MATERIALISMO DIALÉCTICO
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I. Origen

En su programa el partido comunista de la Unión Soviética se propone como fin educar a todos los hombres que están bajo su dominio en el espíritu de la ideología marxista-leninista. Ahora bien, como el partido domina todo el aparato estatal, hay en la Unión Soviética — y lo mismo cabe decir de los otros países dominados por el comunismo — una visión del mundo en función del Estado. Esa visión del mundo no sólo es el fundamento de toda la vida económica, social y política, sino que condiciona todo el campo cultural. La enseñanza y educación están organizadas por completo para fomentar e inculcar esa visión del mundo.

La doctrina marxista-leninista comprende tres campos principales: la filosofía (-> materialismo histórico y dialéctico), la economía y las doctrinas políticas. Para la ideología marxista-leninista es decisiva sobre todo la primera parte. En las otras dos ha de fijarse cómo pueden realizarse en la concreta actividad económica, social y. política los fines apuntados en la primera. De ahí que para el -9 comunismo esas tres partes formen una unidad interna e indisoluble.

El materialismo dialéctico (m.d.) contiene la filosofía teórica del -> marxismo, así como su teoría del conocimiento. El materialismo histórico (m.h.) contiene la aplicación de las leyes fundamentales del m.d. al campo de la evolución social en la historia.

Por su origen, el m.h. es más antiguo. Ya en los años cuarenta del siglo pasado elaboraba Marx su concepción materialista de la historia, que forma el núcleo del m.h. Unos treinta años más tarde, Engels intentó demostrar que las mismas leyes dialécticas que había descubierto Marx en el campo de la evolución social, rigen también la naturaleza. A Engels, pues, hay que considerarlo sobre todo como padre del sistema que hoy se designa comúnmente con el nombre de «m. dialéctico». La contribución de Lenin a la evolución posterior consistió principalmente en una más exacta definición del concepto de materia. Stalin no tuvo una contribución original: desechó una de las tresleyes de la dialéctica materialista formuladas por Engels (la ley de negación de la negación), ley que, a la muerte de Stalin, fue introducida de nuevo en el sistema del m. dialéctico.

II. Materialismo

El término « -> materialismo» se emplea en el vocabulario soviético en doble sentido. A menudo significa lo que habitualmente se entiende también por materialismo en filosofía: la teoría según la cual en la realidad no hay más que materia o, dado que se reconozca algo no material, la materia se concibe por lo menos como la realidad fundamental, de la que ha brotado lo inmaterial. Pero, además, el término «materialismo» significa a menudo, en el vocabulario soviético, la doctrina según la cual el objeto de conocimiento existe independientemente del sujeto cognoscente y no es puesto en el acto de conocimiento. De esta segunda significación, que en filosofía se designa como «realismo epistemológico», partió Lenin en su intento de dar una nueva versión al concepto de materia. Así, para él, el concepto de -» materia es «una categoría filosófica para designar la realidad objetiva, que se le da al hombre en sus sensaciones, y es copiada, fotografiada y reproducida por ellas, existiendo independientemente de las mismas» (V.I. LENIN, M. und Empiriokritizismus [Moscú 1947] 128). A primera vista pudiera parecer que, con esta definición de la materia, la filosofía de Lenin no pasa de un «realismo», pues materia significa aquí simplemente «realidad objetiva». Pero no es así, pues Lenin restringe luego la realidad objetiva a la que nos viene dada en las sensaciones.

La materia así entendida es para el m.d. la realidad básica, infinita en el espacio y el tiempo, increable e indestructible. Lo último se deduce sobre todo de la ley física de la conservación de la energía.

Sin embargo, la materia es para el m.d. la realidad básica, pero no la única. Reconoce que la conciencia humana no es material; entendiendo, eso sí, por conciencia, ciertos fenómenos psíquicos, p. ej., sensaciones, pensamientos, sentimientos, actos de voluntad, etc. Pero, a la postre, la conciencia es para el m.d. «puro producto, función y propiedad de la materia», aunque no de toda la materia, sino sólo de la del cerebro humano.

III. La dialéctica materialista

La propiedad más fundamental de la materia es el movimiento. Para el m.d. no puede haber materia sin movimiento, como tampoco puede haber movimiento sin un sustrato material. Movimiento no debe entenderse aquí sólo en sentido mecánico, sino también en el de toda especie de mutación. Además de la forma de movimiento mecánico, el m.d. conoce las formas de movimiento físico (p. ej., los procesos electromagnéticos), y las de movimiento químico, biológico y social.

