INVASIONES DE BÁRBAROS
Y MUSULMANES, Y LA IGLESIA
SaMun

Las invasiones (i.) no se reducen ni a un determinado tiempo ni a determinados pueblos. Distintas causas contribuyen a que pueblos enteros se pongan una y otra vez en movimiento: opresión por los vecinos o por los conquistadores, catástrofes naturales, exceso de población, deseo de botín y de aventura... Sin embargo, generalmente se entiende bajo este término el período de las i. germánicas, que comenzaron con el establecimiento de los godos en territorio romano el año 376 y terminaron con la conquista de Italia por los longobardos en el año 568. A causa de estas i. sucumbió el imperio romano de occidente, y al mismo tiempo, por la unión de elementos cristianos, germánicos y romanos, ellas pusieron la base de una historia universal. Entre las i. que influyeron en la historia del primitivo ->occidente y de su Iglesia hay que mencionar además las conquistas de los eslavos y de los árabes.

En las i. germánicas hay que distinguir entre las expediciones de los germanos orientales y la conquista de los germanos occidentales. Aquéllos atravesaron las más de las veces extensos territorios y perdieron totalmente el contacto con su patria anterior. Por el contrario, los germanos occidentales, en constante conquista y penetración, tomaron posesión de los territorios cercanos del imperio romano sin perder la relación con su patria nativa. Los germanos orientales conocieron muy pronto el cristianismo, pero en su forma arriana; y por ello durante largo tiempo permanecieron separados del mundo católico circundante. En cambio, los germanos occidentales, al principio paganos en su mayoría, aceptaron el cristianismo casi siempre en su forma católica. Los germanos orientales, por cuyas i. y campañas bélicas sucumbió el imperio romano de occidente, se disolvieron casi por completo en el mundo circundante de los romanos. Por el contrario, los germanos occidentales conservaron y transformaron de acuerdo con su peculiaridad la herencia política, económica y espiritual de la época romana.

1. Los germanos orientales

La presión incesante de los germanos sobre los límites del imperio romano condujo a que, hacia mediados del siglo iu, los atamgnes pudieran ocupar el así llamado territorio de los decumanos, y a que los romanos se vieran obligados a abandonar las tierras más allá del Rin y del Danubio. Casi al mismo tiempo se produce una irrupción masiva de godos en Dacia (Rumania). Hacia mitad del siglo 1v los romanos se vieron obligados a aceptar a los francos salios en Toxandria (Brabante del norte). Pero el verdadero comienzo de la i. germánica se sitúa con razón en el año 375, cuando los godos, empujados por los hunos, irrumpen hacia el oeste desde sus territorios del mar Negro. En el año 376 los visigodos atraviesan el Danubio, y después de la derrota del emperador Valente junto a Adrianópolis el año 378, el año 382 el emperador Teodosio se ve obligado a establecerlos como federados en la provincia de Mesia. Este primer aposentamiento de todo un pueblo germánico con el título de federado en un territorio del imperio romano introdujo un nuevo período en las relaciones entre romanos y germanos, y en su resultado final condujo al hundimiento del imperio romano occidental. Los visigodos, en una de sus campañas posteriores, el año 410, conquistaron y saquearon Roma. Este suceso sensacional fue interpretado por los paganos como castigo por el abandono de la antigua fe; para refutar esta opinión Agustín escribió su gran obra De civitate Dei. Después del fracaso de los visigodos en su intento de pasar a África desde el sur de Italia, en el año 418 este pueblo fue aceptado por los romanos como federado en el sur de las Galias. Su reino, con capital en Tolosa, en el año 507 sufrió los ataques de los francos; y entonces los visigodos desplazaron el centro de gravedad de su dominio al otro lado de los Pirineos, poniendo su capital en Toledo. Aquí cayeron el año 711, víctimas de la conquista de los árabes.

El año 406, suevos, vándalos, alanos y burgundios pasaron el Rin. Los burgundios pudieron establecerse en las Galias, en un reino cuyo centro a juicio de algunos se hallaba en Worms o en Jülich. Por incitación del general romano Aedo, este reino fue aniquilado el año 437 por los hunos. Mezclada con otros sucesos, esta derrota de los burgundios pasó a ser más tarde el núcleo de la epopeya de los Nibelungos. Los restos de ese pueblo se establecieron en Saboya el año 445 como federados de los romanos. Al principio los burgundios contaron con la protección de Teodorico, rey de los ostrogodos, frente a los ataques de los francos. Pero, muerto Teodorico, los francos terminaron por anexionarlos a sus dominios en los años 532-534.

Suevos, danos y vándalos, después de cruzar el Rin en el año 406, avanzaron hasta España. En el 408 los suevos se establecieron, al principio como federados de los romanos, en el noroeste de la península. Después de luchas con los alanos, los vándalos y los visigodos, quedaron reducidos a Galicia. Este reino cayó en manos de los visigodos el año 585.

