Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los bienes culturales de la Iglesia

 

5. El inventario-catalogación:
instituciones encargadas y agentes

 

La estructuración del inventario y de la catalogación exige una atenta consideración sobre la organización de las instituciones encargadas de la preparación de los agentes del sector.

En este campo asume un significado particular la relación interinstitucional, la sensibilización de los responsables eclesiásticos y la educación de la comunidad cristiana.

5.1. Las instituciones

El control de la catalogación entra dentro de las obligaciones de cada Iglesia particular que, con tal fin, está llamada a activar organismos y promover colaboraciones para organizar un congruo sistema operativo. En particular, las autoridades eclesiásticas competentes, respetando las diversas situaciones, están invitadas a promover y establecer, donde sea posible y oportuno, acuerdos con organismos públicos y privados para planificar la gestión, configurar la metodología, formar a los catalogadores y encontrar los recursos necesarios. Aunque cada Iglesia particular puede redactar autónomamente su catálogo de los bienes culturales que pertenecen a la Iglesia, es oportuno trabajar para implicar activamente a todas las fuerzas (Iglesia, Estado, privados) interesadas en un conocimiento exacto del patrimonio histórico-artístico-cultural de un determinado territorio. En un contexto semejante la planificación del inventario-catálogo puede lograr óptimos resultados.

El inventario-catalogación del patrimonio histórico-artístico-cultural pone en marcha un proceso de fructífera colaboración interinstitucional en el común empeño de los organismos eclesiásticos y civiles. La recíproca disponibilidad de los datos e imágenes es la premisa para el éxito de la iniciativa. La posibilidad de integrarlo en un único sistema presupone la adhesión a las directrices de valor y mérito establecidas por los organismos institucionales orientados a la realización de estos objetivos en los diversos ámbitos eclesiásticos, nacionales e internacionales.

En el caso de que fuese imposible la colaboración entre entidades eclesiásticas y civiles, la Iglesia, como ya se ha indicado, debe proceder a la realización del inventario y, sería de desear, a la catalogación de sus bienes, según su legislación específica.

5.2. Los agentes

El inventario-catalogación deben realizarlo personas (clérigos o laicos) adecuadamente preparadas. Esa preparación va encaminada a rellenar las fichas del inventario-catálogo y a la gestión del mismo.

Particular importancia asume el papel de la persona que rellena las fichas. Son muchas las materias relacionadas con la investigación de las diversas clases de bienes culturales de valor religioso (restos arqueológicos, conjuntos arquitectónicos, obras de arte, adornos sagrados, paramentos, ornamentos sagrados, y otros).

El catalogador, para perfeccionar su propia capacitación profesional, debe adquirir, sobre todo, la tecnología para la organización redaccional de las fichas y debe ser un experto en «cultura material», de manera que pueda descubrir en las distintas obras las más diversas improntas de la cultura que las ha producido. Es de desear, además, que el catalogador tenga un conocimiento suficiente de otras disciplinas comunes (historia del arte, historia de la Iglesia, historia civil, teología, liturgia, derecho canónico). Como no podrá dominar todas las ciencias, el catalogador deberá buscar la colaboración en aquellos campos que de vez en cuando aflorarán en su labor (arqueología, arquitectura, paleografía, orfebrería, gemología, ciencias textiles, bibliografia, etc.). Debe recurrir, además, a otros técnicos, como fotógrafos, encuestadores, cartógrafos, dibujantes, para rellenar, cuando sea necesario, las fichas de un soporte visual del bien en sí mismo o de su contexto. También tiene que ser asistido por consejeros jurídicos y administrativos, que le permitan tutelar la legítima autonomía de los organismos eclesiásticos (propietarios o usufructuarios del bien) y gestionar correctamente el uso de los datos recogidos.

La necesidad de sostener el inventario-catalogación con el uso de instrumentos y metodologías informáticas exige una formación adecuada, también con respecto a los instrumentos que el operador está llamado a utilizar, sea para la encuesta sea para el primer control de los datos encontrados.

