SANTIAGO, CARTA DE
SaMun
 

La c. de S., escrita sin duda por el «hermano del Señor», Santiago de Jerusalén (cf. Gál 1, 19; JosAnt xx 200), a comienzos de los años sesenta, es uno de los más importantes documentos de la primitiva Iglesia y del canon del NT. En efecto, compele de modo radical, como acaso ninguna otra carta del NT, a realizar la «palabra implantada» (1, 21) en un cristianismo práctico: «Haceos obradores de la palabra, y no sólo sus oidores, engañándoos a vosotros mismos» (1, 22). Este cristianismo práctico se manifiesta, según la c. de S., sobre todo en los puntos siguientes:

1. Orientación escatológica de toda la existencia. El autor de la c. de S. está persuadido de la radical temporalidad de la existencia humana (1, 10; 4, 14: «Porque vapor es [vuestra vida] que un momento aparece y luego se disipa»), y de que «los últimos días» han comenzado y la parusía del Señor es inminente (5, 4.8s). Por eso amonesta a las comunidades a que no echen planes por su cuenta, ni se jacten de proyectos para el futuro (4, 13-16). Todo proyecto en la vida de los creyentes ha de estar bajo la reserva: «Si quiere el Señor» (4, 15: la llamada conditio Jacobaea). Todo el tiempo aún disponible es, para la Iglesia, sobre todo tiempo de «tentaciones», en que debe acreditarse en la «perseverancia», en la fe y en la espera paciente del advenimiento del Señor (1, 2ss.12; 5, 7-11). Unay otra vez remite la c. de S. al juicio venidero (2, 12ss; 5, 9.12), pero también, positivamente, a la «corona de la vida» (1, 12). Así, Santiago entiende de todo punto el tiempo como «intermedio», y no permite a las Iglesias ninguna «institución» en el mundo.

2. Renuncia a toda «duplicidad» y realce de la «totalidad». Con ella defiende Santiago, siguiendo estrictamente a Jesús, la idea bíblica de totalidad. El camino mejor para este «perfeccionismo» es la constancia en las tentaciones, la oración, el dominio de la lengua, la espera paciente del advenimiento del Señor, y las obras de caridad, tal como las pide la «ley perfecta de la libertad» (1, 25).

3. Oración confiada. El que ora, hágalo sencillamente, «con fe, sin dudar nada» (1, 5s; cf. también 4, 3), y particularmente en el sufrimiento (5, 13). Por el gravemente enfermo «oren los ancianos de la Iglesia». La c. de S. ve al hombre como una totalidad, que ha de llevar ante Dios con súplicas y alabanzas cuanto atañe a su cuerpo y alma, a todas sus necesidades corporales y espirituales. Con ello la c. de S. se sitúa en la tradición veterotestamentaria y judaica. La antropología y la piedad dualistas del helenismo son extrañas para ella.

4. Fe y obras. Para que el cristianismo sea práctico, la c. de S. apremia con singular énfasis — y rechazando claramente toda idea de «sola fe» — a que ésta se vivifique y mantenga viva por las obras de amor puro con el prójimo y por la obediencia a Dios. Expone este pensamiento particular-mente en la sección central, donde afirma que la –> fe sola no justifica al hombre delante de Dios, si no se une y completa con las obras del –> amor. Así lo prueban los ejemplos de Abraham y Rahab. Aquí polemiza Santiago con «alguien» que, evidentemente, había sacado falsas consecuencias de la doctrina del apóstol Pablo sobre la exención de la ley, tendiendo a la «sola fe» como camino único de –> justificación. Si, contra tales consecuencias, la c. de S. exige «las obras», en ningún caso entiende por tales «las obras de la -> ley», que, según Pablo, no aprovechan para la justificación, sino, exclusivamente, las obras del amor.

5. Justicia social. Ésta es una preocupación particularmente intensa de Santiago, para él entra directamente en la esencia de la piedad verdadera (1, 27). Por eso suenan con extrema dureza sus juicios contra los ricos y su raquítico proceder; los amenaza con el riguroso juicio de Dios (1, 11; 5, 1-6). Exige de las Iglesias particular atención a los pobres, pues Dios «los ha escogido como ricos en la fe y herederos del reino» (2, 1-12). A esto se junta el rechazo de toda acepción de personas en la Iglesia (cf. 2, 1.9).

