RELIGIÓN,
PEDAGOGÍA DE LA
SaMun


1. Concepto

El concepto de p. de la r. se presenta en el contexto de la ilustración; es la reflexión sistemática sobre los medios y métodos de la educación y formación religioso-morales.

El Antiguo Testamento había exigido la unión con Yahveh en todas las edades, a través de las cuales mediante una confrontación constante con la historia de salvación se va penetrando más y más en la celebración litúrgica; pero sólo la literatura sapiencia) (cf. -> Antiguo Testamento, B III) se ocupa expresamente de la educación de los niños y de la formación de la personalidad. Los profetas hablan de la acción de Dios en la historia de Israel y de los pueblos; la teología del sufrimiento interpreta esta historia mediante el concepto del padecimiento representativo: Yahveh se convierte en educador de su pueblo. Filón intenta tender un puente hacia la cultura griega, en cuanto quiere hacer comprensible el contenido espiritual del Antiguo Testamento y mostrar su superioridad incondicional sobre la filosofía griega.

Las ideas pedagógicas del Nuevo Testamento radican, ciertamente, en el AT y en la mentalidad del tiempo; sin embargo, sus afirmaciones contienen una dimensión e intención nuevas.

a) El Señor es el centro del pensamiento pedagógico. La predicación de la salvación rompe el marco de la doctrina usual. Se basa en el mensaje del reino de Dios, que está cerca, y es la llamada poderosa que se consuma en el nuevo nacimiento. Tal llamada obliga a la decisión, a la conversión y a la fe, en las que se basa la acción moral. Y se hace visible en la caridad, en la que el hombre emprende el camino del seguimiento de Cristo.

b) La existencia es la gran institución educadora de Dios para sus hijos (Heb 12, 5-11). Dios como padre inicia el encuentro y hace que el hombre participe en el servicio eterno, celestial. Esta voluntad paternal de amor se revela en la gracia que se ha manifestado, la cual quiere traer a todos los hombres la salvación y somete la comunidad cristiana a su fuerza configuradora. La educación nace de la voluntad salvífica de Dios en Cristo Jesús y tiende al amor correspondido, a la paz con Dios. Aquel que ha imitado en sí la educación de Cristo, al final poseerá su mismo gozo celestial (Heb 12, 2) en gloria y honor (Heb 2, 9).

c) La educación bajo la ley de Cristo por la fe y el amor. Por la misión de su Hijo Dios nos hace adultos, mayores de edad. La meta es el «ser-en-Cristo», la configuración con él (cf. Fip 3, 9ss), la participación en su muerte (Rom 7, 4). La acción salvífica de Dios liga al hombre a su Señor, a quien el creyente se somete libremente. La vocación del creyente se produce en el bautismo. La pertenencia al Kyrios Cristo determina la educación (Ef 6, 4). La acción salvífica de Cristo se hace eficaz en la nueva ordenación y creación del hombre. En Cristo se hace posible la «nueva criatura» (2 Cor 5, 17), cosa que no puede realizar el educador humano. El fundamento que lo sustenta todo es el -> amor a Dios y al prójimo.

d) El niño en el plan salvifico. La auténtica niñez radica en la «filiación divina», que consiste en la aprehensión de la criatura por Cristo en el Pneuma; con lo cual ésta pasa a ser posesión del Padre y participa de la obra salvífica de Cristo. Su educación está bajo el pensamiento salvífico, el cual incorpora al hombre como hijo de Dios en la comunidad que existe en Cristo (Rom 8, 17ss; Ef 4, 13).

2. Enfoque teológico de una pedagogía de la religión

a) La p. de la r. sólo puede fundarse en la fe, que es asentimiento y decisión personal. En el desarrollo de los actos salvíficos precede la -> fe; y le sigue la -> esperanza de la gloria en Cristo, que halla su plenitud definitiva en el -> amor de Dios. Por esto, la p. de la r. debe preparar la fe, y velar luego por la posibilidad de su crecimiento y por una mayor profundidad de la misma. Puede colaborar al hallazgo de la salvación, pero no la da por sí mismo. Ha de participar en la proclamación cristiana exponiendo la historia de -> salvación y la palabra pronunciada (-a palabra de Dios) por Dios y por la Iglesia en virtud de la misión legítima (1 Tim 2, 4; Heb 10, 26). El encargo de la proclamación incluye el despertar la obediencia de la fe (Rom 1, 5; cf. 16, 26). Así la p. de la r. ha de preparar la manifestación del Señor y el encuentro con él; pero recordando que Dios es quien propiamente obra y el único educador. Así al hombre se le impone la obligación funcional de ponerse a disposición como instrumento, de presentarse como embajador, del mismo modo que la Iglesia habla no como señora, sino como servidora de la palabra de Dios. Ella ha de ofrecer el mensaje salvífico a la respectiva fase de la vida en tal forma que éste pueda ser conocido, aceptado y hacerse eficaz. Lo cual exige una comprensión viva, un desarrollo del conocimiento, del querer y del sentir, la transmisión de una tradición auténtica, el fortalecimiento de la propia responsabilidad.

