PSICOANÁLISIS
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I. Concepto

El p. es ante todo un método de investigación y exploración psíquicas, el cual permite conocer fenómenos psíquicos, interdependencias vitales y estructuras que permanecen ocultos a la propia percepción.

El p. es además una suma de enunciados sobre datos psicológicos o psico-físicos experimentables, o sobre estados de cosas implicados en la experiencia relativa a fenómenos, estructuras, interdependencias y leyes de la vida psíquica, los cuales pueden mostrarse con el método analítico o también con otros métodos.

Freud intentó interpretar estas experiencias mediante varias teorías. P. es, por tanto, también un sistema de la psicología teorética.

Pero no es sólo una interpretación teórica de experiencias con ayuda de conocimientos seguros, sino también un sistema con determinados presupuestos filosóficos y afirmaciones ideológicas, que ni descansan en las experiencias logradas mediante el método analítico ni en otros datos empíricos y, sin embargo, en ciertas escuelas han conducido en medida diversa a una antropología explícitamente filosófica.

Finalmente, y sobre todo, el p. es un método terapéutico para el tratamiento de enfermedades psíquicamente condicionadas y de trastornos en el desarrollo de la personalidad, método que tiene como base las experiencias psicológicas y determinadas tesis (no todas) teóricas.

II. Exposición

J. Breuer, neurólogo vienés, descubrió en 1881 que muchos síntomas de histeria son causados por vivencias (traumas) que los enfermos han olvidado. Breuer logró despertar por la hipnosis el recuerdo de aquellas vivencias, de forma que los enfermos las vivían de nuevo y con el afecto así despertado las podían expresar (catarsis). Esto conducía en muchos casos a la desaparición de los síntomas. S. Freud (1856-1939) tomó el método catártico y lo desarrolló en el p. como método y teoría. Abandonó la hipnosis y la sustituyó por el método de la libre asociación y la interpretación de los sueños.

Se invitaba al paciente a decir todo lo que se le ocurría. Así se vio que las ocurrencias de este modo logradas, a menudo aparentemente inconexas, estaban influidas por vivencias reprimidas y tendencias subconscientes. Las ocurrencias permiten conclusiones retrospectivas acerca de la naturaleza de las vivencias y pulsiones, las cuales se hacen a menudo accesibles en la libre asociación de los recuerdos y de la percepción interna. Regularmente, la asociación revela tensiones psíquicas, impulsos y sentimientos reprimidos, actitudes e instancias reprimentes («yo», «super-yo»), conflictos entre deseos instintivos y otras tendencias de la persona, p. ej., mociones de la conciencia, que obligan al yo a rechazar impulsos instintivos. De tales experiencias resultan estas tesis del p.:

1. La neurosis es una perturbación adquirida (depresión reactiva) de la personalidad; es preparada por frustraciones y privaciones no superadas de la infancia.

2. La neurosis radica en la posibilidad que tiene el hombre de mantener percepciones, pensamientos, impulsos, sentimientos, deseos y fantasías capaces de despertar en él sentimientos de desagrado (miedo, vergüenza, culpa, etc.), flotando de tal modo que ni renuncia a esos impulsos ni los admite en plena vivencia. Estructuras psíquicas de esta especie, que han desaparecido de la conciencia por la represión u otros mecanismos de defensa (aplazamiento, proyección, sublimación, regresión, etc.), son puestos al descubierto por d método psicoanalítico. No sólo se averiguan por métodos discutibles de interpretación, sino que se hacen visibles aplicando rectamente la técnica de la percepción directa de sí mismo. El p. busca las fantasías inconscientes y los mecanismos especiales de defensa que las desfiguran como los dos factores más importantes de la neurosis. Freud distingue con precisión entre la represión o defensa neurótica y los modos sanos de renunciar a los instintos y tenerlos a raya. «La represión, originariamente útil, conduce sin embargo a una dañosa renuncia a la inhibición y al dominio psíquico» (FREUD, Obras completas, 11/111, 622).

