Discernimiento
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SUMARIO: 1. Datos de la Escritura. -2. Aportaciones de la teología conciliar. — 3. El amor como experiencia del discernimiento. — 4. Criterios de discernimiento pastoral.


El objetivo propio del discernimiento cristiano consiste en la búsqueda de la voluntad de Dios para una persona o comunidad en una situación concreta. Esto supone un procedimiento que encuentra en la persona de Jesús de Nazaret, el discernidor por antonomasia, la referencia última. El discernimiento vocacional es fundamental en el proceso de maduración personal de la fe; el discernimiento en situaciones especiales en que se ha de tomar una decisión importante es ineludible; y el discernimiento pastoral afecta al modo permanente del ser y actuar de la Iglesia. Jesús de Nazaret formó a sus discípulos para que supieran discernir la acción de Dios en los momentos del nacimiento de la Iglesia; las primeras comunidades en su dinamismo evangelizador y misionero son un ejemplo de cómo discernir. Y San Pablo nos legó una teología básica sobre el discernimiento cristiano.

1. Datos de la Escritura

Toda la Sagrada Escritura manifiesta la iniciativa de Dios que guía a su pueblo a través de situaciones distintas y variadas. La vida del creyente adquiere un talante crítico ante la realidad y se abre al horizonte escatológico del Reino; el cristiano sabe que "Dios sondea nuestros corazones" (1 Tes. 2,4) y en un diálogo de profundidad, bajo la acción del Espíritu Santo, es invitado a acoger la voluntad de Dios y a ponerla en práctica. Esto no es posible sin un camino de conversión que nos hace crecer en fe, esperanza y caridad al "conocer interiormente la persona de Jesucristo y su Evangelio".

Ser cristiano es hacer "lo que agrada a Dios", como lo hizo Jesús de Nazaret (Rom. 12,2; 14,8; 2 Cor. 5,9, Ef. 5,10; Flp. 4,18; Col. 3,20; Tit. 2,9). En el N.T. aparece 22 veces el término dokimásein con el significado de llegar a conocer lo que se debe hacer y lo que se debe rechazar a través de una comprobación. Esto se aplica para el discernimiento personal (1 Cor. 11,28- 29; 2 Cor. 13, 5- 6; Gál. 6,4- 5) y para el discernimiento comunitario (1 Tes. 5, 19-22).

El discernimiento cristiano no se puede hacer desde el propio criterio e interés; se necesita una nueva mentalidad, la que Dios nos da al pasar del "hombre viejo" al "hombre nuevo" (1Cor. 1,10). Esta nueva mentalidad conlleva el no "amoldarse al mundo" (Rom. 12,2); hay que romper con el orden vigente caracterizado por el tener, el poder y el competir para poder discernir.

Jesucristo nos liberó de vivir la ley como la expresión de la voluntad de Dios (Rom. 13,8-10) con una actitud poco madura (Gál. 3,23-26); positivamente, nos abre a la novedad de la comunión trinitaria (1 Jn. 2,20. 27; 3,24; 4,6. 17; 5,6- 9) y a la docilidad al Espíritu Santo (Rom. 8,14), para llegar a la edad adulta en la fe (Gál. 4,19; Ef 1,3.14) que se expresa en el amor a los necesitados (Mt. 25,31-46).

2. Aportaciones de la teología conciliar

El Vaticano II insistió en la necesidad de que los fieles y pastores (PO 9) entráramos a fondo en la lectura de los signos de los tiempos (E. S.4). Estos necesitan ser analizados en profundidad y con talante evangélico (G.S. 11, 18, 27, 37; PO 28, 36; PDV40).

La Iglesia es y quiere ser "sacramento de salvación" (G.S.1) para el mundo; por lo mismo, la relación Iglesia- mundo tiene que verse en términos de colaboración y ayuda (G.S. 36. 38; 41-43). Hoy también podemos repetir las palabras de Pablo VI en la clausura del Concilio: "la antigua historia del samaritano ha sido el paradigma de la espiritualidad del Concilio".

El plan de salvación de Dios consiste en que todos los hombres conozcan el Evangelio y se conviertan a Jesucristo para vivir como hijos de Dios y hermanos. Cómo llevar esto a la vida en cada tiempo y lugar es objetivo del discernimiento personal y comunitario.

