Cristo revela a los hombres el amor de Dios

Palabras a los peregrinos checos que vinieron para regalarle
el árbol de Navidad

Juan Pablo II recibió en la sala Clementina, el 18 de diciembre a una peregrinación de la República Checa que había venido a Roma para entregar al Papa el árbol de Navidad, instalado en la plaza de San Pedro, y otros más pequeños, que se han colocado en diversos lugares del palacio apostólico vaticano. Proceden de la montaña Beskydy, región de Ostrava y Opava, cerca de Morávka, y han sido adornados con artesanías de la misma región. Entregaron también tres estatuas, vestidas con los trajes tradicionales de Valassko, que han sido colocadas en el belén de la plaza de San Pedro. Guiaban el grupo el presidente de la República, Václav Havel, con su esposa; el cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, y los obispos de la Conferencia episcopal. Su Santidad les dirigió el siguiente discurso.

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Señor presidente; señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado; amadísimos hermanos y hermanas de la República Checa:

1. Con gran alegría os saludo a todos vosotros, que habéis venido para entregarme el abeto proveniente de la querida nación checa. Este regalo de Navidad testimonia el sentido de respeto y deferencia que el amado pueblo checo tiene por la Sede apostólica y al mismo tiempo, es símbolo de cordial participación en la alegría de las fiestas navideñas que se celebran aquí, en el Vaticano, con la particular solemnidad que requiere el inicio del gran jubileo.

Ayer me reuní ya con numerosos representantes de la República Checa, con ocasión de la audiencia concedida a los participantes en el Simposio internacional sobre Jan Hus, importante momento de reflexión sobre una página dolorosa de la historia religiosa y civil de esta nación. Y ahora tengo la alegría de dirigir mi cordial saludo al presidente de la República Checa, señor Václav Havel, y a su gentil esposa. Le agradezco, señor presidente, las nobles palabras con las que ha querido subrayar el significado de la iniciativa tomada por el Gobierno de regalar al Papa el hermoso árbol de Navidad que se yergue majestuosamente junto al belén de la plaza de San Pedro. Saludo, asimismo, al señor cardenal Miloslav Vlk y le agradezco las palabras de afecto fraterno que me ha dirigido. Por último, extiendo mi cordial saludo al obispo monseñor Frantisek Lobkowicz, a todos los prelados de la Conferencia episcopal checa, a los fieles de la diócesis de Ostrava-Opava, principales artífices de la realización de esta iniciativa, y a los fieles de la comunidad checa de Roma.

A todos vosotros, a vuestros colaboradores que han permanecido en sus hogares, a los patrocinadores y a cuantos se han ofrecido para transportar el árbol, expreso mi más profundo agradecimiento por la contribución dada por cada uno. Dirijo un saludo especial a la banda «Vallassky-vojvoda», que acompaña el feliz encuentro para la iluminación del árbol. Gracias a vosotros la fiesta de la Natividad del Señor, aquí en la plaza de San Pedro, será seguramente mas solemne.

2. Este abeto, que ya desde hace algunos días se eleva al cielo adornado con luces sugestivas, proviene de la montaña de Beskydy, región de Ostrava y Opava, cerca de Morávka. Además de este árbol, habéis querido ofrecer otros abetos pequeños, que se colocarán en varios lugares del palacio apostólico y de la Curia, todos adornados con artesanías de esa misma región. Habéis añadido tres estatuas vestidas con los trajes tradicionales de Valassko, que se encuentran situadas junto a las que se usan generalmente en el belén de la plaza de San Pedro.

El árbol de Navidad así como el belén, crea el clima típico de la Navidad y puede ayudarnos a comprender mejor el mensaje de salvación que Cristo vino a traer con su encarnación. Desde la cueva de Belén hasta la cruz del Gólgota él dio testimonio, con toda su vida, del amor de Dios a los hombres. Según el evangelista san Juan, él es «la luz verdadera, que ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9).

Como símbolo de esta luz, brillan las luces en el árbol de Navidad, para ahondar en nosotros la conciencia del gran misterio: en Cristo está presente la luz capaz de cambiar el corazón del hombre.

3. Amadísimos hermanos y hermanos, al mismo tiempo que os agradezco de corazón esta visita, os expreso a todos vosotros y a vuestros seres queridos mis mejores deseos de una feliz Navidad y un próspero Año nuevo en medio del afecto de vuestras familias.

Ojalá que las inminentes fiestas navideñas susciten y refuercen en todos la fe en la presencia y en el amor de Dios.

Con estos sentimientos, os imparto complacido a vosotros, a vuestros familiares y a toda vuestra nación una especial bendición apostólica.