3. Los impulsos psíquicos reprimidos o excluidos de la vida consciente por otros mecanismos de defensa, siguen operando, descontrolados, como «complejos inconscientes» en lo profundo de la persona. Cohíben las fuerzas positivas, turban el conocimiento, impurifican el sentimiento y perturban la fuerza y dirección de la voluntad. Originan rasgos de carácter, modos de obrar y síntomas neuróticos de enfermedad, p. ej., fenómenos de angustia o miedo, procesos maniacos, síntomas de histeria. Para curarlos es a menudo necesario que lo reprimido sea elaborado en la conciencia.

4. En el tratamiento, el influjo de las fuerzas reprimidas aparece en una resistencia a veces consciente, otras inconsciente que el paciente opone al médico, al tratamiento y a su propio deseo de curar. El conocimiento y la superación de esta resistencia represiva es factor decisivo de la terapia.

5. El enfermo repite la historia de su evolución desviada en la relación con el médico. Traslada sus expectaciones y falsas actitudes desarrolladas en la infancia a su relación con el médico. En esta traslación aparece particularmente clara la estructura e historia de su neurosis.

6. Muchos defectos de carácter e inhibiciones del hombre sano surgen y se estructuran también lo mismo que los rasgos neuróticos del carácter y los síntomas neuróticos. Por eso, las conclusiones de la teoría psicoanalítica de la neurosis son importantes para la psicología del desarrollo, la caracteriología, la pedagogía y la teología moral y pastoral.

La polémica en torno al p. no afecta apenas a estos hallazgos fundamentales, sino a la concepción freudiana del papel de la -> sexualidad, a su «teoría de la libido». Según esta teoría, los instintos sexuales no empiezan en la pubertad, sino que bajo formas previas se hallan ya en la primera infancia. Así se dan estas fases del desarrollo de la libido: oral, anal, fálico y genital. Experiencias y privaciones del niño pequeño en la alimentación, en los procesos de evacuación, en la educación relativa a la limpieza (oral, anal, fálica), determinan no sólo la formación del carácter entero, sino también la experiencia y la conducta sexuales y, finalmente, las enfermedades neuróticas del hombre. Perturbaciones del desarrollo instintivo de la primera infancia conducen a interrumpir el desarrollo, a «fijaciones» de la libido, que pueden tener por consecuencia deformaciones de carácter, neurosis o perversiones. Síntomas neuróticos son también siempre expresión de tendencias libidinosas y de su represión por el yo. Conflictos nacidos de impulsos libidinosos se hallan en la historia de la infancia y en la situación actual de toda conducta neurótica «de resistencias».

Cuando se conservan impulsos infantiles instintivos que siguen operando como complejos inconscientes, sin haber sido superados por la maduración total de la persona, se puede retroceder a formas infantiles de satisfacer el instinto (regresión). Con ello se da la disposición para que aparezca una neurosis, y se pone en peligro el desarrollo sano del carácter. Sobre todo una marcada preferencia sexual por el progenitor de sexo opuesto y una celosa antipatía contra el del mismo sexo (el llamado «complejo de Edipo») o, expresado de modo más general, los impulsos sexuales y agresivos rechazadas por el yo, en la génesis de la neurosis están más marcadas que en el niño normal. Deseos instintivos infantiles y resonancias de conflictos de la infancia toman también parte en la formación de los sueños.

Estas tesis reproducen aproximadamente la teoría sexual de Freud, en cuanto está apoyada por buenas razones y experiencias. Pero Freud intentó además, durante algún tiempo, entender al hombre exclusivamente por la tensión entre el instinto de conservación y los instintos sexuales. Con ello traspasó los límites dentro de los cuales el método psicoanalítico permite conclusiones fundadas; y así penetraron especulaciones ideológicas no fundadas en las experiencias y teorías. Freud interpretó y deformó sus observaciones y conclusiones por medio de la filosofía materialista vulgar de fines del siglo xix. También su teoría de la religión El futuro de una ilusión, Obras completas xiv) es una interpretación psicologista, que parte del supuesto de que la -> religión está en contradicción insoluble con la razón, la ciencia y la experiencia. Psicologista es también su visión de la -> ética. Así, el p. sólo en parte es una experienciay teoría psicológica fundada; hay que empezar por liberarlo de presupuestos filosóficos que lo deforman o de falsos supuestos psicológicos (biologismo, psicologismo, determinismo) para verlo en su propio sentido. Si esa distinción se hace cuidadosamente, las geniales observaciones, intuiciones y conjeturas de Freud adquieren su gran valor teórico y práctico, al que, por lo general, ha cerrado los ojos una crítica molesta por la ingenua filosofía de diletante, las fantasías ideológicas y las hipótesis, a veces harto audaces, de Freud.

