Acompañamiento pastoral
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SUMARIO: 1. Datos teológicos de los que partimos.- 2. El acompañamiento espiritual en la evangelización de los jóvenes. - 3. Acompañar el proceso de maduración de los jóvenes. 3.1. Cuándo surge el acompaña-miento espiritual. 3.2. Progresivos descubrimientos desde la visión cristiana de la vida. 3.3. Medios que facilitan el acompañamiento. - 4. El diálogo pastoral. 4.1. La relación de ayuda. 4.2. Orientar y guiar desde la nodirectividad. - 5. Acompañar el proyecto de vida cristiana. 5.1. El proyecto de vida de Jesús ayuda a encontrar y discernir el propio proyecto. 5.2. El discernimiento de Jesús. - 6. Identidad y misión del acompañante espiritual. 6.1. Persona madura. 6.2. Conferencia educativa. 6.3. Maestro de espiritualidad. - 7 Conclusión.


La historia de cada creyente constituye un proceso complejo, tanto en el aspecto estrictamente humano como en el aspecto cristiano. La fe la entendemos como respuesta vocacional, que engloba y da unidad a todas las facetas de la existencia humana En este dinamismo espiritual de sentirse llamado y de responder adecuadamente es donde el cristiano, que está madurando su fe, puede situar el acompañamiento como realidad teológica. A través de toda la historia de la salvación vemos cómo Dios acompaña y colabora en la historia del pueblo israelita, en la vida de las primeras comunidades cristianas y en la existencia de cada creyente en particular.

1. Datos teológicos de los que partimos

El Dios de Nuestro Señor Jesucristo es un Dios que se adelanta, que sale permanentemente al encuentro del hombre (Dt 31,8). Esta iniciativa de Dios es muy variada, pues se hace creación, invitación, diálogo, esperanza, alianza, tierra prometida, etc. La misma llamada a la existencia es para cada persona cercanía personal, cariñosa y comprometida de Dios: "Antes de haberte formado en el seno materno Yo te conocía" (Jr 1,5).

La proximidad del Dios bíblico llega a ser tan plena que se hace un Dios-con-nosotros, nos ama hasta el extremo de dar la vida, y muerto por nuestros pecados resucita para nuestra salvación. Desde entonces camina a nuestro lado, nos quita el miedo y nos promete su fuerza y aliento hasta el final de los tiempos, como aparece en los versículos finales del Evangelio de San Mateo. El Dios en quien creemos los cristianos no sólo es un Dios vivo y cercano, también está en lo más profundo de nuestro ser, pues es "más íntimo que nuestra propia intimidad" (San Agustín).

La vida espiritual es diálogo entre Dios y el hombre a lo largo de toda la existencia. San Pablo lo expresa con las siguientes palabras: "...por si logro alcanzarle, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús" (FIp 3,12). Este diálogo no termina nunca, pues la vida eterna consiste en estar con el Señor en plenitud de conocimiento, es decir, de amor; la fe y la esperanza acabarán, y sólo el amor permanecerá para siempre (cf. 1 Cor 13,12).

Cuando Dios dialoga con el hombre le está confiando su misterio, pues la revelación de Dios es siempre autocomunicación que desborda nuestras posibilidades y previsiones. Jesús dijo a los Apóstoles: "el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16,13); y el Espíritu Santo nos remite siempre a las palabras y hechos históricos de Jesús, así como a la comunidad cristiana que anuncia proféticamente lo que ha recibido, experimentado y celebrado. El Espíritu Santo nos remite también a los hermanos y a los más necesitados, pues su presencia en cada bautizado se orienta al bien de todos (cf. 1 Cor 12,7).

2. El acompañamiento espiritual en la evangelización de los jóvenes

"El objetivo fundamental del itinerario de la evangelización y educación en la fe de los jóvenes, es que el joven descubra en Cristo la plenitud de sentido y el sentido de la totalidad de su vida, y busque la más plena identificación con Él, con todas sus implicaciones, santidad de vida, la vida según el Espíritu, la configuración con Cristo" (OPJ 30). Este itinerario evangelizador implica una serie de acciones "a través de las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de la vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias de ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la sociedad y les anima y acompaña en su compromiso por la construcción del Reino" (OPJ 15; cf. ChL 54).

