DISCURSO
A un grupo de Misioneros y
Misioneras de la Caridad, martes 5 de septiembre
El Papa Juan Pablo II recibió en audiencia, en la basílica de San Pedro, la mañana del 5 de septiembre, tercer aniversario de la muerte de la madre Teresa de Calcuta, a un grupo de Misioneros y Misioneras de la Caridad, fundados por ella hace 50 años; a los participantes en el encuentro de las familias adoptivas, organizado por estas religiosas; así como a amigos y colaboradores de su obra (siete mil personas, aproximadamente). Los acompañaba el cardenal Pío Laghi, que presidió ese mismo día, antes del encuentro con el Santo Padre, la misa jubilar.
A las once y media, al comienzo de la audiencia, la provincial para Italia,
hna. Mary Simon, dirigió unas palabras a Su Santidad, el cual pronunció el
discurso que ofrecemos a continuación, traducido del italiano.
Señor cardenal Laghi, amadísimos Misioneros y Misioneras de la Caridad, padres
y muchachos de las familias adoptivas, amigos y colaboradores de la obra de la
madre Teresa de Calcuta:
1. Me alegra encontrarme con vosotros en tan gran número, y agradezco a
sor Mary Simon las amables palabras que me ha dirigido, interpretando vuestros
sentimientos.
Habéis querido celebrar vuestro jubileo en la jornada que coincide con el
tercer aniversario de la muerte de la madre Teresa. Es un modo muy significativo
de expresar vuestra voluntad de seguir a Cristo, tras las huellas de esta
singular hija de la Iglesia, que se gastó totalmente por la caridad. ¿Cómo
olvidarla? Con el paso de los años, su recuerdo se mantiene más vivo que
nunca. La recordamos con su sonrisa, sus ojos profundos, su rosario. Nos parece
verla aún en camino por el mundo en busca de los más pobres entre los pobres,
siempre dispuesta a abrir nuevos espacios de caridad, acogedora con todos como
una verdadera madre.
La madre Teresa
2. Llamar "madre" a una religiosa es más bien habitual. Pero
este apelativo tenía para la madre Teresa una intensidad especial. Se reconoce
a una madre por su capacidad de entrega. Observar a la madre Teresa en su trato,
en sus actitudes, en su modo de ser, ayudaba a comprender qué significaba para
ella, más allá de la dimensión puramente física, ser madre; ayudaba a ir a
la raíz espiritual de la maternidad.
Sabemos bien cuál era su secreto: rebosaba de Cristo, y, por eso, miraba
a todos con los ojos y con el corazón de Cristo. Había tomado muy en serio sus
palabras: "Tuve hambre y me disteis de comer..." (Mt 25,
35). Por esta razón, no le costaba "adoptar" como hijos a sus pobres.
Su amor era concreto, emprendedor; la impulsaba a donde pocos tenían la valentía
de ir, a donde la miseria era tan grande que daba miedo.
No sorprende el hecho de que los hombres de nuestro tiempo se hayan sentido
fascinados por ella, que encarnó el amor que Jesús indicó como signo
distintivo de sus discípulos: "La señal por la que conocerán que
sois discípulos míos será que os amáis unos a otros" (Jn 13,
35).
Intercambio de dones
3. Entre las obras que nacieron del corazón de la madre Teresa, una de las
más significativas es el movimiento para las adopciones. Por eso hoy están
aquí tantas familias adoptivas.
Os saludo con afecto, queridos padres y muchachos. Me alegro por este encuentro,
que me permite reflexionar con vosotros sobre el camino que estáis recorriendo.
Adoptar a un niño es una gran obra de amor. Cuando se realiza, se da
mucho, pero también se recibe mucho. Es un verdadero intercambio de dones.
Por desgracia, nuestro tiempo conoce, también en este ámbito, muchas
contradicciones. Así como hay numerosos niños que, por la muerte o la
inhabilidad de sus padres, se quedan sin familia, así también hay muchas
parejas que deciden no tener hijos por motivos a menudo egoístas. Algunas se
desaniman por las dificultades económicas, sociales o burocráticas. Otras,
incluso, por el deseo de tener un hijo "propio" a toda costa, van más
allá de la ayuda legítima que la ciencia médica puede prestar a la procreación,
recurriendo a prácticas moralmente reprensibles. Acerca de estas tendencias, es
preciso reafirmar que las indicaciones de la ley moral no se reducen a
principios abstractos, sino que tutelan el verdadero bien del hombre y, en este
caso, el bien del niño, frente al interés de los mismos padres.
Como alternativa a esas prácticas discutibles, la existencia misma de muchos niños
sin familia sugiere la adopción como un camino concreto del amor.
Familias como las vuestras están aquí para decir que este es un camino posible
y hermoso, aunque con sus dificultades; un camino, además, hoy más transitable
que ayer, en la era de la globalización, que acorta todas las distancias.
Invitación a la valentía
4. Adoptar niños, sintiéndolos y tratándolos como verdaderos hijos,
significa reconocer que la relación entre padres e hijos no se mide únicamente
con parámetros genéticos. El amor que engendra es, ante todo, entrega de sí.
Hay una "generación" que se realiza a través de la acogida, la
solicitud y la entrega. La relación que nace es tan íntima y duradera, que no
es en absoluto inferior a la fundada en la pertenencia biológica. Cuando, como
sucede con la adopción, también está tutelada jurídicamente, en una familia
unida de modo estable por el vínculo matrimonial, asegura al niño el clima
sereno y el afecto, a la vez paterno y materno, que necesita para su
desarrollo humano pleno.
Precisamente esto es lo que muestra vuestra experiencia. Vuestra opción y
vuestro compromiso son una invitación a la valentía y a la generosidad para
toda la sociedad, a fin de que estime, favorezca y sostenga cada vez más este
don, también legalmente.
Amor a los niños
5. Os agradezco vuestro testimonio. Al celebrar el bimilenario del
nacimiento de Cristo, en este gran jubileo, recordemos también que todo
hombre que viene al mundo, en cualquier condición, lleva el signo del
amor de Dios. Cristo nació y dio su vida por cada niño del mundo. Por
tanto, todos los niños le pertenecen.
"Dejad que los niños se acerquen a mí" (Mc 10, 14). La madre
Teresa, en cierto modo, se hizo eco de estas palabras de Cristo cuando, a las
madres que querían abortar, les decía: "Traedme a vuestros
hijos". Imitándola, vosotros os habéis puesto con Cristo a favor de
los niños. Que Dios os colme de toda consolación y os sostenga en las
dificultades del camino.
Os abrazo y bendigo a todos en su nombre.