A) EL MUNDO ROMANO

El mundo romano, más o menos idéntico con el imperio romano, comprende el territorio de Europa occidental con sus ampliaciones hacia el norte de África y el Próximo Oriente. Se trata aquí de un ámbito de vida en el que una única autoridad, la del imperio, impone a las diferencias locales el mismo ideal político (ius civitatis) — de acuerdo con el principio romano de la salus populi como suprema lex — y la misma forma de cultura antropocéntrica, heredada de los griegos (panton métron ánthropos). La base religiosa, prescindiendo de las numerosas formas de superstición y de las prácticas cultuales del pueblo en cada lugar, consta de un politeísmo jerárquico en el que los «dioses» no son otra cosa que hombres divinizados, con los que se litiga por los propios intereses. Pero los misterios cultuales — normalmente tomados del oriente — son testimonio de la aspiración a una auténtica religión salvífica. El politeísmo es una institución oficial; los dioses protegen el Esta-do; la fe en la divinidad del emperador pertenece a los elementos básicos del Estado; en esta perspectiva el Estado y la religión están indisolublemente unidos. Las otras religiones no sólo se presentan como extrañas, sino también como sospechosas de amenazar el fundamento religioso del orden estatal. Por eso la «secta» cristiana es acusada frecuentemente de impiedad, de lesa majestad y en consecuencia de subversión. En este marco hay que ordenar el esfuerzo misionero de la primitiva Iglesia.

1. Período apostólico

Datos cronológicos: entre el 32 y el 35: conversión de Pablo; entre el 45 y el 58: tres viajes de Pablo (Asia Menor, Grecia, Palestina); entre el 59 y el 67: Pablo en Roma; después del 62: cuarto viaje de Pablo (¿España, oriente?); el 64: muerte de Pedro; entre el 40 y el 100: actividad misionera de los apóstoles fuera de Palestina; hacia el 100: muerte de Juan, el último apóstol.

Este período está determinado en su actividad misionera sobre todo por Pablo, que sin vacilar extiende la m. al mundo no judío; dura aproximadamente hasta el año 70. En general el método apostólico se dirige ante todo a las sinagogas dispersas en las ciudades del imperio y, a través de los prosélitos o también del contacto directo, penetra en el ambiente auténticamente pagano. Los apóstoles y sobre todo Pablo tienden a los centros urbanos estratégicamente im-portantes; Pablo había planeado incluso un viaje circular a través de todo el imperio romano.

Pero estos esfuerzos no pueden contar con un apoyo oficial. Sin embargo pueden aprovechar todas las facilidades: unidad de len-gua y de cultura, un amplio sistema de comunicaciones por tierra y por mar, la pax romana y la rigurosa organización judicial, un espíritu internacional y una apertura correspondiente. Pero todas estas ventajas se vuelven contra la Iglesia en el caso de las persecuciones. En principio el método paulino consiste en acomodarse a las persuasiones religiosas de sus oyentes (Act 18, 22-31), o por lo menos en hacerse todo para todos (1 Cor 18, 22-31). Aquí encontramos ya el método de la acomodación. Pero éste no excluye la necesidad de predicar el evangelio y de anunciar el escándalo, a saber, la necedad de la cruz y de la resurrección de Cristo.

Así se forman grupos cristianos y comunidades, que muy pronto son confiadas a los ancianos y presbíteros para su dirección. Ya muy pronto los presidentes son elegidos de entre las propias filas; así surgen las primeras jerarquías locales. La predicación del evangelio es considerada como una tarea de todos; en el marco de las obras también a las mujeres corresponde un papel mucho más activo que en la sinagoga. Fuera del ámbito judío la m. apostólica se produce, o bien sobre una base individual (Felipe y el Eunuco; el centurión Cornelio), o bien por lapredicación pública (Pablo en el areópago). Se trata aquí de una difusión puramente religiosa, que no quiere cambiar ni el poder político (obediencia a la autoridad mundana), ni los usos y costumbres del país (probadlo todo, conservad lo bueno), y ni si-quiera la terminología acuñada por el paganismo. El joven cristianismo se incorpora al mundo existente y toma parte en su des-tino. Las comunidades cristianas en el Próximo Oriente de este tiempo en general subsistieron hasta la irrupción del islam (del s. v11 al vili), y en parte hasta más tarde.