Por tratarse de una formación integral y un crecimiento armónico la acción evangelizadora "alcanza y transforma los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos vitales" (EN 19).

El catequista de jóvenes y de adultos debe ayudar a conseguir estos objetivos a través de la animación del grupo de fe y del acompañamiento personal; uno y otro aspecto se necesitan mutuamente y se complementan. En el postconcilio hemos trabajado mejor el aspecto comunitario de la educación de la fe y hemos descuidado la relación personal con cada uno de los componentes del grupo; en el momento actual estamos redescubriendo y valorando el acompañamiento personal como elemento imprescindible en la personalización de la fe, en los procesos madurativos y en el discernimiento vocacional.

El aumento de grupos propiciado por la comprensión de la catequesis como proceso, los catecumenados de confirmación, la pastoral juvenil y los grupos comunitarios han propiciado un aumento en la demanda de catequistas, sin asegurar al mismo tiempo una adecuada formación. Es fácilmente constatable el número grande de animadores que "no han llegado ni a entender ni a llevar a la práctica el concepto pleno de catequesis" (Cl 6). Descubrir a Dios no es fácil, la voluntad de Dios no aparece sin más de forma evidente, y las posibilidades de perderse en el camino también son altas. Por todo esto necesitamos creyentes que caminen a nuestro lado y nos orienten; ¿es posible ser catequista de jóvenes y adultos sin experiencia de acompañamiento personal? Creemos honradamente que no; y el catequista que no lo haya descubierto no tiene la preparación adecuada para animar un grupo ni para acompañar a otros en el seguimiento de Jesús.

3. Acompañar el proceso de maduración de la fe

Para que un joven de hoy se anime a comenzar un proceso formativo cristiano necesita encontrarse con creyentes maduros en la fe que testimonien los valores del Evangelio desde la "presencia, participación y solidaridad" (EN 21). Detrás de este estilo de vida hay una comunidad en la que vive el agente de pastoral juvenil y de la que se siente enviado. Los interrogantes que su persona pueda suscitar necesitan ser respondidos en el 'ven y verás' del primer capítulo de San Juan.

En un segundo momento el acompañamiento tiene el carácter de iniciación y de formación básica. Según el Concilio (AG 14), la iniciación es en el misterio de la salvación, en el ejercicio de las costumbres evangélicas, en los ritos sagrados y en la fe, liturgia y caridad del Pueblo de Dios. La iniciación se realiza a través de una mejor comprensión de la fe, de la celebración y de la nueva vida en el seno de la comunidad cristiana.

En este proceso hay tres elementos estructurantes: la presencia del animador del grupo, el grupo mismo y la relación interpersonal entre el animador y cada uno de los componentes del grupo. A este último elemento nos referimos a continuación.

3.1. Cuándo surge el acompañamiento espiritual. El acompañamiento es pieza clave en el proceso madurativo del joven, y éste lo necesita aunque explícitamente no alcance a pedirlo.

Si esto es así, lo que más facilita su puesta en marcha es la consideración del mismo como elemento constitutivo en el caminar de los grupos cristianos. El primer encuentro viene propiciado por la actitud de cercanía, respeto y acogida del animador hacia los jóvenes y sus problemas.

Hoy más que nunca necesita el joven descubrirse en su propia originalidad; el acompañante ayudará a que el joven descubra sus posibilidades, limitaciones, horizontes, ideales, etc., y a que viva contento con él mismo. Los problemas de timidez, inseguridad y falta de aceptación son los que más siguen mortificando a muchos adolescentes y jóvenes. La percepción negativa de sí mismos paraliza en gran medida las energía de los jóvenes, así como sus ilusiones y potencialidades. Este problema se agrava por la complejidad, ambigüedad y ambivalencia de muchas de las ofertas que rodean al joven. Dar unidad a la persona alrededor de un valor fundamental que todo armonice es la meta última y constante en el acompañamiento personal.

3.2. Progresivos descubrimientos desde la visión cristiana de la vida:

El discernimiento vocacional, hacia dentro de la comunidad cristiana y en el mundo, culminará este proceso de búsqueda de la voluntad de Dios desde la actitud de disponibilidad.

