NADA
SaMun


I. Planteamiento de la cuestión

Pensar sobre la n. tiene importancia teológica por varios motivos:

1. La fe cristiana entiende el origen del mundo como -> creación de la nada. Este comienzo nunca superable determina también su modo de entender la caída, la redención y la consumación del mundo. ¿Qué significa aquí la nada?

2. Todos los predicados acerca de Dios siguen más la vía de negación que la de afirmación. Ello vale también de lo que Dios dice sobre sí mismo en la revelación, que en efecto se vierte en palabra humana. El enunciado sobre el misterio inefable sólo indica lo que dice si a la vez aparta de lo que dice. El sumo acercamiento a Dios desemboca en el silencio, en el hablar del no y la n. ¿Por qué esto es así y qué se dice con ello?

3. Al decir n. henchido de plenitud ante el poderío del misterio percibido por la fe, se contrapone la n. de la desesperación ante el temor de que todo sea n., de que la existencia sea n. Sin embargo, la antítesis ->fe-->desesperación no agota la variedad de significaciones de la n. en las experiencias e ideas de la historia y de la actualidad. ¿Cómo entiende la fe cristiana estas experiencias e ideas y cómo se entiende a sí misma en medio de ellas? Estas preguntas no pueden responderse con unas breves informaciones. En lugar de ello hay que buscar un acceso a la única cosa de la que se trata en las múltiples interpretaciones y significaciones de la nada.

II. Acceso del pensamiento

1. Mientras el hombre se dirige inmediatamente a lo que le sale al paso, no se le ocurre la idea de «nada». Si accesoriamente se percata de que no ha pensado n., es que durante su no pensar n. no lo advirtió. Sólo cuando un impulso le hace recordar, se le aparece la n. como contenido de su acto. La otra postura fundamental para captar la idea de n. es la expectación o espera: al buscar con la vista o el oído y no dar con algo, se percibe la «nada». Ello quiere decir que la n. se muestra por de pronto como algo que no ha llegado, como algo suprimido. Tiene que medirse con algo para llamar la atención; por tanto no se muestra de forma directa en la presencia que descansa en sí misma, sino en el recuerdo vuelto a lo que ha sido y en la expectación tensa hacia lo futuro.

2. La n. no puede entenderse en sí misma, sin referencia a algo. Pero, a la inversa, el algo que nos sale al encuentro es siempre n. eliminada, n. suprimida. En la frase «es esto y n. más», la n. se delimita frente a posibilidades ilimitadas, que ella no es, y contra la posibilidad de que ella misma no sea ni sea n. en absoluto, y así el algo sale de la mera existencia obvia para pasar a la decisión y densidad de su verdadera presencia. Presencia como tal es n. excluida y así precisamente n. que se hace presente. Si la n. se halla ausente, tampoco la presencia está presente para sí misma.

3. En el algo presente la n. sólo está presente mediatamente. En sí misma sólo adquiere presencia en el recogimiento y en la angustia. Ambos no tienen ya nada que ver con el algo, sino con el otro polo opuesto a la n., con el todo. Recogerse quiere decir dejarlo todo, no pensar n., estar simplemente abierto y vacío. El acto humano nunca tiene en su poder el «todo» como contenido positivamente lleno y asegurado; el grado alcanzado deja siempre abierta la cuestión de si eso es realmente todo. Sólo en el recogimiento que lo deja todo se presenta patentemente «todo», patentemente a la luz envolvente de la n. Si el hombre, sin retener ya n., lo ha dejado todo, en esta n. está presente todo, y también él está presente por primera vez para sí mismo.

Lo que en el hombre acontece por obra del hombre, sucede por sí mismo en la angustia. En ella todo es arrebatado del lugar que lo sostiene y sostiene al hombre, y lo que arrebata no es esto o aquello, sino propiamente nada. N. está a la altura de la n. que arrebata, ni el algo, ni el pensamiento o la voluntad del yo. Respecto de esta n. son inadecuados no sólo informes y subterfugios precipitados, sino también el igualmente precipitado dejarse arrastrar de la desesperación. Devorando todo «algo», la n. importa al hombre y, en este intenso importar, le sale al paso la instrucción del silencio, de la paciencia. Si el hombre la sigue, su tener que ser en presencia de la n. angustiosa se descubre como un poder ser sin fundamento.

