TRABAJO SOCIAL
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I. Concepto

T.s. es originariamente una denominación que comprende todas lás actividades en favor de los necesitados y las que tienden a la elevación de ciertos estratos inferiores. Por la experiencia y visión clara de la situación se planteó con plena lógica la pregunta por las causas de la indigencia, o sea, la cuestión social (cf. -> sociedad, B). Dar respuesta a ella es el cometido de las ciencias sociales. Éstas prestan la base científica al t.s., a la política social y a la reforma social. Según los puntos de vista sociales y las circunstancias económicas de la sociedad, en los modernos Estados industriales altamente desarrollados se cultivan tres grandes sistemas de ayuda: el t.s. (o asistencia), con tendencia individualizante en el método y en la medida de la ayuda; los seguros sociales y la previsión social, que aseguran ciertas prestaciones (rentas) por trabajos propios realizados anteriormente. Es evidente la tendencia al principio de la pensión, que garantiza la «seguridad social». Aquí debe tenerse en cuenta la interdependencia entre la magnitud del producto social y la cantidad destinada a la seguridad social.

La doctrina social cristiana (cf. -> sociedad, C), con sus principios del - solidarismo y de la -> subsidiariedad, con su «preferencia por las cosas pequeñas» (Theodor Haecker) y su «resistencia contra todo lo supradimensional y violento» (Ludwig Heyde), tiene gran importancia en la discusión sobre la responsabilidad propia y la competencia de la autoridad. La comprensión para el buen orden y la medida asegura la línea media. Pertenecen a este contexto las cuestiones sobre el «Estado social de derecho», sobre el «Estado del progreso o bienestar», y sobre el «Estado provisor». La solución de tales cuestiones es básica para fundamentar en principio esos tipos de Estado.

Bajo la denominación de «t.s.» se incluyen hoy los cometidos de la -> Caritas y la ayuda social prestada por los municipios. La dinámica de la expresión inglesa social work apenas queda aceptada en la traducción «t. social».

II. Fin del trabajo social

El fin del t.s. es ayudar al hombre. «El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social» (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n.° 25).

El comité social del Consejo de Europa da la siguiente definición: «T.s. es una actividad que quiere promover una mejor acomodación mutua de individuos, familias, grupos y, a la vez, de la sociedad en que ellos viven. Se esfuerza por alcanzar este fin mediante el uso planificado de las capacidades de los hombres particulares, así como de las relaciones entre ellos y de las posibilidades de ayuda que ofrece la sociedad» (Doc. C. E./ Soc. [65] 16, de fecha 27,8-1965).

Las facultades del individuo se basan en las disposiciones anímico-corporales. Toda ayuda debe encontrar el correspondiente punto de partida, teniendo en cuenta al mismo tiempo las relaciones mutuas entre -> alma y -> cuerpo. Las relaciones entre los hombres, sencillas y controlables en la época campesina y artesana, están marcadas por el anonimato, la lejanía y la soledad bajo las circunstancias de la sociedad industrial (separación de vivienda y lugar de trabajo; el trabajo, pagado según la producción, exige suma concentración; la división de trabajo no permite reconocer el todo en la parte, etcétera).

Dentro de las comunidades, la -> familia puede ofrecer la ayuda más fuerte; su cohesión se acredita una y otra vez precisamente en tiempos de necesidad. Las formaciones de grupos en la comunidad parroquial, en la vecindad, en la empresa, entre los pertenecientes a la misma profesión, entre la juventud, entre mujeres y madres, y entre ancianos, no surgen espontáneamente, sino que con frecuencia deben ser vivificadas y activadas.

Ayudar y estimular en todo esto es tarea del t. social.

