundante son los siguientes: la primacía de Dios y su justicia, el desprendimiento de los bienes materiales, la actitud de servicio al hermano, el perdón misericordioso, la donación gratuita de la vida, el asumir las cruces con confianza y esperanza, el anuncio de la Buena Noticia de que Dios es Padre y de que somos hermanos, y la opción preferencial por los más pobres. Cristo muerto y resucitado es la confirmación definitiva de que el modo de vida de la comunidad apostólica es más fuerte que la muerte, augura la felicidad y anticipa los bienes escatológicos. Esto da a las primeras comunidades creatividad en el Espíritu, misión compartida y corresponsabilidad en los ministerios. El ideal comunitario sigue estando en los sumarios de los Hechos de los Apóstoles. A nosotros nos toca seguir preguntándonos: ¿cómo un grupo de creyentes a través del proceso evangelizador llega a ser una comunidad con estas características constitutivas?; ¿qué experiencias estructurales de la identidad cristiana tiene que vivir un grupo de catecúmenos para llegar a ser comunidad madura, encarnada y misionera?; y ¿cómo hacer este proceso, con qué metodología, qué catequistas requiere?

Si estas preguntas no se responden adecuadamente, es casi imposible la consecución de las demás cosas que decimos de las comunidades cristianas: el diálogo con la cultura, la presencia crítica en la sociedad, la acción transformadora de lugares significativos, etc., etc. Evidentemente estos aspectos que acabamos de enumerar son constitutivos del proceso de formación de la comunidad, así como la referencia de su presencia y acción, pero su descubrimiento y vivencia son fruto de un proceso, que se hace desde los interrogantes anteriores. Y no se trata de tener proyectos de catecumenados de jóvenes y de adultos, sino de constatar en la práctica cuántos grupos llegan al final del itinerario de fe, y a su vez, se constituyen en acompañantes de otros grupos para hacer la experiencia del seguimiento de Jesús.

2.° La problemática de la convocatoria y la conversión inicial. — La evangelización da su fruto si aquellos a los que se dirige responden, es decir, están interesados en hacer la experiencia que se les propone, a pesar de las dudas, los miedos, y reticencias propias de lo desconocido. El proceso evangelizador en sus tres etapas será recorrido en su totalidad por algunos de los que comenzaron el camino. En la convocatoria, que no es únicamente una serie de acciones, sino una etapa, nos jugamos las etapas siguientes. En la mayor parte de los sitios no es suficiente informar para que surja un pequeño grupo de personas dispuesto a iniciar la experiencia; cada vez más la convocatoria debe ser misionera: partirá de la presencia significativa y de la invitación personal a los familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. A este modo de situarnos y de confesar la fe seguimos estando poco acostumbrados; si no reaccionamos desde una fe militante y concientizadora, en un futuro próximo veremos decrecer drásticamente el número de creyentes en las celebraciones dominicales, por ejemplo.

La evangelización de los jóvenes y de los matrimonios jóvenes es la tarea más prioritaria de todas las que se nos puedan presentar si miramos el futuro de la Iglesia. Tan importante como la convocatoria y la formación de grupos que estén dispuestos a plantearse lo que ofrece el Evangelio de Jesús, es el que los convocados lleguen a la experiencia de conversión inicial que posibilita el paso a la segunda etapa del proceso evangelizador, la etapa catecumenal. La primera etapa, la misionera, es tiempo de búsqueda del sentido de la vida y de los valores propios de la antropología cristiana: la apertura a lo transcendente y la asunción de los límites de la vida. Estos dos aspectos llevan a la pregunta religiosa entendida como invocación, en confianza, a un Dios que puede salvar. Esta experiencia de encuentro posibilita la conversión inicial a Jesucristo que nos propone una existencia nueva y plena. Del proceso evangelizador en conjunto, la convocatoria y la conversión inicial sientan los cimientos de todo lo demás; por eso deben cuidarse de manera especial en la nueva evangelización.

3.° La centralidad de la "iniciación cristiana" en el proceso evangelizador. - "Dado que la "misión ad gentes" es el paradigma de toda acción misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal, a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora" (DGC 90; cf. MPD 8; EN 44; ChL 61).