2. Primera difusión postapostólica

Datos cronológicos: después del año 100: difusión en el norte y en oriente; siglo u: apologistas (Justino, Tertuliano); hacia el 150: Potino en Lyón; hacia el 180: m. entre los «indios» (Etiopía); mediados del siglo m: obispos en Colonia y Maguncia; sobre el 200: comunidades en todo el imperio hasta Persia; desde el 250: la Iglesia de occidente pasa de la lengua griega a la latina; 240-323: Gregorio el «Iluminador» en Armenia; desde el siglo iv: m. en el mar Negro; 311: edicto de tolerancia.

Esta difusión postapostólica tiene el mismo marco que la época apostólica, pero llega más lejos, extendiéndose hasta los límites del imperio romano (sobre todo hasta fina-les del s. II). Bajo Trajano (98-117) los cristianos penetran hasta Britana y Escocia en el norte y hasta el golfo Pérsico en oriente. En este tiempo la sociedad del imperio ro-mano se hace cosmopolita y más diferenciada. Los «filósofos» enseñan la sabiduría y la virtud. Proceden de todos los países: Séneca nace en España, Epicteto en Frigia, Apolonio procede de Tiana, Filón de Alejandría. En el sector mercantil el intercambio no es menor que en el espiritual. Las legiones del imperio sufren abundantes fluctuaciones. Filósofos, comerciantes y soldados son los portadores de la vida imperial. Pero este mundo poderoso es también un mundo duro: soberanos mueren de muerte violenta, es-clavos son arrojados a las fieras, gladiadores se matan mutuamente. Codicia, trabajos forzados y coacción envenenan la vida económica y política.

Esta situación condiciona ciertas peculiaridades de los métodos misionales. Cristo es presentado como soberano, y por cierto como un nuevo soberano: «Cuando él vino, apareció como algo nuevo» (Carta a Diogneto x1 4). Se trata ahora de ganarle discípulos a manera de una escuela: adultos capaces de entender el mensaje y de seguir difundiéndolo. Cada discípulo está destinado a ser testigo y apóstol. Pero la ley de esta escuela es el amor fraternal, la fraternidad, más aún: la fraternidad abierta hacia fuera, que atrae por este testimonio mismo. «Ved cómo se aman mutuamente», dicen los paganos, que desconocen este clima (sine misericordia, sine spe, decía Pablo acerca de ellos) y están dispuestos a convertirse al cristianismo para participar de semejante amor. Los filósofos son ganados por las apologías (—> apologistas), y las gentes sencillas (esclavos, artesanos) por la palabra y el ejemplo. Por el mismo método son atraídos los comerciantes. Las mujeres distinguidas influyen en sus familias (p. ej., los Flavios).

Naturalmente, en la comunidad de hermanos que así crece se llega a disensiones, que son impugnadas: se reprimen las herejías, son llamados al orden los perturbadores de la tranquilidad. Se lucha contra las camarillas y los abusos sociales. La comunidad se con-vierte en una especie de gran familia, en la que «uno lleva el peso del otro», en la que los ricos ayudan a los pobres y las viudas y los huérfanos hallan apoyo. El auténtico vínculo de la comunidad es el agape y la eucaristía. La Iglesia manifestó ya en sus principios que en el vínculo del amor está totalmente congregada en torno a Cris-to, en cuanto une con el agape el banquete eucarístico (Vaticano n, Decreto sobre el apostolado de los seglares, nº. 3). Se trata esencialmente de una comunidad litúrgica, cosa que advirtieron también los paganos («se reúnen para recitar salmos y oraciones»; cf. la carta de Plinio a Trajano sobre las comunidades cristianas de Bitinia, Ep. x 10).