3.3. Medios que facilitan el acompañamiento. La vida de cada día es el contenido principal en el acompañamiento espiritual, pues la vida es la que necesita ser iluminada y transformada. En ella se juega el encuentro de la gracia de Dios con la voluntad humana. La relación de ayuda que el acompañamiento espiritual conlleva no termina en la maduración de la personalidad, pues también incluye la formación de la conciencia moral, la experiencia de Dios, el descubrimiento de la comunidad y la llamada vocacional.

Los cauces que facilitan el acompañamiento son:

- El proyecto personal. Recoge los fundamentos de nuestra vida en el Misterio de Dios, los ámbitos de la existencia, los medios que queremos poner y los ideales hacia los que se apunta. Periódicamente se puede aprovechar la entrevista para revisar el proyecto de vida.

- Seleccionar los temas para el año. Según el momento personal, las necesidades espirituales y lo que se esté tratando en el grupo, cada joven, de acuerdo con el acompañante, elegirá los temas que se pretenden abordar cada curso, sin perder de vista la unidad del conjunto. Los temas se secuencializan en indicadores que permiten ver el camino hecho y lo que falta por recorrer. Los principales temas son: 1) rasgos de madurez; 2) centros de interés; 3) estilo de vida; 4) relación fe-vida; 5) relación fe-cultura; 6) imagen-experiencia de Dios; 7) conjugar lo personal y lo comunitario; 8) actitud de disponibilidad; 9) pasos en la maduración del grupo; 10) educación de la afectividad-sexualidad; 11) presencia-compromiso; 12) vivencia sacramental; 13) proyecto de vida; 14) valores vocacionales.

4. El diálogo pastoral

El diálogo pastoral es un proceso que avanza poco a poco, refleja las actitudes ante las personas y comunica la propia experiencia transformada en sabiduría existencial para la otra persona. El diálogo pastoral no da recetas mágicas ni suple al acompañado en la búsqueda de las respuestas que debe ir dando en su caminar creyente.

Para que pueda existir diálogo pastoral hay que salir al encuentro del otro y buscar lugares conocidos de forma que se pueda entablar el diálogo. Muchas veces tendremos la sensación de perder el tiempo y de hacer un esfuerzo grande para desprendernos de nuestras seguridades y entrar en el terreno inseguro de la persona a la que se quiere ayudar. El pasaje evangélico de la samaritana (Jn 4,4-42) es un ejemplo referencial de diálogo pastoral. Veamos los pasos de que consta el relato:

- Cuando la mujer llega al pozo Jesús ya está allí, sentado al borde del pozo. Se establece un diálogo que va pasando por momentos distintos.

- Jesús comienza el diálogo expresando una necesidad, pues tiene sed, no puede sacar agua y pide de beber.

- La petición de Jesús y él mismo son rechazados por prejuicios sociales heredados; la samaritana expresa el abismo entre judíos y samaritanos.

- Jesus responde de una roana mucnc más personal y directa; ofrece un diálogc interpersonal y ofrece el don de Dios.

- La mujer se siente sorprendida y manifiesta profunda admiración por la propuesta de Jesús. Algo importante ha pasado en el interior de la samaritana, pues cambia la actitud y las expresiones en el diálogo.

- Jesús aprovecha esta situación nueva y habla a la samaritana en su propio lenguaje y de su vida cotidiana; en el transcurso de la conversación y de una forma casi imperceptible pasa a la iluminación de fe refiriéndose a agua viva, vida sin término, manantial interior, etc.

- La samaritana termina pidiendo: "Señor, dame de esa agua; así no tendré nunca más sed, ni tendré que venir a buscarla". Hay apertura de horizonte, pero la mujer no llega al significado profundo de la fe.

- Jesús recibe esta petición de la Samaritana y remite a la mujer a su vida; en este momento el diálogo adquiere una dimensión de revisión de vida (Jn 4,16-24). Desde una vida poco auténtica no se puede acoger el don de Dios. Esta confrontación de la vida con la verdad está teñida de compasión y misericordia, pero también de exigencia de un corazón auténtico. No hay posibilidad de huida o de disculpas.

