Notre
charge apostolique
Encíclica
de San Pío X
Sobre
los errores de "Le Sillon" y la democracia.
Del 23
de septiembre de 1910
Venerables
Hermanos: Salud y Bendición apostólica:
INTRODUCCIÓN
Antecedentes
sobre el movimiento "Le Sillon"
1.
Sus
ideas brillantes en lenguaje vago y equívoco, y la necesidad de juzgarlas.
1.
Vigilancia apostólica sobre la naturaleza de la fe y la propagación de errores
presentados en lenguaje que carece de claridad, lógica y verdad.
Nuestro
cargo apostólico nos impone la obligación de velar por la pureza de la fe y la
integridad de la disciplina católica y de preservar a los fieles de los
peligros del error y del mal, mayormente cuando el error y el mal se presentan
con un lenguaje atrayente que, cubriendo la vaguedad de las ideas y el equívoco
de las expresiones con el ardor del sentimiento y la sonoridad de las palabras,
puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero funestas.
Tales fueron, no ha mucho, las doctrinas de los seudofilósofos del siglo 18,
las de la Revolución (Francesa) y del Liberalismo tantas veces condenadas;
tales son aun hoy las teorías de "Le Sillon"; las cuales, no
obstante apariencias brillantes y generosas, carecen con harta frecuencia de
claridad, de lógica y de verdad, y, por esta parte, no son propias,
ciertamente, del espíritu católico y francés.
2.
El Papa enjuicia su doctrina, pese al amor y aprecio que siente por sus
personas.
Hemos titubeado mucho tiempo, Venerables Hermanos, en manifestar pública y
solemnemente nuestro juicio acerca de "Le Sillon", habiendo
sido preciso, para que Nos decidiéramos a hacerlo, que vuestras preocupaciones
vinieran a juntarse a las nuestras; porque Nos amamos a la valiente juventud
alistada bajo la bandera de "Le Sillon", y la creemos por
muchos conceptos digna de elogio y admiración. Amamos a sus jefes, en quienes,
Nos complacemos en reconocer espíritus elevados, superiores a las pasiones
vulgares y animados del más noble entusiasmo por el bien, Vosotros los habéis
visto, Venerables Hermanos, penetrados de su afecto vivísimo de fraternidad
humana, ir al encuentro de los que trabajan y padecen, para sacarlos de la
miseria y sostenidos en su sacrificio por el amor a Jesucristo y por la
práctica ejemplar de la Religión.
2.
El aspecto encomiable y vituperable de "Le Sillon"
3.
Origen y buena obra que realizó "Le Sillon".
Era
el día de la memorable Encíclica que publicó Nuestro Predecesor, de feliz
memoria, León XIII, sobre la condición de los obreros (Rerum Novarum).
La Iglesia, por boca de su Cabeza suprema, había vertido sobre los pequeños
todas las ternuras de su corazón maternal, y parecía que con vivas ansias
convocaba a campeones, cada día más numerosos, de la restauración de la
justicia y del orden en nuestra sociedad perturbada, ¿No es verdad que los
fundadores de "Le Sillon" venían en la ocasión propicia a
poner muchedumbres de jóvenes y creyentes al servicio de la Iglesia para
ayudarla a realizar sus deseos y esperanzas? Y en realidad de verdad "Le
Sillon" enarboló entre clases obreras el estandarte de Jesucristo, el
signo de salvación para os individuos y las naciones, alimentando su actividad
social en las fuentes de la gracia, imponiendo respeto de la Religión a las
gentes menos favorables, acostumbrando a los ignorantes y a los impíos a oír
hablar de Dios, y a menudo, en conferencias de controversia, ante un auditorio
hostil, surgiendo, excitado por una pregunta o por un sarcasmo, para confesar su
fe denodada y arrogantemente. Estos eran los buenos tiempos de "Le
Sillon", este su lado bueno, que explica los alientos y las
aprobaciones que ni el Episcopado ni la Santa Sede le regatearon, mientras este
fervor religioso pudo velar el verdadero carácter del movimiento sillonista.
4.
Las desviaciones doctrinales del movimiento por falta de formación.
Porque hay que decirlo, Venerables Hermanos: nuestras esperanzas se han visto en
gran parte defraudadas. Llegó un día en que "Le Sillon"
descubrió para ojos perspicaces, algunas tendencias alarmantes. "Le
Sillon" se extraviaba. ¿Podría suceder otra cosa? Sus fundadores,
jóvenes, entusiastas y llenos de confianza en sí mismos, no estaban bastante
pertrechados de ciencia histórica, de sana filosofía y de teología sólida ni
para afrontar sin peligro los difíciles problemas sociales y que los arrastraba
a su actitud y su corazón, ni para precaverse, en el terreno de la doctrina y
de la obediencia, contra las infiltraciones liberales y protestantes.
5.
El Papa llama la atención a sacerdotes, seminaristas y fieles.
No
les faltaron consejos; a los consejos sucedieron avisos; pero hemos tenido el
sentimiento de ver que avisos y reprensiones se deslizaban sobre sus almas
escurridizas sin producir resultado. Las cosas han llegado a tal extremo, que
haríamos traición a Nuestro deber si guardáramos silencio por más tiempo.
Tenemos obligación de decir la verdad a nuestros queridos hijos de "Le
Sillon", a quienes un generoso ardor ha llevado a un camino tan errado
como peligroso. Tenemos obligación de decirla a los muchísimos seminaristas y
sacerdotes que "Le Sillon" ha apartado, si no de la autoridad,
por lo menos de la dirección e influencia de los Obispos; tenemos obligación
de decirla, finalmente, a la Iglesia, dentro de la cual "Le Sillon"
siembra la discordia y cuyos intereses compromete.
I.
JUICIO
SOBRE "LE SILLON" EN GENERAL
1.
Pretende sustraerse a la autoridad de la Iglesia: primer error
6.
No hay exclusivo orden temporal; todo lo humano está sujeto a la moral y por
ende a la autoridad eclesiástica.
En
primer lugar, conviene censurar severamente la pretensión de "Le Sillon"
de sustraerse a la dirección de la autoridad eclesiástica. Los jefes de "Le
Sillon" alegan que se mueven en un terreno que no es el de la Iglesia,
que sólo se proponen fines del orden temporal, y del orden espiritual; que el
sillonista es simplemente un católico dedicado a la causa de las clases
trabajadoras, a las obras democráticas, y que saca de la práctica de su fe la
valentía de su sacrificio; que, ni más ni menos que los artesanos, los
labradores, los economistas y los políticos católicos, está sujeta a las
reglas de la moral, comunes a todos, sin depender ni más ni menos que ellos, de
una manera especial de la autoridad eclesiástica.
7.
Su obra social es moral y religiosa; afirmar lo contrario es un error.
