PLATONISMO
SaMun

I. Concepto de platonismo

La significación de la palabra p. depende de cómo se interprete la obra de Platón y qué factores de su doctrina se consideren como esenciales y característicos de la mis-ma. Hasta comienzos del siglo xix se ve en Platón sobre todo al ontólogo, al cosmólogo y al teólogo. Esta imagen está determinada por la interpretación y continuación de la filosofía de Platón en sus discípulos Aristóteles, Espeusipo y Jenócrates, en el p. medio (Plutarco, Albino, Apuleyo y otros) y en el -> neoplatonismo. Entre los diálogos platónicos, el Timeo, que trata de cosmología (traducción y comentario latino de Calcidio, siglos iv-v d.C.), fue sin duda el que ejerció más amplia influencia hasta la edad media. Con la traducción e interpretación de Platón por obra de Schleiermacher, comienza el intento de entender a aquel filósofo independientemente de la tradición neoplatónica. Se descubre al escritor y al artista y la significación filosófica de la forma de diálogo. En lugar del Platón sistemático, aparece el aporético y el problemático. Se ponen de relieve el factor dialéctico (Hegel), el epistemológico (neokantismo: Natorp), y el aspecto político y pedagógico de su obra. La investigación más reciente tiende a la justificación histórica de la interpretación de Platón por el neoplatonismo y la edad media. No tiene por base y fuente única los diálogos, como en Schleiermacher, sino también la lección de Platón sobre el bien, conservada solamente en las copias de los discípulos, lección que ejerció influencia considerable en la tradición escolástica platónica. Se discute si se trata de una lección del Platón anciano, o si el sistema aquí contenido constituye el trasfondo de todos los diálogos.

II. Temas fundamentales

1. Las ideas

El punto de partida de la filosofía de Platón está en el planteamiento del problema ético por Sócrates. Éste buscaba, en la polémica contra la ilustración relativista de los sofistas, un criterio moral inconmovible del obrar moral. El hombre no puede obrar bien, justa, valerosamente, etc., si no sabe lo que es permanentemente bueno, justo, valeroso, etc. Por esto Sócrates buscaba las definiciones de los conceptos éticos universales.

Según la doctrina de Platón, la norma ética no puede tomarse de la experiencia, porque la acción particular buena no es tal en todos los aspectos. El hombre bueno no es necesariamente bueno en todo tiempo. Ambos son buenos, pero no son el bien. Por eso es menester una visión espiritual, que aprehenda lo bueno en su «forma» (eídos, ídéa) perfecta y siempre igual a sí misma. Luego Platón trasladó esta doctrina de los predicados éticos a todos los predicados. Su aplicación en el juicio a las cosas visibles supone un saber a priori de las mismas. En el juicio: «Estas dos maderas son iguales», la idea de igualdad no puede proceder de la experiencia, que sólo nos ofrece objetos aproximadamente iguales. Ahora bien, el presupuesto de ese saber sobre «la igualdad misma», es que éste tiene un objeto. En consecuencia, además de las cosas perceptibles, deben existir esencias ideales, que son, en contraste con las cosas variables y que implican una multiplicidad de aspectos, la realidad, invariable, simple, que permanece constantemente igual a sí misma (Fedón, 74a-75c).

2. Participación y analogía

Si la intuición de la idea ha de posibilitarnos un juicio verdadero sobre las cosas que percibimos por la visión exterior, en tal caso el orden ideal (kosmos noetós) no puede estar completamente separado del mundo visible a pesar de la diversidad de ser. Las cosas participan más bien de la idea. El ente necesario, idéntico a sí mismo, está presente en el variable y contingente (parousía; inmanencia de lo trascendente).

Aquél es la esencia (oúsía) de éste, aunque en las cosas visibles sólo se realiza de manera imperfecta. Como quiera que la idea es una representación del -> bien, las cosas «aspiran» a ser como aquélla, en la que tienen su ejemplar y fin (télos) y por cuya razón existen. Los diversos grados de participación producen una -> analogía del ser. Platón la aclara por el modelo de una línea que está dividida en dos trozos desiguales. El menor representa el orden visible; y el mayor representa el orden inteligible. Los trozos por su parte están subdivididos según la misma proporción; las subdivisiones de lo visible representan las sombras y cosas corporales; y las de lo inteligible significan los objetos e ideas matemáticas (República, 509d-511a).

La comparación quiere decir que lo visible y lo inteligible están separados entre sí por razón de su ser, como las sombras y reflexiones están separadas de las cosas reales. Pero, como la cosa produce una imagen en las sombras, así en lo visible aparece lo inteligible. Lo visible sólo tiene ser como imagen; pero, por ser imagen, remite al ente ejemplar. Las sombras (o palabras) pueden introducir en la contemplación de las cosas, que llevan al conocimiento de las leyes matemáticas; y éstas a su vez conducen a la contemplación de las ideas. La participación analógica produce una gradación de los órdenes del ser, que el Symposion expone (210a-212a) respecto de lo bello, que, como eidos único, puede ser aprehendido no sólo en la visión espiritual, sino también en la sensible.