- El cambio de actitudes en la Samaritana propicia la experiencia de Dios, es el momento del reconocimiento de Jesús, es camino, verdad y vida que nos lleva al Padre y a una vida nueva.

- La mujer deja el cántaro y va al pueblo a anunciar a sus vecinos todo lo que ha pasado y a quién ha encontrado. Y muchos samaritanos creyeron a partir del testimonio de aquella mujer. Más aún, ellos mismos tuvieron la experiencia de Dios y creyeron por sí mismos (Jn 4,29-42).

4.1. La relación personal

Es el medio concreto en el que se realiza el servicio del acompañamiento personal. Es encuentro entre dos personas y relación interpersonal que permita al acompañado percibirse a sí mismo tal y como se encuentra, así como el paso de Dios por su propia vida. Esta realidad hace que el acompañante se sienta principalmente como mediador de una relación en la que el Espíritu Santo y la gracia de Dios son los protagonistas. En este contexto se sitúa la relación de ayuda para que la persona acompañada madure en todas las facetas de su vida por el "crecimiento personal armónico de todas las potencialidades que el joven lleva dentro de sí, razón, afectividad, deseo de absoluto; una atención a su dimensión social, cultivando actitudes de solidaridad y de diálogo y estimulando un compromiso por la justicia y por una sociedad de talla humana; una preocupación por la dimensión cultural, pues la evangelización no es añadir un conocimiento religioso junto a contenidos que le resultan extraños" (O.P.J. n. 32).

4.2. Orientar y guiar desde la no-directividad

La ayuda personal y la efectiva requiere la concurrencia de tres instancias: las orientaciones exteriores, la relación interpersonal y el trabajo desde dentro. Esto supone que el acompañante es una persona con madurez afectiva y emocional, formación adecuada, coherencia entre lo que dice y hace y la aceptación incondicional de la persona a la que se ayuda. Si la relación de ayuda requiere todos estos requisitos, fácilmente se puede concluir que lo fundamental no es la aplicación de métodos o técnicas, sino de ser auténtico y de acoger a la otra persona con sus defectos y limitaciones. Sólo de esta forma el acompañante puede situarse en lugar de la persona acompañada y tratar de ver y sentir desde dentro de ella lo que vive y comunica. La relación de ayuda con estas características empieza con que el orientador haga una buena acogida que dé confianza y serenidad, y por una actitud de escucha atenta que manifieste a la otra persona que nos preocupamos por ella, por lo que está viviendo y por lo que nos cuenta. La escucha atenta ayuda al orientado a escucharse a sí mismo y a escuchar a Dios, lo cual constituye un dato importante ya que da unidad a la vida espiritual.

Las intervenciones del acompañante como orientador tienen que tener tres características: deben reflejar lo que el orientado ha comunicado desde su propio marco referencial, han de ayudar al sujeto a conocer mejor su propia realidad y, al tiempo, le facilitarán el hallazgo de los medios para seguir avanzando como persona y como creyente.

5. Acompañar el proyecto de vida cristiana

Muchas veces hablamos del proyecto de vida dando por supuesto que en la base existe una personalidad madura. No siempre es así; por lo mismo el acompañamiento personal tratará como tema básico el de la madurez de las personas. También conviene recordar cómo la persona madura pone en juego su libertad y responsabilidad para elegir un proyecto concreto de vida.

Toda elección debe ir precedida por un momento de escucha y otro momento de discernimiento. Hay que escuchar la propia historia, las experiencias más importantes, los momentos más significativos, las intuiciones del corazón, la afectividad profunda y las interpelaciones de las realidades sociales que nos rodean. Toda elección abre unas puertas y cierra otras; esto es doloroso, pero también posibilita el crecimiento personal y amplía el campo de nuestra libertad interior. El proyecto personal de vida nos permite ser nosotros mismos, nos libera de muchas manipulaciones y nos permite encauzar el futuro de forma creativa y responsable.