La evangelización del mundo contemporáneo plantea a la Iglesia algunos retos importantes; que deben ser cuidadosamente discernidos; subrayamos los siguientes: la inculturación de la fe, las nuevas presencias eclesiales, el diálogo interreligioso y el ecumenismo, la opción preferencial por los más pobres, los cauces de corresponsabilidad en la Iglesia, la evangelización de los alejados, los procesos de fe que desemboquen en comunidades maduras, y el compromiso socio-político del cristiano.

3. El amor como experiencia del discernimiento

Las expresiones paulinas para indicar la meta del discernimiento son variadas y muy significativas. Discernir es saber "lo que agrada al Señor" (Ef. 5, 10), conocer "la voluntad de Dios" (Rom. 12,2), "lo bueno" (FIp. 1,9-10; 1 Tes. 5,21-22), etc. A esto no se llega aplicando deductivamente unos principios, unos valores éticos o una norma; es algo más interior, experiencia) y fundante. El discernimiento proviene del amor evangélico que va configurando al creyente en una nueva sensibilidad y unos criterios que le permiten ver con más claridad lo que es conforme al querer de Dios revelado en Jesucristo (FI. 1,9-10). La forma en que se vive, los valores por los que se trabaja y las causas en las que se implica la vida facilitan o dificultan el discernimiento cristiano. El "tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús" (Flp. 2,5) es el camino práctico que nos permite conocer la voluntad del Padre. La capacidad de discernir no se improvisa; por el contrario, se prepara adecuadamente cuando se cultiva la lectura, la reflexión, la introspección, el análisis de la realidad, el examen de conciencia, y se pasan los acontecimientos por el corazón. La propia interioridad es el ámbito privilegiado del encuentro con Dios; por consiguiente, en la oración personal es donde Dios se comunica en el fondo del corazón como Padre. Sin la familiaridad con Dios que proporciona la oración no es posible el discernimiento, pues nos faltaría la comnaturalidad con Él y su proyecto de salvación; en la oración vamos descubriendo nuestras reacciones y nuestros sentimientos a lo que la Palabra de Dios nos va proponiendo.El análisis de lo que va pasando por dentro nos permite mirar al futuro y tomar uno u otro compromiso; esta decisión es don de Dios y exigencia en orden a la transformación de la realidad para que el Reino de Dios sea. La validación de la opción tomada está en los frutos de humanización que produzca en favor de los más necesitados, y la alegría interior de los que la llevan delante, a pesar de todas las dificultades.

Para poder hacer bien el discernimiento es necesario centrar bien el tema que se quiere discernir, querer buscar ante todo y sobretodo la voluntad de Dios, y situarse en la presencia de Dios en actitud de completa disponibilidad. Está disponible quien se muestra indiferente a los propios intereses y dispuesto a acoger y hacer lo que Dios le pida; si al hacer este ejercicio se siente paz, alegría y confianza significa que hay madurez en la fe y disposición sincera de buscar la voluntad de Dios, sea lo que sea, y aunque contravenga nuestros planes.

A la hora de discernir es necesario distinguir claramente el fin y los medios; el fin es la búsqueda de la voluntad de Dios que enmarca y orienta el discernimiento; lo que se disciernen son los medios que permitan hacer la voluntad de Dios. Aquí suelen aparecer las "afecciones desordenadas", es decir, los intereses y egoísmos que terminan anteponiendo nuestra voluntad a la de Dios. Importa mucho que conozcamos las limitaciones, los condicionamientos y las ambigüedades que nos impiden estar verdaderamente disponibles para lo que Dios quiera.

El árbol se conoce por sus por sus frutos, dice Jesús en el Evangelio (Mt. 12,33; Lc. 6,43-44); lo que nos confirma que el discernimiento se ha hecho adecuadamente son las obras (Ef. 5,8-10; Flp. 1,9-11; Gál. 15,22), que se refieren directamente al amor al hermano; en caso contrario, aunque hiciéramos maravillas, si nos falta el amor, nada vale (1 Cor. 13,1-3). Y esto tiene una traducción interpersonal, pero también social y estructural hasta conseguir un orden internacional más justo y solidario (G.S. 40).

