DISCURSO

A los miembros del "Rotary International" y varios grupos de peregrinos,
en la plaza de San Pedro, 11 de marzo

La Puerta santa, simboliza la misericordia de Dios para quien quiere convertirse

 

El sábado 11 de marzo el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo pontificio para la cultura, celebró una misa en la plaza de San Pedro para los participantes en varias peregrinaciones jubilares: «Rotary international» (fundado en Chicago en 1905, cuenta con un millón doscientos mil miembros y está presente en 182 países; en Italia cuenta con 33.000 miembros); diócesis italiana de Pitigliano-Sovana-Orbetello; Colegio arzobispal Pío XI de Desio (Milán); varias parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania; y la archidiócesis estadounidense de Filadelfia. Juan Pablo II bajó a la plaza poco antes del mediodía y les dirigió en italiano e inglés el discurso que ofrecemos a continuación.


 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra recibiros a todos vosotros, que habéis venido para realizar vuestro jubileo al comienzo de este tiempo cuaresmal.

«Rotary international»

Os dirijo, ante todo, un cordial saludo a vosotros, que formáis parte del Rotary international. Habéis cruzado la Puerta santa de la basílica vaticana y habéis participado en la eucaristía jubilar presidida por el señor cardenal Paul Poupard, que está aquí con nosotros y al que saludo con afecto. Bienvenidos, amadísimos hermanos y hermanas. Os doy a cada uno de vosotros mi abrazo de paz.

La celebración del jubileo constituye para vosotros una circunstancia propicia con miras a meditar en la importancia y el valor de ser cristianos en el alba del tercer milenio. Ciertamente sería interesante preguntarse qué haría hoy Paul Percy Harris, vuestro fundador, y cómo organizaría la asociación que creó hace casi cien años. En los albores del siglo XX, se dio cuenta de la soledad que experimentaba el hombre en las grandes ciudades y trató de remediarla desarrollando a través del Rotary una red cada vez más amplia de relaciones amistosas entre las personas, basadas en la comprensión, el entendimiento y la paz entre los pueblos.

Queridos rotarios, habéis tratado de prestar este servicio de modo cada vez más solícito y atento a lo largo de estos casi cien años de existencia. El momento que estamos viviendo ahora es rico en potencialidades y desafíos. Al cruzar el umbral del tercer milenio de la era cristiana, la Iglesia vuelve a proponer a todos el mensaje antiguo y siempre nuevo del Evangelio. También vosotros, rotarios, que queréis ser heraldos generosos y testigos intrépidos de Cristo, comprometeos a dar esperanza al hombre de hoy, a vencer la soledad, la indiferencia, el egoísmo y el mal.

Diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello

2. Os saludo ahora a vosotros, queridos fieles participantes en la peregrinación de la diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello, y, de modo especial, a vuestro pastor, monseñor Mario Meini, que os ha guiado en este itinerario de fe. A través de él, quiero enviar mi aliento y bendición a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de la diócesis.

Venís de la tierra donde nació mi venerado predecesor, el Papa san Gregorio VII. Ojalá que su ejemplo y enseñanzas os estimulen a amar con renovada intensidad a Cristo y a su Iglesia. Él vivió en un periodo histórico en el que el pueblo cristiano afrontaba graves dificultades internas y una perniciosa invasión del espíritu del mundo. Frente a la mentalidad de su tiempo, trabajó hasta lo último, incluso durante su triste exilio, para que «la santa Iglesia, esposa de Dios, señora y madre nuestra, volviera a estar, como estuvo durante muchos siglos, adornada con su primitivo esplendor, y fuera siempre libre, casta y católica» (PL 148, 709). Predicó y testimonió que la santidad es vocación de cada uno de los miembros de la comunidad eclesial.