Facilísima es la contestación a estos subterfugios. ¿A quién se hará creer
que los sillonistas católicos, que los sacerdotes y seminaristas alistados en
sus filas no tienen, en su actividad social, más fin que los intereses
temporales de las clases obreras? Afirmar de ellos tal cosa, creemos que sería
hacerles agravio. La verdad es que los jefes de "Le Sillon" se
proclaman idealistas irreductibles; que quieren levantar las clases
trabajadoras, levantando primero la conciencia humana; que tienen doctrina
social propia y principios filosófico y religiosos propios para reorganizar una
sociedad con un plan nuevo: que se han formado un concepto especial de la
dignidad humana, de la libertad, de la justicia y de la fraternidad, y que, para
justificar sus sueños sociales apelan al Evangelio interpretando a su modo, y
lo que es más grave todavía, a un Cristo desfigurado y disminuido. Además
enseñan estas ideas en sus Círculos de estudios, las inculcan a sus
compañeros y las trasladan a sus obras. Son, por tanto, verdaderos profesores
de moral social, cívica y religiosa; y cualesquiera que sean las modificaciones
que quieran introducir en la organización del movimiento sillonista, tenemos el
derecho de decir que el fin de "Le Sillon", su carácter, su
acción, pertenecen al dominio de la moral, que es el dominio propio de la
Iglesia, y que, por consiguiente se alucinan los sillonistas cuando creen obrar
en un terreno en cuyos linderos expiran los derechos del poder doctrinal y
directivo de la autoridad eclesiástica.
8.
El católico no debe sustraerse a la disciplina eclesiástica.
Aunque sus doctrinas estuvieran exentas de error, fuera con todo eso gravísima
infracción de la disciplina católica el sustraerse obstinadamente a la
dirección de los que han recibido del cielo la misión de guiar a los
individuos y a las sociedades por el recto sendero de la verdad y del bien. Pero
el mal es más hondo, ya lo hemos dicho: "Le Sillon",
arrebatado por un amor mal entendido a los débiles, se ha deslizado en el
error.
2.
Pretende nivelar todas las clases: segundo error
9.
La doctrina católica y papal sostiene la diversidad de clases.
En
efecto, "Le Sillon" se propone el mejoramiento y regeneración
de las clases obreras. Mas sobre esta materia están ya fijados los principios
de la doctrina católica, y ahí está la historia de la civilización cristiana
para atestiguar su bienhechora fecundidad. Nuestro Predecesor, de feliz memoria,
los recordó en páginas magistrales, que los católicos aplicados a las
cuestiones sociales deben estudiar y tener siempre presentes. Él enseñó
especialmente que la democracia cristiana debe "mantener la diversidad
de clases, propias ciertamente de una sociedad bien constituida, y querer para
la sociedad humana aquella forma y condición que Dios, su Autor, le señaló"[i].
Anatematizó una "cierta democracia cuya perversidad llega al extremo de
atribuir a la sociedad las soberanía del pueblo y procurar la supresión y
nivelación de las clases". Al propio tiempo, León XIII imponía a los
católicos el único programa de acción capaz de restablecer y mantener a la
sociedad en sus bases cristianas seculares. Ahora bien, ¿qué han hecho los
jefes de "Le Sillon"? No sólo han adoptado un programa y una
enseñanza diferentes de las de León XIII (y ya sería singular audacia de
parte de unos legos erigirse en directores de la actividad social de la Iglesia
en competencia con el Soberano Pontífice), sino que abiertamente han rechazado
el programa trazado por León XIII, adoptando otro diametralmente opuesto.
Además de esto, desechando la doctrina recordada por León XIII acerca de los
principios esenciales de la sociedad, colocan la autoridad en el pueblo o casi
la suprimen, y tienen por ideal realizable la nivelación de clases. Van, pues,
al revés de la doctrina católica, hacia un ideal condenado.
10.
Labor encomiable de los "sillonistas", acompañada de exageraciones
nocivas.
Ya sabemos que se lisonjean de levantar la dignidad humana y la condición,
harto menospreciada, de las clases trabajadoras; de procurar que sean justas y
perfectas las leyes del trabajo y las relaciones entre el capital y los
salarios, de reinar, en fin, sobre la tierra una justicia mejor y mayor caridad;
y de promover en la humanidad, con movimientos sociales hondos y fecundos, un
progreso inesperado. Nos, ciertamente, no vituperamos esos esfuerzos, que
serían a todos visos excelentes si los sillonistas no olvidaran que el progreso
de un ser consiste en vigorizar sus facultades naturales con nuevas fuerzas, y
en facilitar el ejercicio de su actividad en los límites y leyes de su
constitución; pero que si, al contrario, se hieren sus órganos esenciales y se
violan los límites de su actividad, se le empuja, no hacia el progreso, sino
hacia la muerte. Esto es, sin embargo, lo que ellos quieren hacer de la sociedad
humana; su sueño consiste en cambiar sus cimientos naturales y tradicionales y
en prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios que se atreven a
declarar más fecundos, más beneficiosos que aquellos sobre los que descansa la
actual sociedad cristiana.
11.
Dios y la Iglesia pusieron los cimientos de la sociedad; los católicos deben
restaurarlos sin cesar.
No,
Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de
anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y
legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la
edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y
dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la
"ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es
la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más
que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y
divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la
rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo[ii].
Y para que no se nos acuse de formular juicios demasiado sumarios y con rigor no
justificado acerca de las teorías sociales de "Le Sillon", queremos
recordar sus puntos esenciales.
II.
LOS PUNTOS ESENCIALES EN PARTICULAR
1.
La dignidad humana mal entendida
12.
Concepto de dignidad que la Iglesia no puede alabar.
Le Sillon tiene la noble preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad
la entiende a la manera de ciertos filósofos, de quienes la Iglesia dista mucho
de poder alabarse.
a)
por entender una emancipación política, económica e intelectual desmedida
13.
Libertad no es total emancipación política, económica e intelectual.
El primer elemento de esta dignidad es la libertad, entendida en el sentido de
que todo hombre, excepto en materia de religión, es autónomo. De este
principio fundamental saca las siguientes conclusiones: Hoy el pueblo está en
tutela debajo de una autoridad distinta de él; Luego debe liberarse de ella: emancipación
política. Está bajo la dependencia de patronos que, detentando sus
instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan; luego debe sacudir su
yugo: emancipación económica. Esta dominado, finalmente, por una casta
llamada directora, a la cual su desarrollo intelectual asegura una
preponderancia indebida en la dirección de los negocios; luego debe sustraerse
a su dominación: emancipación intelectual. La nivelación de las
condiciones desde este triple punto de vista establecerá entre los hombres la
igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización
política y social fundada sobre esta base, la libertad y la igualdad (a las que
pronto vendrá a juntarse la fraternidad), he aquí lo que ellos llaman
democracia.
b)
por reclamar un desproporcionado y desordenado poder
político,
económico
y mora del individuo
14.
Democracia no es la participación mayor posible en el orden político y
económico: el súbdito no es rey, ni el obrero patrón.
Sin embargo, la libertad y la igualdad no constituyen más que el lado, por
decirlo así, negativo. Lo que constituye propia y positivamente la democracia
es la participación mayor posible de todos en el gobierno de la cosa pública.
Y esto comprende un triple elemento: político, económico y moral.