Hemos de añadir que el cristianismo por los motivos aducidos frecuentemente estuvo expuesto a sospechas. Tales circunstancias vedaban una propaganda pública, y por eso no pudo alcanzarse un éxito masivo. Por la misma razón, en general el cristianismo se reducía a las ciudades, donde se podía mantener más fácilmente el anonimato, la mentalidad era más abierta y la «ósmosis apostólica» entre correligionarios se lograba con mayor facilidad. Con mucha frecuencia el cristianismo está expuesto a persecuciones, y no pocos caracteres débiles apostatan en esta ocasión; pero el heroísmo de los mártires representan una fuerza ejemplar, y sin duda las ganancias son mayores y más va-liosas que las pérdidas. Tertuliano (sobre los afios 160-240) relata cómo los cristianos pueblan las ciudades y llegan hasta el palacio imperial. Esta obra misionera, coartada, pe-ro sostenida con constancia, mediante una autónoma actividad espiritual echó las raíces más profundas en las comunidades cristianas del norte de África, de Europa del sur y del Próximo Oriente.

3. Época constantiniana

Datos cronológicos: 311 y 312: edicto de tolerancia; 313: victoria de Constantino en el puente Milvio, edicto de libertad plena (edicto de Milán); 353: se prohíben los sacrificios paganos y se cierran los templos en el imperio romano.

Cuanto hemos dicho de positivo sobre el estadio anterior conserva también su validez en este tiempo. Pero ha cambiado una circunstancia esencial: la Iglesia anteriormente perseguida es tolerada desde el 311 (primer edicto de tolerancia de Galerio) y aceptada desde el 313 (edicto de Milán, Constantino y Licinio). Los bienes confiscados son restituidos; el ejercicio del culto es libre. Ciertamente el cristianismo no es proclamado como religión estatal hasta el año 380, pero ya el año 353 se prohiben los sacrificios paganos en el imperio romano. Después de Ambrosio (j 397) «la Iglesia es la verdadera Roma». Desde el siglo v el imperio romano es cristiano, pero las herejías traen ya las primeras escisiones en la cristiandad. El año 395 el imperio mismo se dividió en una parte occidental y otra oriental. El trabajo misionero en el imperio romano deberá acomodarse a esta situación. La libertad concedida y la benevolencia posibilitan un trabajo con toda publicidad. De ahí nace una intensificación del apostolado: por la predicación pública del evangelio, dirigida a todos los es-tratos de la sociedad; por el desarrollo de escritos doctrinales y propagandísticos. Así la Iglesia abandona decididamente el anterior ámbito limitado del Mediterráneo (frontera geográfica) y de las ciudades (límite sociológico). Martín, obispo de Tours, hacia finales del siglo v es en las Galias el gran predicador del evangelio entre los campesinos, todavía paganos. Varios grandes misioneros llevan adelante la cristianización de Europa: Servasio de Troyes (s. 1v), Niniano (s. 1v) en Escocia, Patricio en Irlanda (s. v).

Esta amplia actividad cristianizó el imperio romano, en cuanto a su estructura civil añadió una estructuración del orden religioso acomodada a la geografía y a la sociedad.

Los cuadros directores del campo eclesiástico y del político se hallan en los mismos lugares: papa y emperador en Roma; obispo y prefecto en cada ciudad importante, etc. Iglesia y Estado trabajan mano a mano en la cristianización y romanización. Así para Gregorio Magno el inminente derrumbamiento del imperio romano equivale, en términos generales, al fin del mundo, y, también, de la Iglesia. Pero nada de eso sucede, sino que la Iglesia «pasa a los bárbaros», que son un nuevo campo para la misión.

