Dios nos llama a cooperar con él en la construcción de un mundo cada vez más justo y fraterno

Discurso del Santo Padre a diversos grupos de peregrinos jubilares, sábado 17 de junio

El sábado 17 de junio, el Papa recibió en audiencia, en la sala Pablo VI, a numerosos grupos que habían venido a Roma con ocasión del jubileo, entre los que había varias peregrinaciones parroquiales italianas, de Alemania y un grupo de la Academia de guerra del ministerio de Defensa de Ecuador. Su Santidad pronunció en italiano, francés, alemán y español el siguiente discurso.

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros a cada uno mi afectuosa bienvenida a este encuentro, que se celebra en la víspera de la solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad. Este año la fiesta adquiere una importancia especial, porque nos lleva al corazón mismo del gran jubileo, que tiene como objetivo «la glorificación de la Trinidad, de la que todo procede y a la que todo se dirige, en el mundo y en la historia» (Tertio millennio adveniente, 55). La contemplación del misterio de Dios uno y trino suscita así en los creyentes un renovado compromiso de conocer, amar y servir a Dios, que nos llama a cooperar con él en la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Queridos hermanos y hermanas, os deseo que sintáis con fuerza, durante vuestra peregrinación jubilar, la experiencia del amor de Dios. En efecto, su amor nos ayuda a ser fieles a su ley y nos convierte en levadura de auténtica renovación en el mundo.

Construir una Europa fraterna y solidaria

2. Os saludo a vosotros, que participáis en el encuentro de la Organización mundial de ex alumnos de las escuelas católicas. Durante vuestros estudios habéis tenido la posibilidad de adquirir no sólo una formación intelectual, sino también humana, moral y espiritual. Haced que se beneficien de ella vuestros hijos y los jóvenes de hoy, que necesitan aprender de las personas adultas los puntos de referencia para que su vida sea hermosa y llena de esperanza.

Os dirijo un cordial saludo a vosotros, estudiantes, que participáis en el concurso fotográfico del Consejo de Europa sobre el tema: Europa, patrimonio común. Vosotros hacéis la experiencia de relaciones entre los diferentes pueblos y culturas del continente; así, preparáis, a vuestra manera, una Europa fraterna, donde cada uno se solidarice con todos y se abra a las demás culturas, para formar un patrimonio común fundado en los valores esenciales del respeto a la vida y a las personas.

3. Dirijo, ahora, un saludo particular a los grupos de feligreses de, las parroquias San Vito y San Modesto, de Burago de Molgora; San Pedro y San Pablo, de Luino; San Faustino y Santa Jovita, de Villalta de Gazzo; La Asunción de María, de Frascarolo; San Blas, de Vacri; y San José, de San Cesáreo.

Queridos hermanos, que los días maravillosos de vuestra peregrinación jubilar, durante los cuales os habéis encontrado con Cristo, la "puerta" que introduce en la vida nueva, y habéis orado ante las tumbas de los Apóstoles y los mártires, constituyan para cada uno de vosotros una gozosa ocasión para redescubrir el amor de Dios y una renovada experiencia de vuestra pertenencia a su gran familia, que es la Iglesia. Enriquecidos con esta experiencia, sed fervientes constructores de paz y de bien en vuestras comunidades, para que cada una de vuestras parroquias sea reflejo vivo de la Trinidad.

Crecer en la estima y en la acogida recíproca

En efecto, considerando las relaciones entre las tres divinas Personas como paradigma de la convivencia entre los hombres, es posible construir la civilización del amor, en la que la igualdad se transforma en fraternidad, la unidad en comunión respetuosa entre las personas y la autoridad en generoso servicio al bien de los hermanos.

4. Mi cordial saludo va asimismo a los colaboradores de la Agencia general de seguros generales de Ferrara, al grupo del hospital «Sagrada Familia» de los Hermanos de San Juan de Dios, de Erba, al grupo de la Asociación de enfermos de talasemia del hospital Garibaldi, de Catania, a la banda musical de Vinovo y al grupo de fieles provenientes de Abbadia San Salvatore.

A cada uno de los miembros de estos grupos le deseo que lleve la riqueza de su fe a la experiencia de trabajo y a la vida de asociación, para vivirla como una llamada a crecer en la estima y en la acogida recíproca y a servir generosamente al bien común. De este modo, el tiempo vivido juntos y las necesidades de los hermanos podrán transformarse en ocasiones de testimoniar el amor de Dios, que vence el pecado y las divisiones y da la esperanza de volver siempre al camino del bien.

5. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los familiares del fallecido arzobispo Josef Stimpfle, que durante casi treinta años dirigió la diócesis de Augsburgo. Doy la bienvenida asimismo a las alumnas y a los alumnos de la escuela privada católica de Bremerhaven. Queridos jóvenes me alegro de que hayáis venido desde el norte de Alemania, atravesando los Alpes, hasta el sur, para visitar en el Año santo las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles. Vivís vuestra vida cristiana en una región donde conviven otras confesiones religiosas. Así, la escuela que frecuentáis es una especie de «campo de entrenamiento» para un testimonio cristiano maduro. Os deseo que os forméis con fuerza y valor para vivir como cristianos convencidos. Para ello, imploro de corazón sobre vosotros la ayuda y la bendición de Dios.

Acercarse más a Dios y a la Iglesia

6. Dirijo ahora un saludo a los miembros de la Academia de guerra del ministerio de Defensa de Ecuador, con ocasión de vuestro paso por Roma en el año del gran jubileo. Atravesar la Puerta santa es manifestar la voluntad de acercarse más a Dios y, en consecuencia, llevar la vida de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio. Que este gesto, acompañado de obras de piedad y de caridad, os obtenga las gracias necesarias para llevar a cabo vuestras tareas familiares y profesionales, dando testimonio de vuestra adhesión a Cristo y de pertenecer a su Iglesia.

7. Amadísimos hermanos y hermanas, os encomiendo a cada uno de vosotros a la protección materna de María, a quien la Iglesia venera como morada eminente de la santísima Trinidad, y, renovándoos el deseo de una fructuosa peregrinación jubilar, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.