Por de pronto, en política, "Le Sillon" no suprime la
autoridad; antes al contrario, la estima indispensable; pero quiere dividirla, o
mejor dicho, multiplicarla de tal manera que cada ciudadano llegue a ser
una especie de rey. La autoridad, es cierto, dimana de Dios, pero reside
primordialmente en el pueblo, del cual se desprende por vía de elección o,
mejor aún, de selección, sin que por esto se aparte del pueblo y sea
independiente de él; será exterior, pero sólo en apariencia; en realidad
será interior, porque será una autoridad consentida.
A proporción ocurrirá lo propio en el orden económico. Sustraído a
una clase particular, el patronazgo se multiplicará tanto que cada obrero será
una especie de patrono. La forma llamada a realizar este ideal económico no
será, según dicen, la del socialismo, sino un sistema de cooperativas
suficientemente multiplicadas para provocar una concurrencia fecunda y para
asegurar la independencia de os obreros, que no estarán encadenados a ninguna
de ellas.
15.
El amor del interés público y del bien común no es el principio supremo de la
autoridad moral.
He aquí ahora el elemento capital, el elemento moral. Como la autoridad,
según se ha visto, es muy reducida, es menester otra fuerza para suplirla y
para oponer una reacción permanente al egoísmo individual. Este nuevo
principio, esta fuerza, es el amor del interés público, es decir, del fin
mismo de la profesión y de la sociedad. Imaginaos una sociedad donde en el alma
de cada ciudadano estos amores se subordinaran de tal modo que el bien superior
se antepusiera siempre al bien inferior, esta sociedad ¿no podría pasarse casi
sin autoridad y no ofrecería el ideal de la dignidad humana, teniendo cada
ciudadano un alma de rey, cada obrero, un alma de patrón. Arrancado de la
estrechez de sus intereses privados y elevados al de su profesión, y más
arriba, hasta los de la nación entera, y más arriba aún, hasta los de la
humanidad (pues el horizonte de "Le Sillon" no se detiene en
las fronteras de la Patria, sino que se extiende a todos los hombres hasta los
confines del mundo), el corazón humano, ensanchado por el amor del bien común,
abrazaría a todos los compañeros de la misma profesión, a todos los
compatriotas, a todos los hombres. Y he aquí la grandeza y la nobleza humana
ideal realizada por la célebre trilogía Libertad, Igualdad, Fraternidad.
16.
El papel que, según ellos, está llamado a desempeñar su elemento moral en la
economía y la política.
Ahora
bien, estos tres elementos, político, económico y moral, están subordinados
uno a otro, siendo el principal, según hemos dicho, el elemento moral. En
efecto, imposible es que viva democracia política alguna si carece de raíces
profundas en la democracia económica; pero, a la vez, ni una ni otra son
posibles si no arraigan en tal estado de ánimo que la conciencia posea
responsabilidades y fuerzas morales proporcionada. Pero suponed un estado de
ánimo, formado tanto de responsabilidad consciente como de fuerzas morales,
entonces la democracia económica se desenvolverá naturalmente, traduciéndose
en actos de esa conciencia y de esas fuerzas; del mismo modo y por igual camino
saldrá del régimen corporativo la democracia política; y la democracia
política y la económica, ésta como soporte de aquélla, quedarán asentadas
en la conciencia aun del pueblo sobre fundamentos inquebrantables.
17.
La educación democrática "sillonista" consiste exclusivamente en
cultivar la conciencia y la responsabilidad cívicas.
Tal es, en resumen, la teoría, se podría decir, el sueño, de "Le
Sillon"; a esto tiende su enseñanza, y lo que llama educación
democrática del pueblo, es a saber, a levantar al sumo grado la conciencia y la
responsabilidad cívicas de cada ciudadano, de donde fluirá la democracia
económica y la política, y el reinado de la justicia, de la igualdad y de la
fraternidad.
2.
Refutación de los errores.
18.
En resumen, la teoría "sillonista" falsea la doctrina católica al
respecto.
Esta rápida exposición, Venerables Hermanos, os muestra ya claramente cuánta
razón teníamos de decir que "Le Sillon" opone doctrina a doctrina,
que edifica su sociedad sobre una teoría contraria a la verdad católica y que
falsea las nociones esenciales y fundamentales que regulan las relaciones
sociales de toda sociedad humana. Las siguientes consideraciones pondrán
todavía más de realce dicha oposición.
a)
del error sobre la autoridad
19.
La autoridad pública procede de Dios, no del pueblo ni puede ser revocada por
el pueblo.
Le
Sillón coloca
primordialmente la autoridad pública en el pueblo, del cual deriva
inmediatamente a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continúa
residiendo en el pueblo. Ahora bien, León XIII ha condenado formalmente esta
doctrina en su encíclica Diuturnum illud sobre el poder político, donde
dice: "Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de
aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos,
afirman que toda autoridad viene del pueblo; por lo cual, los que ejercen el
poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del
pueblo, y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma
voluntad que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en
este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y
necesario, el origen de la autoridad política"[iii].
Sin duda "Le Sillon" hace derivar de Dios esta autoridad que
coloca primeramente en el pueblo, pero de tal suerte que la "autoridad
sube de abajo hacia arriba, mientras que, en la organización de la
Iglesia, el poder desciende de arriba hacia abajo"[iv].
Pero,
además de que es anormal que la delegación ascienda, puesto que por su misma
naturaleza desciende, León XIII ha refutado de antemano esta tentativa de
conciliación de la doctrina católica con el error del filosofismo. Porque
prosigue: "Es importante advertir en este punto que los que han de
gobernar el Estad, pueden ser elegidos en determinados casos por la voluntad y
el juicio di la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga
esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se le
confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino
que se establece la persona que lo ha de ejercer"[v].
20.
La negación de la autoridad en la utopía y el absurdo de la sociedad "sillonista";
necesidad de la autoridad y de la obediencia, que no coartan la libertad.
Por
otra parte, si el pueblo permanece como sujeto detentador de poder, ¿en qué
queda convertida la autoridad? Una sombra, un mito; no hay ya ley propiamente
dicha, no existe ya la obediencia. "Le Sillon" lo ha
reconocido; porque, como exige, en nombre de la dignidad humana, la triple
emancipación política, económica e intelectual, la ciudad futura por la que
trabaja no tendrá ya ni dueños ni servidores; en ella todos los ciudadanos
serán libres, todos camaradas, todos reyes. Una orden, un precepto, sería un
atentado contra la libertad; la subordinación a una superioridad cualquiera
sería una disminución del hombre; la obediencia, una decadencia. ¿Es así,
venerables hermanos, como la doctrina tradicional de la Iglesia nos presenta las
relaciones sociales en la ciudad, incluso en la más perfecta posible? ¿Es que
acaso toda sociedad de seres independientes y desiguales por naturaleza no tiene
necesidad de una autoridad que dirija su actividad hacia el bien común y que
imponga su ley? Y si en la sociedad se hallan seres perversos (los habrá
siempre), ¿no deberá la autoridad ser tanto más fuerte cuanto más amenazador
sea el egoísmo de los malvados? Además, ¿se puede afirmar con alguna sombra
de razón que hay incompatibilidad entre la autoridad y la libertad, a menos que
uno se engañe groseramente sobre el concepto de libertad? ¿Se puede enseñar
que la obediencia es contraria a la dignidad humana y que el ideal sería
sustituir la obediencia por la "autoridad consentida"? ¿Es que
acaso el apóstol San Pablo no tuvo a la vista la sociedad humana en todas sus
etapas posibles, cuando ordenaba a los fieles estar sometidos a toda autoridad?[vi]
¿Es que la obediencia a los hombres en cuanto representantes legítimos de Dios
es decir, en fin de cuentas, la obediencia a Dios, rebaja al hombre y lo sitúa
vilmente por debajo de sí mismo? ¿Es que el estado religioso, fundado sobre la
obediencia, sería contrario al ideal de la naturaleza humana? ¿Es que los
santos, que han sido los más obedientes de los hombres, eran esclavos o
degenerados? ¿Es que, finalmente, podemos imaginar un estado social en el que
Jesucristo, venido de nuevo ala tierra, no diera ya el ejemplo de la obediencia
y no dijera ya: Dad al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios?[vii]
b)
del error sobre la justicia e igualdad
21.