En todo este proceso de escucha, y con vistas al discernimiento, es central el mundo de los sentimientos y de la afectividad. Analizar las consolaciones y desolaciones que invaden el corazón del creyente cuando lee el Evangelio, contempla los misterios de la vida de Cristo, revisa su vida y se sitúa en disponibilidad para lo que Dios quiera, es el mejor camino para fundamentar la vida y la fe desde lo vivido como unidad personal, es decir, desde la cabeza, el corazón y la voluntad.

5.1. El proyecto de vida de Jesús ayuda a encontrar y discernir el propio proyecto

Los proyectos de vida cristiana tienen una raíz común (la vocación bautismal), un ámbito de referencia (la comunidad cristiana) y apuntan a un horizonte (el Reino). Esto es así porque la referencia del creyente es la persona de Jesús; llegados aquí nos podemos preguntar: ¿cuál fue lo definitivo para Jesús, lo que orientó toda su vida? Es fácil de responder: hacer la voluntad del Padre, anunciar la Buena Noticia y salvar a la humanidad. La realidad del Reino proclamada e iniciada por Jesús es la que une voluntad de Dios, evangelio y salvación.

El Reino irrumpe comunicándonos una experiencia nueva de Dios como Padre y situando a los hombres como hermanos desde unos nuevos valores y la opción preferencial por los pobres y sencillos.

Las acciones liberadoras de Jesús, su solidaridad con los pequeños, enfermos, marginados, y pecadores, y las denuncias de orden vigente constituyen un proyecto alternativo de vida llevado adelante por el don gratuito del amor de Dios. La novedad del Evangelio se acoge y comprende desde la comunidad de discípulos de Jesús. Seguir a Jesús y acoger el Reino pasa por la incorporación al grupo que Jesús inicia con los Doce. Dentro de la comunidad cada uno encontrará el lugar y el servicio que Dios le pide en la animación de la comunidad y en la edificación del Reino.

El crecimiento espiritual ayuda a los catecúmenos a seguir a Jesús de Galilea a Jerusalén, y a vivir todo lo que vivieron los Apóstoles en este itinerario de fe. El descubrimiento del proyecto de Jesús y sus actitudes personales respecto de la voluntad del Padre son elementos paradigmáticos para el creyente.

5.2. El discernimiento de Jesús

Hemos visto cómo lo central en la vida de Jesús fue hacer la voluntad del que le había enviado; con todo, su discernimiento también incluyó los medios apropiados para descubrir y hacer la voluntad del Padre. El medio más significativo que vivió Jesús fue la solidaridad con los más pobres; desde ahí amó sin límite a todos los hombres y asumió la cruz hasta el extremo de dar la vida.

Es importantísimo que el acompañante ayude al acompañado a tener las mismas actitudes que tuvo Jesús, y que se podrían resumir en una fundamental: relativizar todo lo que no es el Reino de Dios y su justicia. Sólo desde esta actitud de disponibilidad total o indiferencia puede el creyente oír de forma inequívoca lo que Dios le pide. El acompañante espiritual hará todo lo posible para asegurar la objetividad del proceso de discernimiento y evitar que intereses poco evangélicos interfieran en la toma de decisiones. Cumpliendo este cometido el acompañante es fiel reflejo de lo que ocurre y testigo fiel del Dios vivo.

6. Identidad y misión del acompañante espiritual

El acompañante espiritual tiene una misión específica que no se confunde con la acción pastoral o educativa en sentido genérico. Lo propio de la función del acompañante espiritual es la relación interpersonal para ayudar a la persona que acompaña a rastrear el paso de Dios por su vida e historia y a dar una respuesta vocacional. El acompañamiento tiene carácter progresivo y se sitúa en el proceso de maduración humana y personalización de la fe.

Lo inusual de la figura del acompañante, la necesidad de formación específica y la profundidad de su misión contribuyen a que parezca muy difícil desempeñar este servicio eclesial. En esto hay parte de verdad; no obstante, la exigencia fundamental para que uno pueda acompañar a otros es que el acompañante haya vivido bien la experiencia de acompañamiento. Sobre esta base imprescindible las cualidades personales y la formación darán frutos abundantes en la preparación del futuro acompañante.