Podemos resaltar sumariamente los siguientes resultados de la m. en el mundo romano: 1º. Estructuras eclesiásticas estables, es decir, una organización pública acuñada por el espíritu cristiano, la cual se mantendrá ante la embestida de los bárbaros o saldrá nueva de ella. 2.° Adopción de una terminología ya existente — en parte de origen pagano —, la cual se ha conservado hasta nuestros días a través de los tiempos. Esto no sólo ha de extenderse a la terminología, sino también a los usos y al empleo de vestidos cívicos en las ceremonias litúrgicas, etc. 3.° La formulación y «vestidura» del mensaje cristiano con ayuda de una serie de conceptos filosóficos, tomados más frecuentemente de la lengua griega que de la romana. Toda una serie de conceptos están tomados de las religiones mistéricas. 4.° Por la vinculación del príncipe de los apóstoles a la capital del imperio romano se forma un centro de gravedad de la Iglesia: geográficamente en torno a Roma, culturalmente en tomo a la romanitas. Después de la división del imperio esto había de producir tensiones, dificulta-des y finalmente escisiones (-> cisma, D).

B) EL MUNDO NO ROMANO DE OCCIDENTE

Datos cronológicos: hacia el 450: Remigio, obispo de Reims, apóstol de los francos; 482: muerte de Severino, misionero en Austria y Baviera; desde el siglo vt: m. bizantina entre los hunos; en el mismo siglo vi: Columbano en Escocia; 590-604: Gregorio Magno envía a Agustín de Canterbury a los anglosajones; siglos vii-viii: final de la cristianización del mundo romano; 722-755: Bonifacio en Germania; desde el 860 aproximadamente: Cirilo y Metodio misionan en el mundo eslavo; siglos vii-xii: continuación de la cristianización germánica y escandinava.

Bajo la designación «mundo no romano de occidente» nos referimos aquí a aquellos pueblos de Europa que apenas estaban in-fluidos por la cultura greco-romana. Este ámbito de vida tiene fronteras muy fluidas. Cronológicamente, es objeto de los esfuerzos misioneros desde el siglo Bajo el aspecto de la cultura y de la situación general, hemos de distinguir tres grupos de pueblos: 1. Aquellos que ya estaban incorporados al imperio romano en el tiempo de su mayor extensión. 2. Los que invadieron el imperio en el curso de su progresiva decadencia. 3. Los que ni fueron sometidos ni penetra-ron en el imperio, manteniéndose ajenos al mundo romano y a su mentalidad.

1. Hemos hablado ya en A 3 de los pueblos absorbidos por el imperio romano.

2. Un segundo esfuerzo misionero se dirigió hacia los que penetraban en el imperio. Los francos se establecieron en las Galias, donde su rey Clodoveo (496 y 506), su reina Clotilde y finalmente el pueblo se convirtieron al cristianismo. Los borgoñones, al principio arrianos, situados en la parte suroriental de las Galias, vuelven al catolicismo con su rey Segismundo (sobre el 496). Una evolución parecida se realiza en España con los suevos y los visigodos, cuyo rey Recaredo se pasa al catolicismo (586), y en Italia con los longobardos (después del 650). Los anglosajones, que dominaban Inglaterra, se convirtieron al cristianismo en el siglo vii.

3. Otra empresa misionera llega a los «pueblos» que viven más allá de las fronteras del antiguo imperio. Se trata de las tribus germanas de los frisones, cattos, turingios, bávaros, sajones (s. vi hasta el viii; en Escandinavia: daneses, suecos (s. ix-xi); los eslavos del sur: eslovenos, servios, croatas, búlgaros (s. vii-ix); eslavos occidentales: pomeranios, checos, eslovacos, moravos, poloneses, baltos (s. ix-xiv); los eslavos orienta-les: rusos (en el mismo tiempo); hay que añadir además los húngaros (desde el s. x). A este respecto hemos de advertir que también las Iglesias orientales conocieron una difusión parecida: Gregorio el «Iluminador» en Armenia; Etiopía frente a Arabia; Siria oriental frente a Persia y China.

