Evangelio
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SUMARIO: 1. Significado del término evangelio. — 2. Jesús y el Evangelio. — 3. Aportaciones de los otros escritos del Nuevo Testamento. — 4. De la predicación misionera a los escritos evangélicas. -5. Cómo leer hoy los Evangelios.


Los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan son los escritos del N.T. que han sido más apreciados por las comunidades cristianas de todos los tiempos. En ellos se nos narra la vida, hechos, palabras, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios. El mismo Jesús envió a los apóstoles a todos los pueblos para que les enseñaran "a poner por obra todo lo que os he mandado" (Mt. 28,20). Las primeras comunidades sintetizan lo referente a Jesús en el misterio pascual: "Porque yo os transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras" (1 Cor. 15,3- 4). Lo primero fue la predicación de Jesús y la predicación de los apóstoles referida a lo que Jesús dijo e hizo (Jn. 21,25); después se escribieron los evangelios.

1. Significado del término evangelio

El término bíblico es b.sóráh y se refiere al anuncio alegre del triunfo militar sobre los enemigos (1 Re 1,42; 2 Re 7,9) a la liberación de una amenaza, y a la gratificación que se da al que anuncia esta buena noticia (2 Sam. 18,22). El término griego euangélion significa "buena noticia"; se utiliza para el anuncio de las victorias militares y para el mensajero de tales noticias. En la paz romana el término evangelio designa los acontecimientos más importantes de la vida del emperador que repercutían beneficiosamente en la población. Estos hechos alegres, triunfantes y dadivosos se celebraran como evangelios. En Is. 40- 66 aparece el significado religioso de la palabra evangelio. "Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva y proclama la salvación, que dice a Sión: "Ya reina tu Dios" (Is. 52,7). Este anuncio referido al término del exilio y al regreso del pueblo se expresa como la llegada del Reino de Dios en perspectiva universal. En esta línea se sitúa el anuncio del Reino que hace Jesús al comienzo de su vida pública y durante toda ella. (Mc. 1,15; 8,35; 14,9).

2. Jesús y el Evangelio

Jesús comienza su ministerio en Nazaret con unas palabras de Isaías: "El espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha mugido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor". (Lc. 4, 18-19). Y dijo Jesús: "Hay se ha cumplido ante vosotros esta profecía" (Lc 4,21). Jesús de Nazaret se presenta como el mensajero de la buena noticia de Dios para los pobres; poco a poco la gente va tras él y le buscan porque perciben que es el Mesías. En la persona de Jesús de Nazaret Dios se autocomunica, nos hace llegar la novedad de su rostro de Padre, nos da su amor y su perdón, nos reconcilia y nos ofrece un futuro de plenitud; nos pide conversión y acogida gozosa (Mc. 1,15). En Jesucristo Dios nos invita a dejar el pecado y a aceptar con todas las fuerzas deI corazón la buena noticia; los pecadores, los pequeños, los pobres de espíritu, y los paganos son los que tienen mejores disposiciones para acoger el Evangelio (Mc. 5, 3; 8, 35; Mt. 11, 28; Mt. 15, 21-28).

La predicación de Jesús, a través de sus palabras y gestos, recoge las esperanzas mesiánicas y anuncia un reino que está entre nosotros (Mt. 4,17; 9,35); las parábolas desvelan en qué consiste el Reino (Mt. 13,1-52; Mc. 4,1-34) y los milagros son los signos de que el reino de Dios está actuando (Lc. 11,15-20). Cristo resucitado envía a la comunidad apostólica por todo el mundo para que anuncie el Evangelio (Mc. 16,15); los Hechos de los Apóstoles nos cuentan el dinamismo de la predicación del Evangelio: proclamación del Kerygma, proceso de conversión, recepción del Bautismo, vida en comunidad y empeño misionero. El Espíritu Santo anima a la Iglesia naciente en el anuncio del Evangelio. "Y fue también él quién constituyo a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas y a otros pastores y doctores. Capacita así a los creyentes para la tarea del ministerio y para construir el cuerpo de Cristo hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, hasta que seamos hombres perfectos, hasta que alcancemos en plenitud la talla de Cristo" (Ef. 4,11-13).