La notable complejidad metodológica y de gestión hace necesaria la introducción de personal experto junto a otros operadores menos preparados (que en muchos casos prestan ya sus servicios en las instituciones eclesiásticas). La actividad de los voluntarios, como soporte a la actividad del personal experto, no sólo es útil, sino también necesaria.

La preparación de los catalogadores es la mayor garantía para realizar el trabajo rigurosamente, para asegurar su continuidad y para permitir posteriores profundizaciones científicas. La actividad de formación de los catalogadores se debe preparar cuidadosamente con cursos específicos que formen un «currículum», capaz de desarrollar los conocimientos requeridos. También a los fotógrafos se les exige profesionalidad y experiencia en lo que es específico del inventario-catalogación. Es de desear, por último, una actualización periódica del catalogador, el cual ha de ser consciente de que se deben organizar en forma cada vez más sistemática y articulada los bienes culturales.

Las instituciones que trabajan en el ámbito del inventario-catalogación de los bienes culturales deben desempeñar un papel activo en la formación de los catalogadores profesionales y de los voluntarios. Junto a las instituciones que trabajan directamente en este sector, es muy oportuno que las universidades civiles y los centros académicos eclesiásticos pongan en marcha cursos apropiados para la formación de los diversos operadores37.

 

6. Conclusión

El cuidado del patrimonio histórico-artístico eclesiástico es una responsabilidad cultural, que implica a la Iglesia en primer lugar. Ella se ha declarado siempre «experta en humanidad»38, ha favorecido en todas las épocas el desarrollo de las artes liberales y ha promovido la atención de todo lo creado para cumplir la misión evangelizadora. En efecto, «cuando la Iglesia se sirve del arte para apoyar su propia, misión, no es sólo por razones de estética sino también para obedecer a la lógica misma de la revelación y de la Encarnación»39.

En este contexto el inventario-catálogo se presenta como un instrumento de salvaguardia y valoración de los bienes culturales de la Iglesia. La estructuración científica y el uso sucesivo de los resultados de la investigación son momentos complementarios del inventario-catálogo. Así, a partir de la ordenación lógica del material recogido, se pone en marcha la interpretación crítica de los datos, la contextualización de los bienes y el mantenimiento de su uso religioso y cultural.

Por tanto, la concepción del trabajo de recogida de las informaciones como un mero censo del patrimonio, con el fin de su tutela jurídica, se puede considerar superada. Las exigencias actuales reclaman, por el contrario, conocimientos que garanticen una aceptación científica, una continua actualización y, sobre todo, la valoración cultural y eclesial de los datos recogidos.

El inventario-catalogación se entiende como un conjunto de actividades encaminadas a la organización de los conocimientos, para conseguir la salvaguardia, la gestión y la valoración de los bienes culturales, según metodologías que no excluyen las soluciones informáticas y las conexiones con otros sistemas. A la idea de un archivo como simple depósito de documentos rápidamente deteriorables y de dificil consulta, se va superponiendo la imagen de un archivo dinámico, con relaciones internas a través de campos definidos y, al mismo tiempo, relacionable con las innumerables series de archivos difundidos por todo el territorio eclesial, nacional e internacional.

En este sector del inventario-catalogación, la Iglesia ha de realizar un esfuerzo de renovación para tutelar su patrimonio, reglamentar el acceso a sus datos y dar un valor espiritual a cuanto en él se contiene. Dado que los bienes culturales de contenido religioso gravitan también en otras áreas de competencia, el empeño del inventario-catalogación no puede reducirse sólo a la responsabilidad eclesiástica, sino que deberían estar también implicadas, en cuanto las circunstancias lo permitan, las autoridades civiles y privadas.

