Edificad vuestro país en paz y armonía

A una delegación de Macedonia

 

Con ocasión de la fiesta de los santos hermanos Cirilo y Metodio, vino también a Roma una delegación de la ex República yugoslava de Macedonia, encabezada por el presidente del país, Boris Trajkwoski. El lunes 22 de mayo, Su Santidad los recibió en audiencia, en la sala del Consistorio. Ofrecemos seguidamente el discurso del Vicario de Cristo.

 

Señor presidente; señoras y señores:

Me agrada daros la bienvenida hoy en el Vaticano. Una vez más, este año, siguiendo una tradición ya consolidada, una delegación de dignatarios de la ex República yugoslava de Macedonia ha venido a hacer una respetuosa visita a la tumba de san Cirilo. Le agradezco, señor presidente, sus amables palabras en nombre de todos los presentes.

La solemne ceremonia con la que vuestra representación desea conmemorar a san Cirilo y a san Metodio, copatronos de Europa, tiene lugar en la antigua basílica situada cerca del Coliseo, que conserva las venerables reliquias de san Clemente de Roma, el tercer Sucesor de san Pedro, y de san Cirilo, el más joven de los santos hermanos de Tesalónica, apóstoles de los eslavos. ¡Qué nobles recuerdos evocan los nombres de estos grandes testigos de la fe!

Hoy, en particular, nuestro pensamiento se dirige al rico patrimonio cultural de la Europa oriental, construido sobre los fundamentos puestos por san Cirilo y san Metodio. De hecho, estos dos ilustres hermanos dieron «una contribución eminente para la formación de las comunes raíces cristianas de Europa; raíces que, por su solidez y vitalidad, constituyen uno de los más firmes puntos de referencia, del que no puede prescindir todo intento serio por recomponer de modo nuevo y actual la unidad del continente» (Slavorum apostoli, 25). El desafío que afrontan hoy Oriente y Occidente consiste en lograr, mediante un intercambio mutuo de dones, que la «casa común» de Europa sea cada vez más un lugar de civilización, de fraternidad, de solidaridad y de respeto.

Estos vínculos de solidaridad entre los pueblos de Europa tienen un significado particular en este Año jubilar, en el que la Iglesia celebra el bimilenario de la encarnación del Hijo de Dios. El gran jubileo es un tiempo de gracia y de renacimiento espiritual, en el que todos los creyentes en Cristo están llamados a participar, compartiendo su alegría con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Quiera Dios que el pueblo de la ex República yugoslava de Macedonia, inspirándose en la riqueza y en el vigor de la herencia recibida de san Cirilo y san Metodio, encuentre nueva fuerza interior para continuar la gran obra de construir su país con paz y armonía. Os aseguro con afecto un recuerdo especial en mis oraciones, e invoco sobre toda vuestra nación las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.