La belleza del cuerpo particular es una presencia imperfecta de la idea de belleza como hermosura de todos los cuerpos; y ésta a su vez es sólo un grado para subir a la belleza de las costumbres y leyes, que, por su parte, remite a la belleza de las ciencias y, por ellas, a lo bello primero invariable. La lección Sobre lo bueno aclaró la participación y analogía mediante el modelo de la serie matemática del uno y de la díada (duás: la última, como principio de la posición múltiple del uno): número, líneas, superficies, cuerpos. Los principios (uno y díada) están presentes en todas las «dimensiones» siguientes y a la vez las trascienden; e igualmente las «dimensiones» superiores están contenidas en las siguientes.

3. Ascensión y dialéctica

El alma humana posee un saber a priori (adquirido en una visión preexistente) de los objetos matemáticos y de las ideas, que puede despertarse por la instrucción y por la percepción de los sentidos. Por eso el hombre puede conocer la estructura del ser ideal. Platón distingue entre el método del conocimiento matemático y el conocimiento de las ideas o -> dialéctica [A]; República, 510b-511e). El matemático parte de supuestos no discutidos y saca de ellos consecuencias. Su procedimiento es deductivo. No puede reducir sus axiomas a un principio último. Necesita, además, de la ayuda de la percepción sensible. El dialéctico examina si las consecuencias que se derivan de su hipótesis están exentas de contradicción. Si no lo están, rechaza la hipótesis y sienta otra nueva; si lo están, busca una hipótesis superior que está contenida como presupuesto en la precedente y de la que puede deducirse ésta como consecuencia. El procedimiento se prosigue hasta llegar a un primer principio «sin presupuesto» alguno, que no puede ya deducirse de otro: la idea del bien o el uno.

La ascensión dialéctica se realiza sin ayuda de lo visible. De la idea del bien puede el dialéctico descender de nuevo a las ideas particulares. El bien mismo está más allá de las ideas (República, 509b). Toda idea participa del bien (lo mismo que ella, considerada como número ideal, participa del uno) y está referida a él como a su fin; lo cual aparece particularmente claro en las ideas de orden moral. La referencia de las cosas a las ideas como sus ejemplares y fines, tiene una correspondencia en la referencia de las ideas particulares al bien y al uno como lo absoluto.

La Carta séptima (341cd) describe el conocimiento de las esencias supremas con el lenguaje de la mística posterior: Por largo trato con la cosa se enciende «súbitamente» una luz, que luego recibe alimento de sí misma. La ascensión dialéctica no debe separarse de su finalidad ética. El hombre ha de conocer el bien para hacerse personalmente bueno. El -> conocimiento lleva a la semejanza con Dios, que consiste en que el hombre, por la inteligencia, se hace justo y piadoso (Teeteto, 176b).

Desde la contemplación de las ideas el filósofo volverá a la actividad política. La dialéctica de los diálogos posteriores (Fedro, Sofista, Político, Filebo) muestra un mayor interés lógico. Su tema es la división de los conceptos, las supraordenaciones y subordinaciones de los mismos, y la posibilidad de su unión en el juicio. Platón muestra en el Sofista que también en el orden de las ideas se da un no-ser: La identidad de una idea consigo misma implica su diversidad de las ideas que no son idénticas con ella, consiguientemente, su no ser esas ideas.

4. Alma, Estado y cosmos

Como quiera que a las ideas inmutables no les corresponde causalidad eficiente, es menester otro principio para armonizar el mundo del devenir con el mundo del ser: el alma. Esta se mueve a sí misma y a lo inmóvil; por eso es inmortal (Fedro 245c-e). Platón la compara con los objetos de la matemática. Como ésta, el alma está entre la idea y el fenómeno. Como en lo matemático, también en el alma se refleja la totalidad del ente. Por eso puede conocer todo ente. Como eros, el alma es el deseo de ascender a las esencias eternas y hacerlas visibles en el mundo del devenir; por ser principio de movimiento, puede realizar la participación. Expresión de su posición intermedia es la tripartición del alma humana. El alma inteligible está dotada de pensamiento y llamada a la dirección de las otras partes. El Fedón demuestra su inmortalidad por el parentesco de la misma con las ideas. En el lugar más bajo está el alma sensitiva: sede del apetito. Entre ambas media el alma irascible: sede del valor.

Los mitos platónicos del más allá resaltan la libertad y responsabilidad del hombre. El Estado platónico está construido de forma análoga a la del alma humana. A las tres partes del alma corresponden los tres estamentos: los filósofos, que gobiernan, los guerreros y los artesanos en general. La analogía de la construcción se funda en la comunidad del fin: el alma y el Estado deben realizar el bien en lo sensible. A cada parte del alma y del Estado se ordena una virtud: a la primera la prudencia, a la segunda la fortaleza, a la tercera la templanza. La armonía de todas las partes es obra de la justicia.

