Cáritas
DPE
 

La Iglesia tiene como misión, en cada momento de la historia y en cada lugar del mundo, la Evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Jesús: Dios nos ama a todos. Y la Evangelización tiene unos destinatarios privilegiados, que son los más pobres: «El Espiritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor» (Is. 6 1, 1-2).

Esta misión evangelizadora y pastoral la realiza la Iglesia en todos sus miembros, individual y comunitariamente, desarrollándola en tres dimensiones:

- La catequesis o conocimiento, profundización y difusión del mensaje de Jesús, proceso continuado de educación en la fe.

- La liturgia o celebración de su misterio en los sacramentos.

- La caridad o testimonio de amor y servicio, preferentemente con los más pobres.

Mediante estas tres acciones se edifica la Iglesia como comunidad de fe, de vida y de amor. Las tres son imprescindibles. Por eso, cada comunidad creyente, del mismo modo que organiza su catequesis y su liturgia, debe organizar su solidaridad con los más pobres y necesitados. Las tres son complementarias. Cada una exige las otras. Y la caridad organizada de una comunidad da autenticidad y sentido a su catequesis y a su liturgia.

¿Cómo puede anunciar el mensaje o vivir los misterios de Jesús y celebrar la Eucaristía una comunidad que dé la espalda a los más pobres?

«Si en la comunidad cristiana falta todo esfuerzo contra la pobreza, contra la desigualdad, contra la justicia; si no se considera el servicio de la caridad como "parte constitutiva de la Evangelización y de la Pastoral de toda la Iglesia", no sólo ha fallado el servicio, sino que también ha sucedido lo mismo con la Evangelización, que se habrá convertido en palabra vacía, y con la liturgia, que se habrá convertido en "culto al culto" o en "culto al rito" como expresión de un egoísmo pseudo-religioso o meramente estético. Se habrá venido abajo toda la acción evangélica de la comunidad cristiana. Así pues, el ministerio de la caridad verifica la autenticidad cristiana de la acción evangelizadora y de la liturgia de toda la comunidad». (Mons. Ramón Echarren. Corintios XIII, 72).

La Iglesia, durante toda su historia, se ha planteado todo esto, que es su esencia, y ha ido dando respuestas en cada momento a los más necesitados. Según la necesidad han surgido congregaciones o grupos y movimientos para atender a ancianos, niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, hombres, etnias...

Actualmente estamos viviendo un gran cambio social de ser y de actuar. También han cambiado los conceptos de caridad y de justicia; lo que antes se pedía como caridad hoy se exige por justicia... y con razón, ya que la causa de la pobreza no es que no haya recursos, sino que están mal distribuidos.

Están surgiendo nuevos pobres: Jubilados con pensiones insuficientes. Gitanos (etnias) sin ninguna posibilidad de acceder a un empleo. Transeúntes desarraigados de todo y de todos. Víctimas de rupturas familiares. Emigrantes sumidos en la mendicidad y obligados al transeuntismo o la prostitución. Parados de larga duración (por edad o por falta de formación). Jóvenes en busca de su primer empleo. Mujeres privadas de sus derechos. Niños y adolescentes abocados a la delincuencia. Refugiados de guerra y de conflictos fratricidas.

Todo esto plantea a la Iglesia un nuevo reto: la necesidad de cambiar el corazón para que la caridad sea una exigencia de la fe y una respuesta a la Eucaristía. Y aquí aparece el «nuevo rostro» de Cáritas:

Cáritas es la expresión de la comunidad que atiende a los más pobres. Porque Cáritas no está a la izquierda o a la derecha de la Iglesia, sino que es la Iglesia poniendo en práctica el mandamiento del amor.

Ante todo, ¿cómo hacer ese cambio? porque ya no sirve sólo lo que se venía haciendo. Lo primero, es tomar conciencia de estas premisas: La persona es lo más importante. ¡Su dignidad! Dios no quiere que haya pobres. Dignificar las ayudas implicando a la persona como protagonista de su promoción e inserción. Acoger y acompañar con el talante de Jesús, de igual a igual, porque todos somos hijos de Dios e iguales ante El.

Cáritas ha optado por ese camino y su formación lleva a actuar así, porque Cáritas no sólo son acciones, sino vivencia que fundamenta y da sentido a esas acciones. Y de ese compromiso cristiano nacen nuestras acciones como voluntarios o contratados que intentamos disminuir y acompañar el dolor, la soledad y la pobreza. Y nuestras acciones cobran todas el mismo valor, porque «somos la comunidad cristiana -no yo- haciendo presente el amor de Dios a los que todos marginan, apartan y excluyen de los derechos elementales, continuando lo que Jesús hizo».

Este servicio eclesial exige unos planteamientos comunes en toda la Diócesis para hacer posible una intervención renovada desde las exigencias del cambio social y cultural y desde la antropología cristiana (el ser humano, su dignidad, la justa distribución de recursos, la solidaridad...) y emplear los métodos más adecuados para responder con la mayor calidad y eficacia. Las Cáritas parroquiales, interparroquiales y arciprestales se van constituyendo con este planteamiento.

Toda Cáritas en la Diócesis debe caminar desde esta vivencia profunda o abierta a ella, para poder poner todas nuestras fuerzas a disposición de todos los necesitados, sin distinción alguna, y con el talante común del espíritu evangélico. Probablemente todos necesitemos convertirnos y renovarnos constantemente, tanto personal como institucionalmente, para una mejor fidelidad a Dios, a los pobres y a todos.

Por lo tanto, Cáritas es el rostro de esta Iglesia que pone al servicio de todos los necesitados el tiempo, el conocimiento y el afecto de tantos voluntarios, con-tratados y colaboradores en todos los aspectos. Todo forma parte del anuncio del Evangelio, del que todos somos mensajeros.

Los principales objetivos de Cáritas pueden ser éstos:

  1. Intensificar la acción del Área de Pastoral con el fin de dar cuanto antes respuestas cada vez más adecuadas como Iglesia Diocesana desde las propias comunidades parroquiales, a los retos que plantean las distintas pobrezas.

  2. Avanzar hacia la creación de equipos de Cáritas en aquellas parroquias donde aún no existen y hacia la estructuración de las Cáritas arciprestales.

  3. Reestructurar algunos proyectos y, si fuera necesario, poner en marcha nuevos programas para dar una respuesta a aquellos colectivos o personas más excluidos: prostitución, personas sin techo, drogodependientes, inmigrantes...

  4. Incidir de manera especial en la prevención de la marginación mediante el trabajo con niños y adolescentes en riesgo y poniendo en marcha una Campaña de Sensibilización continuada.

  5. Unificar, estructurar y coordinar a nivel diocesano la formación, la sensibilización y la comunicación con todas las acciones de Cáritas.

  6. Actualizar los Estatutos de Cáritas Diocesana y el Reglamento de Régimen Interno.

Pastoralmente, y de forma operativa, no conviene olvidar que Cáritas, junto a otras realidades de pastoral social y de la caridad, deben articularse y vertebrarse en una mesa de coordinación diocesana.

BIBL. — Documentación interna de Cáritas

Damián Estébanez