SUPRANATURALISMO
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En el concepto colectivo de s. se compendian varias orientaciones teológicas que a finales del s. xviii y en la primera mitad del xix intentaron defender contra el -> naturalismo y el -> racionalismo la sobrenaturalidad de la revelación y su importancia como fuente independiente de un conocimiento que no puede reducirse a la razón.

1. El s. pertenece al complejo de reacciones de la Iglesia contra la emancipación del mundo (-> secularización) y de la razón respecto de la unidad del «ordo» medieval, y forma parte de los esfuerzos que en la irrupción de la -> edad moderna se hicieron por reflexionar sobre la posición y la fundamentación de la revelación e Iglesia y formularlas de nuevo. El resultado de ese movimiento de emancipación fue un naturalismo que, para la explicación e intelección del mundo, del hombre y de su historia, de la cultura, del conocimiento y de la moralidad, sólo permitió aquellas categorías que se habían formado para la explicación de la naturaleza. Así ésta se convirtió en un sistema cerrado en sí. Su constitución, desarrollo, etc., se interpretaron de distintas maneras, pero siempre de tal forma que sólo eran accesibles a un único principio de conocimiento (la razón), del que recibían su sentido exclusivo. Las intervenciones «sobrenaturales» de Dios se excluyeron por principio, o al menos se negó la posibilidad de su conocimiento como tales (de todos modos, el modelo por el que en la teología de este tiempo se articuló la relación entre naturaleza y orden sobrenatural de la -> revelación daba una versión extrinsecista de esa relación; lo cual repercutió en la posición contraria). Se discutió la necesidad de la revelación para la salvación del hombre, porque la naturaleza misma se afirmaba, dispone de todo lo necesario para el hombre y lo hace accesible a su razón. No quedaba sitio para lo sobrenatural tal como lo entiende la revelación cristiana; la fe se convirtió en un mundo irracional, de tabú, que aliena al hombre e impide el progreso. La religión pasó a ser un elemento inmanente de la naturaleza. Explicarla genéticamente en el marco de la evolución natural fue el cometido central del naturalismo (cf. B.D. HuME, Natural History of Religion, 1757).

Un orden ilustrado de la sociedad adscribe a la religión y a la comunidad religiosa un lugar exactamente determinado, vinculado a un fin en el marco del sistema, fin que es la educación y el perfeccionamiento del hombre.

También el -> deísmo, que surge en Inglaterra en el s. xvi y se extiende por el continente, pertenece a esta explicación natural del mundo. Aun cuando reconoce a un Dios personal y creador, la negación de su intervención en el mundo después de la creación pone de manifiesto cómo la naturaleza está cerrada en sí y puede interpretarse con ayuda de la sola razón.

El -> racionalismo quizá no siempre discute la posibilidad de una revelación sobrenatural; pero frente a su contenido hace la reserva de una comprobación crítica y racional, la cual de antemano no deja subsistir aquello que no puede entenderse con sus categorías. El racionalismo conduce así, por lo menos de hecho, a la reducción de la revelación a la razón y a la naturaleza, de la teología a la filosofía, y de lo cristiano a una religiosidad natural.

Los enfoques supranaturalistas en la teología, y en consecuencia la fijación de actitudes conservadoras e integristas como respuesta al naturalismo y al racionalismo, surgieron en un clima de escepticismo, el cual anunciaba una duda fundamental frente a las posibilidades de la razón y de un optimismo ilustrado. El estremecimiento que la radical transformación política realizada en la -> revolución francesa había producido, dio el impulso que faltaba. Una consideración idealista y romántica de Dios y del mundo llenó el vacío originado, y en la busca de un mundo sano se miró hacia atrás; en la política y en la Iglesia se tendió a círculos conservadores (-> restauración, -> romanticismo). El tono de excitación propio de todo movimiento de emancipación, el cual tiende a posturas extremas, impuso a la reflexión eclesiástica un carácter apologético. En relación con esta discusión surgió la opinión de que la propia afirmación y defensa sólo tendrían éxito si se desvirtuaban las facultades naturales del hombre y si la naciente pluralidad de principios de ordenación y conocimiento se reducían a una unidad postulada.

2. Dentro de las Iglesias reformadas aparecieron tendencias supranaturalistas en el -> pietismo y en sus conexiones con la ortodoxia eclesiástica. Retornando a un luteranismo bíblico, se procuró salvar la sobrenaturalidad de la revelación bíblica y afirmar la doctrina de la justificación contra la nivelación racionalista.

Tendencias supranaturalistas en el seno de la teología católica se muestran especialmente en el -> tradicionalismo y en el -> fideísmo. El tradicionalismo encuentra la autoridad que asegura y garantiza el conocimiento humano en una -> revelación primitiva de Dios, la cual se dio a los primeros hombres y, en una tradición ininterrumpida (por medio del lenguaje, de la tradición popular, de la comunidad, de la Iglesia), debe transmitirse necesariamente a todas las generaciones.

Esta revelación es absolutamente necesaria para el hombre, puesto que su razón individual es físicamente incapaz de alcanzar conocimientos relevantes para dar sentido a su existencia. El conocimiento metafísico, el religioso y el moral han de transmitirse al hombre por una palabra de la tradición que viene «de fuera», y deben ser aceptados por él con confianza creyente, bien por la autoridad divina, bien por el testimonio universal del género humano.

El fideísmo formula una posición propia sobre la relación entre razón y acto de fe. Dada su escasa confianza en la razón, niega la cooperación del entendimiento en la producción del acto de fe, desconfía de la penetración racional del contenido de la fe y de su formulación conceptual, y rechaza la apologética tradicional con sus demostraciones deductivas. Sólo es importante para la salvación la entrega creyente del corazón.