6.1. Persona madura

Dice C. Rogers que el orientador facilita el que la otra persona cambie desde la relación de ayuda sin manipularle desde la propia visión de las cosas. Esta característica pide que el acompañante espiritual sea persona con experiencia y síntesis vital, capaz de caminar de forma cercana y ayudar desde la coherencia y autenticidad. Más que soluciones debe transmitir vivencias, valores, sentido, apoyo, horizonte y posibilidades para que el interesado encuentre su camino y resuelva sus problemas.

6.2. Competencia educativa

El transfondo y la meta de la labor orientadora es el crecimiento madurativo de la personalidad cristiana en lo que tiene de unidad, globalización e integración de los diferentes aspectos de la vida humana. No hay proceso de maduración sin un modelo referencial de persona, sin personalización de las propias experiencias y sin medios concretos que faciliten el avance. Y todo ello, como vimos anteriormente, desde una pedagogía no-directiva. La competencia educativa del acompañante se ve en la capacidad que éste tiene de conseguir que el joven o adulto a quien acompaña asuma su vida como proyecto.

La capacitación educativa permitirá al acompañante espiritual entender la vida como progreso, ver las etapas madurativas, respetar los ritmos personales y alentar el caminar evitando distracciones, parones innecesarios o desenfoques; también los fracasos y los errores analizados y solucionados tienen valor educativo.

6.3. Maestro de espiritualidad

Esta expresión engloba dos aspectos: el acompañante ha de ser un creyente con fe personalizada y un servidor experto en espiritualidad. La base de la vida espiritual es la relación personal con Dios a través de la oración, los sacramentos, la conciencia y el compromiso.

La enseñanza del maestro espiritual no es una enseñanza teórica, sino llena de sabiduría y de experiencia personal; enseña desde lo que ha visto y vivido. Esto mismo le permite conocer la importancia de la gracia de Dios y las dificultades que suelen aparecer en el camino. El acompañante espiritual necesita primero compartir con Dios antes de compartir con las personas; más aún, necesita orar con los rostros y las situaciones de las personas a las que acompaña.

El acompañamiento espiritual es una de las tareas eclesiales en que se pone a prueba la calidad creyente de las personas; nadie da lo que no tiene, nadie anima un camino que no ha recorrido y nadie transmite una competencia que no tiene. No se trata de utilizar la experiencia de Dios para ayudar a otros; se trata de sumergirse en Dios para que la boca hable de la abundancia del corazón. A Dios se le vive por Él mismo, independientemente del ministerio que uno tenga; esto no significa que el servicio eclesial que se desempeña no coloree la espiritualidad de quien lo ejerce.

6.4. Discernimiento espiritual

El acompañante espiritual debe conocer la situación en que se encuentra el acompañado para ver cuáles son los pasos siguientes. Uno de los aspectos más difíciles del acompañamiento es la percepción, lo más ajustada posible, de la situación espiritual de la persona a la que se orienta en lo referente a su estado de conversión, modo como acoge la gracia de Dios, deficiencias que impiden el avance, dudas y temores, propósitos e ideales, bloqueos, docilidad al Espíritu Santo, llamada vocacional, etc. Es difícil, por no decir imposible, captar la acción de Dios si no es desde el saber de Dios; aquí radica el don de discernimiento que debe pedir constantemente el acompañante espiritual para saber interpretar las nociones que vienen de Dios y las que no vienen de Dios.

Una aplicación importante del discernimiento se da en el descubrimiento de los llamados autoengaños en el seguimiento de Jesucristo; los principales son los siguientes:

- Vivir de ideales y olvidarse la realidad concreta que es uno mismo. En este caso se produce una ruptura entre lo que uno desea ser y lo que uno es en la práctica. La idealización aleja de lo concreto, engaña sobre la propia realidad e impide el crecimiento personal. Se produce el efecto de los vasos comunicantes por el que unos aspectos vividos en abundancia (ideales) compensan otros aspectos vividos de forma precaria (lo real). El trasvase puede llegar a ser peligroso para la persona por lo que supone de poca sinceridad en asumir la vida real tal y como es. La solución está en el paso de los ideales del yo al yo ideal según las exigencias del Evangelio; es decir, realismo, concretización y proceso para madurar como persona y como creyente.