La desigualdad no es injusticia ni la democracia, el único régimen justo ni
goza de especial privilegio.
Le
Sillon, que enseña estas doctrinas y las practica en su vida interior,
siembra, por tanto, entre vuestra juventud católica nociones erróneas y
funestas sobre la autoridad, la libertad y la obediencia. No es diferente lo que
sucede con la justicia y la igualdad. "Le Sillon" se
esfuerza, así lo dice, por realizar una era de igualdad, que sería, por esto
mismo, una era de justicia mejor. ¡Por esto, para él, toda desigualdad de
condición es una injusticia o, al menos, una justicia menor! Principio
totalmente contrario a la naturaleza de las cosas, productor de envidias y de
injusticias y subversivo de todo orden social. ¡De esta manera la democracia es
la única que inaugurará el reino de la perfecta justicia! ¿No es esto una
injuria hecha a las restantes formas de gobierno, que quedan rebajadas de esta
suerte al rango de gobiernos impotentes y peores? Pero, además, "Le
Sillon" tropieza también en este punto con la enseñanza de León
XIII. Habría podido leer en la encíclica ya citada sobre el poder político
que, "salvada la justicia, no está prohibida a los pueblos la adopción
de aquel sistema de gobierno que sea más apto y conveniente a su manera de ser
o a las instituciones y costumbres de sus mayores"[viii]
y la encíclica hace alusión a la triple forma de gobierno de todos conocida.
Supone, pues, que la justicia es compatible con cada una de ellas. Y la
encíclica sobre la condición de los obreros, ¿no afirma claramente la
posibilidad de restaurar la justicia en las organizaciones actuales de la
sociedad, al indicar los medios de esta restauración? Ahora bien, sin duda
alguna, León XIII hablaba no de una justicia cualquiera, sino de la justicia
perfecta. Al enseñar, pues, que la justicia es compatible con las tres formas
de gobierno conocidas, enseñaba que, en este aspecto, la democracia no goza de
un privilegio especial. Los sillonistas, que pretenden lo contrario o bien
rehúsan oír a la Iglesia o bien se forman de la justicia y de la igualdad un
concepto que no es católico.
c)
del error sobre la fraternidad
22.
El falso y débil fundamento de la fraternidad, que se pone en interés común o
en la simple humanidad.
Lo
mismo sucede con la noción de la fraternidad, cuya base colocan en el amor de
los intereses comunes, o, por encima de todas las filosofías y de todas las
religiones en la simple noción de humanidad, englobando así en un mismo
amor y en una igual tolerancia a todos los hombres con todas sus miserias, tanto
intelectuales y morales como físicas y temporales. Ahora bien, la doctrina
católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la
tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la
indiferencia teórica o práctica ante el error o el vicio en que vemos caídos
a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no
menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica
nos enseña también que la fuente del amor al prójimo se halla en el amor de
Dios, Padre común y fin común de toda la familia humana, y en el amor de
Jesucristo, cuyos miembros somos, hasta el punto de que aliviar a un desgraciado
es hacer un bien al mismo Jesucristo. Todo otro amor es ilusión o sentimiento
estéril y pasajero.
La
caridad cristiana y Jesucristo mismo, la verdadera base de la fraternidad
humana.
Ciertamente, la experiencia humana está ahí, en las sociedades paganas o
laicas de todos los tiempos, para probar que, en determinadas ocasiones, la
consideración de los intereses comunes o de la semejanza de naturaleza pesa muy
poco ante las pasiones y las codicias del corazón. No, Venerables Hermanos, no
hay verdadera fraternidad fuera de la caridad cristiana, que por amor a Dios y a
su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, abraza a todos los hombres, para ayudarlos
a todos y para llevarlos a todos a la misma fe ya la misma felicidad del cielo.
Al separar la fraternidad de la caridad cristiana así entendida, la democracia,
lejos de ser un progreso, constituiría un retroceso desastroso para la
civilización. Porque, si se quiere llegar, y Nos lo deseamos con toda
nuestra alma, a la mayor suma de bienestar posible para la sociedad y para cada
uno de sus miembros por medio de la fraternidad, o, como también se dice, por
medio de la solidaridad universal, es necesaria la unión de los espíritus en
la verdad, la unión de las voluntades en la moral, la unión de los corazones
en el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Esta unión no es realizable más
que por medio de la caridad católica, la cual es, por consiguiente, la única
que puede conducir a los pueblos en la marcha del progreso hacia el ideal de la
civilización.
d)
del error sobre la dignidad de la persona humana
23.
El origen de todas las falsas nociones sociales es la equivocada idea de la
dignidad humana.
Finalmente, en la base de todas las falsificaciones de las nociones sociales
fundamentales, "Le Sillon" coloca una idea falsa de la
dignidad humana. Según él, el hombre no será verdaderamente hombre,
digno de este nombre, más que el día en que haya adquirido una conciencia
luminosa, fuerte, independiente, autónoma, pudiendo prescindir de todo maestro,
no obedeciendo más que a sí mismo, y capaz de asumir y de cumplir sin falta
las más graves responsabilidades. Grandilocuentes palabras, con las que se
exalta el sentimiento del orgullo humano; sueño que arrastra al hombre sin luz,
sin guía y sin auxilios por el camino de la ilusión, en el que, aguardando el
gran día de la plena conciencia, será devorado por el error y las
pasiones. Además, ¿cuándo vendrá este gran día? A menos que cambie la
naturaleza humana (cosa que no está al alcance de le Sillon),
¿vendrá ese día alguna vez? ¿Es que los santos, que han llevado la dignidad
humana a su apogeo, tenían esa pretendida dignidad? y los humildes de la
tierra, que no pueden subir tan alto y que se contentan con modestamente su
surco en el puesto que la Providencia les ha, señalado, cumpliendo
enérgicamente sus deberes en la humildad, la obediencia y la paciencia
cristiana, ¿no serán dignos de llamarse hombres, ellos a quienes el Señor
sacará un día de su condición obscura para colocarlos en el cielo entre los
príncipes de su pueblo?
24.
Existen aún otros aspectos erróneos.
