MENSAJE «URBI ET ORBI»
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA SOLEMNIDAD DE LA NAVIDAD,
25 DE DICIEMBRE DE 1999

Cristo es la Puerta de la vida

 

"Un niño nos ha nacido,

un hijo se nos ha dado" (Is 9, 5).

Hoy resuena en la Iglesia y en el mundo

la «buena noticia» de la Navidad.

Resuena con las palabras del profeta Isaías,

llamado el "evangelista" del Antiguo Testamento,

el cual, hablando del misterio de la redención,

parece entrever los acontecimientos

de siete siglos después.

Palabras inspiradas por Dios,

palabras sorprendentes,

que recorren la historia y que hoy,

en el umbral del año 2000,

resuenan en toda la tierra

anunciando el gran misterio de la Encarnación.

 

2. «Un Niño nos ha nacido».

Estas palabras proféticas

se ven realizadas

en la narración del evangelista san Lucas

que describe el «acontecimiento»

lleno de admiración y esperanza siempre nuevas.

En la noche de Belén

María dio a luz un Niño,

al que puso por nombre Jesús.

No había lugar para ellos en el mesón,

por esto la Madre alumbró al Hijo en una cueva

y lo puso en un pesebre.

El evangelista san Juan,

en el prólogo de su evangelio,

penetra en el "misterio" de este acontecimiento.

Aquel que nace en la cueva

es el Hijo eterno de Dios.

Es la Palabra quc existía en el principio,

la Palabra quc estaba junto a Dios,

la Palabra que era Dios.

Todo lo que ha sido hecho,

se hizo por medio dc ella (cf. Jn 1, 1-3).

La Palabra eterna,

el Hijo de Dios,

tomó la naturaleza humana.

Dios Padre "tanto amó al mundo

que le dio su Hijo único" (Jn 3, 16).

El profeta Isaías al decir:

«Un Hijo se nos ha dado»,

ya anuncia el misterio de la Navidad

en toda su plenitud:

la generación eterna de la Palabra en el Padre,

su nacimiento en el tiempo

por obra del Espíritu Santo.

 

3. Se ensancha el círculo del misterio:

el evangelista san Juan afirma:

"La Palabra se hizo carne,

y puso su morada entre nosotros" (Jn 1, 14),

y añade: «a todos los que la recibieron

les dio poder de hacerse hijos de Dios,

a los que creen en su nombre» (Jn 1, 12).

Se ensancha el circulo del misterio:

el nacimiento del Hijo de Dios

es el don sublime,

la mayor gracia en favor del hombre,

que la mente humana

nunca hubiera podido imaginar.

Recordando, en este día santo,

el nacimiento de Cristo,

vivimos, junto con este acontecimiento,

el "misterio de la divina adopción del hombre",

por obra de Cristo que viene al mundo.

Por eso, la noche y el día de Navidad

son considerados "sagrados"

por los hombres que buscan la verdad.

Para nosotros, los cristianos, son «santos»

pues reconocemos en ellos

la huella inconfundible de Aquel

que es Santo lleno de misericordia y de bondad.

 

4. Un motivo más se añade este año

para considerar más santo este día de gracia:

es el comienzo del gran jubileo.

Esta noche, antes de la santa misa,

he abierto la Puerta santa de esta basílica.

Acto simbólico

con el cual quedó inaugurado el Año jubilar,

gesto que pone de relieve

con elocucncia singular

un elemento ya contenido

en el misterio de la Navidad:

¡Jesús, nacido de Maria

en la pobreza de Belén,

Cristo, el Hijo eterno

que nos ha dado el Padre,

es, para nosotros y para todos, la Puerta:

la Puerta de nuestra salvación,

la Puerta de la vida,

la Puerta de la paz!

Éste es el mensaje de Navidad

y el anuncio del gran jubileo.

 

5. Dirigimos la mirada hacia ti, Cristo,

Puerta de nuestra salvación,

y te damos gracias por el bien realizado

en los años, siglos y milenios pasados.

Debemos confesar, sin embargo,

que a veces la humanidad

ha buscado fuera de ti la Verdad,

que se ha fabricado falsas certezas,

ha corrido tras ideologías falaces.

A veces el hombre ha excluido

de su respeto y amor

a hermanos de otras razas o credos,

ha negado los derechos fundamentales

a las personas y a las naciones.

Pero tú sigues ofreciendo a todos

el esplendor de la Verdad que salva.

Te miramos a ti, Cristo,

Puerta de la Vida

y te damos gracias

por los prodigios con que has enriquecido

a cada generación.

Este mundo a veces

no respeta y no ama la vida.

Tú, en cambio,

no te cansas de amarla,

más aún, en el misterio de la Navidad

vienes a iluminar las mentes

para que los legisladores y los gobernantes,

hombres y mujeres de buena voluntad,

se comprometan a acoger,

como don precioso,

la vida del hombre.

Tú vienes a darnos

el evangelio de la vida.

Fijamos los ojos en ti, Cristo,

Puerta de la paz,

mientras, peregrinos en el tiempo,

visitamos los numerosos lugares

del dolor y de la guerra,

donde reposan las víctimas

de violentos conflictos

y de crueles exterminios.

Tú, Príncipe de la paz,

nos invitas a abandonar

el insensato uso de las armas,

el recurso a la violencia y al odio

que han marcado con la muerte

a personas, pueblos y continentes.

 

6. «Un hijo se nos ha dado».

Tú, Padre, nos has dado a tu Hijo.

Nos lo das también hoy,

al alba del nuevo milenio.

El es para nosotros la Puerta.

A través dc Él entramos

en una nueva dimensión

y alcanzamos la plenitud

del destino dc la salvación

pensado por ti para todos.

Precisamcntc por esto, Padre,

nos has dado a tu Hijo,

para que el hombre experimente

lo que tú le quieres dar en la eternidad,

para que el hombre tenga la fuerza

de realizar tu arcano proyecto de amor.

Cristo, Hijo de la Madre siempre virgen,

luz y esperanza de quienes te buscan,

aun sin conocerte,

y de quienes, conociéndote,

te buscan cada vez más.

Cristo, ¡tú eres la Puerta!

A través de ti,

con la fuerza del Espíritu Santo,

queremos entrar en el tercer milenio.

Tú, Cristo, eres el mismo ayer,

hoy y siempre (cf. Hb 13, 8).