El movimiento armónico del cosmos está confiado al alma universal. Según la exposición mítica del Timeo, aquélla es creada inmediatamente por el demiurgo o artífice del mundo, que ordena el universo según el ejemplar ideal del «viviente perfecto», porque es bueno, no tiene envidia y quiere que todo se haga en lo posible semejante a él mismo. Por medio del alma universal, la providencia de Dios hace que el mundo alcance el estadio de un ser viviente animado y dotado de razón. El demiurgo forma la parte inmortal del alma humana mediante el residuo de las materias con que construyó el alma universal. Desde Aristóteles y Jenócrates se discute si el mito del Timeo quiere enseñar el comienzo del mundo en el tiempo o sólo su dependencia de una razón cósmica. Pero esta cuestión es de orden secundario frente a la tesis filosófica central: El mundo visible participa del bien. Es imagen del orden ideal y está referido en todas sus partes al ejemplar ideal y, por ende, al bien como fin. El alma inteligible es causa de la participación y de la dirección al fin. El orden del mundo está abierto al conocimiento humano, porque la ley cósmica es a la vez la ley del espíritu humano.

BIBLIOGRAFÍA:

— 1. Ediciones y Léxicos: J. Barnet, Platons opera, 5 vols. (0 1900-07); F. Ast, Lexicon Platonicum, 3 vols. (B 1835-38, reimpr. Darmstadt 1956); É. des Places, Lexique de la langue philosophique et religieuse de Platon, 2 vols. (P 1964).

— 2. Traducciones: F. Schleiermacher (1804-10) (ahora 6 vols.: H 1957-59); O. Apelt, 7 vols. (Philosophische Bibliothek) (L 1909-20); Platon Oeuvres Compl2tes, Collect. des Univ. de France, «Les Belles Leitres», 13 tomos en 25 vols., Paris 1920-1956; la trad. castellana de P. de Azcárate, Madrid 1871-1876; la de la col. «Clásicos políticos», Madrid 1949 ss.; la catalana de la Fundació Bernat Metge, Barcelona 1924-1962.

— 3. COMENTARIOS: G. Stallbaum - M. Wohlrab (Gotha - L 1836-1877); son de interés los comentarios ingleses particulares (Cf. Bibliografías) de Adam, Taylor, Cornford y otros.

— 4. Bibliografías: Ueberweg I 178-347 655-100ä; O. Gigon, Platon (Bibliographische Einführungen in das Studium der Philosophie 12) (Berna 1950); Th. G. Rosenmeyer, Platonic Scholarship 1945-1955: The Classical Weekly 50 (1957); E. M. Manasse, Bücher über Platon: PhR fase. 1 (1957) y 2 (1961); H. Cherniss, Plato 1950-1957: Lustrum 4 (GS 1960); W. Totok, Hand-buch der Geschichte der Philosophie I (F 1964) 146-212.

5. Bibliografía General:

a) Sobre Platón: G. W. F. Hegel, Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie (WW vols. 18, 169-297); P. Natorp, Platos Ideenlehre (1902, L 21922); C. Ritter, Platon, 2 vols. (Mn 1910-1923); P. Friedlaender, Platon, 2 vols. (1928-30, B 31964); J. Stenzel, Zahl und Gestalt bei Platon und Aristoteles (L 1924); idem, Platon der Erzieher (L 1928); H.-G. Gadamer, Platos dialektische Ethik (1931, H 21968); J. Hessen, Platonismo y profetismo (Athenas Cart); M. L. López, El problema de Dios en Platón (CSIC Ma 1963); J.A. Mao, La dialéctica platónica, su desarrollo en relación con la teorla de las formas (U Central de Venez 1962) W. Prater, Platón y el platonismo (Emece B Aires); Ruiz Pérez, El concepto de filosofía en los escritos de Platón (S Terrae Sant); A. Taylor, El platonismo y su influencia (Nova B Aires); B. M. Schuhl, Platón y el arte de su tiempo (Paidós B Aires 1969); J. Vives, Génesis y evolución de la ética platónica (Gredos Ma 1970); A. Tovar, Un libro sobre Platón (Ma 1956); A.-J. Festugiére, Contemplation et vie contemplative selon Platon (1936, P 21950); M. Heidegger, Platons Lehre von der Wahrheit (Berna 1947); E. Hoffmann, Platon (Z 1950); W. D. Ross, Plato's Theory of Ideas (0 1951); H. J. Krämer, Arete bei Platon und Aristoteles (Hei 1959); K. Gaiser, Platons ungeschriebene Lehre (1963, St 21968).

— b) Sobre el platonismo: E. Hoffmann, Platonismus und christliche Philosophie (Z 1960); Ph. Merlan, From Platonism to Neoplatonism (1953, La Haya 21960); J. Hirschberger: LThK2 VIII 555-558; ídem, Historia de la filosofía (Herder Ba 1 51968, II 41967); H. J. Krämer, Der Ursprung der Geistmetaphysik. Untersuchungen zur Geschichte des Platonismus zwischen Platon und Plotin (A 1964); The Cambridge History of Later Greek and Early Mediaeval History, ed. A. H. Armstrong (C 1967).

Friedo Ricken