4. Criterios de discernimiento pastoral

Teniendo en cuenta la situación eclesial actual, y desde la perspectiva de la acción pastoral vamos a recordar algunos criterios que orienten la nueva evangelización y la educación de la fe.

a) Potenciar el discernimiento básico

El discernimiento no es un saber teórico si no práctico; es decir, únicamente se puede discernir adecuadamente desde una determinada manera de vivir en que se distinga claramente el bien del mal; lo bueno, éticamente hablando, nos pone en relación con el Reino de Dios, y lo malo nos aleja de Dios y su justicia. El conocimiento de la voluntad de Dios no es algo aséptico a lo que se pueda llegar de una manera abstracta, independientemente de dónde tengamos puesto el corazón, los deseos y los intereses. La sintonía con Dios solo es posible desde una purificación del corazón y la nueva mentalidad fruto de la conversión; en consecuencia, el primer paso para adentrarnos en los caminos del Espíritu es dejar la vida de pecado y progresar en la gracia. Esto tan sencillo y básico está bastante olvidado, y por eso nos encontramos con el contrasentido y la incoherencia de querer avanzar en el camino de Dios sin haber puesto el fundamento. Sin conversión no se puede avanzar en los caminos del Espíritu.

b) La referencia permanente de Jesucristo

Lo fundamental para el cristiano es el encuentro con el Dios de Jesús en lo cotidiano de la vida; el camino para llegar al Padre y para descubrir la hondura de lo humano es Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. El aprendizaje principal en la catequesis consiste en situar a Jesucristo y su Evangelio como el centro de la vida; esto no es posible sin entrar en comunión con la persona, el mensaje y la causa de Jesús de Nazaret. El seguimiento de Jesús, la vivencia de los misterios de su vida y la apertura al Espíritu es lo que nos hace renacer a los valores, criterios y actitudes del hombre nuevo. La vida cristiana consiste en la constante y progresiva configuración en, con y por Jesucristo. La evangelización debe realizarse de forma que "alcance y transforme los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes y los modelos vitales" (EN. 19). La referencia permanente a Jesucristo no define tanto la tensión de nuestro caminar hacia Él, cuanto el "dejarnos alcanzar" por El para que nuestra existencia sea una respuesta de fe. Esta verdad de fondo conlleva una pastoral más oracional, experiencial y centrada en la maduración de la actitud religiosa. El cultivo de la vida espiritual constituye el núcleo de la acción pastoral de la Iglesia.

c) La vocacional como la perspectiva de toda la pastoral

Por vivencia vocacional de la fe entendemos la formulación de la vida cristiana desde las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) que dan unidad a la persona y llevan a la síntesis fe-vida. Los procesos catecumenales por su propia naturaleza apuntan a una vivencia vocacional de la fe como fructificación del Bautismo y de la Confirmación. Esta meta constituye la perspectiva más idónea para plantear las acciones pastorales de la Iglesia; el aspecto que globaliza y unifica la pastoral en y de la Iglesia es lo vocacional. Ayudar a cada cristiano a descubrir y responder a la voluntad de Dios es el objetivo último que focaliza toda la acción pastoral. Esta perspectiva ayudaría mucho a centrarse en lo fundamental y a dar unidad a tantos proyectos y actividades que funcionan con escasa conexión entre ellos y con poca coherencia interna.

c) Una pedagogía de la fe en clave de personalización

Las dos grandes fidelidades del evangelizador son la fidelidad al mensaje que transmite y la fidelidad a las personas que acompaña. La personalización de la fe evita el subjetivismo que ignora la objetividad de la revelación y al mismo tiempo, valora y respeta el proceso de maduración de cada persona. Hay que personalizar las grandes experiencias de fe que tienen un carácter estructurante de la personalidad cristiana; nos referimos a las experiencias de conversión, de seguimiento de Jesús, de análisis crítico-creyente de la realidad, de compromiso con el Reino, de experiencia oracional de Dios, de identificación eclesial y de disponibilidad vocacional.

Es prácticamente imposible que estas experiencias del proceso de fe se puedan vivir sólo con las aportaciones del grupo; siendo el grupo imprescindible, necesita ser complementado con el acompañamiento personal. El creyente que se está haciendo necesita a su lado otro creyente, en condiscipulado, que le ayuda desde su síntesis personal a ir creando las condiciones necesarias para que el Espíritu Santo pueda actuar en su corazón. Los modos de hacer de Dios nos sorprenden y sobrepasan; necesitamos conocer la "gramática" con la que Dios habla por medio con la ayuda de un maestro de espiritualidad que, desde la cercanía, nos ayuda a no autoengañarnos y a responder con sinceridad. La veracidad de que lo que vivimos es auténticamente una experiencia cristiana de fe es lo que más nos debe importar. La personalización de la fe "ayuda a los jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de la vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias de ser el cristiano, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación humana en la Iglesia y en la sociedad y les anima y acompaña en su compromiso por la construcción del Reino" (OPJ 15; Cfr. Ch L 54).

e) El discernimiento comunitario

La práctica comunitaria del discernimiento es muy beneficiosa, tanto para el dinamismo espiritual del grupo, como para la toma de decisiones de forma corresponsable en temas importantes.