III. Cometidos

Tarea del t.s. es ante todo conocer y comprender las ocasiones y circunstancias bajo las cuales los hombres pasan a ser necesitados de ayuda. En general éstas son muy complejas en nuestros días. En algunos grupos de personas coinciden a veces bastantes causas. Así, hay madres que sucumben bajo el número excesivo de sus deberes; desconcertadas buscan sin plan ayudas externas que no llenan las necesidades. No se ve otra salida que la de un trabajo adicional fuera de casa; pero éste no hace sino acelerar el deplorable movimiento circular. O bien, jóvenes cansados de la guía paterna, no siempre dosificada individualmente, interna o externamente, se sienten desplazados en el círculo familiar, y así se deshacen de la reconditez oprimente de la pequeña familia. Falta de reconocimiento y vivencias de fracaso conducen a enlaces precipitados, y en una sociedad mala o en casos extremos, a la criminalidad. Con espanto y preocupación observamos el aumento de carga que pesa sobre estos grupos de personas, que sin embargo, contribuyen a la existencia y subsistencia de nuestra sociedad. Otras veces, los niños deben pasar a ser educados por mano ajena, una vez que sus padres, aislados en el anonimato de la sociedad, a menudo han fracasado sin culpa propia en sus problemas y preocupaciones relativos a la educación. Sólo a base de unos antecedentes cuidadosamente recogidos y de un cauto diagnóstico pueden solucionarse poco a poco tales situaciones mediante el asesoramiento y el cuidado individuales.

El número creciente de personas ancianas plantea nuevos problemas: aumentan las posibilidades de vida, pero, a pesar de toda la experiencia recogida hasta ahora, el desamparo en este mundo sometido a rápido cambio es mayor que antes. Crece la multitud de los desamparados, caracterizados como «errantes y huidizos» (P. FRANK, p. 24). En el orden de este mundo, inasequible para su mirada, ellos no consiguen orientarse o lo consiguen sólo por breve tiempo. Buscamos trabajadores de otras naciones y culturas y los desarraigamos de allí, pero ellos no quieren o no pueden echar raíces entre nosotros. Los progresos de la higiene y de la medicina plantean a su vez otras cuestiones: ¿Se consigue que la vida de los inválidos corporal o espiritualmente se haga digna de «ser vivida» gracias al propio trabajo, a la ganancia propia y a una cierta independencia?

En todos estos grupos y personas, citados sólo por vía de ejemplo, el t.s. quiere «promover la mejor adaptación mutua». Esto ha de hacerse en medio del pluralismo de principios y concepciones del mundo al que están sometidos cuantos participan activa o pasivamente en el proceso de prestación de ayuda (o de adaptación). Las imágenes directivas son muy diferenciadas. La formación de conciencia se da en un grado mayor o menor. Permanece la responsabilidad personal, aunque muchas de las conductas y decisiones falsas pueden explicarse por las circunstancias externas y por el medio social. A pesar de una actitud valorativa muy atrofiada, hay que transmitir vivencias de valor. Se pueden también añadir nuevos conflictos a los ya existentes. La ambivalencia de los sentimientos hace vacilar: se querría participar de un mayor bienestar externo y se encomiendan los niños a hombres extraños. Se querría recuperar la salud y reincorporarse en el proceso de trabajo, pero conservando la pensión obtenida del seguro de vida a causa del accidente. Se desea continuar en el campo, en la familiar casa paterna, pero se apetece un puesto de trabajo que proporciona un ingreso seguro.

El «cuidado por» el otro, aunque esté guiado por los más nobles motivos, no pueden solucionar estos problemas. «Lo que un hombre puede hacer por sí mismo es más importante para él que manto los demás hagan en su favor» (M. KRAUSE, col. 808).

IV. Métodos

En los últimos decenios el t.s. ha desarrollado «nuevos métodos» de ayuda personal.

1. Ayuda en un caso particular como trabajo con el individuo. «Este trabajo es un arte en el que se usan los conocimientos de las ciencias sobre las relaciones humanas y sobre la destreza en el manejo de relaciones para movilizar capacidades en el individuo, y además para descubrir en la sociedad fuentes de ayuda apropiadas para lograr una mejor adaptación del cliente a la totalidad o a una parte del mundo circundante» (SWITHUN BOWERS, p. 417).