Pero basta ya de reflexiones sobre los errores de "Le Sillon",
pues si pretendiéramos agotar la materia, habríamos de llamar vuestra
atención sobre otros dictámenes suyos igualmente errados y peligrosos:
verbigracia, sobre la manera de entender el poder coercitivo de la Iglesia.
Importa ver ahora la influencia de estos errores en la conducta práctica de "Le
Sillon" y en su acción social.
3.
Rechazo de sus prácticas erróneas y de su indisciplinada acción social
25.
La camaradería absoluta entre ellos y la eliminación práctica de diferencias.
Las doctrinas de "Le Sillon" no quedan en el dominio de la
abstracción filosófica. Son enseñadas a la juventud católica y, además, se
hacen ensayos para vivirlas. "Le Sillon" se considera como el
núcleo de la ciudad futura; la refleja, por consiguiente, lo más fielmente
posible. En efecto, no hay jerarquía en "Le Sillon". La
minoría que lo dirige se ha destacado de la masa por selección, es decir,
imponiéndose a ella por su autoridad moral y por sus virtudes. La entrada es
libre, como es libre también la salida. Los estudios se hacen allí sin
maestro; todo lo más, con un consejero. Los círculos de estudio son verdaderas
cooperativas intelectuales, en las que cada uno es al mismo tiempo maestro
y discípulo. La camaradería más absoluta reina entre los miembros y pone en
contacto total sus almas; de aquí el alma común de "Le Sillon". Se
le ha definido "una amistad". El mismo sacerdote, cuando entra en él,
abate la eminente dignidad de su sacerdocio y, por la más extraña inversión
de papeles, se hace discípulo, se pone al nivel de sus jóvenes amigos y no es
más que un camarada.
26.
Quebranto consiguiente del respeto y de la obediencia en esa falsa sociedad y
espíritu peligroso
En
estas costumbres democráticas y en las teorías sobre la ciudad ideal que las
inspira, reconoceréis, venerables hermanos, causa secreta de los fallos
disciplinarios que tan frecuentemente habéis debido reprochar a "Le
Sillon". No es extraño que no hayáis encontrado en los jefes y
en sus camaradas así formados, fuesen seminaristas o sacerdotes, el
respeto, la docilidad y la obediencia que son debidos a vuestra persona y a
vuestra autoridad; que sintáis de parte de ellos una sorda oposición, y que
tengáis el dolor de verlos apartarse totalmente, o, cuando son forzados por la
obediencia, de entregarse con disgusto a las obras no sillonistas. Vosotros sois
el pasado; ellos son los pioneros de la civilización futura. Vosotros
representáis la jerarquía, las desigualdades sociales, la autoridad y la
obediencia: instituciones envejecidas, a las cuales las almas de ellos,
estimuladas por otro ideal, no pueden plegarse. Nos tenemos sobre este estado de
espíritu el testimonio de hechos dolorosos, capaces de arrancar lágrimas; y
Nos no podemos, a pesar de nuestra longanimidad, substraernos a un justo
sentimiento de indignación. ¡Porque se inspira a vuestra juventud católica la
desconfianza hacia la Iglesia, su madre; se le enseña que, después de
diecinueve siglos, la Iglesia no ha logrado todavía en el mundo constituir la
sociedad sobre sus verdaderas bases; que no ha comprendido las nociones sociales
de la autoridad, de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad y de la
dignidad humana; que los grandes obispos y los grandes monarcas que han creado y
han gobernado tan gloriosamente a Francia no han sabido dar a su pueblo ni la
verdadera justicia ni la verdadera felicidad, porque no tenían el ideal de "Le
Sillon"!
El soplo de la Revolución ha pasado por aquí, y Nos podemos concluir que, si
las doctrinas sociales de "Le Sillon" son erróneas su
espíritu es peligroso, y su educación, funesta.
III.
LA IGLESIA Y "LE SILLON"
1.
La
doctrina de Le Sillon no satisface a la Iglesia
27.
Pretenden ser los mejores católicos.
Pero, entonces, ¿qué debemos pensar de la acción de "Le Sillon" en
la Iglesia, de "Le Sillon", cuyo catolicismo es tan
puntilloso que, si no se abraza su causa, se sería a sus o.ios un enemigo
interior del catolicismo y no se comprendería para nada ni el Evangelio ni a
Jesucristo? Juzgamos necesario insistir sobre esta cuestión. porque es
precisamente su ardor católico el que ha valido a "Le Sillon", hasta
en estos últimos tiempos, valiosos alientos e ilustres sufragios. Pues bien,
ante las palabras y los hechos, Nos estamos obligados a decir que, tanto en su
acción como en su doctrina, "Le Sillon" no satisface a la
Iglesia.
a)
por admitir sólo la forma democrática
28.
Su catolicismo es deficiente porque admite sólo el régimen democrático.
En
primer lugar, su catolicismo no se acomoda más que a la forma de gobierno
democrática, que juzga ser la más favorable a la Iglesia e identificarse por
así decirlo con ella; enfeuda, pues, su religión a un partido político. Nos
no tenemos que demostrar que el advenimiento de la democracia universal no
significa nada para la acción de la Iglesia en el mundo; hemos recordado ya que
la Iglesia ha dejado siempre a las naciones la preocupación de darse el
gobierno que juzguen más ventajoso para sus intereses. Lo que Nos queremos
afirmar una vez mas, siguiendo a nuestro predecesor, es que hay un error y
un peligro en enfeudar, por principio, el catolicismo a una forma de gobierno;
error y peligro que son tanto más grandes cuando se identifica la religión con
un género de democracia cuyas doctrinas son erróneas. Este es el caso de "Le
Sillon", el cual, comprometiendo de hecho a la Iglesia en favor de una
forma política especial, divide a los católicos, arranca a la juventud, e
incluso a los sacerdotes y a los seminaristas, de la acción simplemente
católica y malgasta, a fondo perdido, las fuerzas vivas de una parte de la
nación.
b)
por prescindir de la religión
29.
El "sillonista" prescinde prácticamente de su Religión y
proclamándose católico no defiende su catolicismo.
Y ved, Venerables Hermanos, una sorprendente contradicción: precisamente
invocando el principio de que la Religión debe dominar sobre todos los
partidos, se abstiene "Le Sillon" de defender la Iglesia
combatida. No es esta, en verdad, la que a la arena política ha descendido;
antes bien la han arrastrado a ella para mutilarla y despojarla. Y siendo esto
así, ¿no deben los católicos usar de las armas políticas que tienen en sus
manos para defenderla, y también para obligar a la política a mantenerse en su
terreno y no ocuparse con la Iglesia con la Iglesia más que para darle lo que
le es debido. Pues bien; a vista de las tropelías que se perpetran contra la
Iglesia, se ve frecuentemente con dolor a los "sillonistas" cruzarse
de brazos, si no les tiene en cuenta defenderla, véaseles dictar o sostener un
programa que por ningún lado, ni en ningún grado, descubre al católico, sin
que esto sea obstáculo para que esos mismos hombres confiesen su fe en plena
lucha política, al golpe de alguna provocación, dando así a entender que hay
dos hombres en "sillonista": el individuo que es católico, y el
"sillonista", el hombre de acción, que es neutro.