La estructura social de todos los pueblos paganos de Europa originariamente es la de la tribu, que después ha de continuarse en la forma estatal del reino. Su ética es en principio más sana que la de Roma, pero los usos son brutales y belicosos. La religión es «pagana», o sea, politeísta y animista. Los reyes imponen a sus súbditos sus persuasiones religiosas moralmente o por la fuerza; la religión es un componente de la vida nacional.

Los apóstoles misioneros son normalmente monjes, sobre todo benedictinos, que cristianizan el territorio en torno a la abadía y a veces llegan a regiones más lejanas. Para ambos casos pueden comprobarse las cartas apostólicas de m. La iniciativa para las regiones remotas parte de los papas (Gregorio para los ingleses), de los reyes germánicos, del emperador bizantino y de sus obispos. Los misioneros se presentan como sus enviados o por lo menos como sus protegidos. En general las m. son dirigidas por un hombre de extraordinaria personalidad religiosa. Entre los mayores merecen mencionarse: Patricio en Irlanda, Amando en Bélgica, Martín en Francia, Bonifacio en Alemania, Agustín en Inglaterra, Cirilo y Metodio entre los eslavos occidentales, Wilibrordo entre los frisones, etc.

Las m. procuran cuanto antes conseguir el apoyo de los soberanos, que, como hemos expuesto, determinan la fe de sus pueblos. A la conversión de los soberanos sigue casi automáticamente la de los súbditos, no siempre suficientemente instruidos. El bautismo se administra rápidamente y con frecuencia en forma colectiva; se confía más en la «eficacia» de los sacramentos que en la preparación y profundización. Por lo demás los apóstoles misioneros son tremendamente escasos en comparación con los numerosos candidatos, más o menos libres, que aspiran al bautismo. En caso de superstición manifiesta está clara la postura frente a los antiguos usos (solemne destrucción de los ídolos); pero a veces no se excluye un nuevo empleo de los mismos (instrucción positiva de Gregorio a Agustín de Canterbury sobre la rehabilitación de templos y la utilización de fiestas). Se aceptan en general los usos, que son adoptados sin vacilación e incluidos en un marco sagrado.

Estas comunidades cristianas experimentan, pues, una amplia y variada compenetración de vida religiosa y profana. Pero esto no se produce sin un cierto detrimento y gravamen para las estructuras esenciales del cristianismo en virtud de prácticas añadidas, de cuantiosas devociones y de usos frecuentemente dudosos. Esta situación no permaneció sin consecuencias políticas. Clodoveo invocó al «Dios de Clotilde», se hablaba de gesta Dei per francos, la Iglesia comenzó a consagrar o coronar a los reyes: Remigio corona a Clodoveo en Reims, y el papa León III a Carlomagno en Roma. Pero en otros pueblos el cristianismo pasó a ser una parte integrante, e incluso la auténtica esencia, de su existencia como pueblo. Así en Irlanda, Bretaña, España y en muchas fundaciones del Próximo Oriente. Las verdades fundamentales de la fe, las estructuras básicas de la jerarquía, los puntos claves de la vida cristiana y cultural, los grandes monasterios, los lugares de peregrinación y la creciente función del papado constituyen el armazón, todavía rudimentario, pero ya compacto, de los territorios ganados por la m. entre los pueblos. En torno a estos elementos «esenciales» se desarrolla la cristiandad medieval y sobre todo el cristianismo de Europa occidental. En cambio el cristianismo africano y el oriental son dominados por el islam. Además los cismas separan cada vez más a oriente de occidente (-> cisma, B y D).