La Iglesia, con una eficaz estructuración de sus inventarios-catálogos, entra en la cultura de la «globalización», dando un significado eclesial a las informaciones documentales de su competencia y demostrando su universalidad a través del informe accesible sobre el ingente patrimonio que ha creado y sigue creando en todos los lugares donde está presente con su obra de evangelización. Todo esto para que con el inventario-catalogación informático se realice el deseo de Juan Pablo II de que: «desde los sitios arqueológicos hasta las más modernas expresiones del arte cristiano, el hombre contemporáneo debe poder releer la historia de la Iglesia, para que le resulte más fácil reconocer la fascinación misteriosa del designio salvífico de Dios»40.

Para realizar este trabajo, que implica a todas las Iglesias particulares, tanto las evangelizadas hace mucho tiempo como las que han recibido la fe en tiempos más recientes, ciertamente existe el problema de los recursos, especialmente en los países en vías de desarrollo, donde la superación de la indigencia constituye el problema primario para la comunidad cristiana. A pesar de ello, para incrementar el progreso es también importante crear la conciencia de la propia cultura. En efecto, «la Iglesia, maestra de vida, no puede menos de asumir también el ministerio de ayudar al hombre contemporáneo a recuperar el asombro religioso ante la fascinación de la belleza y de la sabiduría que emana de cuanto nos ha entregado la historia»41.

Por esto, el conocimiento del patrimonio histórico-artístico, aunque sea mínimo, se transforma en un factor activo de progreso. De ese modo, los pastores deberían solicitar la solidaridad nacional e internacional y las Iglesias de los países más ricos deberían favorecer las iniciativas para la tutela de las culturas de las minorías y de los pueblos que atraviesan graves dificultades económicas.

Con mis mejores deseos para su ministerio pastoral, que une íntimamente la obra de evangelización con la promoción humana, aprovecho la ocasión para expresarle mi más deferente y cordial saludo, con el cual me confirmo de su eminencia (excelencia) reverendísima devotísimo en Jesucristo,

Mons. Francesco MARCHISANO
Presidente

D. Carlo CHENIS, s.d.b.
Secretario

Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre de 1999

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  1. A modo de ejemplo se pueden citar algunas iniciativas para la formación. En instituciones pontificias: Scuola Vaticana di Paleografia, Diplomatica e Archivistica (Archivio Segreto Vaticano, Cittá del Vaticano); Scuola Vaticana di Biblioteconomía (Biblioteca Apostolica Vaticana, Cittá del Vaticano); Pontificio Istituto di Archeologia Cristiana (Roma, Italia); Corso Superiore per i Beni Culturaf della Chiesa (Pontificia Universitá Gregoriana, Roma, Italia). En universidades católicas: Scuola di Specializzazione in Storia dell'Arte (Universitá Cattolica del Sacro Cuore, Milano, Italia); Institut des Arts Sacrés (Faculté de Théologie et des Sciences Religieuses, Institut Catholique de Paris, Francia); Curso de Mestrado em Patrimonologia Sacra (Universidade Católica Portuguesa, Porto, Portugal); Curso de diplomado en bienes culturales de la Iglesia (Universidad Iberoamericana, Ciudad de México); cursos de formación para la conservación y promoción del patrimonio cultural eclesiástico (Paul VI Institute for the Arts, Washington, USA); New Jersey Catholic Historical Records Commission (Seton Hall University, New Jersey, USA). En otras instituciones académicas: máster de Restauración y Rehabilitación del Patrimonio (Universidad de Alcalá, España); Cátedra de Arte Sacro (Universidad de Monterrey, México).

  2. PABLO VI, carta encíclica Populorum progressio, 13: «Christi Ecclesia, iam rerum humanarum peritissima», en: AAS 59 (1967) 263.

  3. JUAN PABLO II, Alocución La importancia del patrimonio artístico en la expresión y en la inculturación de la fe, 12 de octubre de 1995, en: L'Osservatore Romano; edición en lengua española, 20 de octubre de 1995, p. 12.

  4. JUAN PABLO II, Mensaje Los bienes culturales de la Iglesia con referencia a la preparación del gran jubileo, 25 de septiembre de 1997, en: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de octubre de 1997, p. 14.

  5. Ib.