30.
"El más grande Surco" como unión moral de todas las religiones y
sectas, con total independencia de la Religión.
Hubo
un tiempo en que "Le Sillon", como tal, era formalmente
católico. En materia de fuerza moral, no reconocía más que una, la fuerza
católica, e iba proclamando que la democracia sería católica o no sería
democracia. Vino un momento en que se operó una revisión. Dejó a cada uno su
religión o su filosofía. Cesó de llamarse católico, ya la fórmula "La
democracia será católica", sustituyó esta otra: "La
democracia no será anticatólica", de la misma manera que no será
antijudía o antibudista. Esta fue la época del plus grand Sillon. Se
llamó para la construcción de la ciudad futura a todos los obreros de todas
las religiones y de todas las sectas. Sólo se les exigió abrazar el mismo
ideal social, respetar todas las creencias y aportar una cierta cantidad de
fuerzas morales. Es cierto, se proclamaba, "los jefes de "Le Sillon"
ponen su fe religiosa por encima de todo. Pero ¿Pueden negar a los demás el
derecho de beber su energía moral allí donde les es posible? En compensación,
quieren que los demás respeten a ellos su derecho de beberla en la fe
católica. Exigen, por consiguiente, a todos aquellos que quieren transformar la
sociedad presente en el sentido de la democracia, no rechazarse mutuamente a
causa de las convicciones filosóficas o religiosas que pueden separarlos, sino
marchar unidos, sin renunciar a sus convicciones, pero intentando hacer sobre el
terreno de las realidades prácticas la prueba de la excelencia de sus
convicciones personales. Tal vez sobre este terreno de la emulación entre almas
adheridas a diferentes convicciones religiosas o filosóficas podrá realizarse
la unión".Y se declara al mismo tiempo (¿cómo podía realizarse
esto?) que el pequeño "Le Sillon" católico sería el alma del
gran "Le Sillon" cosmopolita.
"Surcos"
democráticos independientes para cada religión y secta.
Recientemente, el nombre del plus grand "Le Sillon" ha
desaparecido, y una nueva organización ha intervenido, sin modificar, todo lo
contrario, el espíritu y el fondo de las cosas "para poner orden en el
trabajo y organizar las diversas fuerzas de actividad. "Le Sillon"
queda siempre como un alma, un espíritu, que se mezclará a los grupos e
inspirará su actividad", y todos los grupos nuevos quedan en
apariencia autónomos: a los católicos, a los protestantes, a los
librepensadores se les pide que se pongan a trabajar. "Los camaradas
católicos trabajarán entre ellos en una organización especial para instruirse
y educarse. Los demócratas protestantes y librepensadores harán lo mismo por
su parte. Todos, católicos, protestantes y librepensadores, tendrán muy en su
corazón armar a la juventud, no para una lucha fratricida, sino para una
generosa emulación en el terreno de las virtudes sociales y cívicas”.
c)
por pretender establecer una justicia fuera de la Religión
31.
La civilización supone la moral, y la moral, Religión; por eso en las
realidades prácticas importa la convicción religiosa.
Estas declaraciones y esta nueva organización de la acción sillonista provocan
graves reflexiones.
He aquí, fundada por católicos, una asociación interconfesional para trabajar
en la reforma de la civilización, obra religiosa de primera clase; porque no
hay verdadera civilización sin la civilización moral, y no hay verdadera
civilización moral sin la verdadera religión: esta es una verdad , demostrada,
éste es un hecho histórico. y los nuevos sillonistas no podrán pretextar que
ellos trabajarán solamente "en el terreno de las realidades prácticas",
en el que la diversidad de las creencias no importa. Su jefe siente tan
claramente esta influencia de las convicciones del espíritu sobre el resultado
de la acción, que les invita, sea la que sea la religión a que pertenecen, a
"hacer en el terreno de las realidades prácticas la prueba de la
excelencia de sus convicciones personales". Y con razón, porque las
realizaciones prácticas revisten el carácter de las convicciones religiosas,
de la misma manera que los miembros de un cuerpo hasta en sus últimas
extremidades reciben su forma del principio vital que los anima.
32.
La "Junta democrática de Acción Social" propicia una imposible y
peligrosa mezcolanza de religiones y convicciones.
Esto supuesto, ¿qué pensar de la promiscuidad en que se encontrarán colocados
los jóvenes católicos con heterodoxos e incrédulos de toda clase en una obra
de esta naturaleza? ¿No es ésta mil veces más peligrosa para ellos que una
asociación neutra? ¿ Qué pensar de este llamamiento a todos los heterodoxos y
a todos los incrédulos para probar la excelencia de sus convicciones sobre el
terreno social, en una especie de concurso apologético, como si este concurso
no durase ya hace diecinueve siglos, en condiciones menos peligrosas para la fe
de los fieles y con toda honra de la Iglesia católica? ¿Qué pensar de este
respeto a todos los errores y de la extraña invitación, hecha por un
católico, a todos los disidentes para fortificar sus convicciones por el
estudio y para hacer de ellas fuentes siempre más abundantes de fuerzas nuevas?
¿Qué pensar de una asociación en que todas las religiones e incluso el libre
pensamiento pueden manifestarse en alta voz, a su capricho? Porque los
sillonistas, que en las conferencias públicas y en otras partes proclaman
enérgicamente su fe individual, no pretenden ciertamente cerrar la boca a los
demás e impedir al protestante afirmar su protestantismo y al escéptico
su escepticismo. ¿Qué pensar, finalmente, de un católico que al entrar en su
círculo de estudios deja su catolicismo a la puerta para no asustar a sus
camaradas, que, "soñando en una acción social desinteresada, rechazan
subordinarla al triunfo de intereses, de grupos o incluso de convicciones, sean?
las que sean"? Tal es la profesión de fe del nuevo comité democrático de
acción social, que ha heredado el defecto mayor de la antigua organización y
que, dice, "rompiendo el equívoco mantenido en torno al plus grand
"Le Sillon", tanto en los medios reaccionarios como en los medios
anticlericales", está abierto a todos los hombres "respetuosos de las
fuerzas morales y religiosas y convencidos de que ninguna emancipación social
verdadera es posible sin el fermento de un generoso idealismo".
33.
No quieren que la acción social "sillonista" aproveche a la Iglesia,
en cambio ésta ayuda a aquélla.
Sí,
por desgracia, el equívoco está deshecho; la acción social de "Le
Sillon" ya no es católica; el sillonista, como tal, no trabaja para un
grupo, y "la Iglesia, dice, no podrá ser por título alguno
beneficiaria de las simpatías que su acción podrá suscitar".
¡Insinuación verdaderamente extraña! Se teme que la Iglesia se aproveche de
la acción social de "Le Sillon" con un fin egoísta e
interesado, como si todo lo que aprovecha a la Iglesia no aprovechase a la
humanidad. Extraña inversión de ideas: es la Iglesia la que sería la
beneficiaria de la acción social, como si los más grandes economistas no
hubieran reconocido y demostrado que es esta acción social la que, para ,ser
seria y fecunda, debe beneficiarse de la Iglesia.
d)
por aliarse en su obra a gente de las doctrinas más heterogéneas.