El catecumenado bautismal nos recuerda continuamente la importancia de la "función de iniciación" en la vida de la Iglesia, la maternidad espiritual que se da en la educación de la fe, la índole pascual de toda la iniciación (cfr. RICA 8) la importancia de la interculturación en la evangelización y en el carácter procensal de la maduración de la fe. La evangelización busca la conversión a Jesucristo; el sí a Jesucristo implica la entrega a Dios y el asentimiento a su autocomunicación (cfr. DV 5). "La fe es encuentro personal con Jesucristo, es hacerse discípulo suyo. Esto exige el compromiso permanente de pensar como Él y de vivir como Él lo hizo. Así, el creyente se une a la comunidad de discípulos y hace suya la fe en la Iglesia". (DGC 53). La iniciación cristiana si se realiza bien lleva a una fe que brota de lo profundo del corazón y afecta totalmente a la persona. El proceso de conversión radical según recoge el Directorio (DGC, 56) tiene los siguientes momentos: "el interés por el Evangelio", "la conversión", "la profesión de la fe" y "el camino hacia la perfección". Este camino tiene que hacerse ateniéndose a las distintas situaciones socio religiosas de los catecúmenos. La acción catequética es el aspecto más importante en la iniciación cristiana; por eso la catequesis dentro del proceso evangelizador busca la profesión de la fe vivida, comprendida y comprometida (cf. CD 14).

Dentro de la evangelización conviene distinguir adecuadamente sus etapas constitutivas, asegurar la adecuada conexión entre ellos y dar la importancia que tiene a la catequesis de iniciación, cuyas características, muchas veces olvidadas o diluidas en acciones genéricas, son las siguientes: se trata de la formación sistemática y orgánica, que afecta al hombre entero para que crea desde el "corazón", centrada en lo básico de la experiencia cristiana (certezas de fe y valores evangélicos) y que incorpore progresivamente a la comunidad cristiana para discernir y vivir en ella la vocación a la que Dios llama a cada uno. La riqueza y complejidad de la evangelización no está reñida con la precisa comprensión y definición de las etapas (misionera, catecumenal y pastoral) que constituye el proceso evangelizador.

Estamos en un momento eclesial en el que todo es pastoral, y así no se valora la centralidad y la especificidad de la iniciación cristiana, propia de la etapa catecumenal. Al proceder de este modo se olvida que la etapa misionera se encamina a la catequética, y ésta es seguida por la pastoral de la comunidad cristiana. La solidez de la fe, la perseverancia de la misma, y la superación de las dificultades del creyente en un mundo complejo y contradictorio depende básicamente de cómo se haya hecho la iniciación cristiana.

En concreto, y por citar únicamente uno de los problemas importantes que seguimos teniendo: ¿qué pasa con los adolescentes y jóvenes que año tras año se confirman y desaparecen de las comunidades parroquiales? Es claro que de su permanencia depende, en gran medida, el futuro de las comunidades parroquiales. Si esto sucede es que la iniciación cristiana no se ha hecho bien, pues no ha terminado en una integración mínima y básica en la comunidad.

4.° Renovar la pedagogía evangelizadora según la pedagogía divina. - A lo largo de la Historia de la Salvación Dios se presenta como un padre entrañable, un maestro muy especial y un sabio que desde el amor, desde lo cotidiano y desde el corazón ayuda a crecer para que cada creyente y cada comunidad viva en fidelidad y disponibilidad (cfr. Dt. 8,5; Os. 11, 34; Pr. 3, 11-12). Jesucristo continúa esta pedagogía, y añade "la perfección y la eficacia inherente a la novedad de su persona" (DGC 140). Y la Iglesia está llamada a ser en cada lugar y momento histórico "madre y maestra" de la fe (cfr. GE 3c). La finalidad de la acción evangelizadora de la Iglesia es llevar a la persona "al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef. 4,13). "Queriendo hablar a los hombres como a amigos, Dios manifiesta de modo particular su pedagogía adaptando con solícita providencia su modo de hablar a nuestra condición terrena" (DGC 146). Este diálogo que Dios quiere entablar personalmente es la "inspiración y norma" de la pedagogía de la fe; de ahí el carácter progresivo de la Revelación y su adaptación a la situación cultural y personal de los destinatarios.

