SUBSTANCIA
SaMun


I. Aspecto histórico

La s. (oúsía, hypokéimenon) es, según Aristóteles, el objeto principal de la metafísica (Metaf. vii 1; 1028b, 2ss y 6s), porque es el ser propiamente dicho y la primera de las categorías, con la cual todas las demás están esencialmente relacionadas. Más en concreto, la s. es lo que está en sí, el último sujeto portador de todo aquello que corresponde a un ente (Categ. r 5; 2a, 11ss; 15ss). Esta concepción continúa desarrollándose en la escolástica. La contradice el -> empirismo, preparado por Nicolás de Autrecourt y desarrollado con todas sus consecuencias por Hume; según él, la idea de s. surge únicamente por el hecho de que fenómenos unidos en forma constante son designados con un nombre común. De manera semejante piensan el -> positivismo y el neopositivismo. Movido por la ambigua definición de Descartes, el racionalismo extremo llega en Espinosa al monismo de la s.; sólo puede existir la s. única, increada e infinita, por lo cual las criaturas son sólo sus modi. Espinosa es superado por Leibniz, que lo reduce todo a las mónadas como simple «estar-en-sí»; la mónada infinita, que es una, posibilita muchas mónadas finitas, en cada una de las cuales se refleja el universo entero, pero sólo desde su punto de vista.

Kant tiende a la síntesis de lo propugnado hasta entonces; cuenta la s. entre las categorías a priori del entendimiento, que sólo tienen validez por la cosa como fenómeno; la esencia de la s. es la subsistencia, y su esquema sensible es la permanencia real en el tiempo. Este aspecto es acentuado excesivamente: «En realidad la afirmación de que la s. permanece es tautológico» (A 184). En correspondencia con ello Hartmann entiende la s. como sustrato permanente, que él encuentra sólo en lo anorgánico y, por cierto, a posteriori, o sea, como válido para la cosa en sí. Los seres vivos, en cambio, no son substancias, puesto que no permanecen ni son sustratos, sino que descansan en lo anorgánico. Bergson lo entiende todo a partir del impulso vital y de la duración, por lo cual las cosas, en vez de perserverar fijamente, se dan en un continuo fluir, que el pensamiento racional divide en estados singulares, los cuales, evidentemente, deben unirse mediante un sustrato permanente. Con M. Scheler, que reduce la s. a lo material y la excluye de la persona, también los filósofos existencialistas elevan al hombre como existencia o como propia realización por encima de una s. permanente. Según la ontología fundamental de M. Heidegger, la s. del hombre es la existencia, es decir, su oúaía es la comunicación histórica del -a ser, en virtud de la cual éste temporaliza o acontece. Como enseña la física atómica, corpúsculos y ondas, masa y energía son dimensiones que pasan la una a la otra; parece que la s. corpórea se disuelve cada vez más en procesos, por lo cual más que ser deviene.

II. Aspecto sistemático

Etimológicamente s. es lo que está debajo, lo que subyace en los fenómenos, lo que se interpreta en ellos, mostrándose y ocultándose a la vez. Según la cosa misma s. significa lo que está en sí, el ente propiamente dicho, o lo que es. Lo opuesto a la s. se llama accidente o fenómeno, que va inherente esencialmente a la s. como su soporte, que se presenta siempre solamente como determinación ulterior del ente propiamente dicho, o como aquello a través de lo cual algo es. La distinción entre s. y fenómenos se debe a que el mismo ente se acuña en muchas manifestaciones siempre distintas. Aquí se trata de la s. como categoría finita, la cual ha de ser completada mediante los accidentes; a ella se opone la s. infinita, supracategorial, la única que es el todo. S. en sentido pleno es solamente, según Aristóteles, la llamada «s. primera», lo singular (róas -n: Metaf. v 8; 1017b, 25); de ella se deriva la llamada s. segunda o s. general. El platonismo ve, al revés, lo singular como s. segunda y lo general como s. primera; pero aquí lo general no es el concepto subsiguiente a lo singular, sino la idea prototípica que lo precede. Según su esencia la s. excluye sólo la dependencia de un sujeto sustentador, pero no la dependencia de la causa, por lo cual puede haber una s. causada y, concretamente, creada. En sentido estricto se llama s. únicamente el todo substancial, pero también se llaman substanciales las partes esenciales que constituyen el todo, como el -> cuerpo y el -> alma. Aunque habitualmente la s., como lo relativamente permanente, se separa de sus fenómenos cambiantes, sin embargo, también lo que está en sí, durando sólo un momento, es verdaderamente substancia.

El principio de la s. dice: Si algo existe, existe s., pues lo inherente presupone lo que está en sí, y la manifestación presupone lo que se manifiesta. La s. finita se muestra en la responsabilidad del hombre, pues si éste fuera sólo determinación de otro, ese otro obraría por medio de él, o sea, sería el otro el que cargaría con la responsabilidad, no el hombre mismo. Pero su s. no excluye su devenir histórico, sino que es precisamente su fundamento; en ello está contenida la exigencia connatural al ser que eleva la s. a su peculiaridad específicamente humana. Puesto que esta exigencia escapa a lo infrahumano, aquí la independencia de la s. es gradualmente más pequeña, lo particular está entretejido en el todo de la naturaleza. Por ello la s. sólo muy débilmente se acuña a sí misma en lo no orgánico; puede surgir allí como masa o como energía, puede mostrarse como corpúsculo o como onda. Entonces la s. apenas es distinguible de los procesos; asimismo es difícil decidir si se trata de una o de más substancias. A pesar de todo, es indiscutible que hay s. inorgánica. Sobre el concepto de s. en la eucaristía, cf. -> transubstanciación.

BIBLIOGRAFÍA: R. Jolivet, La notion de substance (P 1929); B. Bauch, Das Substanzproblem in der griechischen Philosophie (Hei 1910); J. Hessen, Das Substanzproblem in der Philosophie der Neuzeit (B 1932); A. Brunner, Stufenbau der Welt (Mn 1950) 57-84; A. Marc, Dialectique de 1'affirmation (P 1952) 541-553; J. Seiler, Philosophie der unbelebten Natur (Olten 1948) 368-387; N. Hart-mann, Philosophie der Natur (B 1950 22-24; B. Bavink, Ergebnisse und Probleme der Naturwissenschaft (Z 91949) 194-218; D. H. Parker, Experience and Substance (Arm Arbor 1941); R. E. McCall, The Reality of Substance (Wa 1956); W. Büchel, Quantenphysik und naturphilosophischer Substanz-begriff: Scholastik 33 (1958) 161-185; J. B. Lotz, Ontologia (Ba - Fr - R 1963) nn. 536-597; W. Büchel, Philosophische Probleme der Physik (Fr 1965); A. Roldán, Naturaleza y substancia, en Pens 16 (1960) 175-188.

Johannes Baptist Lotz