34.
Constituye una quimérica empresa reemplazar con un vago idealismo y virtud
cívica la obra inmortal de la Iglesia.
Pero más extrañas todavía, tremendas y dolorosas a la vez, son la audacia y
la ligereza de espíritu de los hombres que se llaman católicos, que sueñan
con volver a fundar la sociedad en tales condiciones y con establecer sobre la
tierra, por encima de la Iglesia católica, "el reino de la justicia y
del amor", con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones
o sin religión, con o sin creencias, con tal que olviden lo que les divide: sus
convicciones filosóficas y religiosas, y que pongan en común lo que les une:
un generoso idealismo y fuerzas morales tomadas "donde les sea
posible". Cuando se piensa en todo lo que ha sido necesario de fuerzas,
de ciencia, de virtudes sobrenaturales para establecer la ciudad cristiana, y
los sufrimientos de millones de mártires, y las luces de los Padres y de los
doctores de la Iglesia, y la abnegación de todos los héroes de la caridad, y
una poderosa jerarquía nacida del cielo, y los ríos de gracia divina y todo lo
edificado, unido compenetrado por la Vida y el Espíritu de Jesucristo,
Sabiduría de Dios, Verbo hecho hombre; cuando se piensa, decimos, en todo esto,
queda uno admirado de ver a los nuevos apóstoles esforzarse por mejorarlo con
la puesta en común de un vago idealismo y de las virtudes cívicas. ¿Qué van
a producir? ¿Qué es lo que va a salir de esta colaboración? Una construcción
puramente verbal y quimérica, en la que veremos reflejarse desordenadamente y
en una confusión seductora las palabras de libertad, justicia, fraternidad y
amor, igualdad y exaltación humana, todo basado sobre una dignidad
humana mal entendida. Será una agitación tumultuosa, estéril para el fin
pretendido y que aprovechará a los agitadores de las masas menos utopistas. Sí
verdaderamente se puede afirmar que "Le Sillon se ha hecho
compañero de viaje del socialismo, puesta la mirada sobre una quimera.
35.
El "Sillonismo" pretende ser una nueva religión.
Nos tememos algo todavía peor. El resultado de esta promiscuidad en el trabajo,
el beneficiario de esta acción social cosmopolita no puede ser otro que una
democracia que no será ni católica, ni protestante, ni judía; una religión
(porque el sillonismo, sus jefes lo han dicho... es una religión) más
universal que la Iglesia católica, reuniendo a todos los hombres, convertidos,
finalmente, en hermanos y camaradas en "el reino de Dios".
"No se trabaja para la Iglesia, se trabaja para la humanidad".
2.
La conducta no católica de "Le Sillon" no satisface a la Iglesia
36.
Su catolicismo terminó en apostasía organizada.
Y
ahora, penetrados de la más viva tristeza. No nos preguntamos. venerables
hermanos, en qué ha quedado convertido el catolicismo de "Le Sillon".
Desgraciadamente, el que daba en otro tiempo tan bellas esperanzas, este
río límpido e impetuoso, ha sido captado en su marcha por los enemigos
modernos de la Iglesia y no forma ya en adelante más que un miserable afluente
del gran movimiento de apostasía, organizado en todos los países, para el
establecimiento de una Iglesia universal que no tendrá ni dogmas, ni
jerarquía, ni regla para el espíritu ni freno para las pasiones y que, so
pretexto de libertad y de dignidad humana consagraría en el mundo, si pudiera
triunfar. el reino legal de la astucia y de la fuerza y la opresión de los
débiles, de los que sufren y trabajan.
37.
Su nuevo "Evangelio" tiene aspectos irrespetuosos y blasfemos.
Nos conocemos muy bien los sombríos talleres en que se elaboran estas doctrinas
deletéreas. que no deberían seducir a los espíritus clarividentes. Los jefes
de "Le Sillon" no han podido defenderse de ellas: la
exaltación de sus sentimientos, la ciega bondad de su corazón, su
misticismo filosófico mezclado con una parte de iluminismo los han arrastrado
hacia un nuevo evangelio, en el que han creído ver el verdadero Evangelio del
Salvador, hasta el punto que osan tratar a Nuestro Señor Jesucristo con una
familiaridad soberanamente irrespetuosa y al estar su ideal emparentado con
el de la Revolución, no temen hacer entre el Evangelio y la Revolución
aproximaciones blasfemas que no tienen la excusa de haber brotado de cierta
improvisación apresurada.
38.
Deforman el verdadero Evangelio y a Cristo, descartando su divinidad y
acentuando sus virtudes sociales.
Nos
queremos llamar vuestra atención, venerables hermanos, sobre esta deformación
del Evangelio y del carácter sagrado de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y
Hombre, practicada en "Le Sillon" y en otras partes. Cuando se
aborda la cuestión social, está de moda en algunos medios eliminar,
primeramente la divinidad de Jesucristo y luego no hablar más que de su
soberana mansedumbre, de su compasión por todas las miserias humanas, de sus
apremiantes exhortaciones al amor del prójimo y a la fraternidad. Ciertamente,
Jesús nos ha amado con un amor inmenso, infinito, y ha venido a la tierra a
sufrir y morir para que, reunidos alrededor de El en la justicia y en el amor,
animados de los mismos sentimientos de caridad mutua, todos los hombres vivan en
la paz y en la felicidad. Pero a la realización de esta felicidad temporal y
eterna ha puesto, con una autoridad soberana, la condición de que se forme
parte de su rebaño, que se acepte su doctrina, que se practique su virtud y que
se deje uno enseñar y guiar por Pedro y sus sucesores. Porque, si Jesús ha
sido bueno para los extraviados y los pecadores, no ha respetado sus
convicciones erróneas, por muy sinceras que pareciesen; los ha amado a todos
para instruirlos, convertirlos y salvarlos. Si ha llamado hacia sí, para
aliviarlos,
los, a los que padecen y sufren[ix],
no ha sido para predicarles el celo por una del igualdad quimérica. Si ha
levantado a los humildes, no ha sido para inspirarles el sentimiento de una
dignidad independiente y rebelde a la obediencia. Si su corazón desbordaba
mansedumbre para las almas de buena voluntad, ha sabido igualmente armarse de
una santa indignación contra los profanadores de la casa de Dios[x],
contra los miserables que escandalizan a los pequeños(3),
contra las autoridades que agobian al pueblo bajo el peso de onerosas cargas sin
poner en ellas ni un dedo para aliviarlas[xi].
Ha sido tan enérgico como dulce; ha reprendido, amenazado, castigado, sabiendo
y enseñándonos que con frecuencia el temor es el comienzo de la sabiduría[xii]
y
que conviene a veces cortar un miembro para salvar al cuerpo[xiii].
Finalmente, no ha anunciado para la sociedad futura el reino de una felicidad
ideal, del cual el sufrimiento quedara desterrado, sino que con sus lecciones y
con sus ejemplos ha trazado el camino de la felicidad posible en la tierra y de
la felicidad perfecta en el cielo: el camino de la cruz. Estas son enseñanzas
que se intentaría equivocadamente aplicar solamente a la vida individual con
vistas a la salvación eterna; son enseñanzas
eminentemente
sociales, y nos demuestran en Nuestro Señor Jesucristo algo muy distinto de un
humanitarismo sin consistencia y sin autoridad.
