HOMILIA DEL III DOMINGO DE ADVIENTO.- CICLO C

 

¿QUE HEMOS DE HACER?

I.- INTRODUCCIÓN 

    I.1 Como resultado de la primera predicación de San Juan,

         Acudieron a él habitantes de Jerusalén, de toda la Judea y de la región del Jordán  para ser bautizados por él  confesando sus pecados.

    I.2 ¿Porqué acudieron tan masivamente a escuchar a San Juan?

           En aquel tiempo había una máxima expectación mesiánica tal era la razón de ser de los monjes del Kumrán.

Por los menos desde principios del siglo II antes de Cristo había ido cristalizando en el judaísmo palestinense una expectativa de un ungido, un Mesías, enviado por Dios para llevar a cabo la restauración de Israel y manifestar el triunfo del poder y de la soberanía de Dios. Sus orígenes hay que buscarlos en el desarrollo de las tradiciones vinculadas a David.

El oráculo del profeta Natán (2Sam 7,14) y las últimas palabras de David (2Sam 23,1) ponen de manifiesto una promesa de una dinastía perpetua.

Y el profeta Jeremías anuncia que el Señor Dios dará a su pueblo un nuevo David, será el Mesías, “El Hijo de David”.

El tema del futuro David, ungido por Dios, se fue desarrollando hasta desembocar en una expectativa explícita de un Mesías.

I.3  Se creía que el tiempo del Mesías se había cumplido ya

      Porque se daban las dos condiciones anunciadas por los profetas:

-          Ya no era Judá quien tenía el cetro del Gobierno

-          Habían transcurrido las 70 semanas de Daniel.

-          Además, Juan Bautista, con gran austeridad y con la vestidura propia de los grandes profetas se presentaba como el profeta que anunciaba y preparaba la llegada del Mesías.

     I.4  El éxito de Juan está atestiguado por el celebérrimo historiador Judío Flavio    Josefo

          Que en su libro de las Antigüedades judaicas 17, 5, 2 dice que el Rey Herodes temía una revuelta suscitada por la gran cantidad de personas que acudían a oír la predicación de Juan Bautista. Entre los que acudían a él, había también fariseos y saduceos a los que dirigió una fuerte diatriba, que la Iglesia ha suprimido hoy, porque se pone en el II domingo de Adviento del ciclo A, y porque ellos no le preguntaron nada y la Iglesia ha querido recoger hoy los consejos que Juan dio a los que le preguntaron.

 

II- CONSEJOS DE JUAN

A continuación San Lucas narra los consejos que Juan dio a las tres clases de gente sencilla que fueron las que le preguntaban que debían hacer en concreto como fruto de la penitencia.

 

II.1 Primer Consejo: Es “la respuesta que dio a la muchedumbre” que le preguntaba,     entonces ¿Qué es lo que debemos hacer?, Contestó:

       El que tenga dos túnicas, de una al que no tiene; y el que tenga alimentos haga lo mismo.

       Esta primera lección es de caridad y de misericordia.

       Aquí implícitamente se establece una confrontación con la práctica ascética de los fariseos que se preciaban de obras de superrogación como el ayuno pero no tenían misericordia.

       San Juan aquí sigue la enseñanza de los profetas en concreto a Isaías que decía:

       El mejor ayuno es cubrir las necesidades del prójimo ¿No es este el ayuno que yo prefiero, que repartas tu pan con el hambriento, (que albergues a los que no tienen hogar) y que vistas al desnudo?

      

II.2 Segundo Consejo: Fue el que dio a los publicanos o encargados de cobrar impuestos indirectos en la aduana colocada en el camino que iba de Judea a Perea.

Le preguntaron a Juan: Maestro ¿Que hacemos nosotros?

Les dijo: “No exijáis nada por encima de la tarifa fijada”.

Es una lección de justicia social.

 

II.3 Tercer Consejo: Es el que dio a los soldados puestos en la aduana para proteger a los publicanos, los cobradores de tributos.

      También ellos, tras los publicanos, vinieron a Juan y le preguntaron

        ¿Qué hemos de hacer nosotros?

       Lo que les dice es: “A nadie hagáis extorsión, ni denunciéis injustamente, y contentaos con vuestro paga”.

       Lo que les dice es que cumplan con su deber sin corrupción de ninguna clase.

 

III.- ANUNCIO DEL MESÍAS COMO ÚNICO SALVADOR

 

      Hallándose el pueblo en ansiosa expectación y pensando todos si será Juan el Mesías, Juan respondió a todos diciendo:

      “YO OS BAUTIZO CON AGUA (EN VISTAS A LA CONVERSIÓN) PARA QUE   PREPARADOS POR ELLA RECIBAIS AL QUE VIENE

      Pero está llegando otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias (que era la tarea de los esclavos)

      “EL OS BAUTIZARÁ EN ESPÍRITU SANTO Y FUEGO”.