La materia se halla, pues, en un proceso eterno. Pero el m.d. no entiende este proceso como eterno retorno, sino como evolución y además evolución superior (entendiendo aquí «superior» no en el sentido de valoración moral, sino en el de grados ontológicos del ser). Ya en el grado de los vivientes aparecen leyes que no pueden reducirse a las leyes físicas y químicas vigentes en el ámbito inferior. Lo cual ha de decirse con más razón del hombre con su conciencia inmaterial (para la que algunas, aunque, raras, veces se usa la expresión «espiritual»). El reconocimiento de los distintos grados de realidad es seguramente el punto decisivo en que el m.d. se distingue del mecanicismo («materialismo vulgar»). Mientras el mecanicismo intenta en último término reducir los fenómenos de los órdenes superiores a las leyes fisicoquímicas vigentes en el terreno inorgánico, el m.d. reconoce la irreductibilidad formal de los fenómenos superiores a las leyes imperantes en el plano inferior.

Sin embargo, el m.d. sostiene que históricamente los órdenes superiores surgieron de los inferiores en el curso de la evolución de la materia. Ahora bien, tarea de la -> dialéctica (A) es esclarecer el movimiento del mundo en general y su evolución ascendente en particular. Literalmente «dialéctica» significa el arte del diálogo. Del mismo modo que en un diálogo los interlocutores avanzan en el conocimiento de la verdad gracias a la aparición y superación de las contradicciones, así también todo avance en el orden espiritual, en la evolución social y, finalmente, en el dominio mismo de la naturaleza se debe a la «contradicción» o «lucha de antítesis».

El m.d. formula en particular tres leyes de la dialéctica materialista:

a) La «ley de la unidad y de la lucha de las antítesis». Esta ley quiere sustituir el concepto «mecanicista» del movimiento, según el cual la fuente del mismo ha de buscarse fuera de las cosas que se mueven (o cambian), por el concepto dialéctico. Según éste la fuente del movimiento está dentro de las cosas que se mueven, en las «contradicciones» internas o en una lucha de los contrarios (fuerzas y tendencias opuestas, p. ej. la lucha de clases dentro de una sociedad determinada). Con ello el m.d. intenta sustraerse a la aceptación de un «primer motor» o (Si el movimiento se entiende en el sentido de mutación) de Dios como actus purus, aceptación a que conduciría un concepto de movimiento orientado por el axioma: Quidquid movetur, ab alío movetur.

b) La «ley del paso de la cantidad a la cualidad». Esta ley tiene por objeto explicar cómo se llega en el proceso evolutivo a la aparición de nuevos fenómenos (y a veces hasta de un orden superior). Ello acontece porque el proceso de un cambio en principio puramente cuantitativo (aumento o disminución de un dato determinado), al superar un cierto punto critico, que depende de la naturaleza de la cosa, conduce bruscamente a una mutación cualitativa, es decir, esencial, en que la cosa deja de ser lo que hasta entonces era y se convierte en otra (p. ej., la transformación del agua en vapor al sobrepasar el punto de ebullición en el proceso de calentamiento).

c) La «ley de negación de la negación». Pretende explicar más exactamente la forma de evolución superior, la cual no corre siempre rectilínea, sino que toma a veces la forma de una espiral: después de un alejamiento del punto de partida se vuelve a menudo de nuevo a él, sólo que ahora el camino se recorre en un plano superior, pues todo el contenido positivo de la evolución anterior es elevada a un nuevo estadio en el que se conserva. La explicación del hecho está en una doble negación. Cuando en una mutación cualitativa a la primera cualidad sucede la segunda, ésta significa la negación de la primera. Pero en el siguiente tránsito cualitativo dicha negación es negada a su vez. Mas si la primera negación queda suprimida por una segunda, ésta tiene que conducir en cierto modo al punto de partida.

La dialéctica materialista, que se expresa principalmente en estas tres leyes, es entendida como «ciencia de las leyes universales del movimiento de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento» (F. ENGELS, Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft [Anti-Dühring.1 , St 1953, 173). Sus leyes son válidas para toda la realidad, lo mismo para el mundo externo (-> naturaleza y -> sociedad), que para el pensamiento. Según eso, el m.d. distingue dos series de leyes: la dialéctica objetiva (que determina la evolución del mundo externo) y la subjetiva. La segunda, la dialéctica del pensamiento, es un reflejo y copia de la primera.

La armonía entre la dialéctica objetiva y la subjetiva ha de ser verificable por la comprobación del pensamiento en la práctica. Para el m.d., la praxis es el criterio último de la verdad.