CONCLUSIÓN
Exhortación
del Papa
1.
A los obispos, sacerdotes y jóvenes de Francia
39.
Misión de los obispos, recordar los deberes.
Vosotros, Venerables Hermanos, proseguid activamente la obra del Salvador de os
hombres con la imitación de su mansedumbre y de su energía. Inclinaos a todas
las miserias, ningún dolor escape a vuestra solicitud pastoral, ninguna queja
os halle indiferentes. Pero predicad también denodadamente a grandes y
pequeños sus deberes; a vosotros toca formar la conciencia del pueblo y de los
poderes públicos. La cuestión social estará muy cerca de su solución cuando
unos y otros, menos exigentes de sus derechos, cumplan exactamente sus deberes.
Dediquen
sacerdotes al estudio de la ciencia social y la solución de sus problemas.
Además,
como en el conflicto de intereses, y especialmente en la lucha con las fuerzas
de los malos, ni la virtud ni aún la santidad bastan siempre para asegurar al
hombre el pan de cada día, y como el rodaje social debe ordenarse de suerte que
con su juego natural paralice los esfuerzos de los malvados y haga asequible a
todos los hombres de buena voluntad su parte legítima de felicidad terrena,
ardientemente deseamos que a este fin os intereséis activamente en la
organización de la sociedad. Con este fin, en tanto que vuestro sacerdotes se
entregarán con celo a la santificación de las almas, a la defensa de la
Iglesia y a las obras de caridad propiamente dichas, escogeréis algunos de
ellos activos y de espíritu poderoso, provistos de los grados de doctores en
filosofía y teología, perfectamente instruidos en a historia de la
civilización antigua y moderna, y los dedicaréis a los estudios menos
elevados y más prácticos de la ciencia social para ponerlos, en tiempo
oportuno, al frente de las obras de acción católica. Mas cuiden esos
sacerdotes de no dejarse extraviar en el dédalo de las opiniones
contemporáneas por el espejismo de una falsa democracia; no tomen de la
retórica de los peores enemigos de la Iglesia, y del pueblo un lenguaje
enfático y lleno de promesas tan sonoras como irrealizables; persuádanse que
la cuestión social y la ciencia social no nacieron ayer; que en todas las
edades la Iglesia y el Estado concertados felizmente suscitaron para el
bienestar de la sociedad organizaciones fecundas; que la Iglesia que jamás ha
traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que
desligarse de lo pasado, antes le basta anudar, con el concurso de los
verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la
revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron
animados, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad
contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni
revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas.
Llamado
a la juventud "sillonista".
A esta obra eminentemente digna de vuestro celo pastoral deseamos que la
juventud de "Le Sillon", no sólo no ponga obstáculo alguno, sino
que, desarraigada de sus errores, aporte en el orden y sumisión convenientes su
leal y eficaz concurso.
2.
A los jefes de "Le Sillon"
40.
Pedido a los jefes y normas para los reacios; abstención total de sacerdotes y
seminaristas.
Volviéndonos ahora, pues, a los jefes de "Le Sillon", con la
confianza de un padre que habla a sus hijos, les pedimos por su bien, por el de
la Iglesia y de Francia, que os cedan el puesto. Nos medimos ciertamente la
extensión del sacrificio que de ellos solicitamos, pero sabemos que son
bastante generosos para realizarlo, y de antemano, en el nombre de Nuestro
Señor Jesucristo, de quien somos representantes indignos, les damos por ello
Nuestra bendición. En cuanto a os miembros de "Le Sillon", queremos
que se agrupen por diócesis para trabajar bajo la dirección de los obispos
respectivos, así en la regeneración cristiana y católica del pueblo como en
el mejoramiento de su suerte. Esos grupos diocesanos serán, por de pronto,
independientes unos de otros, y a fin de demostrar bien que han roto con los
errores pasados, tomarán el nombre de "sillons" católicos
("surcos católicos"), y cada uno de sus miembros añadirán a su
título de "sillonista" el mismo calificativo de católico. Por
supuesto que todo "sillonista" católico quedará libre de conservar,
por otra parte, sus preferencias políticas, depuradas de todo lo que en la
materia no sea enteramente conforme con la doctrina de la Iglesia. Que si
hubiese grupos, Venerables Hermanos, que se negasen a someterse a estas
condiciones , deberíais entender que de hecho rehúsan someterse a vuestra
dirección; y entonces habría que examinar si se ciñen a la política o
economía pura, o si perseveran en sus antiguos errores. En el primer caso, es
claro que no os habríais de ocupar de ellos más que del común de los fieles;
en el segundo, deberíais proceder en la forma conveniente, con prudencia, pero
también con firmeza. Los sacerdotes habrán de mantenerse totalmente apartados
de los grupos disidentes, contentándose con prestar los auxilios del santo
ministerio individualmente a sus miembros y aplicarles en el tribunal de la
penitencia las reglas comunes de la moral relativas a la doctrina y a la
conducta. Cuanto a los grupos católicos, los sacerdotes y seminaristas, si bien
los favorecerán y secundarán se abstendrán no obstante de agregarse a ellos
como miembros; porque conviene que la milicia sacerdotal se mantenga en una
esfera superior a las asociaciones laicas, aun las más útiles y animadas del
mejor espíritu.
41.
Plegaria del Papa por los sillonistas y Bendición papal.
Tales
son las providencias prácticas con que hemos creído necesario sancionar esta
Carta acerca de "Le Sillon" y de los "sillonistas". Que el
Señor se digne, se lo rogamos del fondo del alma, hacer entender a esos hombres
y a esos jóvenes las graves razones que la han dictado, que les dé la
docilidad del corazón con el valor de probar a la faz de la Iglesia a
sinceridad de su fervor católico; y a vosotros, Venerables Hermanos, que Él os
dé a sentir para con ellos, pues quedan en adelante vuestros, los afectos de un
corazón enteramente paternal.
En esta esperanza y para alcanzar tan deseables resultados, Nos os concedemos de
todo corazón, así como a vuestro Clero y a vuestro pueblo, la bendición
Apostólica.
Dado
en Roma, junto a San Pedro, el 23 de agosto de 1910, año octavo de Nuestro
Pontificado. Pío X.
[i]
León XIII, Encíclica Graves de Communi,
18-enero-1901.
[ii]
Efes. 1, 10
[iii]
León XIII, Encíclica Diuturnum illud
29-junio-1881.
[iv]
Marc Sangnier, discurso de Rouen, 1907.
[v]
León XIII, Encíclica Diuturnum illud
29-junio-1881.
[vi]
Rom. 13, 1-5; Hebr.13, 17.
[vii]
Luc. 20, 25; Rom. 13, 7.
[viii]
Mat. 11, 28.
[ix]Mat. 21, 13; Lucas 19, 46.
[x]
Lucas 17, 2.
[xi]
Mat. 23, 4
[xii]
Prov.1, 7; 9,10
[xiii] Mat. 18, 8-9