b) La comunidad de salvación se revela como corpus Christi mysticum y como ->, pueblo de Dios. Cristo es el Señor, al que está subordinada la obra creada y fundada por él. De ahí se sigue para la comunidad creyente la tarea y obligación de oír, creer y obedecer, de penitencia y renovación. El «pueblo peregrino de Dios» está erigido como signo de salvación para toda la humanidad. La p. de la r. no ha de mostrar tanto la fuerza cultural de la Iglesia cuanto su fuerza vital, su plenitud viva como comunidad con Cristo en la plegaria y en el sacrificio. Antes de que los hombres puedan llegar a la liturgia deben ser llamados a la fe y a la conversión (Vaticano II, Constitución sobre la sagrada liturgia). Para ello se requieren la vivencia de la palabra de la Sagrada Escritura, la experiencia del misterio y del símbolo salvífico, la educación litúrgica.

c) El hombre imagen óntica de Dios. Sin embargo, esta configuración precisamente como don es también tarea (Gén 1, 26). El AT conoció esto por la participación del hombre en la acción creadora de Dios y por su posición de dominio sobre la -> creación. En el NT la imagen de Dios en el hombre recibe un carácter cristocétrico. Las criaturas han llegado a la existencia por medio del Logos, han sido creadas a su imagen. El cristiano está destinado a participar en Cristo de la filiación divina, a ser verdadera imagen de Dios. Por ello ha de estar abierto a la intervención divina en su vida, debe afirmar su propia dependencia respecto del ser de Dios, que dispone sobre él. Por la aceptación del lugar que le corresponde en la creación, el hombre realiza la conformidad concreta con Dios y ejercita la confianza en el Dios que revela, sometiéndose a su voluntad y siguiéndola con fidelidad. Así se hace libre, no en el sentido de un desconectarse de algo, sino en el de tener libertad para algo. En el encuentro con los demás hombres ha de manifestarse la auténtica fraternidad que así es testimonio de la buena nueva, de la fuerza, intensidad y calidad de la primitiva comunidad cristiana. Esta comunidad unificante sólo puede ser alcanzada en la comunidad de salvación y por ella, que está determinada por el seguimiento de Cristo.

3. Misión de la pedagogía de la religión

El cometido de la p. de la r. no puede determinarse bajo un solo enfoque rectilíneo, porque sus puntos de apoyo son diversos. No sólo es esencial la proclamación del suceso histórico de la salvación, ocurrido una sola vez, sino simultáneamente la actualización del acontecer salvífico, pues aquí se producen la redención y la salvación para el oyente de la palabra bíblica (-> kerygma). En la práctica la proclamación y la educación han de tomarse como un acto unitario. En todo caso la proclamación debe hablar al hombre como persona. Educador y educando están aquí bajo una misma exigencia. La situación pedagógica está determinada decisivamente por ese hecho.

La realidad de la educación exige que el hombre se vea llamado y capacitado para concebir y someter a prueba toda su existencia a la luz del evangelio. A partir de la concepción que el evangelio tiene del hombre, éste adquiere nuevas posibilidades de relación con Dios, consigo mismo, con su contorno y con el mundo; se hace consciente de su existencia cristiana. Bajo la cooperación de los factores permanentes y la de los mutables en la -> educación natural, y en virtud de la tradición cristiana, el hombre asume una doctrina, una relación con el mundo, y realiza así una ejercitación en el cristianismo. De este modo el posible cristiano experimenta la medida, el concepto y la orientación de su vida en la fe, y también recibe una ayuda en la duda y la incredulidad. De esa manera la predicación siempre será pedagógicamente eficaz y, a la inversa, la educación cristiana siempre llevará en sí el momento de la proclamación. Mientras que la fe hace ver la realidad del hombre y de su mundo de vida desde la dimensión del evangelio, los elementos pedagógicos en cuanto presupuesto, camino y medio deben ser conocidos y ejercitados como introducción a un orden de vida. Pero tales elementos tienen aquí su significado siempre a partir del evangelio y de cara al evangelio. En el niño deberá manifestarse preferentemente como servido a la creación de un orden cristiano de la vida y como ayuda a un crecimiento en la -> familia y en la Iglesia. Cuanto más maduro y adulto sea el hombre, tanto más claramente podrá configurar su vida entera como una existencia plenamente creyente, tanto mejor hallará su patria en la Iglesia como comunidad de Dios y adquirirá conciencia de su conversión a Dios y de su misión al mundo, asumiendo la responsabilidad plena de cara a esto.

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Wilhelm Keilbach