Discurso del Santo Padre a varios grupos de peregrinos jubilares, sábado 26 de agosto
Juan Pablo II recibió en audiencia, en el patio del palacio pontificio de Castelgandolfo, la mañana del sábado 26 de agosto, a varios grupos que habían venido a Roma con ocasión del jubileo, entre los que se hallaban la peregrinación archidiocesana de Vercelli, encabezada por el arzobispo, mons. Enrico Masseroni, y el arzobispo emérito, mons. Tarcisio Bertone, s.d.b.; y la peregrinación de la diócesis de Cremona, guiada por el obispo local, mons. Giulio Nicolini; participaron también en la audiencia numerosas peregrinaciones parroquiales de diferentes partes de Italia y otros grupos de peregrinos. El Santo Padre les dirigió en italiano el discurso que ofrecemos a continuación.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Al venir a Roma para vuestra peregrinación jubilar, habéis querido
incluir una etapa aquí, en Castelgandolfo, para saludar al Sucesor de Pedro. ¡Gracias
por vuestro afectuoso gesto! Os agradezco la visita y doy a cada uno mi cordial
bienvenida.
Procedéis de varias regiones; os anima el deseo interior de participar más
intensamente de los especiales favores espirituales del Año santo, y estáis
decididos a renovar vuestra adhesión de fe al Hijo de Dios, de cuyo nacimiento
celebramos el bimilenario.
Saludo, ante todo, a monseñor Enrico Masseroni, arzobispo de Vercelli, a monseñor
Tarcisio Bertone, arzobispo emérito, secretario de la Congregación para la
doctrina de la fe, y a monseñor Giulio Nicolini, obispo de Cremona, que han
guiado las peregrinaciones de sus respectivas comunidades diocesanas. Saludo a
cuantos han querido acompañarlos: a los sacerdotes, a los consagrados, a
los agentes pastorales, a las familias, a los jóvenes y a todos los que
comparten la misma pasión por el Evangelio en la acción pastoral diaria. Por
medio de vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, envío un cordial saludo a
vuestras diócesis respectivas.
Evangelizar a las familias
2. Amadísimos fieles de Vercelli, vuestra visita a los lugares sagrados, a
las memorias de los apóstoles san Pedro y san Pablo, tiene para vosotros una
doble finalidad. Es un momento intenso de oración, en vísperas de la reanudación
de las actividades diocesanas en sus diferentes niveles, y, al mismo tiempo, es
un gesto significativo con el que, tanto los pastores como el pueblo cristiano,
queréis confirmar juntos vuestra fidelidad común a Cristo.
Al volver a vuestros hogares os espera el "septiembre pastoral", mes
de encuentros y programación para establecer las líneas de la actividad apostólica
común. Os interesáis, ante todo, por la acción de las parroquias, llamadas a
ser auténticas fronteras de la evangelización, capaces de adaptarse a las
nuevas situaciones sociales. En efecto, precisamente a través de esta
importante red eclesial pasa, en primer lugar, la fuerza vivificante del
Evangelio, que puede renovar la existencia de cuantos se muestran dispuestos a
acogerlo. Esta tarea requiere valentía y prudencia, santidad de vida y entrega
incansable al anuncio de la buena nueva, mediante la catequesis, la vida litúrgica
y el testimonio de la caridad.
Otra meta de vuestro compromiso consiste en proseguir el camino que estáis
recorriendo desde hace tres años, mediante una acción pastoral dirigida
principalmente a las familias, "enviadas" a evangelizar a las otras
familias.
Además, la reciente e inolvidable Jornada mundial de la juventud os indica cuán
importante es "anunciar a Jesucristo al mundo de los jóvenes". Espero
que el "laboratorio de la pastoral juvenil", que habéis creado, sea
cada vez más un instrumento que ayude a las generaciones jóvenes a acercarse a
la persona del Redentor, para que encuentren en él el sentido profundo de su
compromiso y la fuente inagotable de su felicidad.
La parroquia, las familias y los jóvenes son los ámbitos pastorales
privilegiados que requieren singular atención, entrega generosa y constante
pasión misionera por parte de todos.
Que la Virgen María os sostenga en vuestro esfuerzo, e interceda por vosotros
san Eusebio, vuestro patrono e intrépido defensor de la ortodoxia de la fe en
la Iglesia de su tiempo.
Fortalecer la fe y el testimonio cristiano
3. Amadísimos fieles de Cremona, mi pensamiento se dirige ahora a vosotros
y, con especial simpatía, a los socios del Centro deportivo italiano, que han
venido aquí en bicicleta o a pie. Vuestra segunda peregrinación jubilar se
desarrolla en el clima y en continuidad ideal con la XV Jornada mundial de
la juventud y el jubileo de los jóvenes, en los que estuvieron presentes mil
jóvenes cremoneses.
A la luz del Evangelio, he definido ese emocionante acontecimiento, lleno de
profunda intensidad espiritual, como un "laboratorio de la fe". Hoy
quisiera aplicar esta misma imagen también a nuestro encuentro. Que os estimule
a fortalecer la fe y el testimonio cristiano que esta mañana, después de
cruzar la Puerta santa, habéis profesado con gran fervor ante la tumba del apóstol
san Pedro: fe en Cristo, Hijo de Dios, y en su Iglesia una, santa, católica
y apostólica. Ojalá que esta experiencia romana sostenga vuestro testimonio
del Evangelio y os guíe en el nuevo año pastoral que la diócesis está a
punto de comenzar, con el tema: "Redescubrir el día del Señor para
que el Año santo no termine".
Me alegra saber que todas vuestras iglesias jubilares están dedicadas
a María. Recuerdo, entre ellas, la espléndida catedral y el santuario de
Santa María de la Fuente, en Caravaggio, que visité en 1992 y llevo con cariño
en mi corazón.
Por eso, a María le encomiendo con particular afecto el camino de la Iglesia
que está en Cremona en este paso del siglo y del milenio, ya caracterizado por
abundantes gracias.
Alegría evangélica y solidaridad fraterna
4. Con iguales sentimientos de afecto, deseo dirigirme ahora a los fieles
de las parroquias San Lorenzo, de Manerbio (Brescia), San José Obrero, de Turín,
y Santa Francisca Cabrini, de Codogno (Lodi), así como a los demás peregrinos
y familias que han querido unirse a nuestro encuentro.
Amadísimos hermanos y hermanas, ojalá que el intenso momento espiritual que
ciertamente tenéis la gracia de vivir con ocasión de vuestro jubileo os
impulse a ser fuertes en la fe, alegres en la esperanza y perseverantes en la
caridad. Sed siempre testigos de alegría evangélica y de solidaridad fraterna.
Queridos hermanos, que Dios os colme de su amor misericordioso. Os
acompaño con mi oración, al mismo tiempo que os imparto de corazón una
especial bendición a vosotros, a vuestros seres queridos y a vuestras
respectivas comunidades.