2. Trabajo de grupos. «Edifica sobre el conocimiento acerca de la conducta de los individuos y grupos, y acerca de las condiciones de la convivencia y de las relaciones sociales» (LATTKE, p. 305). En el grupo todos pueden entablar relaciones personales con cada uno. Con ello el hombre recibe la posibilidad de un desarrollo personal y de un desarrollo personal y de una nueva responsabilidad social.

3. Trabajo comunitario es el esfuerzo «por coordinar instituciones sociales que en el sentido más amplio se ocupan del t.s. y de la formación de adultos, para promover las relaciones personales entre los individuos y los grupos» (PETER KUENSTLER, en un Seminarvortrag über Gemeinwesenarbeit [B 1963]). El trabajo comunitario, el último en desarrollarse de los tres métodos mencionados, se ha acreditado ya en las ciudades satélite y en zonas de reciente colonización, así como en distritos pastorales de nueva creación. Promueve actividades entre los vecinos para evitar en lo posible la soledad y la falta de relaciones.

Estos métodos tienen su fundamentación y asimismo su límite en la naturaleza del hombre como persona. Si quedan desligados de este origen social-filosófico, corren el peligro de «convertirse en meras reglas casuísticas; pues en todas las profesiones referidas a otros hombres importa esencialmente la relación adecuada entre el obrar reflexivo y el espontáneo» (E. KRäMER, p. 316).

La eficacia de esos métodos está ligada a la existencia de un equipo, de un grupo de colaboradores con visiones y experiencias diferentes, pero unidos en un compañerismo tolerante y en una discreción absoluta. Una ayuda eficaz y duradera al otro apenas puede esperarse hoy día de un hombre solitario.

V. Formas de ayuda

Evidentemente, las formas de ayuda dentro del t.s. han intentado siempre adaptarse a las necesidades de los que buscan ayuda. Los conocimientos de la ciencia, especialmente los de las ciencias antropológicas, y los cambios de mentalidades y estructuras han suscitado «una aspiración más profunda y universal: las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre, poniendo a su servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual» (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n.0 9). En correspondencia con esto se ha desarrollado una multitud de formas de ayuda individual, como cuidado, educación y asesoramiento, o sea, de esfuerzos orientados al hombre mismo, a su afán de ayudarse a sí mismo y de enfocar mejor las cosas.

En Alemania merece citarse, p. ej., la Müttergenesungswerk, que ha pasado a ser un poderoso movimiento. En 180 casas para la recuperación de las madres, alrededor de dos millones de madres hallan anualmente distracción durante varias semanas y experimentan una nueva orientación espiritual para sus vidas (las 60 casas católicas de este tipo se han reunido en la Katholische Arbeitsgemeinschaft für Müttererholung, Friburgo de Br.). Asistentes domésticas descargan a familias enteras en épocas de tensión especial. Por otro lado, se ha abierto paso el pensamiento de que el joven debe acreditarse en una libertad creciente y no sólo ser preservado por el aislamiento; de ahí que el «orfanato» se haya convertido en «ciudad de los muchachos». En general, hallan creciente difusión los servicios de asesoramiento a familias y a padres (con sus correspondientes centros), a estudiantes y a los principiantes de una profesión (asesoramiento sobre la escuela más adecuada y sobre el segundo camino de formación), a los trabajadores por el asesoramiento social en las empresas. Los centros más difundidos son los de asesoramiento educativo. La importancia de esta obra en el conjunto del t.s. se demuestra por los números: el 80 % de los niños y jóvenes atendidos en ella son víctimas de la situación social en que se ven obligados a vivir (M. Loofs).