Preocupación constante del evangelizador debe ser la progresiva síntesis entre la acogida del Dios revelado en Jesús y los contenidos propios del mensaje cristiano, así como el descubrimiento vivencial de las dimensiones de la fe: conocimiento, oración, celebración y compromiso. "Una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia: la fidelidad a Dios y al hombre, en una misma actitud de amor" (GT 55).

En la sociedad en la que vivimos urge analizar los destinatarios y los contextos en los que se evangeliza; cada vez más necesitamos proyectos catequéticos especializados según: edades, contextos socioculturales, contextos socioreligiosos y "escenarios" como hace, por ejemplo, el estudio de A. TORNOS y R. APARICIO, ¿Quién es creyente en España hoy? En este estudio cada tipología de creyente se estudia desde las conductas religiosas, los factores desencadenantes, la repercusión vital, las alternativas profanas y los bloqueos. Y cada grupo de esta tipología requiere una respuesta distinta, aunque todas busquen la maduración de la fe.

El catequista actúa desde la doble fidelidad a Dios y a las personas concretas a las que se dirige; además, sabe que lo que se trasmite no es suyo, lo ha recibido del mismo Jesucristo a través de la tradición eclesial. Lo que anuncia como Buena Noticia no es posible si no se encuentra en comunión de vida con Aquel que es el origen y el contenido de su mensaje. Si la finalidad de la catequesis de iniciación es llevar al hombre al encuentro con Dios, sólo lo puede intentar el catequista desde ese mismo encuentro con Dios. Aquí reside la fuerza y garantía de su misión, y no en los logros pastorales por muy eficaces que parezcan. La exigencia propia del proceso catecumenal no está reñido con la sencillez de los creyentes y de las comunidades; la evangelización de la sociedad actual se hace mejor desde la actitud de servicio y la exclusión de toda superioridad, pero con la confianza gozosa del que desde su vida, se siente feliz en el seguimiento de Jesús, y desde ahí se atreve a proponer el Evangelio.

El sentido humanizador y liberador de la fe, tanto a nivel personal como social, es lo que puede interpelar más hondamente a nuestros coetáneos. Bueno será terminar este apartado recordando las palabras de Pablo VI en EN al hablar del evangelizador al que le pide que tenga el amor de la madre, cuyas características son la incondicionalidad, la acogida, la ternura y la entrega hasta dar la vida, pensando más en los hijos que en ella misma. Este cariño no está reñido con la claridad del que tiene que corregir y amonestar, pero pensando siempre en el bien del otro, y haciendo que la persona sea siempre lo más importante. Lo que nos dice si la iniciación cristiana está bien hecha y se ha llevado hasta el final son dos parámetros irrenunciables: la incorporación de los catecúmenos a la comunidad cristiana como miembros activos, y el discernimiento de la vocación personal a la que Dios llama a cada uno desde el Bautismo y la Confirmación.

5.° Evangelizar desde la religiosidad popular. - Partimos del hecho de que para muchos cristianos es la forma normal, y casi única, de vivir la fe. En muchos casos, es la mejor plataforma para llegar a los bautizados alejados de la referencia eclesial. Por el carácter afectivo, expresivo y estético que tiene la religiosidad popular el esquema propio del catecumenado queda invertido; lo primero en la religiosidad popular es la expresión, desde ahí se da la acogida de la fe y, si se consigue por el trabajo pastoral, se puede llegar al anuncio de la fe que reeduque la religiosidad popular.

Los obispos del sur de España en los documentos que tienen sobre la religiosidad popular dan pistas muy sugerentes; nos invitan a asumir, colmar y trascender las formas llenas de sentimiento que el pueblo tiene de manifestar su fe. Esta postura del magisterio es una invitación a estar cercanos, a valorar desde dentro todo lo que tiene de positivo la religiosidad popular y a ayudar a estas personas a purificar y enriquecer su fe. El camino es largo y lento; los cambios se percibirán más al final que al principio. Desde la cercanía y la aceptación se puede hacer el contraste y la crítica para que lo auténtico aparezca con más fuerza y nitidez. A su vez, también los pastores y evangelizadores debemos cuestionarnos sobre nuestra forma de vivir la fe, pues en muchos casos no ha conseguido empatizar ni enriquecer la religiosidad popular.

