MASA
SaMun

I. La masa como problema

El problema de la m. se plantea desde fines del siglo xix. Las obras de G. Le Bon (Psychologie de foules, 1895), G. Tarde (L'opinion et la foule, 1901) y G. Sighele (La folla delinquente, 1891) marcan este comienzo y determinan por mucho tiempo el punto de mira desde el que se ve el problema de la m. Los motivos de estas manifestaciones de crítica de la cultura y psicología social no fueron la objetividad científica, sino circunstancias temporales de alta emotividad (revoluciones, terror de los ciudadanos, aparición de las m. obreras, desarrollo de las grandes ciudades) y posiciones irreflexivas (aislamiento de los intelectuales). Esta «ideología de psicología de m.» (Hofstätter) fue fortalecida más que superada por Ortega y Gasset (La rebelión de las masas, 1930). Simultáneamente con él abordaron más seriamente el problema sociólogos (L. v. Wiese, W. Vleugels, Th. Geiger) y psicólogos (S. Freud, W. McDougall). Sólo después de la segunda guerra mundial — tras una fase de critica de la cultura, pesimista e infecunda — fue reconocida la m. como objeto de la sociología o de la psicología social de la conducta colectiva.

Sin embargo, la psicología de la m. no careció de eficacia en el sentido de una «profecía que se da cumplimiento a sí misma» (R.T. Merton). «Por eso no puede perdonarse a la psicología de la m. el reproche de haber contribuido lo suyo a la masificación del individuo y al miedo a la misma» (Hofstätter). Se sentía uno como m., cuando en realidad pertenecía a un grupo. Quizá la ilusión de la existencia como m. sea más característica de nuestra edad que la manifestación tantas veces afirmada. En buena parte por razón de estos conocimientos, en el campo científico el problema de la m. se adjudica hoy al collective behavior (R.E. Park) o a los fenómenos de m. (E.K. Francis lo coloca entre la micro y la macrosociología). Sólo la objetividad científica posibilita el análisis y la solución de los problemas aquí latentes. Distingamos aquí entre m. actual, m. latente y sociedad de masas.

II. Masa actual

La m. como «muchedumbre en que no se ha desarrollado aún un sistema ordenador e integrador de funciones» (Hofstätter), era para Le Bon, Tarde y Sighele punto de partida de sus reflexiones. Ese punto de partida era justamente la conducta de la m. tal como se manifiesta en el pánico, la revolución, las organizaciones masivas religiosas, los excesos, etc. Como presupuestos de esta m. actual se reconocían la inquietud social en una muchedumbre donde cada uno influye en el otro, la inseguridad por falta de esquemas de conducta, la inestabilidad emocional que de ahí resulta. Por la identificación y la resonancia sentimental surge la estimulación circular, que suprime las regulaciones ordinarias de la conducta y destruye la vinculación a un grupo, lo mismo que a valores o normas.

Las explicaciones de la m. actual y de sus actos funestos se hallan en la sugestibilidad e imitación (Le Bon) o en la regresión a un estadio anterior de evolución (Freud). Como estos fenómenos todavía no han sido aclarados suficientemente en la psicología social (¿inconsciente colectivo?, ¿alma de grupo?) y con relación a ellos apenas hay más que hipótesis, su estimación es ambivalente. Th. Geiger los designa como «espíritu de la comunidad en el no», por ser procesos desocializados. E.K. Francis los considera como «mecanismos del cambio social». Otros problemas son: manipulación de la m. por ritmos, símbolos, etc.; relación de un caudillo con la m. actual (condiciones de su influjo: ¿prestigio?, ¿voluntad fuerte?).

III. Masa latente

En contraste con la m. actual, la latente no salta tan fácilmente a la vista. Por razón de su carácter oculto es tenida por más peligrosa. Como presupuestos de una m. latente se mencionan la influencia con exclusión de la interacción directa, y una homogénea base emocional y cultural para la orientación. Según H. Blumer, el marco de referencia de estos fenómenos masivos es: una muchedumbre de desconocidos entre sí dentro de una simultánea multitud de grupos muy diferenciados y de subculturas locales que están dotados de una movilidad emocional y psíquica, la cual tiene como consecuencia un debilitamiento de las jerarquías tradicionales de valores y de la vinculación a determinados grupos, circunstancia que aprovechan grandes organizaciones para dirigir extensas operaciones en el sistema social. Si hasta ahora se han querido ver claras manifestaciones de masificación por razón de un consumo uniforme y de actitudes iguales bajo la influencia de los medios masivos de -> comunicación social (p. ej. en la moda, en la opinión pública), hemos de reconocer que ese punto de vista surgió por la imposibilidad de penetrar las complicadas cadenas de interacción en la sociedad de masas, y que era parcialmente infundado, como lo han mostrado nuevas investigaciones de Hovland (cine), Janowitz (prensa), Riley, Flowerman, Lazarsfeld (medios masivos). La conducta de consumo no está determinada tanto por estímulos motivantes de una acción uniforme, cuanto por disposiciones estructurales de la personalidad y por relaciones de grupo (diferenciación «bajo la mesa», dice A. Gehlen). De ahí que el hablar de «hombre de masa» suscita la sospecha de un pesimismo cultural; y no cabe duda que la insistencia en la masificación procede a veces de la incapacidad de aprehender teóricamente lo esencial de las estructuras sociales.