Es imposible el discernimiento comunitario si los integrantes del grupo no tienen práctica en el discernimiento personal. Requiere tiempo suficiente, ambiente adecuado, manejo de los datos, actitud de disponibilidad, libertad de espíritu y oración compartida. El animador del grupo debe asegurar que se dan los presupuestos para el discernimiento y que se sigue el procedimiento adecuado. Las personas que intervienen en el discernimiento comunitario han de tener claro las claves de lectura de las mociones y los modos de tomar las decisiones para que en el grupo se pueda dar el asentimiento de corazones. No se trata de defender los puntos de vista personales, sino de conocer la voluntad de Dios y de concretarla de la manera más evangélica que se pueda. Discernir comunitariamente tiene que ver más con la búsqueda y acogida de "lo que agrade más a Dios" que de la prevalencia de una opinión mayoritaria; por lo mismo, lo que cada hermano ve y propone no es una opinión más sino una propuesta desde la experiencia de Dios y desde las urgencias del Reino. El Espíritu Santo -si se le deja actuar- es capaz de abrir las mentes y de conjuntar las miradas y los corazones en una respuesta común. Las posibilidades de humanización personal y la liberación integral para los más desfavorecidos son los criterios que avalan el que lo escogido es voluntad de Dios. Y esto vivido con paz y alegría en el corazón.

f) Acompañamiento personal

Es el cauce normal para que un creyente en proceso de formación y maduración de fe aprenda a discernir. El ámbito principal de aplicación del discernimiento es la vocación personal a la que cada uno se siente llamado por Dios en la Iglesia y en este mundo. Antes de llegar al discernimiento vocacional hay que acompañar otras experiencias estructurantes de la vida cristiana, tales como la conversión, el camino de oración, el análisis crítico creyente de la realidad, el sentido comunitario de la fe y la disponibilidad vocacional. La fe que se descubre en el seguimiento de Jesús coge a la persona entera; este carácter totalizante de la actitud religiosa pide la presencia cercana de alguien que nos ayude a ir aprendiendo la "gramática" con la que Dios habla, a asumir el pasado, a configurarse como creyente y a mirar al futuro con decisión y esperanza. El paso de Dios por la vida de las personas y los caminos del Espíritu sorprenden y desconciertan en no pocas ocasiones; el acompañante espiritual nos ayuda a ir dando nombre a todo lo que ocurre en nuestro interior, a confirmar lo que es de Dios, a desvelar los autoengaños y a responder a los nuevos retos. Por la misma naturaleza de la catequesis y las exigencias de la fe madura, no se puede ser catequista de jóvenes sin tener experiencia de acompañamiento personal.

g) Conocer y seguir un método de discernimiento

El discernimiento es una experiencia común que ha sido abordada por diferentes maestros espirituales y se ha concretado en escuelas distintas según las épocas y sensibilidades de los que las formularon. Algunas espiritualidades han hecho del discernimiento el elemento básico de la configuración y el crecimiento de la fe. Da la impresión de que muchos cristianos hablan de la vida espiritual en términos genéricos y confusos; incluso, cuando en el proceso de crecimiento de fe se llega a un determinado punto ya no se sabe avanzar, pues no se conoce bien lo que pasa y tampoco se disponen de las herramientas que permitan manejar la situación. La vida espiritual tiene su lógica interna, requiere un proceso largo, pasa por etapas muy distintas y precisa de acompañamiento personalizado. Los educadores de la fe deberíamos saber responder con precisión a esta cuestión: ¿qué tiene que pasar en el interior de un catecúmeno para que llegue a madurar en la fe?. Conocer y acompañar este proceso es lo más importante; quizás formulamos muchos proyectos pastorales, pero sabemos poco de los procesos interiores de fe.

Para abordar en profundidad este tema, el conocimiento de algún método o escuela de espiritualidad nos permite concretar y avanzar con pedagogía. No nos quepa duda, ayudar a la experiencia cristiana y a que la actitud religiosa madure debe ser hilo conductor de toda la acción pastoral de la Iglesia; y la madurez en la fe tiene que ver directamente con la práctica del discernimiento cristiano a nivel personal, comunitario y pastoral.

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Jesús Sastre