DISCURSO Al término del concierto ofrecido por la Orquesta filarmónica de Londres

Un himno de alabanza a nuestro Señor por el inestimable don de la vida

Ilustres señores y gentiles señoras; amadísimos hermanos y hermanas:

1. Gracias por este concierto que me habéis ofrecido, con ocasión de mi 80° cumpleaños. Con él concluye una jornada que para mí ha estado marcada por un profundo agradecimiento al Señor por el inestimable don de la vida y por las numerosas gracias con las que ha querido enriquecerla.

Me dirijo con afecto, en primer lugar, a los organizadores y a los músicos que, con este concierto, han deseado expresarme sus sentimientos de estima y sus buenos deseos. Doy las gracias sinceramente al director, maestro Gilbert Levine, que ha interpretado con hondo sentimiento la partitura de «La creación», la obra maestra de Joseph Haydn, y ha dirigido con intensidad artística a los solistas, a los músicos y al coro de la orquesta filarmónica. Doy las gracias a los músicos y a los cantantes, así como a quienes han contribuido al éxito de este concierto.

Dirijo mi respetuoso saludo a las autoridades y a los eclesiásticos presentes. En particular, deseo saludar a las ilustres personalidades de la comunidad judía y a los representantes de las demás Iglesias y comunidades  eclesiales, que han querido unirse amablemente a todos los que, en esta fiesta, han estado cerca de mí con su oración y con sus amables felicitaciones.

El lenguaje universal de la música

2. La espléndida ejecución de las dos primeras partes del Oratorio de Joseph Haydn nos ha permitido contemplar con alegría y emoción la narración bíblica de la creación, propuesta, a través del poder evocador de las palabras del texto sagrado y de la poesía, con la mediación del lenguaje arcano y universal de la música. Así, inmersos en esa narración, hemos podido participar en la alegría expresada por los coros de alabanza al Señor, y todos nos hemos sentido hijos del mismo Dios Creador. «Los cielos cuentan la gloria de Dios; la obra de sus manos anuncia el firmamento». ¡Qué fuerte llamada a la trascendencia de Dios; al carácter sagrado y a la grandeza de la creación!

Este solemne fresco musical ha propuesto, a través de la transparencia de los sonidos y la belleza del texto, el alba de la creación. La narración se desarrolla según el ritmo de los seis días que marcaron la aparición de la luz -cuando se retira «el caos y nace el orden»-, del cielo y de la tierra, de las cosas y las criaturas vivas.

Sin embargo, el genio artístico de Joseph Haydn, volviendo a proponer con fuerza y belleza el relato bíblico, subraya que el ápice de la creación es la aparicion del hombre: «Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Les infundió el soplo vital y el hombre se convirtió en ser viviente». La conclusión no puede ser más que un himno de alabanza: «La obra magnífica ha terminado. Que nuestro canto glorifique al Señor. El sólo es el Altísimo.

Atención al hombre y respeto a la naturaleza

3. Hermanos y hermanas, gracias por habernos ofrecido esta singular experiencia de meditación espiritual y estética sobre el misterio de la creación, en el que se funda la certeza de nuestro origen común. Deseo que, a través del arte y la música, también en nuestro tiempo se mantengan siempre vivos la atención al hombre y el respeto a la naturaleza.

Ojalá que la reflexión sobre el origen común contribuya también a que cada uno redescubra los profundos vínculos de fraternidad que derivan del hecho de que todos somos hijos del único Dios, Creador del cielo y de la tierra. A su amor de Padre os encomiendo a vosotros, aquí presentes, a los promotores y a los organizadores, a los artistas y a los intérpretes de esta manifestación, invocando sobre cada uno la bendición divina.