VI. Problemas personales

La eficacia del t.s. depende esencialmente de los hombres que lo llevan a cabo. Bien lo ejerzan cobrando o bien gratuitamente, estos hombres pertenecen a la clase de aquellos que quieren servir. Sin embargo, se trata de un servicio que puede suscitar un sentimiento de superioridad, el cual, inadvertidamente, se convierte a veces en afán de poder. Esa tentación es típica de las profesiones que tienden a cuidar de los hombres. Una formación que conozca y acepte los propios límites puede proteger contra tal valoración excesiva. Pero la instrucción sola no es capaz de conseguir eso. Alicia Salomon, la fundadora de la profesión social en Alemania, la ha designado como una profesión carismática, que exige una «formación universal». Puesto que quien ejerce el t.s. como profesión principal no sólo ha de resolver casos particulares, sino que con frecuencia debe dar una respuesta general a las exigencias sociales de nuestro tiempo, su formación tiene que ser amplia y universal. En España ésta dura tres años y se da en el nivel de enseñanza media (en escuelas especializadas); en otros países europeos y en los EE.UU. dura de seis a ocho semestres en conexión con la universidad. «Se plantea la cuestión de si en el t.s. se trata de una profesión auxiliar de la medicina, de la pedagogía, de la psicología o de la administración, o bien se trata de una profesión independiente con un peculiar cometido profesional, la cual debe yuxtaponerse a las otras profesiones citadas» (ISBARY, p. 29-40). Es evidente, y probablemente necesaria, la tendencia a la formación universitaria.

Los lugares de formación, creados en los primeros años de nuestro siglo por individuos particulares, en Europa occidental, en los EE.UU. y en América Latina están mayormente en manos de sociedades religiosas o de otras guiadas por una concepción del mundo. La Iglesia como pueblo de Dios, a través de las personas entregadas al t.s., actúa desde importantes puestos seculares en cl mundo de hoy.

VII. Cuestiones de organización

Las cuestiones organizatorias pueden actuar en el campo de tensión del t.s. como un transformador ora bueno ora peligroso. Entre estas cuestiones se cuentan: la colaboración entre el servicio interno y el externo; la relación de dependencia con los superiores en el ámbito eclesiástico, en el estatal e incluso en el de las organizaciones libres; la colaboración y la estima mutua entre los trabajadores retribuidos y los honoríficos; y, sobre todo, la buena colaboración de los empleados en los organismos estatales con los trabajadores sociales del ámbito eclesiástico y de las organizaciones libres. La iniciativa social puede ahogarse en el torbellino de organizaciones en competencia mutua.

VIII. Colaboración internacional

Para el intercambio de experiencias y para la mejor promoción del t.s. en los distintos países, se fundó en 1927 la «Conferencia internacional para el t.s.» (ICSW). Había precedido en 1925 la «Unión católica internacional de servicio social» (UC1SS). Desde 1928 se celebran cada dos años jornadas internacionales, interrumpidas durante la segunda guerra mundial, con temas suficientemente amplios para el estímulo y el diálogo. Con excepción de los países del bloque oriental que oficialmente no están representados, cada nación tiene un comité nacional. A éste incumbe la redacción de un informe previo sobre cada tema de las jornadas internacionales. Sobre cada congreso mundial se confecciona un resumen en inglés, en francés, y en la lengua del país donde se han celebrado las jornadas.

Investigaciones de la UNESCO han demostrado la estrecha relación entre analfabetismo, estructura económica y renta nacional, así como la disminución del número de analfabetos con el aumento de la industrialización y de la vida urbana. De ahí se sacan conclusiones para el estado y la intensidad del t.s. en países con estructura industrial, con estructura agrícola y con estructuras mixtas (Illiteracy in Mid-century, UNESCO, 1957).

El Vaticano II resume así la importancia del t.s.: «Todos deben considerar al prójimo como "otro yo", cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente... En nuestra época principalmente, urge la obligación de acercarnos a todos y de servirlos con eficacia» (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n.° 27).

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Marianne Pünder