4. En el recogimiento y la angustia el hombre no sólo se retira del contacto inmediato con algo volviendo hacia sí mismo, sino que, además, la n. lo atrae hacia sí, se le hace temática, de la n. sale la n. Cuando el mero pensar, desprendido de la seriedad del acto, objetiva la n., ésta no es alcanzada. La n. es precisamente lo no objetivo, lo otro del algo y del todo.

III. Manifestación de la nada

El acceso a la n. muestra en ella tres rasgos negativos y otros tres positivos. Los negativos: es lo otro del algo, lo otro del todo, lo otro del «es» mismo, no ente, sino cabalmente n., el enunciado despojado del decir «es». Partiendo de aquí aparecen los rasgos positivos:

1. La n. es universal: si el hombre percibe algo, su pensamiento se concentra en una cosa limitada. Si no percibe nada, esto significa n. en absoluto. La n. es ilimitadamente extensa, más extensa que todo algo posible.

2. La nada es inicial: si el hombre por el pensamiento quita todo del ente o por el recogimiento se aleja de todo, no queda nada. La n. no puede ya quitarse o alejarse. Si hay un ente, hay n., y él es lo que es partiendodel límite de la n. excluida: al poner el ser del ente queda juntamente puesta la n. como presupuesto.

3. Si el hombre intenta pensar no un ente, no algo, sino el -> ser, sucede lo mismo que en el intento de pensar la n. El ser se muestra como antípoda universal y fundamentante del algo, del todo y del «es». Si el hombre piensa el ser de cara al ente, como su ser puesto, se da evidentemente una oposición con la n. así excluida. Pero si pensamos el ser puro en sí mismo, no pensamos n., en el sentido de que no pensamos algo. Pero a su vez el recogimiento y la angustia sostenida con paciencia en la pureza de la n. perciben el silencioso poderío del ser. Si el pensamiento se dirige más allá del ente, se le hunde la oposición entre la n. y el ser, y así él se queda con la pura percepción de la originalidad.

IV. Diferenciación de la nada

1. Nada negativa. La reflexión que pregunta por el ser del ente no halla por de pronto la n. como lo mismo que el ser, sino como lo otro, como n. negativa. Antes, después y fuera de su ser, el ente es en sí mismo simplemente n., y esta n. no puede disolverse ni en el ente ni en el origen incondicionado. Sólo así es ella el límite que mantiene al ente en su finitud e independencia. El provenir de la n. de sí mismo hace al ser del ente, por una parte, problemático: no se sostiene ni se explica por sí mismo; por otra parte, admirable: ¿Por qué hay en absoluto algo y no nada?

2. Ser como nada. Si ante el origen del ente en la n. el pensamiento no cae en el nihilismo (absolutamente n. tiene sentido), ni en el mero manejo de lo finito (n. tiene otro sentido que el de ese manejo), está dispuesto a repetir en sf mismo esta n., a hacerse «como era cuando no era». Esta pobreza, que realiza la n. del propio ser y del ser ente por sí mismo, se remonta por encima del contraste entre la n. del ente por sí mismo y el ser del ente que éste no tiene por sí mismo: ciertamente no hay n. en el pensamiento, pero esta n. es la presencia silenciosa del ser originario.

3. Origen sagrado como nada. El pensamiento no se para en la n., bajo cuyo manto se le abre el ser. ¿Cuál es la razón de que haya ente, cuál la razón de que el ser mismo esté presente para él? N., es decir, una merced que se otorga desde sí misma. El -> misterio de esta merced escapa a lo que pueden denominar el pensamiento, la pregunta y la respuesta, y se esconde en la n. sagrada del origen, anterior al pensamiento e inaccesible para éste. Sólo por sí mismo, no por la aproximación de nuestro pensamiento, se alza este origen como el Dios divino (lo -> santo).

BIBLIOGRAFIA: G. Kahl-Furthmann, Das Problem des N. (B 1934); M. O'Brien, The Antecedents of Being. An Analysis of the Concept (Wa 1939); J.-P. Sartre, El ser y la nada (Losada B Aires 1965); H. Kuhn, Begegnung mit dem N. (T 1950); E. Pegel, I1 nulla eil problema dell'uomo (Tn 1950); R. Berttnger, Das N. und der Tod (F 1954); G. Siewerth, Das Schicksal der Metaphysik von Thomas zu Heidegger (Ei 1959); E. Fink, Alles und N. (La Haya 1959); M. Heidegger, Introducción a la metafísica (Nova B Aires2) idem, ¿Qué significa pensar? (Nova B Aires2) idem, Holzwege (F 41963); 'dem, Wegmarken (F 1967).

Klaus Hemmerle