Juana
de Bigard nació en Francia en 1859 y murió en 1934. Cuando tenía 18
años su padre, un prestigioso magistrado de la audiencia de Caen que
había perdido la fe, se quitó la vida. Este hecho cambió la vida de
Juana que hizo, a los 23 años, promesa formal ofrecer su vida a
Jesucristo por la salvación de su padre y del mundo en general.
Movida por este ideal,
Juana
se pone en contacto, con monseñor Cousin, Obispo de Nagasaki. En una
de sus cartas, el obispo, le cuenta que en Nagasaki viven 50. 000
cristianos, restos de la primitiva comunidad fundada por San Francisco
Javier, y que, por temor a las persecuciones, no quieren acercarse a
los misioneros extranjeros. «En el momento de la muerte
–afirma en una de sus cartas-
ansían
recibir los sacramentos, pero sus familiares se oponen ante el temor
de ser denunciados. Por el contrario, dejan fácilmente que el
sacerdote indígena se acerque al moribundo, ya que puede presentarse
como un japonés cualquiera… Esta es la razón por la que aprecio
tanto la obra de nuestros seminarios y por lo que estoy tan reconocido
a cuantos me ayudan a aumentar el número de alumnos».
La
lectura de esta carta, recibida el año 1888, señalará la fecha de
comienzo de la Obra de San Pedro Apóstol. Desde entonces, Juana
Bigard y su madre se pusieron al servicio de esta empresa, mendigando
de puerta en puerta, la pensión de un seminarista japonés.
En 1895, Juana y su madre solicitan a la Santa Sede la aprobación de
la Obra de San Pedro Apóstol.
Obtenido
el reconocimiento eclesiástico por León XIII, madre e hija se
preocupan ahora de obtener el reconocimiento legal. Francia, deniega
reconocer civilmente esta Obra, y deciden trasladarse a Suiza, donde
en 1902 es reconocida oficialmente con plena personalidad jurídica en
el Cantón de Friburgo.
Juana enferma y decide confiar la dirección de la Obra Pontificia de
San Pedro Apóstol a las Franciscanas Misioneras de María que
trabajaron con abnegación durante años en favor del clero nativo.
En 1919, Benedicto XV consciente de que la Iglesia sólo estará
debidamente fundada en un país si existe un clero indígena en número
suficiente y bien instruido, entrega la dirección de la Obra a la
Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Pío XI, en 1922 la constituye
definitivamente en Obra Pontificia.
La
Obra de San Pedro Apóstol en España
Los comienzos en España fueron sumamente humildes. José
Gurruchaga, sacerdote de Guipúzcoa, atento al movimiento misional
y particularmente interesado en su espíritu sacerdotal por la Obra
del Clero Indígena, se dedicó a implantarla en su parroquia de Irún,
antes de que el Papa le diera carácter de oficial y a sus esfuerzos
se deben los primeros donativos y becas que se recaudaron en España
en favor del clero indígena.
Este sacerdote, entonces desconocido, sería
el que más adelante había de implantar la Obra en toda España y ser
su primer Secretario Nacional.
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