La belleza artística lleva al misterio

Palabras del Papa al final del concierto en la sala Pablo VI, jueves 8 de junio

El jueves 8 de junio, la República de Austria, con ocasión del gran jubileo, organizó en la sala Pablo VI del Vaticano, en honor de Juan Pablo II, un concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena y del coro Arnold Schtinberg, que interpretaron la «Misa en si menor» de Juan Sebastián Bach, dirigida por el maestro Riccardo Muti.

Junto al Papa se hallaban los cardenales Angelo Sodano, secretario de Estado, y Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000; asistieron también numerosos cardenales, arzobispos y obispos; vino asimismo una delegación de Austria, encabezada por el ministro del Interior, Ernst Strasser.

Al final del concierto, el Santo Padre pronunció el siguiente discurso.

 

Ilustres señores y gentiles señoras:

1. Deseo expresar mi agradecimiento cordial por este especial concierto que la República austriaca ha querido ofrecerme con ocasión del gran jubileo. Constituye un momento de fuerte significado espiritual, que se inserta en el ya rico programa artístico del Año santo 2000.

Me dirijo con gratitud, ante todo, al ministro del Interior de la República austriaca, señor Strasser, a quien agradezco su presencia. Saludo también a los señores cardenales, a mis hermanos en el episcopado y a los representantes de la vida pública y de las instituciones, así como a los organizadores, que con su contribución eficaz han hecho posible esta manifestación. Una palabra de gratitud y estima va al maestro Riccardo Muti que, con gusto y sensibilidad extraordinarios, ha sabido interpretar en toda su profundidad la partitura de la Misa en si menor. Esto vale también para los solistas, los profesores de la Filarmónica de Viena y los miembros del coro Arnold Schónberg.

2. Gracias a la espléndida ejecución de la «gran misa» de Juan Sebastián Bach, hemos podido meditar con gozo espiritual en los textos latinos de la liturgia eucarística, que el lenguaje arcano y universal de la música nos ha vuelto a proponer. Hemos podido experimentar, una vez más, cómo la belleza artística es una escalera privilegiada para acceder al misterio y satisfacer la necesidad interior de luz y paz.

Ojalá que este recuerdo del patrimonio que nos han transmitido las generaciones pasadas promueva un nuevo tiempo de creaciones artísticas que, abriendo el corazón y la mente del hombre del nuevo milenio a la «belleza» y a la «verdad», le ayuden a redescubrir la grandeza y la dignidad de su misma vocación de ser humano.

Encomiendo estos deseos a la providencia paterna de Dios y, al mismo tiempo, os imparto con afecto a todos y a cada uno mi bendición.