IV. La sociedad de masas

Th. Geiger desenmascara como slogan la expresión «sociedad de m.», y ve su verdadero motivo en que no se reconoce el dualismo de las esferas sociales (privada y pública) como nota específica de la edad moderna. E.K. Francis considera tal expresión como contradicción en sí misma, pues m. (como fenómeno no estructurado) niega lo que afirma la palabra -> sociedad (como estructura social organizada). En cambio H. Blumer cree que en la sociedad de m. fracasa la sociología anterior. Pues, a su juicio, a esta sociología le faltan en gran parte las perspectivas y los esquemas conceptuales para describir la sociedad de m. con sus cuatro características (masividad, configuración heterogénea de los elementos estructurales de una sociedad, acceso ilimitado a los dominios de la vida pública, inclusión en una sociedad en constante mutación). Donde otros ven en la desintegración y desorganización de la sociedad de m. una decadencia y un desorden, Blumer ve una insuficiencia en la realización del orden propio de la sociedad de masas. Como los conceptos de la sociología están tomados de la sociedad pasada, son poco efectivos en el análisis de la sociedad de masas. Así, p. ej., si el antiguo sistema de conceptos califica de destructor el cambio social, para la sociedad de m. éste es un estado natural, un estado inmanente a la sociedad de m., que se halla en permanente adaptación al complejo cambiante de factores. Parece necesaria una revisión de conceptos sociológicos como cultura, sistema social, función, socialización, conformidad, anomalía.

V. Sociedad de masas y socialización

Si la sociedad de m. no ha de condenarse a la decadencia, hay que educar para un dualismo de actitudes (en el ámbito privado y en el público) y para la movilidad en el cambio de funciones. De ahí que Th. Geiger exija, en lugar de una educación para una actitud sentimental, la educación para la disciplina intelectual y la ascesis de la sensibilidad («no es menester amarse unos a otros para cooperar objetivamente»). Esa educación puede hacerse sospechosa de adjustment y realizarse en el mal sentido de la palabra; por eso H. Schelsky, siguiendo a D. Riesman (The lonely crowd), pone de relieve que, dada la presión de conformidad en la actual sociedad de m., la oportunidad de la libertad entre la anomalía y la adaptación está en la autonomía bien entendida. Ésta supondría la voluntad para la soledad psíquica y social, la fuerza para el fracaso, el dominio de la utopía moral. Con estos postulados se describen también, mutatis mutandis, las actitudes fundamentales de un cristiano moderno, abierto al mundo, y de unas minorías hoy necesarias. Se trata ahí de una postura que, más allá de la parcial no-participación (P. Tillich), más allá de la «ascesis de consumo», garantiza la pervivencia de la persona a despecho de toda masificación real o supuesta (cf. como trasfondo las novelas utópicas de H. Benson, A. Huxley, G. Orwell).

BIBLIOGRAFIA: G. Le Bon, Psicologla de las multitudes (Nacional Méx 1964); W. McDougall, The Group Mind (Lo 1920); S. Freud, M.psychologie und Ich-Analyse (WIe 1921); Th. Geiger, Die M. und ihre Aktion (St 1926); W. Vleugels, Die M. (Mn 1930); P. Hofstdtter, Die Psychologie der öffentlichen Meinung (Wie 1949); W. Hagemann, Vom Mythos der M. (Hei 1951); W. Hellpack, Sozialpsychologie (St 31951); C. Mthuter, Mengen, M.n, Kollektive (Mn 1952); W. Ehrenstein, Die Entpersönlichung (F 1952); H. de Man, Vermassung und Kulturverfall (Bern 21952); J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (R de Occ Ma 1929); E. K. Francis, Wissenschaftliche Grundlagen soziologischen Denkens (Mn 1957); P. Hojstdtter, Gruppendynamik (H 1957); H. Blumer, Collective Behavior: Review of Sociology, bajo la dir. de J. B. Gittler (NY 1957); D. Riesmann, The Lonely Crowd (New Haven 1950) ; Tb. Geiger, Die Legende von der M.gesellschaft: Arbeiten zur Soziologie (Neuwied 1962); H. Schelsky, Das Problem des Nonkonformismus bei David Riesman: Randzonen menschlichen Verhaltens (homenaje a H. Bürger-Prinz) (St 1962); A. Melich Maixé, La influencia de la imagen en la sociedad de masas (Pampl 1964); H. Blumer, über das Konzept der M.gesellschaft: Militanter Humanismus, bajo la dir. de A. Silbermann (F 1966); H. Marcuse, El hombre unidimensional (J. Mortiz Méx 1968); idem, Triebstruktur und Gesellschaft (F 1968).

Roman Bleistein