Dar testimonio de amor cristiano y solidaridad

Palabras del Papa a los miembros de la Fundación Papal, martes 2 de mayo

 

Juan Pablo II recibió en audiencia, en la sala del Consistorio, la mañana del martes 2 de mayo, a más de ochenta miembros de la Fundación Papal, institución católica estadounidense, creada en Filadelfia en 1990 por el cardenal John Krol para sostener cada año con generosos donativos las actividades caritativas del Papa y de la Santa Sede en las diversas partes del mundo. El Santo Padre les dirigió el siguiente discurso.

«La religión que brota del misterio de la encarnación redentora es la religión del "permanecer en la intimidad de Dios", del participar en su misma vida» (Tertio millennio adveniente, 8). Y el corazón de Dios, la vida que nos comunica a través de la encarnación, muerte y resurrección de su amado Hijo, no es más que la amorosa bondad y misericordia del Padre, que desea reunir a todos sus hijos dispersos en la comunión del único Cuerpo de Cristo, la Iglesia. El jubileo del año 2000 es un «año de gracia del Señor», en el que toda la Iglesia debe tratar de dar un testimonio cada vez más auténtico del amor y la solidaridad cristianos.

En este marco, me alegra vuestra presencia aquí, durante el Año jubilar. La Fundación Papal, desde sus inicios, ha permitido al Sucesor de Pedro responder a algunas de las más apremiantes peticiones de intervención caritativa, especialmente en los países en vías de desarrollo. Vuestro deseo de compartir mi «solicitud por todas las Iglesias» me consuela y me sostiene en el ministerio que el Señor me ha confiado. Por eso, os expreso mi agradecimiento y deseo hacerlo con oraciones fervientes por vosotros y por vuestros seres queridos.

En este año especial de gracia que abre al tercer milenio cristiano, encomiendo a los miembros de la Fundación Papal al amor de la santísima Trinidad. Quiera Dios que, inundados por el esplendor de la Resurrección, vuestro corazón se llene de gozo sereno, dado que «la luz del Rey eterno ha disipado las tinieblas del mundo» (Pregón pascual).

Sobre todos vosotros invoco de corazón la intercesión de María, Madre del Redentor, y os imparto de buen grado mi bendición apostólica.