IV. Crítica

Con la hipótesis de la eternidad del mundo material y la explicación de la evolución superior con ayuda de la dialéctica, el m.d. pretende sobre todo excluir la existencia de Dios. Mas para ello parte del falso supuesto de que la existencia de Dios se prueba por la temporalidad del mundo. Ahora bien, el fundamento de las «pruebas de la existencia de -> Dios» no es el comienzo temporal del mundo (que no puede verificarse filosófica ni empíricamente), sino su contingencia; es decir, la idea, deducida de la mutabilidad del mundo, de que éste no existe por necesidad interna, sino que por sí mismo es indiferente al -> ser. Luego, si de hecho existe, debe la existencia a otro.

En este punto hay que observar que la relación entre el ser absoluto de Dios, es decir, el fundamento creador de toda realidad, y el mundo, no debe pensarse según el modelo de una acción categorial transeúnte de un ente sobre todo (ya existente). Dado que el ente finito depende en su totalidad y bajo cualquier aspecto del ser absoluto, pero precisamente así queda puesto en su realidad propia, la interdependencia operativa entre Dios y el ente finito es, de una parte, lo más íntimo del ente finito (ésta es la verdad del «automovimiento» de la materia) y, de otra, no es aquello que pertenece a su propia esencia (Dios está «en» el mundo en cuanto que es independientemente de él y está «por encima» de él). Además, la tesis de la eternidad del mundo es un puro postulado del m.d. Para fundarla éste apela a la ciencia; pero la ciencia, en su estado actual de desarrollo, no es capaz de dirimir tal cuestión. Como, por otra parte, el m.d. no consiente que esa tesis sea puesta en tela de juicio ni por la ciencia misma, se muestra como un sistema apriorístico y dogmático. La apelación al axioma de la conservación de la energía es una confusión filosófica. Este principio se refiere a la acción de una realidad física sobre otra; pero nada dice acerca de la relación del universo con un ser extra-cósmico. La base única, por ende, de la tesis de la eternidad del mundo es un prejuicio arbitrario, nacido del interés ateísta.

Con la introducción de la -> dialéctica en el materialismo, el m.d. intenta resolver el problema del movimiento, que — a diferencia del mecanicismo — entiende como una evolución superior. La dialéctica explica el origen del movimiento de la «contradicción» o de la «lucha de contrarios». Pero no es lo mismo contradicción que lucha de contrarios. Una contradicción propiamente dicha (oposición contradictoria, que se da entre una afirmación o determinación y su negación: «A» y «no A») sólo es posible en el pensamiento; en la realidad no se da el no-perro, sino el gato, el caballo, el árbol, etc. Luego en la realidad el movimiento no puede deducirse de contradicciones así entendidas. Y si la contradicción se entiende como «lucha de contrarios», el movimiento se explica por el movimiento, es decir, se queda sin explicar. El movimiento (mutación) de un fenómeno total (p. ej., de la sociedad) ha de explicarse por la lucha de elementos antitéticos dentro del mismo (p. ej., las clases); pero la lucha de las antítesis es igualmente una especie de movimiento; luego no queda explicado el origen del movimiento como tal.

Si, finalmente, el m.d. considera la praxis como el criterio de la verdad, aduce también una solución insuficiente. La confirmación de un conocimiento por la práctica sin duda es criterio de verdad en algunos casos; mas no por ello puede servir de criterio último de verdad, pues el resultado práctico debe ser captado por un acto de conocimiento, que requiere a su vez otro criterio de validez. Si queremos evitar un regressus in infinitum, además de la praxis tiene que haber otro criterio de verdad.

FUENTES: K. Marx, Frühe Schriften, hrsg. von H. J. Lieber und P. Furth (= K.-Marx-Ausg. 1) (St 1962); F. Engels, Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft («Anti-Dühring») (1878) (St 1953), tr. cast.: Anti-Dühring (Pueblos Unidos Montevideo); idem, L. Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie (1888) (B[-Ost] 1960); idem, Dialektik der Natur (1873-83) (B[-Ost] 1961), tr. cast.: Dialéctica de la naturaleza (Grijalbo Méx); W. 1. Lenin, M. und Empiriokritizismus. Kritische Bemerkungen über eine reaktionäre Philosophie (1909, al. St 1952), tr. cast.: Materialismo y empiriocriticismo (Pueblos Unidos Montevideo); ídem, Aus dem philosophischen Nachlaß (B[-Ost] 1961); Grundlagen . des Marxismus-Leninismus, Lehrbuch (al B[-Ost] 51960); Grundlagen der marxistischen Philosophie (al B[-Ost] 21960); 1. Fetscher, Der Marxismus. Seine Geschichte in Dokumenten, 3 vols. (Mn 1962-65).

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Gustav A. Wetter