3. La aportación del s. a la reflexión teológica fue muy escasa; pero tuvieron gran importancia sus consecuencias para la propia comprensión de la Iglesia y la configuración de su testimonio ante el mundo, así como para la conducta de cada cristiano en particular. La idea de la «necesidad» de la revelación por causa de la debilidad de la razón, y de su función adoctrinante y casi tutelar, así como la falta de sentido para comprender la distinción y la independencia de los ámbitos particulares de la realidad, condujeron a aquella actitud que bajo la denominación de «-> integrismo» acuñó la Iglesia en el s. xix y a comienzos del xx, actitud que todavía hoy no está totalmente superada. Se intentó dar solución y respuesta sólo por la fe a la multitud de cuestiones que la época planteaba a la Iglesia. Así se dieron atribuciones al magisterio eclesiástico también en dominios que rebasan su competencia, dentro de los cuales la Iglesia se vio envuelta en discusiones inútiles y perjudiciales. Las consecuencias de una actitud que quiso sacar de la revelación las normas para una conducta cristiana en dominios que apenas tenían que ver con la fe y las costumbres son conocidas: el intento de delimitar dentro del mundo ámbitos cristianos especiales a manera de ghettos, defensa hacia fuera y conservación hacia dentro, clericalismo y tendencias restauradoras en la conducta política, alejamiento creciente y emigración interna precisamente de aquellas capas de la población que acuñan la figura del siglo.

4. Como respuesta a las cuestiones planteadas por el naturalismo y el racionalismo, y como contribución a una nueva orientación de la conducta eclesiástica y creyente, el s. era inadecuado. A la excesiva valoración de la razón opuso una desmesurada valoración de la revelación como fuente de conocimiento. A un sistema cerrado le salió al encuentro otro igualmente cerrado, igualmente incapaz de ver distinciones necesarias (p. ej., entre orden de la creación y orden de la revelación, entre la revelación y su forma histórica, entre fe y ciencia, entre naturaleza y naturaleza elevada, entre Iglesia y mundo) y de mantener la tensión de lo opuesto. El diálogo, tan importante en aquel tiempo, entre teología y ciencias profanas no podía iniciarse a partir de tal enfoque. El desconocimiento de la pluralidad de principios de ordenación y de conocimiento y de la relativa autonomía del interlocutor, debió necesariamente parecer a éste como una nueva tutela. También la presentación pseudopiadosa del hombre como mero receptor de la revelación pudo suscitar desconfianza: el escaso aprecio de su razón (que con tanto gusto usaba Kant como prueba en su crítica de la razón) y su pasividad receptiva convirtieron la fe en un asentimiento ciego e hicieron olvidar la decisión responsable del oyente de la palabra. Esta presentación hizo «necesaria» la revelación en un grado tal, que precisamente el núcleo de su sobrenaturalidad, la donación indebida, libre e histórica de Dios a los hombres, pasó desapercibido, y así la revelación volvió a ser «natural», es decir, inmanente al mundo (lo cual descubre la coincidencia formal del punto de partida en el s. y el naturalismo como negación de una pluralidad). La fórmula, bien intencionada pero ambigua, de la «configuración de la vida desde la fe», no fue además apropiada para superar la «esquizofrenia» que se extendía rápidamente entre la conducta mundana y la eclesiástica de cada cristiano.

No fue fácil al magisterio eclesiástico condenar las tendencias supranaturalistas y abogar por los derechos de la razón, puesto que los defensores del s. creían defender la causa de la fe con fiel sumisión. En 1840 se rechazó el fideísmo de Bautain (Dz 1622-1627) y en 1855 siguió la condena del tradicionalismo (Dz 1949-1952, contra Bonetty). Una toma compendiada de posición contra el racionalismo y el s. fue formulada en el concilio Vaticano I (Dz 1781-1820). Este concilio defendió un doble orden de conocimiento («Siempre ha mantenido unánimemente la Iglesia Católica, y lo mantiene, que hay dos órdenes de conocimiento, distintos no sólo por la capacidad cognoscitiva, sino también por su objeto»: Dz 1795) y delimitó la función de la razón en la constitución del acto de fe. Un desarrollo importante de este punto de partida pluralista y de su estructura dialogística con miras a la conducta y la praxis integristas, que se mantiene todavía, se da en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy del concilio Vaticano II (ante todo los n.°s 14-17 33-39, 40-45; cf. sobre esto -> Iglesia y mundo).

BIBLIOGRAFÍA: Cf. la bibl. sobre -> iluminismo, fideísmo, -> naturalismo, -> racionalismo, -> tradicionalismo. — E. Troeltsch, Der Historismus und seine Probleme (WW vol. III) (T 1922, Aalen, 1961); Hocedez; Schnabel G; Marth PrTh; E. Husserl, Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie (La Haya 1954); W. Philipp, Das Werden der Aufklärung in theologiegeschichtlicher Hinsicht (Gö 1957); K. Löwith, Von Hegel zu Nietzsche (St '1958); W. Dilthey, Weltanschauungslehre (Ges. Schriften vol. VIII) (St - Gö 21960); Hirsch V (cap. 47 y 48); Grabmann G (apartado III); L. Scheffczyk, Theologie im Aufbruch und Widerstreit. Die deutsche katholische Theologie im 19. Jh. (Bremen 1965); B. Weite, Zum Strukturwandel der katholischen Theologie im 19. Jh.: Auf der Spur des Ewigen (Fr 1965) 380-409; P. Hünermann, Der Durchbruch geschichtlichen Denkens im 19. Jh. (Fr 1967); H. Thielicke, Der evangelische Glaube, vol. I (T 1968).

Ernst Niermann