PROGRAMA DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN

1.- LA EUCARISTÍA Y EL OFRECIMIENTO DIARIO

La Eucaristía

La Eucaristía es el centro y la cumbre de la vida de la Iglesia, y por tanto, de la vida del APOR.

Por eso los Estatutos del APOR nos piden:

1. Vivir intensamente la Eucaristía, participando, de manera responsable, en la celebración eucarística misma, de ser posible, diariamente.

2. Actuar nuestro sacerdocio común, ofrendando nuestras vidas al Padre en unión con Jesucristo, que por nosotros, se of rece al Padre en la Eucaristía.

Para nosotros, los del APOR, la Eucaristía es hoy —además del tesoro más estimable— bandera y misión. Tenemos que reconocer, con honda tristeza y preocupación que, al igual que en tiempos de Jesús, muchos, aun dentro de nuestro grupo y nuestras comunidades, encuentran «muy dura e insufrible» su palabra eucarística (Jn, 6, 60).

Entre nosotros, de un tiempo para acá, hay quienes quieren reducir la Eucaristía a «banquete fraternal». ¡Y vaya si lo es! Pero, también es «memorial» vivo de la entrega sacrificial de Jesús al Padre: «Una e idéntica es la víctima, y el que ahora se of rece por ministerio del sacerdote es el mismo que entonces se ofreció a sí mismo en la Cruz, siendo sólo distinta la manera de ofrecerse» (Concilio de Trento, XXII, c. 3).

Aunque hay hermanos que dudan de su presencia »real» bajo las especies sacramentales, o la »relativizan», nosotro vemos también el sentido o razón de ser del culto eucarístico lógico y espontáneo con el que los fieles tratamos de corresponderle al Señor en el sagrario el regalo inestimable que nos hizo en este sacramento.

El Ofrecimiento Diario

San Francisco de Sales decía que aprendemos a hablar hablando; a estudiar estudiando; y a correr corriendo, etc. Los del APOR aprendemos a ofrendar nuestras vidas con Jesús al Padre, haciéndolo«. Por eso, imprimimos, repartimos y promovemos tanto diversos modelos con la oración de ofrecimiento. Así como para correr no hace falta tener puestos unos zapatos «tenis» —pero ayudan mucho— de la misma manera, estos modelos de oración de ofrecimiento, no son absolutamente necesarios para ofrendarle nuestras vidas al Padre, pero nos pueden ayudar mucho a hacerlo.

Copiamos a continuación el modelo de oración de ofrecimiento del APOR de España. Pero lo importante no es atenerse a un modelo, sino que la ofrenda diaria y amorosa de tu vida al Padre, desde el Corazón de Jesús, no se convierta nunca en algo aburrido o rutinario.

Ven, Espíritu Santo, inflama nuestro corazón
en las ansias redentoras del Corazón de Cristo,
—para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras,
en unión con El, por la redención del mundo.

Señor mío, y Dios mío Jesucristo:
Por el Corazón Inmaculado de María
me consagro a tu Corazón,
y me ofrezco contigo al Padre
en tu santo sacrificio del altar,
con mi oración y mi trabajo,
sufrimientos y alegrías de hoy,
en reparación de nuestros pecados
y para que venga a nosotros tu Reino.

Te pido en especial:
—por el Papa y sus intenciones,
—por nuestro Obispo y sus intenciones,
—por nuestro Párroco y sus intenciones.

 

2.- DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS

Mucha gente identifica al APOR con la Devoción al Corazón de Jesús. Es natural, ya que el APOR llevaba muy poco tiempo de fundado, cuando el P. Ramière escribió un libro en el que llamaba al APOR: «Liga Santa de corazones unidos al Corazón de Jesús)» . Desde entonces, como lo señala muy acertadamente Juan Pablo ll, el APOR «se ha distinguido por su empeño en difundir la devoción y la espiritualidad del Corazón del Redentor».

¿Cuál es la razón por la que no logramos imaginarnos al APOR ajeno o indiferente a la devoción al Corazón de Jesús?

Por dos razones sobre todo:

·         La primera es que ser del APOR implica querer estar asociado a Cristo y con Cristo en la obra de la redención del mundo. Esto puede sonar un tanto arrogante, ¿no es cierto?: ¡«asociados», «colaboradores», «socios» de Cristo Jesús! Por más conscientes que estemos de que en esta «sociedad» nuestra con El, el accionista absolutamente mayoritario siempre es EL... Y por eso nos resulta, naturalmente, algo chocante el pensar que Dios haya querido asociarnos tan real y tan íntimamente, como verdaderos amigos suyos (Jn 15, 14), a la obra de la redenciónLa primera razón, entonces, por la que no podemos pensar en el APOR sin devoción al Corazón de Cristo, es que hay ciertas empresas en las que uno no puede tener como socios más que a sus amigos más cercanos. Ahí, hermanos, se encuentran y entroncan la devoción al Corazón de Jesucristo y el APOR: ¡Somos amigos de Jesús - asociados a Jesús!

·         La segunda razón es de igual peso. Para colaborar con Cristo en su obra de redención tenemos que hacerlo en la mayor sintonía y comunión posibles con los sentimientos de su Corazón Redentor. Casi habría que decir que necesitamos tener su Corazón, pues de El brotó la ofrenda sacrificial que redime al mundo. ¿Cómo puede alguien, cómo pudiéramos pensar los del APOR colaborar con Jesucristo en su obra redentora si no es en comunión y sintonía con su Corazón?