C) EL MUNDO NO OCCIDENTAL DE LA EDAD MEDIA

El occidente medieval limita al norte con glaciares, al oeste con el mar; al oeste y sur no sólo está encerrado por el islam, sino que además se halla expuesto a sus ataques. Políticamente está dividido en dos imperios, el de occidente y el de oriente, y en multitud de reinos. Y desde el 1054 hasta nuestros días se halla también dividido por causa de los cismas. No obstante, este ámbito sigue formando una unidad más o menos real: gracias a las instituciones procedentes de Roma, a la unitaria cultura greco-romana, a pesar de las diferencias raciales, y, no en último lugar, gracias a la común herencia religiosa. A pesar de todos los impedimentos, este -> occidente conserva una cierta fuerza de irradiación, que halla su expresión en la lucha contra el islam que amenaza a Europa con su propia identificación de religión, sociedad y Estado, en la -> reconquista española, en las -> cruzadas hacia Jerusalén, en las sumamente difíciles batallas defensivas en Europa oriental (Constantinopla cae en 1453; una parte de sus monjes y sabios se refugia en occidente). En estas empresas no se trata de un trabajo misionero en el auténtico sentido de la palabra. Por lo demás, el carácter misionero de las diversas «órdenes militares» es un asunto muy peculiar. Las auténticas m. hacia fuera son obra de las nuevas órdenes mendicantes, los franciscanos y los dominicos. Éstos tienen sus teóricos de las m., los «misionólogos»: Raimundo Lulio (terc. OSF) para la «m. entre los sarracenos»; y Roger Bacon (OFM), que recomienda el uso de la prudencia en lugar de la fuerza.

1. El islam

Datos cronológicos: siglos vn-xt: conquista y bloqueo de los paises orientales (Próximo Oriente, Persia, India) y de los del sur (África, España) por el islam; 1219: Francisco de Asts ante el Sultán; 1234-1315: Raimundo Lulio, precursor de un apostolado por la persuasión, muere como mártir; principio del siglo xiv: Societas peregrinantium propter Christum (OP); hacia el 1400: Societas peregrinantlum pro Christo (OFM).

En este contexto no es necesario describir el carácter religioso (riguroso monoteísmo) y político (la dinámica de la «guerra santa» y de la conquista) del -> islam. Desde el siglo vii-viii los musulmanes se hallan ante las puertas de occidente. Los cristianos los combaten con la firme persuasión de que los vencerán. Su posible conversión presupone lo siguiente: 1º. Una preparación por el estudio del árabe, del Corán y en general del arte de la controversia. Sin conocimientos exactos y amplia documentación es imposible una discusión. El haber resaltado esto es el mérito de Raimundo Lulio (1235-1316), que intentó organizar y propagar «colegios misionales» durante toda su vida. 2.° La estancia en el país: acciones momentáneas — como la de Francisco de Asís y sus compañeros — pueden ser heroicas, pero permanecen sin éxito. Por eso franciscanos y dominicos desde el siglo xiii fundan conventos en Palestina; son aceptados los cristianos, y a veces también los musulmanes. Pero en el terreno del islam son prácticamente imposibles una sólida fundación eclesiástica y un apostolado misionero.

2. Los mongoles

Datos cronológicos: 1245-47: Juan de Piano Carpini (OFM) entre los mongoles; 1249: Andrés de Longjumeau (OP) entre los mongoles; 1253: Guillermo de Rubruck entre los mongoles; 1288: Juan de Montecorvino entre los mongoles; 1298: primera Iglesia en Pekín; 1300: Juan de Montecorvino arzobispo de Pekín; 1325: Odorico de Pordenone (OFM) en Pekín, unos 30.000 católicos; 1368: interrupción de las m. en China por la entronización de los Ming.