En la predicación apostólica los acontecimientos de la vida de Jesús de Nazaret son presentados como hechos salvíficos; hay unidad entre lo que sucedió en Jesús de Nazaret, el reino que anunció, la fe en Cristo resucitado y su venida gloriosa al final de los tiempos. El Evangelio proclamado y después puesto por escrito es en sí mismo acontecimiento salvador, no únicamente referencia de lo que sucedió. Por eso la Palabra anunciada también es celebrada en la liturgia y conservada como el depósito precioso de la fe. Cuando los testigos que han vivido con el Señor y han tenido la gran experiencia de su resurrección van muriendo, las comunidades sienten la necesidad de poner por escrito lo referente a Jesús de Nazaret muerto y resucitado. Estos escritos contienen el testimonio de los discípulos de Jesús; a medida que la segunda venida de Jesús se retrasa y las comunidades padecen dificultades y persecuciones, necesitan poner por escrito lo que Jesús dijo e hizo, para desde ahí leer y reconocer su propia situación. A medida que el anuncio del Evangelio llega a pueblos y culturas que no son de origen judío, necesitan precisar el contenido fundamental del mensaje en su contexto donde la fe religiosa tiene parámetros muy distintos. Los evangelios escritos, sin ser la biografía de Jesús, nos recuerdan que la salvación no es una abstracción ni mera historia de un hombre; el misterio salvador de Dios se expresa en los relatos evangélicos y la predicación evangélica se abre a la plenitud escatológica.

3. Aportaciones de los otros escritos del N.T.

Nos referimos al Evangelio de Juan, a las cartas de Pablo y al Apocalipsis. En los escritos joánicos, Evangelio y cartas, no aparece el término evangelio; se emplean con profusión y profundo significado los términos "palabra" y "testimonio"; ante la palabra de Jesús hay oyentes que la aceptan y otros que la rechazan (Jn. 10,19). Los que "permanecen" en la palabra (Jn. 8,31) y la palabra en ellos (Jn. 15,7) tienen la vida eterna, la luz y la verdad (Jn. 17,17). Para el evangelista Juan (Jn. 8,51), quién acepta el testimonio y la palabra de Jesús entra a participar de la vida teologal que es fe en Dios, esperanza en su Reino y amor desde Él al hermano. Jesús da testimonio de lo que ha visto y oído junto al Padre (Jn. 3,11. 32 s) y constituye la expresión del proyecto salvador de Dios. El Espíritu Santo da testimonio de Jesús (Jn. 15,26) y de que nosotros somos hijos de Dios (Rom. 8,6); aceptando este testimonio se entra en la vida de Dios.

En los escritos paulinos aparecen con frecuencia los términos mensajero y mensaje en relación al cumplimiento de las Escrituras y a la salvación de Dios. En Romanos y Gálatas se plantea la dialéctica entre Ley y Evangelio; Pablo nos sitúa en la novedad del Evangelio: la fe en Cristo Jesús y no las obras de la ley son las que justifican al hombre (Gál. 2,16; Rom 3,28). Con esto Pablo declara la insuficiencia de las prácticas cultuales del pueblo de Israel y, por otro lado, se afirma que es la entrega de Jesús y no las buenas obras morales las que nos justifican ante Dios. La ley ha actuado como pedagogo del pueblo de Dios en su inmadurez; llegada la plenitud, no se necesita el pedagogo (Gál 3,25). Cristo nos libera del pecado y de la tutela de la ley (Rom 6,1-19;7,1-6). En Cristo y desde Cristo sigue vigente el mandamiento del amor que sintetiza y plenifica toda la ley (Rom. 13,8 ss); la ley del amor por la acción del E. Santo actúa desde el interior, desde el corazón (Rom. 5,5; Gál. 5,16-23).

Pablo en las comunidades cristianas que proceden de ámbito no judío presenta la teología de la cruz: "El lenguaje de la cruz, en efecto, es locura para los que se pierden; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder de Dios. Como está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y haré fracasar la inteligencia de los inteligentes" (1 Cor. 1, 18-19). Y continúa: "Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Mas para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios". (1 Cor. 1, 23-24). El Evangelio ayuda a comprender que lo que parece locura, desde Dios, es más fuerte que la sabiduría humana, y lo que parece debilidad, desde Dios, es más fuerte que las posibilidades humanas.