Para que se pueda dar el diálogo que lleve a evangelizar la religiosidad popular desde la necesidad popular necesitamos: cambiar nuestra actitud de frialdad y, a veces, rechazo de estas manifestaciones, repensar seriamente cómo dar al pueblo su propio protagonismo en estas propuestas, recuperar lo narrativo en la metodología de la educación de la fe, adaptar el proceso de maduración de la fe a las características propias de la religiosidad popular, captar las vivencias de la gente sencilla que más tienen que ver con las experiencias fundamentales cristianas, profundizar en la relación entre Cristo y María para asegurar el cristocentrismo y la comunión afectiva con la persona, el mensaje y las causas de Jesús.

Como la religiosidad popular tiene que ver mucho con lo celebrativo, conviene repensar por qué nuestra liturgia, rica en contenido teológico, pero pobre en elementos simbólicos y afectivos, conectan tan poco con la religiosidad popular, pues una y otra caminan de forma paralela. En la práctica, el desarrollo de procesos catecumenales con las minorías que dirigen los grupos, hermandades, cofradías, etc., puede ser, a largo y corto plazo, lo que aporte resultados mejores y más sólidos.

6.° El problema de la interculturación de la fe. - "De la catequesis, como de la evangelización en general, podemos decir que está llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas" (CT 53). EN del número 30 al 35 insiste en que el anuncio del Reino que proclama la salvación incluye un mensaje de liberación para todos los que quedan marginados en la sociedad. La historia de la salvación hace "memoria" de las obras realizadas por Dios en la historia, habla de un futuro en plenitud como don de Dios e ilumina el presente. En consecuencia, la inculturación "no es una nueva adaptación externa que, para hacer más atrayente el mensaje cristiano, se limitase a cubrirlo de manera decorativa con un barniz superficial. Se trata, por el contrario, de la penetración del Evangelio en los niveles más profundos de las personas y de los pueblos, afectándoles "de una manera vital, en la profundidad y hasta las mismas raícesí de sus culturas" (DGC 109; cfr. EN 20, 63 y RM 52).

El Concilio pide a las comunidades una labor de discernimiento para favorecer y asumir todos los elementos culturales compatibles con la fe; (cfr. LG 13) y añade que una adecuada interculturación sana, eleva y perfecciona los criterios y valores discrepantes del estilo de vida del Evangelio (cfr. LG 17).

Uno de los elementos más significativos donde se juega la interculturación de la fe está en el lenguaje y los símbolos, íntimamente relacionados con los valores y los dinamismos que expresan la existencia humana. Siempre estará presente el interrogante de fondo: ¿cómo conjugar la inculturación y la integridad del mensaje cristiano? La revelación "no está aislada de la vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla ya para juzgarla, a la vez del Evangelio" (CT 22c; cfr. EN 29). Jesús de Nazaret vivió su condición humana en plenitud; por eso nosotros podemos vivir lo humano en El y como Él; quien vive en comunión con Jesucristo hace la experiencia de la nueva humanidad. En consecuencia, se puede partir del Dios de Jesús para alcanzar el corazón del hombre, o se puede partir de las aspiraciones del corazón humano para llegar a Dios. Uno u otro camino depende de la condición de los destinatarios.

"La inculturación debe implicar a todo el pueblo de Dios, no sólo a algunos expertos, ya que se sabe que el pueblo reflexiona sobre el genuino sentido de la fe que nunca conviene perder de vista. Esta inculturación debe ser dirigida y estimulada, pero no forzada, para no suscitar reacciones negativas en los cristianos: debe ser expresión de la vida comunitaria, es decir, debe madurar en el seno de la comunidad y no ser fruto exclusivo de investigaciones eruditas" (RM 54). La relación método-contenido es fundamental en la evangelización, pues hay que evitar tanto la yuxtaposición como la idea ingenua de que el método es neutro en la transmisión del mensaje, o que el contenido del mensaje es indiferente a cualquier método. Más aún, determinas formas de evangelizar pueden provocar un rechazo total desde la sensibilidad del hombre actual. "El método inductivo no excluye, más bien exige el método deductivo, que explica y describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis deductiva tendrá pleno valor sólo cuando se ha hecho el proceso inductivo" (DGC 150).

