DISCURSO

A los fieles de la República Checa que vinieron a Roma para su peregrinación jubilar, sábado 1 de abril

La Iglesia, terminada la persecución, quiere ofrecer a todos sus tesoros espirituales

 

Numerosos fieles de la República Checa (siete mil personas) vinieron a Roma para realizar la peregrinación jubilar nacional, encabezados por sus obispos. La mañana del sábado 1 de abril se reunieron en la sala Pablo VI.

Comenzaron el encuentro con una misa presidida por mons. Karel Otéenásek, arzobispo-obispo emérito de Hradec Králové, que estuvo diez años en la cárcel bajo el régimen comunista, cumple 80 años el 13 de abril y celebró el 30 de marzo el 50° aniversario de su elevación al episcopado. Entre los concelebrantes estaban el cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, y mons. Jan Graubner, arzobispo de Olomouc, presidente de la Conferencia episcopal. Después, a las once de la mañana, Juan Pablo II bajó a la sala y, tras escuchar las palabras que le dirigió el presidente de la Conferencia episcopal, pronunció en lengua checa el discurso que publicamos.

Los peregrinos regalaron al Romano Pontífice un libro de 220 páginas, que contiene testimonios muy elocuentes de sacerdotes, religiosos y laicos que sufrieron persecución durante la dictadura comunista: se trata del primer volumen, al que seguirán otros, con la finalidad de no olvidar un pasado dramático para que sirva de lección para el futuro, y como signo del gran deseo de ver definitivamente concluido el invierno del espíritu y abierta la primavera de la fe.

La peregrinación checa se unió en la plaza de San Pedro, al mediodía del domingo día 2, a los fieles que acudieron a rezar el Ángelus con el Romano Pontífice. Después de la plegaria mariana, el Papa les dirigió las siguientes palabras: «Me complace ver que, por primera vez en muchos decenios, miles de fieles de las tierras checas, encabezados por sus obispos, han venido a Roma a las tumbas de los Apóstoles para testimoniar su comunión con el Sucesor de Pedro. Queridísimos hermanos, os agradezco vuestra presencia y os deseo que regreséis a vuestras casas enriquecidos de fe y esperanza cristiana. Os bendigo de corazón. ¡Alabado sea Jesucristo!».


 

Señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado; ilustres representantes de la vida política; amadísimos peregrinos de la República Checa:

1. Vuestra presencia, en tan gran número, me llena de alegría. Estáis realizando la peregrinación nacional del gran jubileo. ¡Bienvenidos a Roma, amadísimos hermanos y hermanas!

Saludo cordialmente al señor cardenal Miloslav VIk, y al arzobispo Jan Graubner, presidente de la Conferencia episcopal checa, a quien agradezco las nobles palabras con las que ha querido manifestar vuestros sentimientos de comunión y afecto hacia el Sucesor de Pedro. Extiendo mi saludo a los queridos prelados, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, y a todos vosotros, que habéis venido de Bohemia, Moravia y Silesia, así como a cuantos están unidos a nosotros mediante Radio Proglas; saludo, de modo particular, a los ancianos, a los enfermos y a los que sufren. Por medio de vosotros, deseo renovar la seguridad de mi cercanía espiritual a la entera nación checa, tan querida para mí: las tres visitas pastorales, que la Providencia me ha concedido realizar a vuestro país, han dejado un recuerdo indeleble en mi corazón.

Llamada a la conversión

2. La Cuaresma que estamos viviendo, queridos hermanos y hermanas, nos hace una llamada apremiante a la conversión. Sólo un corazón consciente de que necesita una unión más profunda e íntima con Dios está dispuesto a cruzar el umbral de la Puerta santa; sólo quien se convierte realmente puede ser en el mundo testigo fiel y creíble de la vida nueva en Cristo. ¡Este es el significado auténtico del Año santo!

Reunidos en esta sala, dais hoy un testimonio de la unidad y el amor que distinguen a los verdaderos cristianos. Os exhorto a seguir viviendo esta solidaridad y a tener «el mismo pensar y el mismo sentir» (1 Co 1, 10), que es signo inequívoco de la presencia operante de Cristo en el mundo.

Cultivad con espíritu de humildad y obediencia el entendimiento y la colaboración efectiva con vuestros obispos, según la exhortación de san Ignacio de Antioquía: «Preocupaos por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la guía del obispo» (Ad Magn. 6, 1). Y sed testigos y artífices de unidad, para que todos los discípulos de Cristo lleguen cuanto antes a la comunión plena. El Señor, que es «nuestra paz» y ha derribado «el muro que nos separaba» (Ef 2, 14), siga guiando vuestro camino.

Defensa de la familia

3. Vuestra sociedad está gustando finalmente el tiempo de la democracia y la libertad. Sin embargo, una secularización progresiva y un difundido relativismo moral interpelan a vuestra comunidad cristiana. Creéis, con razón, que la situación actual exige un esfuerzo constante en el ámbito de la catequesis en todos los niveles: los niños, los jóvenes, la familia, la escuela, los medios de comunicación, el mundo del trabajo y de la cultura. ¡Os exhorto a no escatimar energías en este sector tan importante!

En el camino de formación evangélica es fundamental la labor de la familia. Queridos padres, ayudad a vuestros hijos a discernir los valores sobre los que tienen que construir su existencia. Y vosotros, queridos jóvenes, no os dejéis engañar por falsos mitos y espejismos. No caigáis en el engaño de un éxito fácil; al contrario, que vuestro corazón aspire siempre a los valores superiores, sin excluir del horizonte de vuestras elecciones la perspectiva de una entrega total a Dios través de la consagración sacerdotal o religiosa.

Una familia unida es, ciertamente, una garantía para construir una sociedad responsable. Por tanto, que cada uno trabaje en el ámbito religioso, social y político para defender la familia y tutelar la vida humana, desde su concepción hasta su término natural.

La Iglesia, al servicio del hombre

4. La Iglesia, a lo largo de la historia, se ha esforzado siempre por dar su contribución al progreso espiritual y civil del país. Insertada vitalmente en la sociedad, no desea otra cosa que servir al hombre, señalándole los vastos horizontes de su dignidad y de la vocación que ha recibido de Dios, Creador y Redentor. Después de pasar por el crisol de la persecución, quiere ofrecer sus tesoros espirituales a todo el pueblo. No cabe duda de que el deseado acuerdo con el Estado, que regule de manera estable y armoniosa las relaciones recíprocas en un marco de respeto mutuo y colaboración leal, contribuirá a una mayor eficacia de la acción de la Iglesia en favor de todos los ciudadanos de la República Checa.

Fe convencida

5. Amadísimos hermanos y hermanas, renovados y fortalecidos en vuestra adhesión a Cristo por esta peregrinación, volved a vuestra patria con una fe personal convencida y un amor intenso a la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Que la Madre de Dios, a quien veneráis particularmente en Svatá Hora y en Svaty Kopecek, guíe vuestros pasos y sostenga vuestra coherencia diaria con los valores del Evangelio. Que el ejemplo de todos vuestros santos patronos os fortalezca interiormente para ser en vuestra patria «luz del mundo y sal de la tierra» (cf. Mt 5, 13-14).

Con estos sentimientos, os imparto de todo corazón a vosotros, a vuestras familias y al amado pueblo checo, una particular bendición apostólica.

¡Alabado sea Jesucristo!