No os sintáis solos

porque Dios os ama

Palabras del Papa en la comida con los pobres

Juan Pablo II, el jueves 15 de junio, invitó a comer a 200 pobres de la ciudad, entre los que había italianos y emigrantes de todos los continentes y de diversas religiones: había católicos, ortodoxos y musulmanes; había familias enteras y personas solas, ancianos y jóvenes, personas con problemas psíquicos y de alcoholismo, y ex prostitutas. La comida tuvo lugar en el atrio de la sala Pablo VI. En cada mesa había trece comensales: diez pobres, dos voluntarios de los que los atienden (Cáritas diocesana, Casa «Don de María», Comunidad de San Egidio, Círculo de San Pedro...) y un cardenal u obispo. Con el Papa se sentaron siete pobres. Antes de comenzar a comer, el Papa bendijo la mesa: se leyó un pasaje del libro de los Proverbios y a continuación Su Santidad pronunció las palabras que publicamos. Y añadió: «¡Buen provecho!». Al final, dio las gracias por el pan que habían compartido, saludó personalmente a cada uno de los presentes y les entregó una suma de dinero, un rosario, una reproducción del logotipo del jubileo y un llavero. Por su parte, los pobres le ofrecieron un cesto de flores. Sirvieron los seminaristas romanos y amenizó la comida la orquestina de los Legionarios de Cristo.

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

Entre las numerosas citas del jubileo, esta es para mí seguramente una de las más sentidas y significativas. He querido encontrarme con vosotros, he querido comer con vosotros para deciros que estáis en el corazón del Papa. Os abrazo con gran afecto a cada uno, amigos muy queridos.

Ciertamente, es poco el tiempo que puedo pasar con vosotros, pero os aseguro que todos los días os acompaño con mi oración y mi afecto. Mientras os veo uno a uno, pienso en los que en Roma, y en todas partes del mundo, atraviesan momentos de prueba y dificultad. Quisiera acercarme a cada uno para decirle: no te sientas solo, porque Dios te ama.

Amadísimos hermanos, el Papa os quiere, y, junto con él, la Iglesia entera os abre los brazos de la acogida y de la fraternidad.

Gracias a todos por haber aceptado mi invitación y por haber venido en gran número a este encuentro convival, que tiene lugar pocos días antes del Congreso eucarístico internacional en Roma. Nuestra comida, en su sencillez, representa una significativa preparación para ese acontecimiento espiritual, que constituye el centro del Año jubilar. En efecto, hoy nos encontramos en torno a la mesa material; juntos y en mayor número nos acercaremos la próxima semana a la mesa espiritual, al banquete de la Eucaristía, para celebrar el amor de Dios, que nos hace hermanos, solidarios unos con otros. Preparémonos bien para ese extraordinario acontecimiento, que ya contemplamos con gran expectación.

Gracias, una vez más, por vuestra presencia; gracias a los que han organizado y preparado la comida, así como a los que nos han alegrado con música y cantos, haciendo que fuera un momento de serenidad y alegría. A todos os imparto de corazón mi bendición.