ONTOLOGISMO
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1. Doctrina

El o. es la teoría teológico-filosófica, fundada y denominada por V. Gioberti (1801-1852), según la cual la razón humana aprehende primera e inmediatamente el ser infinito, de manera intuitiva, aunque distinta de la visión de los bienaventurados; no se trata, sin embargo, de una abstracción vacía e indeterminada, sino de lo más real, que encierra en sí todas las determinaciones, aun cuando el conocimiento terreno no es capaz de distinguirlas. Este ser (que Gioberti llama también «el ente»), está constantemente presente en la inteligencia humana, la cual partiendo de él conoce lo existente, que la experiencia sensible se limita a percibir. El conocimiento consiste en una reflexión filosófica sobre la relación presente en el espíritu de lo existente con este ente, en virtud del cual existe aquello, no como si fuera parte suya (contra el -> panteísmo), sino en cuanto ha sido creado por él. Así, pues, la creación en su origen (el ser como creador), está presente ante la razón humana, la cual contribuye a realizarla cuando en el pensamiento conoce lo existente, que la experiencia de los sentidos percibe simplemente en su existencia. Por eso, el conocimiento puede llamarse también «concreación», y cabe considerar todo juicio del entendimiento como aplicación de un juicio fundamental, que, según Gioberti, ha de verterse en la «fórmula ideal»: «El ente crea lo existente» (L'ente crea l'esistente). De este modo el movimiento del conocimiento humano sigue el orden del ser real: lo primero en el ser (primum ontologicum) es también lo primero en el conocimiento (primum logicum). El o. cree que sólo así deja a salvo la validez óntica del conocimiento racional.

2. Historia

Gioberti, influido por ideas hegelianas, desarrolló su teoría para defenderse contra la filosofía poscartesiana, que él rechazaba como psicologismo (pues arranca del cogito, del sujeto cognoscente, y conduce al - subjetivismo y al -> escepticismo), y le opuso su ontologismo, que parte del ser y así garantiza la verdad del conocimiento humano.

Si se mantiene la palabra o. exactamente como la entendió Gioberti, desaparece la posibilidad de incluir bajo este nombre una serie de otras teorías que se aproximan a la suya. En tal caso, sólo algunos de sus adeptos o discípulos pueden designarse como ontologistas. Gioberti se ve a sí mismo, desde luego, con su concepción en una tradición que, pasando por Buenaventura, se remonta a Agustín, pero sin duda desconoce la diferencia entre la teoría agustiniana de Dios como luz en que son conocidas las rationes aeternae de las cosas creadas y la opinión ontologista, según la cual el ser infinito, Dios, es el primer objeto intuitivamente aprehendido por el pensamiento y todo lo demás sólo se conoce realmente en su procedencia de ese primer objeto conocido.

Malebranche, en cambio, puede ser considerado como precursor del o., pues admite igualmente una visión de todas las cosas en Dios, que para él es incluso el único objeto inmediato del conocimiento humano. Sin embargo, como su punto de partida es totalmente otro que el de Gioberti (negación ocasionalista de la relación cognoscitiva entre criaturas), hay que contarlo a lo sumo entre los ontologistas en sentido lato. Tampoco el contemporáneo de Gioberti, A. Rosmini-Serbati, debe mencionarse entre los representantes del o., pues no entiende el primer ser conocido, presente siempre en el entendimiento humano, como una presencia de Dios, sino que lo distingue de él, considerando a aquél como ser ideal indeterminado (essere ideale indeterminato).

En cambio, las ideas centrales del o. se encuentran en muchos filósofos cristianos, que a mediados del siglo pasado entraron en contacto con el pensamiento de Gioberti, pues por entonces se buscaba un nuevo fundamento para la filosofía cristiana, una vez que Kant había dejado la anterior fuera de curso y la Iglesia condenó la insuficiente tentativa de los tradicionalistas. Así las ideas de Gioberti encontraron pronto eco favorable primero en Italia (T. MAMIANI DELLA ROVERE, Dell'Ontologia e del Metodo [1841] y en Bélgica, donde Gioberti vivía desterrado [G.C. UBAGxs, Essai d'idéologie ontologique, 1860]; él fue censurado por sus doctrinas ontologistas en Lovaina desde 1840, y en 1866 renunció a su cátedra). De allí se propagó rápidamente hacia mediados de siglo a Francia (L. BRANCHERAU, Praelectiones philosophicae [1849]; F. HUGONIN, Ontologie [1856]; J. FAVRE D'ENVIEU, Déf ense de l'ontologisme [18611), donde representó, hasta su condenación eclesiástica en 1861, la dirección dominante de la filosofía cristiana.

3. Condenación eclesiástica

Por verse en el o. un peligro de herejía panteísta y racionalista, el Santo Oficio condenó en 1861 siete tesis «que no podían enseñarse con seguridad» (Dz 1659-1665). Estas tesis afirman: 1.° El conocimiento inmediato de Dios es esencial al entendimiento humano. 2.° Aquel ser sin el cual nada entendemos es el ser divino. 3° Los universales considerados objetivamente no se distinguen realmente de Dios. 4° Implícitamente en la idea innata de Dios conocemos todos los otros entes. 5° Todas las demás ideas son meras modificaciones de esta idea. 6.° Las cosas creadas están en Dios como partes en el todo... y él saca de sí sus cuasipartes sin división ni disminución alguna de sí mismo. 7.° Dios crea una criatura determinada por el acto mismo por el que se conoce y quiere como distinto de ella.

Aunque algunos ontologistas hubieron de retractarse expresamente, sin embargo, no se sintieron afectados por esa condenación, pues estas proposiciones sólo reproducían, según ellos, una deformación del ontologismo. Por primera vez cuando la encíclica Aeterni Patris (1879) ayudó al triunfo de la neoscolástica (-> escolástica, G), dejó de defenderse el o. como teoría cerrada.

4. Intención

Aunque Buenaventura, a quien no es lícito atribuir problemas del siglo xix, dice de modo muy semejante al del o. que el ser divino es «lo primero que ve el entendimiento humano y que, sin él, éste nada puede conocer» (Itinerarium mentis in Deum c. 5), sin embargo, las formulaciones del o. se rechazan con razón en cuanto enseñan una experiencia objetiva de Dios, que le sería dada siempre al entendimiento humano. Sin embargo, no puede desconocerse en él la justa intención que expresa la tradición agustiniana, y a la que vuelve de nuevo la actual filosofía cristiana, a saber, esclarecer cómo se comporta la inteligencia no refleja del ser, propia de nuestra razón, con el conocimiento de Dios, «el ser mismo subsistente», y si con ello no se da una experiencia no refleja de Dios que precede a todas las pruebas de su existencia y late en ellas.

ONTOLOGISMO: N. Malebranche, De la recherche de la verité (P 1674); 1. Henry, Le Traditionalisme et i'Ontologisme it 1'Université de Louvain (Lv 1924); Y. Gioberti, Opere (R - Mi 1938 ss); L. Stefanini, Gioberti (Mi 1947); A. Bonetti, La realtá come atto creativo (Mi 1960); G. Semerari, Storicismo e ontologismo critico (Bari 1960).

Albert Keller