Indudablemente, los tiempos han cambiado. Pero sigue siendo siempre actual la invitación a todos los creyentes a cumplir de buen grado la voluntad de Dios y a permanecer firmes en el testimonio coherente de su fe. Éste es el mensaje que nos viene del Año jubilar y que sentirnos con más urgencia aún al cruzar la Puerta santa, que es Cristo.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Año santo, además de una gracia especial, ofrece grandes oportunidades para reconvertir la mentalidad y la vida a una adhesión más plena a Cristo y a un amor más intenso a la Iglesia. Al volver a vuestros hogares proseguid vuestro compromiso de dar testimonio cristiano. Sentíos miembros activos en la edificación de la comunidad cristiana, «siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1 P 3, 15). Tened siempre confianza: ¡Cristo ha vencido al mundo! (cf. Jn 16, 33).

Colegio arzobispal Pío XI

3. Dirijo, asimismo, mi saludo cordial a los responsables y a los miembros del colegio arzobispal Pío XI, de Desio. Queridos amigos, habéis deseado realizar vuestra peregrinación jubilar al comienzo del tiempo fuerte de la Cuaresma, en el que la llamada de Cristo a la conversión se vuelve más insistente.

Quiera Dios que la peregrinación jubilar sea para vosotros ocasión propicia de vivir a fondo este año de grandes riquezas espirituales. La Puerta santa, por la que habéis pasado, simboliza la inagotable benevolencia de Dios para con quien quiere convertirse a él y recorrer el camino de la santidad. A través de esta Puerta, mediante el ministerio de la Iglesia, a los creyentes se les encamina a sacar más abundantemente de los inagotables tesoros de la gracia divina.

He aquí el don y la consigna también para vosotros: Cristo, camino, verdad y vida, os renueva para que seáis en el mundo sus amigos y testigos. Sed fieles a él, convirtiéndoos en dispensadores de esperanza, alegría y amor entre vuestros hermanos.

Parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania

4. Que estos mismos sentimientos aniden también en vuestro corazón, queridos fieles de las parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania. Os saludo a todos con afecto y, al dirigiros mi pensamiento, deseo que llevéis también a vuestros familiares, amigos y hermanos en la fe los sentimientos de benevolencia del Papa. Al volver a vuestros hogares, manifestad a cuantos encontréis el entusiasmo de una fe renovada y el compromiso de una caridad concreta. María, Madre de aquel que dio comienzo al tiempo nuevo de la salvación y a quien invocamos con confianza, os acompañe y os conserve siempre bajo el manto de su protección.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón una especial bendición, que complacido extiendo a vuestras familias y a vuestras respectivas comunidades.

Peregrinación de Filadelfia

Querido cardenal Bevilacqua; queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Me alegra duros la bienvenida a Roma con ocasión de la peregrinación del Año jubilar de la archidiócesis de Filadelfia. Vuestra visita a la ciudad eterna se está realizando, como toda la peregrinación, con espíritu de oración y deseo de renovación interior. Aquí, en Roma, veneraréis las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y rezaréis en las catacumbas y en los monumentos que los cristianos de todos los tiempos han erigido en memoria de los mártires y los santos. Ruego para que esta peregrinación os ayude a profundizar vuestra fe en el Señor Jesucristo y a aumentar vuestro amor a su cuerpo, la Iglesia.

Un momento importante de vuestra visita jubilar consistirá en cruzar la Puerta santa, simbolizando de este modo la conversión que debe caracterizar la vida de todo cristiano. Ojalá que este paso confirme vuestro compromiso de apartaron del pecado y aceptar el don de la vida nueva que el Señor os ofrece constantemente mediante el ministerio de la Iglesia. Éste es el gran objetivo del Año jubilar: intensificar en el corazón de todos los bautizados «un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa y de solidaria acogida del prójimo,especialmente del más necesitado» (Tertio millennio adveniente, 42).

Os encomiendo a san Pedro y san Pablo, santos patronos de la archidiócesis de Filadelfia, a san Juan Neumann y a la beata Catalina Drexel, a quien dentro de poco tendré el honor de canonizar. Invoco sobre vosotros y vuestras familias la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.