La iluminación y la interpretación de la vida a la luz de la fe supone la confianza profunda de la correlación entre las expresiones fundamentales de la persona y el Evangelio; pero, al mismo tiempo, pide un método y un lenguaje que ayude a conectar, explicitar y a asumir esta interacción. Veamos algunas orientaciones para el adecuado enfoque de la pedagogía de la fe:

El equilibrio en el uso de los medios de comunicación social entre la imagen y la palabra.

La determinación de qué experiencias humanas son fundamentales para los destinatarios de la evangelización.

La concreción de los lugares donde se gestan los cambios culturales y en qué dirección van estos cambios.

El análisis de los ámbitos humanos donde se generan estilos de vida: lo urbano, lo turístico, lo juvenil, las autopistas de la comunicación, etc.

Los llamados "areópagos modernos" (RM 37) porque en ellos se generan sensibilidades y compromisos a los que son especialmente sensibles nuestros contemporáneos: la ecología, la paz, los derechos humanos, el compromiso a favor de las minorías, la solidaridad con los excluidos, etc.

Situaciones especialmente conflictivas, generadas por los problemas que estamos viviendo en los últimos años: los conflictos étnicosreligiosos, las situaciones históricas no resueltas adecuadamente, "los modelos de referencia dominante en unos países profundamente influidos por la secularización masiva y, en otros, por una fuerte religiosidad" (DGC 212).

Las culturas que existen en los diferentes lugares, y que a primera vista pueden parecer un todo homogéneo y no lo son: los grupos profesionales, el mundo obrero, las personas dedicadas a la investigación científica, los jóvenes, los ambientes marginados, los discapacitados físicos o psíquicos, los inmigrantes, las mujeres sin promoción social, etc.

Todas estas particularidades, y otras más que se pudieran añadir, piden experiencias nuevas, después de un serio análisis de los datos, que abran el camino a proyectos de evangelización específicos, plurales y lo más adaptados a los destinatarios. En consecuencia, los materiales para las diferentes etapas de la evangelización y, sobre todo para la etapa misionera, deberían ser mucho más abundantes, variados y específicos. Aquí tenemos una tarea pendiente y mucho trabajo por delante.

BIBL. – BOFF, L. La nueva evangelización. Perspectiva de los oprimidos, Sal Terrae, 1990; CARDENAL DANNEELS, Evangelizar la Europa secularizada (Ponencia en IV Simposio de los Obispos de Europa): Ecclesia, 17 noviembre de 1986, 28-43; C.E.E., Impulsar una nueva evangelización (Plan de acción pastoral para el trienio, (1990-1993), Edice, Madrid 1990; CELAM, Nueva evangelización. Promoción humana. Cultura cristiana (Documento de trabajo) 1992; Congreso Evangelización y hombre de hoy, Edice, 1987; ESQUERDA J., Evangelizar hoy, Madrid 1987; GAYA S., La segunda evangelización de Europa en el pensamiento de luan Pablo II, PPC, Madrid 1990; INIESTA, A., Anunciar a jesucristo en la España de hoy, HOAC, 1987; GONZÁLEZ CARVAIAL, L., Evangelizar en un mundo postcristiano, Sal Terrae 1993; LASANTA, P. J., La nueva evangelización de Europa, Valencia 1991; MACASE, C., La espiritualidad de la nueva evangelización. Desafíos y perspectivas, CRT, México 1990; Obispos vascos y de Pamplona, La Iglesia comunidad evangelizadora, ldatz, San Sebastián 1989; PAGOLA, J. A., Acción pastoral para una nueva evangelización, Sal Terrae 1991; Roux, R. E., Nueva evangelización Eucaristía y construcción comunitaria, Indo-American Press Service, Bogotá 1991; SALADO, D., Inculturación y nueva evangelización, San Esteban 1991; SEBASTIÁN, F., Nueva evangelización. Fe, cultura y política en España de hoy, Encuentro 1991; VALADIER, P., La Iglesia en proceso. Catolicismo y sociedad moderna, Sal Terrae 1990; VITORIA, F. J., La nueva evangelización de Europa: Iglesia Viva 159 (1992) 303-326; Revistas: Evangelizar Europa, "Servicio de documentación" de Iglesia Viva n° 33 (1992); Evangelizar en España hoy: Iglesia Viva n° 51 (1974); La misión en España hoy: Pastoral Misionera n° 174 (1991); Desafíos al cristianismo al cambio de siglo: Iglesia Viva n° 192 (1997)

Jesús Sastre