- Racionalizarlo todo antes de tomar decisiones. Las decisiones importantes tienen mucho que ver con lo afectivo y lo intuitivo. Cuando se pretende racionalizar el proceso de toma de decisiones, se están reduciendo las posibilidades de ver por dónde se quiere ir. En el fondo, se sucumbe al deseo de controlar y dirigir la vida y desde uno mismo, sin abrirse a la gracia de Dios en actitud de confianza y disponibilidad. Únicamente quien rinde cabeza y corazón al Señor puede oír lo que Dios le pide.

- Reducirla radicalidad del Evangelio a algo subjetivo y optativo. Este autoengaño se suele dar cuando el seguidor de Jesús se va adentrando en la comprensión de la fe como vocación y percibe que la respuesta que tiene que dar no tiene meta concreta. Ante una vivencia del seguimiento en actitud de permanente disponibilidad y radicalidad, se dispara un dinamismo justificador: lo radical es subjetivo y optativo. La respuesta es sencilla: Jesús no obliga a vivir el Evangelio, pues es gracia y Buena Noticia, pero el que decide seguirle debe hacerlo conforme a la dinámica del Evangelio, que no se ajusta a la permanente relativización del que considera la radicalidad de las condiciones del seguimiento como algo optativo.

- La falsa humildad. Consiste en hacerse fuerte en las propias limitaciones, buscadas y constatadas con minuciosidad, para no dar una respuesta vocacional concreta. Se justifica diciendo que es preferible no tomar la opción a ser infiel a la misma. En el fondo falta fe y confianza, y la soberbia humana aparece solapada en ropajes de humildad; no podemos olvidar que para Dios nada hay imposible y que Dios nos agracia primero con lo que nos va a pedir después.

- El engaño del futuro. Como su nombre indica, consiste en dejar para más adelante las opciones que deberíamos tomar en el momento presente. En el fondo, la persona que así procede presiente que nunca llegaría a encarnar los compromisos que desplaza, tampoco se atreve a enfrentarse a ellos en el momento actual, y toma una solución justificadora y tramposa: pospone para más adelante aquello que ni ahora ni en el futuro quiere asumir. De esta forma se tranquiliza la conciencia con razones justificadoras que permiten al sujeto quedar libre ante sí mismo. Es el momento de reforzar cómo el seguimiento de Jesús no admite dilaciones ni excusas, pues difícilmente haremos en el futuro lo que Podríamos y deberíamos asumir aquí y ahora. Esta situación es llamada a la sinceridad con uno mismo y con Dios.

- Olvido de los pobres en el proyecto de vida. La importancia de la opción preferencial por los más necesitados es un elemento constitutivo del Reino de Dios. No puede haber fe madura, ni proyecto vocacional auténtico que no contemple personal y comunitariamente la centralidad del trabajo por la justicia y la solidaridad en sus múltiples vertientes y manifestaciones. La fe en Dios Padre y el Evangelio de Jesucristo no se pueden vivir sin un compromiso real y concreto con los que más sufren en este mundo. La opción por los pobres nos da miedo, muchas veces, porque nos invita a cambiar de sitio, de estilo de vida y compromete de forma distinta nuestras aspiraciones y proyectos.

7. Conclusión

El acompañamiento espiritual es un medio imprescindible en los procesos evangelizadores con adolescentes, jóvenes y adultos. La personalización de la fe, el discernimiento cristiano y la toma de decisiones difícilmente se pueden hacer sin la presencia del hermano mayor, discípulo también de Jesucristo, pero con más experiencia, recorrido y formación. También el acompañante se siente evangelizado por Dios y por las personas a las que acompaña. ¡Cuánta riqueza experiencia! se adquiere al ser testigo excepcional del paso de Dios por la vida de las personas!

El tema del acompañamiento espiritual es un reto para los catequistas en un doble sentido: en qué medida lo viven ellos como adultos en la fe y en qué medida lo practican con los componentes de los grupos que animan. Uno de los elementos que mejor expresan la riqueza de una comunidad cristiana están en los "maestros de espíritu" que tiene y en cómo se cuida en los grupos de maduración de fe el acompañamiento personal. La profundización en este tema desde cursos de formación únicamente tendrá éxito si la teoría se acompaña de la práctica.

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