El libro del Apocalipsis se escribe en momentos de grandes dificultades para los cristianos perseguidos por el poder imperial de Roma. El emperador se hace dios con lo que queda sacralizado el estado; la predicación cristiana choca frontalmente con esta concepción de la vida, pues afirma que el único Evangelio es Cristo Resucitado, y no la persona y los hechos del emperador. Esto es lo que anuncia el ángel con voz potente a todas las naciones, razas, lenguas y pueblos; "Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora del juicio. Adorad al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales de agua... Un segundo ángel le seguía diciendo; Ha caído, ha caído la orgullosa Babilonia, la que emborrachó a todos los pueblos con el vino de su desenfrenada lujuria. Y un tercer ángel seguía a los dos anteriores diciendo con voz potente; Si alguno adora a la bestia y a su estatua, si recibe su marea en la frente o en la mano, tendrá que beber el vino de la ira de Dios". (Ap. 14, 6-10).

4. De la predicación misionera a los escritos evangélicos

La predicación misionera se articula alrededor del Kerigma: Cristo Resucitado es la salvación de Dios para los que creen en Él. El Kerigma hace referencia al acontecimiento histórico de la resurrección de Jesús de Nazaret y al horizonte escatológico que tiene esta buena noticia para la creación entera. Esta fe en Jesucristo vivo y constituido Kyrios (Señor) de la historia es lo que lleva a las primeras comunidades a recordar todo lo que Jesús hizo y dijo en su vida terrena, desde el nacimiento en Belén de Judá hasta su condena a muerte en tiempos de Poncio Pilatos. Los aspectos biográficos de Jesús no es lo más relevante en los evangelios, pues la historización que los escritos evangélicos hacen es desde lo que están pasando las comunidades de creyentes. El dato más importante es cómo Dios actuó en la persona, mensaje y hechos de Jesús de Nazaret, y todo ello como llamada a la conversión y a la salvación. Estas características son las que distinguen los cuatro evangelios de los evangelios apócrifos.

Los evangelios sinópticos se estructuran según el esquema original del evangelio de Marcos que organiza las narraciones sobre Jesús de Nazaret conservadas en la comunidad por la predicación misionera; la estructura de los sinópticos tiene dos coordenadas: la geográfica constituida por el camino de Galilea a Jerusalén, y la cronológica que va desde los tiempos de Juan el Bautista a la resurrección. Los escritos evangélicos presentan dentro de una historia lo que las comunidades creen; los primeros creyentes saben que al proclamar el Evangelio el Espíritu actualiza en ellas cuanto Jesús dijo e hizo; la vida de la comunidad es la historia viva de Jesús de Nazaret. Por esta razón el lenguaje es sencillo y coloquial, lleno de imágenes y narraciones unidas con frases breves. Mateo y Marcos amplían los materiales de Marcos, sobre todo al comienzo con los relatos de infancia. (Mt. 1,1-2, 23 y Lc 1,1-2, 52) y al final en lo referente a las apariciones del resucitado, la despedida de Jesús y la ascensión (Mt. 28,1-20 y Lc. 24,1-35).

El Evangelio de Juan nos pone los orígenes de Jesús en el principio cuando existía la Palabra junto a Dios y era Dios, antes del tiempo (Jn. 1,1-18); el evangelio de Juan no abunda en muchos datos, pues busca, sobretodo, robustecer la fe de las comunidades. Algunas narraciones evangélicas han chocado con la mentalidad judía y con la mentalidad pagana, y sin embargo han permanecido en la tradición oral y en el texto escrito. Esta característica es un argumento a favor del carácter histórico de estas narraciones.

A partir del s. II, la Iglesia postapostólica tiene muy claro que el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo es la plenitud de la historia de salvación, que en El se han cumplido las promesas y que los evangelios han sido reconocidos por la Iglesia; todo lo que contienen los Evangelios tiene la garantía de los que han estado con Jesús y han sido testigos únicos y excepcionales de su pasión, muerte y resurrección.

5. Cómo leer hoy los evangelios

 Actitud de búsqueda y apertura. Esta disposición humana es la más propia para que el Evangelio pueda abrir horizontes, ofrecer respuestas y llevarnos al sentido profundo de la vida humana, es decir, al encuentro con Dios y con nosotros mismos. Es la actitud del precónsul Sergio Pablo recogido en el libro de los Hechos 13,7. 12.