Cuando el sacerdote de mañana se vea llevado continuamente al límite por la falta de éxito, por la experiencia de la propia miseria y de su radical incertidumbre«. no tendrá

más que un recurso: volverse al Señor, a quien sirve, poner su vista en el que traspasaron y rendir culto al Corazón traspasado de Jesucristo: «Dame, Señor, la gracia de ser desde tu Corazón el hombre del corazón traspasado, única forma de ser tu sacerdote.»

 

3.- DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Nacido al calor y resguardo del Corazón de Jesucristo, el APOR tiene que tener a la Virgen muy dentro del corazón. Los Estatutos nos señalan dos razones principales para ello:

1ª. Que el Señor quiso asociar preferencialmente a su Madre Santísima a su obra redentora.

2ª. Que María se entregó tan perfecta y completamente a la Persona y obra de su Hijo, que es, después de El, el más consumado modelo de fe, confianza y entrega a la voluntad del Padre.

Por eso le pedimos a la Virgen que nos acompañe e interceda por nosotros cuando hacemos nuestra ofrenda. Teniéndola como abogada y Madre, aprendemos de ella y con ella a servir la causa de su Hijo. Los Estatutos nos piden a los del APOR que concretemos nuestro amor a la Virgen, obsequiándola diariamente con el rezo del rosario. Si no podemos rezarlo completo, los Estatutos nos animan a tratar de rezar al menos una parte.

 

4.-LEALTAD A LA IGLESIA Y UNIÓN CON EL PAPA

La vocación proeclesial del APOR es incuestionable. Desde 1889, que fue el primer año en que un Papa, León XIII, aceptó nuestro ofrecimiento de orar todos los meses por las necesidades más relevantes y urgentes de la Iglesia, el APOR nos pide, a sus socios y amigos, no ahorrar esfuerzo que esté a nuestro alcance por «sentir con la Iglesia», de tal manera que podamos decir, parafraseando el comienzo de la Constitución «Gaudium et Spes» del Vaticano II, que «todos los gozos, las esperanzas y angustias» de la Iglesia... encuentran eco seguro en el corazón de nosotros los del APOR.

Desde 1940 las «Intenciones Mensuales» que el Papa encomienda a la oración de los del APOR son revisadas y redactadas por la Dirección General del APOR en Roma, en estrecha colaboración y consulta con la Secretaría de Estado del Vaticano, para ser aprobadas por el Papa, quien todos los años nos las comunica por medio de su Cardenal Secretario de Estado.

Cada mes, el Papa trae a nuestra atención dos inquietudes, problemas o necesidades pastorales urgentes de la Iglesia por las que quiere y nos pide que oremos con él: Una «intención» de carácter general, y otra de carácter misionero.

Uno de los más consoladores frutos de la espiritualidad del APOR es comprobar cómo se ensanchan los horizontes de la catolicidad de sus socios por la continua solicitud con el Papa y los Obispos por las necesidades más marcadamente «católicas», es decir, universales de la Iglesia:

«El auténtico amor a la Iglesia nace del culto al Corazón de Jesús. Porque la misma Iglesia nace de este Corazón... Por lo tanto, el Espíritu, sin el cual la Iglesia no seria más que una organización, una sinagoga, procede del Corazón traspasado de Cristo.

... Esto significa que no se comprende la esencia de la Iglesia sino a partir de ese origen. Y sólo el que comprende perfectamente esa esencia, puede amar a la Iglesia como conviene...» (K. Rahner).

 

5.-CONSTANCIA EN LA ORACIÓN

Jesús nos ha hablado muy claro:

«Les contó un ejemplo para enseñarles que debían orar siempre, sin desanimarse.» (Lc 18, 1)

« Velad y orad para no caer en la tentación.» (Mt 26, 40-41)

«Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llame a una puerta, le abrirán.» (Mt 7, 7-8)

San Pablo nos repite lo mismo muchas veces:

«Orad incesantemente, con toda clase de oraciones y súplicas en el Espíritu, velando con toda perseverancia«.» (Ef 6,18).

«Orad sin cesar...» (1 Tes 5, 17) «Ante todo recomiendo que se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres...» (1 Tim 2, 1-2).

«Perseverad constantes en la oración, siempre alertas y dando gracias a Dios. Orad también por nosotros...; Orad para que...» (Col 4, 2-4)

Fieles a los expresos deseos y enseñanzas del Señor, los Estatutos del APOR les piden a los Socios:

1º. Leer y meditar las Sagradas Escrituras.

2º. La oración personal, es decir, el hablar con Dios

3º. Las diversas formas de oración vocal, según libre elección.

4º. Hacer, en cuanto les sea posible, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

El APOR no pretende sobrecargar la vida espiritual de sus socios con cuanta práctica litúrgica o privada de oración existe. Lo que los estatutos nos señalan es que el APOR anima y espera de sus socios la más generosa e intensa vida espiritual interior. Nuestro lema: «Venga tu Reino» (Mt 6, 10) es una plegaria, porque ésa es la razón de ser del APOR: pedirle al Padre, desde el Corazón de Jesucristo, que «venga a nosotros su Reino».

A los del APOR no nos debiera molestar el ser calificados «rezadores», porque de eso nos dio sobrado ejemplo Jesús, de ser un rezador incansable...

Que nos duela mucho, eso sí, que cuando el Señor nos llame a acompañarle a predicar, a visitar y sanar los enfermos y a dar de comer a los hambrientos, y a trabajar y luchar por la justicia, que nos duela mucho, si alguno de nosotros tiene la poca vergüenza de decirle al Señor que no puede «porque tiene que orar». No tenemos más Maestro que el Señor Jesús que nos dio claro ejemplo, pues «hizo y enseñó» (Heb 1, 1). Oremos y trabajemos.