6. Pobreza espiritual. La c. de S. representa constantemente los ideales de la «piedad de los pobres», tal como de antiguo se cultivaron en determinados ambientes del judaísmo; así identifica «pobre» y «humilde» (cf. 1, 9ss). «Pobreza espiritual» es para Santiago la recta actitud ante Dios, tal como la practicaron, p. ej., los esenios de Qumrán; pero en Santiago falta la idea de una «guerra santa», que, en los últimos tiempos, harán los pobres contra los «hijos de Belial» (cf. 1QM xi 8s. 13). Más bien, la c. de S. espera de Dios o del retorno del Señor toda la ayuda en favor de los pobres.

7. Avisos contra la lengua. En la lengua ve la c. de S. la fuente de múltiples males, siguiendo aquí también una antigua tradición ética (cf. 1, 26: «Si alguno cree ser realmente religioso sin refrenar su lengua..., su religión no es auténtica»; 3, 1-11). La llama «fuego», «mundo de iniquidad», «mal inquieto, lleno de mortífera ponzoña» (3, 5.8).

8. Sabiduría y paz. El verdadero piadoso debe pedir a Dios la sabiduría (1, 5); y ésta se muestra sobre todo en una buena conducta y en evitar el afán de enseñar, la envidia y los partidismos en las Iglesias. La sabiduría ama la paz (3, 13-18).

9. Veracidad absoluta y repudio del juramento prestado con ligereza: «Sobre todo no juréis ni por el cielo, ni por la tierra, ni con ningún otro juramento. Que vuestro si y vuestro no sea no, para que no caigáis en juicio» (5, 12). Aquí Santiago sigue totalmente a Jesús (cf. Mt 5, 33-37).

10. Confesión de los pecados y oración de intercesión; ayuda espiritual al hermano extraviado. La mirada de Santiago está dirigida completamente al prójimo, sobre todo en la Iglesia. Hay que prestarle ayuda en toda necesidad corporal y espiritual, así a las viudas y a los huérfanos (1, 27), a los pobres (2, 15s), a los enfermos (5, 14s), al hermano extraviado (5, 19s). La comunión ha de mostrarse también en las Iglesias mediante la recíproca confesión de los pecados y mediante la oración de unos por otros (5, 16).

Así el tema de la c. de S. en todo momento es la sinceridad y credibilidad de la confesión de la fe. Él ve las Iglesias cristianas totalmente como hermandades y, así de su epístola podría sacarse una importante orientación pastoral para nuestro tiempo. Santiago fue hermano del Señor no sólo según la carne, sino también según el espíritu. Muchas parénesis de su carta hallan lugares paralelos en la doctrina ética de Jesús, tal como se nos ha transmitido particularmente en el ->. sermón de la montaña (cf. MUSSNER 47-53). Santiago vio con toda claridad lo «nuevo» del cristianismo en la concentración de las exigencias divinas en el mandamiento del amor, que él llama una «ley regia» (cf. 2, 8), en lo cual sigue también a Jesús. Por eso la c. de S. promueve en medida especial la causa de Cristo, cosa que, desgraciadamente, desconoció M. Lutero.

BIBLIOGRAFÍA: F. Mußner, Der Jakobusbrief (HThK X111/1) (Fr 21967) (bibl. hasta 1964); F. Eleder, Jakobusbrief und Bergpredigt (tesis W 1964); B. Noack, Jakobus wider die Reichen: StTh 18 (1964) 10-25; R. Walker, Allein aus Werken. Zur Auslegung von Jak 2, 14-26: ZThK 61 (1965) 155-192; C. E. B. Cranfield, The Message of James: Scottish Journal of Theology 18 (1965) 182-193; J. Sailer, Jak 5, 14s und die Krankensalbung: ThPQ 113 (1965) 347-353; U. Luck, Weisheit und Leiden. Zum Problem Paulus und Jakobus: ThLZ 92 (1967) 253-258; O. Knoch, Carta de Santiago (Herder Ba 1969).

Franz Mußner