— Actitud de sencillez y profundidad. La soberbia y la superficialidad es lo que nos aleja más de Dios y de nuestra condición de hombres y mujeres, limitados y pecadores, y necesitados de dar significado a nuestra vida desde instancias que nos superan. El creyente asume gozosamente que la vida se fundamente en Dios creador y salvador. Acoger y llevar a la vida esta buena noticia es lo que puede convertir nuestros corazones sacándoles de nuestras propias contradicciones y limitaciones. (Hech. 13, 45. 45)

— La vida en comunidad. "Los que habían sido bautizados perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones" (Hech. 2,42). "El grupo de los creyentes pensaban y sentían lo mismo, y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las cosas" (Hech. 4,32). Aquí están los rasgos principales de una comunidad cristiana que guardaba la memoria de Jesús, que "no cesaba de enseñar y anunciar que Jesús es el Mesías" (Hech. 5,42), que puso por escrito la predicación misionera y la admitió como Evangelio. La lectura del Evangelio supone el contexto comunitario eclesial para entender y vivir el mensaje como lo hace la Iglesia. La sencillez del compartir lo que se es y tiene, el amor servicial al hermano y el gozo de hacer lo que agrada a Dios son el contexto adecuado para que el Evangelio, proclamado y celebrado, se vaya haciendo vida.

— "Anunciando como un sacerdote el Evangelio de Dios" (Rom. 15,16). Esta expresión de la carta a los Romanos se refiere el ministerio de Pablo entre los paganos y a los frutos de su predicación: "a fin de que la ofrenda de los paganos, consagrada por el Espíritu santo, sea agradable a Dios" (Rom. 15,16). El Evangelio produce lo que significa , pues es fuerza de salvación para los que lo acogen con sincero corazón; la predicación va acompañada por lo que han "visto y oído" los que evangelizan en nombre de Jesús. Los Hechos de los Apóstoles aluden con frecuencia a cómo las gentes escuchaban con aprobación las palabras de los apóstoles y los prodigios que hacían (Hech. 5,12- 16; 8,6ss; 19, llss).

Centralidad y urgencia del anuncio misionero del Evangelio. El mandato que nos dejó Jesús fue el de anunciar el Evangelio en todo tiempo y lugar hasta el final de los tiempos (Mt. 28, 18-20). El anuncio desencadena el proceso de conversión, y este la incorporación a la comunidad que vive en referencia histórica y escatológica al Reino. Jesús nos promete su presencia y su ayuda; es un la debilidad donde aparece la fuerza de Dios (1 Cor. 1, 17-2, 4). Este texto expresa con viveza y amplitud la experiencia de Pablo en Corintio: Cristo crucificado es la fuerza y la sabiduría de Dios manifestado en lo que el mundo considera necio y pobre. Este modo de proceder es "una demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe se fundamente, no en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios" (2 Cor. 2, 5).

Los dos retos de la nueva evangelización: la increencia y la injusticia de nuestro mundo. ¿Cómo anunciar el Evangelio en un mundo que margina a Dios? ¿Cómo ser buena noticia para los pobres y excluidos de nuestra sociedad? Estos dos retos piden mucha creatividad a la Iglesia, pero sobre todo exigen creyentes convertidos y comunidades maduras que apuesten por los valores definitivos y desde ahí construyan la "civilización deI amor". Confesar que somos hijos de Dios y hermanos supone una mirada nueva al mundo y a toda la organización social, una manera más justa y solidaria de entender la política y de plantear la economía y las relaciones entre los pueblos. Nunca podemos olvidar que Jesús de Nazaret llevó la salvación de Dios a sus destinatarios preferidos: los pobres, los pecadores, los enfermos y los marginados.

BIBL. — BARTOLOME, J. J, El Evangelio y Jesús de Nazaret, CCS 1995; Evangelio, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999, 846-854; Evangelio, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, San Pablo 1990; Evangelio, en Diccionario Teológico del Nuevo Testamento II, Sígueme 1980; GONZÁLEZ Ruiz, J. M., Evangelio, Conceptos Fundamentales de Pastoral, Cristiandad 1983, 323-339; GARCÍA VIANA, L. F., El cuarto evangelio. Historia, teología y relato, San Pablo 1997; GRELOT, P., Los evangelios. Origen, fechas y historicidad, Verbo Divino, Estella 19853; JEREMÍAS, J., Abbá. El mensaje central del Nuevo Testamento; MARCONCINI, B., Los sinópticos. Formación, redacción, teología, San Pablo 1998; SALAS, A., Evangelios sinópticos, San Pablo 1993.

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