Del p. han salido la -> psicología individual de Alfred Adler, la psicología de los complejos de C.G. Jung, el análisis de la existencia (L. Binswanger, M. Boss), el neopsicoanálisis (K. Horney, H. Schultz-Hencke), la investigación psicosomática. En la elaboración teórica del p. desde el punto de vista cristiano han tomado parte, entre otros: V.v. Gebsattel, R. Allers, A. Mäder, F. Künkel, E. Michel, I. Caruso, W. Daim, K. Stern, J. Nuttin, A. Görres. Las nuevas doctrinas y los nuevos métodos de las distintas escuelas psicoterapéuticas se han formulado a veces a costa de abandonar resultados bien fundados del psicoanálisis.

III. Importancia del psicoanálisis para la antropología teológica, la pastoral y la educación

1. El método del p. abre un acceso singular a interdependencias hasta ahora sólo conjeturadas en la biografía del individuo. La interpretación de los datos logrados por el método psicoanalítico lleva mucho más allá del marco de la teoría y permite visiones desde perspectivas distintas de la antropología teológica y filosófica. El p. es la primera teoría psicológica que se propone entender la totalidad de la persona individual, de su historia, sus vivencias y su obrar. Lo que Freud describió en su teoría de la libido puede ser visto teológicamente como dibujo concreto de la psicología del «hombre sárquico» (carnal) según Pablo y del «mundo» según Juan. Claros paralelos con la doctrina tomista sobre la vis concupiscibilis e irascibilis (que corresponden a la libido y la agresión) pudieran remontarse a los años de estudio de Freud con Brentano, e indican el puesto del p. en la historia de los problemas de la antropología.

2. El p. estudia sobre todo lo ininteligible, lo que aparentemente carece de sentido, lo irracional y desordenado en la experiencia íntima y en el obrar, particularmente en los procesos que anteceden a la libre decisión, los procesos involuntarios, prepersonales (-> concupiscencia) y preconscientes, y así permite conclusiones más exactas sobre los límites y las atenuaciones del libre albedrío, especialmente en el campo apenas explorado de las limitaciones habituales que a la libertad imponen el error, la costumbre, la manía, el infantilismo y los obstáculos del desarrollo, la neurosis, la psicopatía y la psicosis.

3. Los peligros del p. radican ante todo en la tendencia al psicologismo y reduccionismo. Realidades espirituales, problemas éticos y religiosos son reducidos a conflictos biológicos instintivos, desconociendo su propia significación. Aun en casos en que se reconocen los limites de esta reducción, se instala fácilmente una desconfianza maniquea contra la posibilidad de intenciones puras y desinteresadas. Como el p. puede aplicarse sin especial formación psicoterapéutica y analítica, es ejercido a menudo, para daño del enfermo, por médicos y no médicos sin previa preparación facultativa.

4. El p. como método terapéutico: -> psicoterapia.

La opinión de que sea ilícito a los católicos practicar un tratamiento psicoanalítico o someterse a él, es falsa. En su alocución a los participantes en el congreso internacional de psicoterapia, celebrado en Roma (abril de 1953), el papa Pío xii señaló los errores de ciertas corrientes e indicó condiciones morales para la psicoterapia del cristiano (cf. AAS 45 [1953] 278-296). En esta alocución se acentúa que tampoco la situación psicoanalítica suprime simplemente los deberes de guardar el secreto. Otra afirmación que en esta alocución se hace, la de que muchas neurosis pudieran curarse sin necesidad de hacer conscientes ciertos impulsos instintivos reprimidos, está sin duda fuera de la competencia del magisterio eclesiástico, y es cuestión de la investigación empírica.

Esa opinión es defendida también por algunos representantes de la terapia basada en los principios de la «teoría del aprendizaje», llamada también «terapia conductista» (bibliografía en St. Rachman).

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Albert Görres