Los mongoles, procedentes del norte, habían invadido Asia y, en el siglo xiii, habían llegado incluso a Europa oriental, a Rusia y Bulgaria. El apostolado misionero se dirige a estos nuevos y temidos vecinos. Su constancia, audacia y capacidad de acomodación (a pesar de la poligamia y ebriedad, etc.) los convierte en un importante campo de evangelización, que por lo demás permanece fluido a causa de la formación de hordas y de la tendencia a emigrar. Su paganismo uraloaltaico está mezlcado en forma sincretista con un supersticioso budismo tibetano y con ideas muy desfiguradas del islam. Bajo el aspecto religioso los mongoles son abiertos y tolerantes para lo extraño, pero a la vez inconstantes.

Las m. están en manos de franciscanos y dominicos. Al principio éstos viajan como emisarios del papa, así Juan de Piano Carpini (OFM, 1245-47) en nombre de Inocencio Iv; y luego en nombre del rey san Luis, como el dominico Andrés de Longjumeau (1248-51) y el franciscano Guillermo de Rubruck (1253-55). A esta forma de m. no le esperaba ningún éxito. Hacia finales de siglo el papa Nicolás IV, movido por los relatos de Marco Polo, con ocasión de cuyo viaje el Kan K'Oublai pidió 100 misioneros para impugnar el paganismo, envió a Juan de Montecorvino, que halló muy buena acogida en Pekín. Él edificó allí una iglesia, fundó una especie de escuela clerical, logró millares de conversiones, recibió el refuerzo de tres obispos y fue consagrado arzobispo. Pero en 1370 los emperadores Ming, que substituyeron a los mongoles, destruyeron toda la fundación.

Desde el siglo xiii se realizaron empresas parecidas en Persia (OP, y luego también OFM), donde había siete obispados el año 1318; y durante el siglo xiv en Rusia, Bulgaria, Usbekistán (OFM) y simultáneamente en el Turkestán chino.

3. India e Insulindia

Datos cronológicos: 1292-93: Juan de Montecorvino en Madrás; 1319: cuatro mártires franciscanos en Salsette (Bombay); 1323: Odorico de Pordenone viaja hacia Java, Borneo y Sumatra; 1329: Jordán de Cathalani, obispo de Quinlon.

Se trata solamente de contactos transitorios, sobre todo con los cristianos de rito oriental en las costas sudoccidentales de la India.

4. África

Datos cronológicos: hacia el 1270: dominicos en Abisinia; hacia el 1300: los dominicos llegan a Mozambique; 1351: el carmelita Bernardo es nombrado primer obispo de las Islas Canarias; 1419: Madeira es confiada a la Orden de Cristo; 1456: todas las posteriores colonias portuguesas son confiadas a la misma Orden.

Inicialmente se trata tan sólo de trabajos preparatorios; la auténtica actividad misionera comienza más tarde. Los esfuerzos tuvieron aquí un éxito manifiesto, pero la penetración sólo se logró en una medida limitada, y donde se logró no tuvo duración. La organización jerárquica estaba ampliamente desarrollada. Estas m. cumplían todas las condiciones para subsistir por sí mismas; si cayeron fue a causa de las persecuciones.

5. Resumen

Entre los fenómenos característicos y los auténticos éxitos de este tiempo hemos de mencionar: 1º. El papado adquiere mayor conciencia de su tarea de extender la Iglesia más allá de la cristiandad y se empeña en ella con más ahínco. 2.° Soberanos como san Luis apoyan eficazmente la empresa misionera. 3° Las nuevas órdenes de los franciscanos y de los dominicos ven en las m. la forma más intensa y heroica de realizar su vocación al apostolado en general, y así fundan dentro de su orden la societas peregrinantium, que los papas fomentan bajo todos los aspectos. 4° Las universidades reconocen la necesidad de un estudio de los idiomas y culturas de aquellos pueblos que todavía no pertenecen a la cristiandad (cátedra de árabe). 5° Los futuros misioneros son preparados metódicamente (colegios de idiomas [OP] en Murvie, colegio árabe en Miramar), y por cierto, en la medida de lo posible, por obra de hombres instruidos con la práctica, como Raimundo Lulio o Guillermo de Rubruck a su regreso.