Una exhortación a vivir el jubileo

con cantos y acción de gracias

Palabras del Santo Padre a los «pueri cantores», 31 de diciembre

 

Cinco mil niños cantores procedentes de varias naciones se reunieron en Roma a finales de diciembre para celebrar su XXX congreso internacional, organizado por la Federación internacional de «pueri cantores» (el próximo se celebrará en el mes de julio del año 2001 en Moscú). A mediados del siglo XIX nació en Francia este movimiento para promover la liturgia y el canto; recibió un gran impulso cuando en 1903 el Papa san Pio X invitó a toda la Iglesia a prestar mayor atención al canto y a las celebraciones litúrgicas; en 1950 surgió en Francia la Federación internacional de «pueri cantores», que reúne a niños procedentes de las parroquias de todos los continentes y fue reconocida por la Santa Sede. A partir de entonces comienza una historia de éxitos y sufrimientos, como cuando los niños de algunos coros de Ruanda fueron asesinados por odio interreligioso.

El congreso comenzó el miércoles 29 de diciembre en la sala Pablo VI del Vaticano. Dio la bienvenida a los niños mons. Piero Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias. A partir del día 30, los distintos coros ofrecieron conciertos en varias iglesias de Roma, invitando con sus voces blancas a alabar al Señor. La mañana del día 31, Juan Pablo II acudió a las 11.30 a la sala Pablo VI y se reunió con los niños, dirigiéndoles en francés el discurso que ofrecemos a continuación traducido al castellano. Por la noche, en la plaza de San Pedro, los «pueri cantores» alegraron con sus cantos «La noche de las estrellas». Otro momento importante fue la participación en la misa que el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité para el gran jubileo, presidió en la basílica de San Pedro la mañana del domingo 2, día del jubileo de los niños.

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Queridos niños

Me alegra acogeros, junto con vuestras familias y numerosos representantes de la Federación internacional de los pueri cantores. Saludo a su presidente, señor Buys, así como a monseñor Valentín Miserachs, presidente del Instituto pontificio de música sacra. Vuestra presencia es para la Iglesia una exhortación a vivir el gran jubileo con cantos y acción de gracias.

1. Habéis venido de todo el mundo, pero aquí os sentís en vuestra casa, puesto que en Roma el Papa Gregorio Magno fundó la pnmera escuela de cantores especializados en el canto sacro. Por su impulso se creó un repertorio completo de música litúrgica. En toda Europa se abrieron por aquel entonces escuelas donde los niños de todas las condiciones podían aprender a cantar. En esas escuelas se inició la tradición musical de la Iglesia, tesoro inestimable del que vosotros sois hoy herederos y tenéis que conservarlo y transmitirlo como testigos fieles.

2. Por tanto, desempeñáis un papel muy importante en la vida de la Iglesia. Sois los pequeños mensajeros de la belleza. El mundo necesita vuestro canto, ya que el lenguaje de la belleza llega a los corazones y contribuye al encuentro con Dios. La alegría que transmitís cuando cantáis debe irradiarse en vuestro entorno y suscitar un entúsiasmo contagioso. Poned el mismo empeño en cantar bien que ponía el joven Mozart en hacer sus escalas musicales: un día, siendo aún niño, le preguntaron: «Pero ¿por qué haces tantos ejercicios?» y él respondió: «Es que busco dos notas que se armonicen». Vosotros, que amáis la música, esmeraros por cantar cada vez mejor. El Evangelio penetrará más profundamente en vuestra alma y en la de las personas que ayudáis a rezar. Así, seréis mensajeros de la paz y del amor de Dios.

3. Vosotros sois también mensajeros de la fe. Porque no basta que, con la calidad de vuestro canto, llevéis a vuestro auditorio a la oracion y al recogimiento. Dado que la música y el canto sacros son parte integrante de la liturgia de la Iglesia, vuestro canto ayuda a los fieles a elevarse a Dios, especialmente durante la celebración de la Eucaristía. Al cantar la gloria de Dios, sois servidores y valiosos auxiliares de la Eucaristía. «En el canto la fe se experimenta como exuberancia de alegría, de amor, de confiada espera en la intervención salvifica de Dios» (Carta a los artistas, 12).

Que vuestro canto sea siempre nuevo, puesto que, cantando a Dios, cantáis la novedad de la gracia de Dios, fuente inagotable de alegria y paz., i Sí! «cantad al Señor un cántico nuevo» (Sal 96, 1).

4. Queridos «Niños cantores», que vuestro canto os ayude a hacer de toda vuestra vida un canto de alabanza a Dios. «Que cante a Dios quien vive para Dios» (san Agustín, Enn. in Ps 67, 5). Anunciad con vuestra voz, con vuestra juventud y con vuestra vida a Jesús, el Salvador.

Queridos niños, os animo a cantar para el Señor.

Os imparto a todos la bendición apostólica.

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