     Era posible que Juan hablase del Mesías como portador del Espíritu ya que en Isaías (11, 1-3) está suficientemente expresada la relación entre el Mesías y el Espíritu.

     Pero San Juan no conocía al Espíritu Santo como persona de la Trinidad, para él, como para los grandes profetas, el Espíritu además de inteligencia y fuerza de Dios es conocimiento de Dios y de sus caminos (Isaías 11,3).

     La acción del Espíritu en los profetas y en los servidores de Dios en sí misma profética; anuncia su efusión sobre el pueblo entero.

     Entonces la palabra y el Espíritu actuarán conjuntamente:

     La palabra penetra de fuera, el Espíritu es fluido y se infiltra insensiblemente.

     La palabra es revelación, el Espíritu transformación interior.

     Juan Bautista al esperar al Mesías espera al mismo tiempo al Espíritu en todo su poder, por la irresistible acción de Dios.

 

     El problema está en que consiste el fuego:

 

     En la ley se decía que por el fuego purificador profundo se ejercían las grandes purificaciones rituales, se podían citar numerosos textos del A.T. en los que el Espíritu de Dios y ese fuego profundo desempeñan una función de purificación y refinamiento

     (Is. 4, 4-5; 32,15; 44, 5; Ezeq 36,25-26; Malaq. 3, 2b-3)

     El Mesías derramará su Espíritu para el perdón de los pecados, eso es lo que San Juan quiso decir.

     Pero los cristianos tenemos que pensar que el Espíritu derramado el día de Pentecostés será el que lleve a su plenitud ese proceso de purificación y depuración al que aluden las palabras del Bautista.

IV.- ANUNCIO DEL JUICIO DEL MESÍAS

 

      Jesús vendrá para separar el trigo de la paja, es decir, como Juez que criba y juzga la  conducta de los hombres.

      Poderes que en el A.T. se atribuyen a Yhavé (Dios) con lo cual coloca  a Cristo en una   esfera totalmente superior a la suya y transcendente.

      Este juicio según San Juan se refiere al juicio final pues dice que el castigo será como fuego inextinguible.

 

V.- APLIQUEMOS ESTE EVANGELIO A NUESTRA VIDA

     

      V.1  La sola justicia es incapaz, por sí sola, sin la caridad para resolver el problema social.

             San Juan aconsejó la caridad de modo incisivo acomodado al modo de vida de aquella sociedad eminentemente agrícola.

             Pero en nuestra sociedad industrial, la idea fundamental, “que la ayuda al prójimo debe ser eficaz y efectiva” se puede expresar así:

             Mejor que dar un pez es enseñar a pescar.

             En el caso de las personas ricas, mejor que repartir su dinero en limosnas, es crear empresas que den puestos de trabajo para que muchas personas puedan vivir dignamente. Pero además, después del mantenimiento y promoción de la empresa y de la atención a su familia (esposa e hijos) deben tener misericordia con aquellas personas que pasen necesidad.

             En el caso de los que no son ricos pero tienen una posición económica desahogada, lo mejor es contribuir a las instituciones dignas de crédito como por ejemplo la operación kilo que las parroquias presentan una vez al mes, las cáritas diocesanas y parroquiales, para que con su control, el dinero de las limosnas lleguen a los verdaderamente pobres, a los más pobres y padres de familia en paro que se les ha terminado el subsidio de paro, y para mandar ayuda a los países más pobres donde existe el hambre.

V.2 Con estos consejos de cambio de conducta y con la renovación interior que se explicó en el domingo precedente San Juan llamaba a la renovación espiritual de Israel.

V.3 Dios sigue llamando a las naciones de manera más clara en los momentos más críticos de su historia y dos caminos se abren ante ellas:

       V.3.1  Uno es el de la grandeza material sin la renovación espiritual

       V.3.2  El otro es el establecimiento de más empresas generadoras de progreso material dentro de un Estado de Derecho y con Instituciones culturales, y una Religión que promueva la renovación interior y las virtudes que ello implica.  

Es frecuente ahora que las naciones desprecian esto último, y sucede entonces que, pensando correr hacia su gloria, corren hacia su ruina, porque las tres virtudes que aconsejaba San Juan fruto de la renovación interior, son virtudes fundamentales que hacen “sostenible” a una nación; sin ellas incluso la economía se hace insostenible a más o menos largo plazo.

Tal vez puedan logran acrecentar por algún tiempo su prosperidad material; pero su decadencia moral es cierta y profunda y les conducirá a la ruina.

Los cristianos no debemos dejarnos seducir por el error, ni claudicar  ante las técnicas de manipulación de grupos, ni permanecer pasivos.

Debemos ser practicantes de la caridad en la verdad y apóstoles activos de ésta, defensores de los derechos humanos y enérgicos luchadores contra la injusticia.