Los vándalos y los alanos, bajo la presión de los visigodos, fueron desplazándose hasta llegar al sur de la península (Andalucía). Pero tampoco aquí se sintieron seguros los vándalos, y el año 429, inicialmente con anuencia del gobernador romano Bonifacio, pasaron a África como federados de los romanos. Pero los vándalos pronto se volvieron contra Roma, y el año 442 habían conquistado ya toda la provincia romana del norte de África. Cuando el año 430 sitiaron Hipona, murió en esta dudad su obispo Agustín. Bajo Genserico (+ 477) surgió aquí el primer reino germánico totalmente independiente, pues no sostuvo ni la ficción de una federación con Roma. Para el imperio eso fue especialmente peligroso, ya que gran parte del imperio dependía de la rica provincia del norte de África en su aprovisionamiento de trigo. El dominio de los vándalos en el norte de África cayó el año 533 ante el ataque de Belisario, el general del emperador Justiniano.

El año 476, después de una sublevación del ejército, compuesto principalmente por germanos, Odoacro había depuesto en Italia al último emperador occidental de Roma, Rómulo Augústulo, y había empezado a reinar él mismo como rey. Pero el emperador consiguió mover contra él y su soberanía a los ostrogodos. Éstos, después de la derrota de los hunos en el año 454, se habían librado de su dominio y establecido en Panonia como federados de Roma. En 489 fueron guiados por Teodorico hacia Italia, territorio que después de duras luchas arrebataron a Odoacro (+ 493). El imperio ostrogodo, que abarcaba toda Italia y partes de las provincias de Panonia, Nórica y Recia, alcanzó con Teodorico (+ 526) el punto culminante de su poder. Sucumbió cuando Justiniano emprendió la reconquista de Italia, empresa que desde el 535 al 555 realizaron sus generales Narsés y Belisario.

Esta oleada de movimientos de i. llegó a su final con las campañas de los longobardos. Éstos se establecieron hacia el 546 en la provincia de Panonia, que les concedió Justiniano, y en partes de Nórica. Después de luchas con los gépidos en los años 565-567, dejaron sus tierras a los ávaros y en 568 marcharon hacia Italia, que lograron arrebatar, aunque no totalmente, al emperador bizantino. Su dominio en Italia cayó definitivamente en 774, pasando a los francos.

2. La Iglesia en los Estados germánicos orientales.

Los germanos orientales conocían el cristianismo desde el siglo iv. Propiamente la misión comenzó entre ellos por la actuación del obispo Ulfilas (+ 383) entre los visigodos en Mesia. Puesto que en este tiempo precisamente la forma arriana del cristianismo era la que predominaba en Bizancio, el -> arrianismo se extendió entre los godos y a través de ellos pasó a otros pueblos germánicos orientales. Estos germanos arrianos en su i. y conquistas hallaron un cristianismo que dominaba en todo el imperio romano, cristianismo que desde el concilio de Constantinopla en 381 había rechazado definitivamente el arrianismo. Pero, por otro lado, se encontraron con una Iglesia cristiana que después de una larga persecución por el Estado romano había sido tolerada en 313 y, desde el año 383, era la religión oficial del imperio, y que había acomodado su organización a la del Estado. Así, por una parte, los germanos arrianos llegaron a perseguir a los católicos, especialmente en el reino norteafricano de los vándalos, donde se hicieron confiscaciones de los bienes eclesiásticos y deportaciones de sacerdotes. Y, por otra parte, después de la conquista germánica, la Iglesia católica perdió su apoyo organizativo en el Estado incluso allí donde no estaba expuesta a una persecución directa, con grave daño para su vida. En todo caso, el credo diverso de los Estados fundados por los germanos orientales en los territorios del imperio obstaculizó la fusión de los conquistadores germánicos con sus súbditos romanos. Esos Estados germánicos sólo abrazaron el catolicismo, hallando así el camino hacia el poder más importante en la futura historia de occidente, cuando ya era demasiado tarde para que su decisión tuviera eficacia política: los burgundios a principios del siglo vi, los visigodos bajo Recaredo (f 601), los longobardos hacia fines del siglo vii. También después de abrazar el catolicismo existió el peligro de una acentuada independencia nacionalista en las Iglesias que iban surgiendo, con detrimento de su subordinación a Roma. Este peligro se dejó sentir especialmente en los visigodos de España, donde los obispos de Sevilla y de Toledo alcanzaron un papel predominante. Los dieciocho concilios celebrados en Toledo son prueba de una amplia autonomía frente a Roma.

3. Importancia política de los nuevos Estados

Cuando en el año 382 los pueblos germánicos orientales se establecieron por primera vez como federados en territorio del imperio romano, de momento el emperador conservó una autoridad nominal sobre ellos, y, a excepción de los vándalos, los reyes y príncipes de los germanos orientales respetaron por lo menos la autoridad moral del emperador de Constantinopla. Es dudoso que los germanos se propusieran una profunda transformación política del mundo romano. La frase del rey godo Ataúlfo (OROSIO, Hist. vrr 43, 3), según la cual él se había propuesto aniquilar el nombre romano y transformar la Romania en Gotia, es un testimonio muy aislado. El mismo Ataúlfo, según sus propias palabras, más tarde abandonó semejante plan e intentó más bien renovar el imperio romano con la ayuda de los godos. Sin embargo, ni él ni los otros príncipes germánicos orientales lograron esta meta. Fueron un obstáculo para ello la diferencia confesional frente a los súbditos romanos, a causa del arrianismo, y la división jurisdiccional dentro del Estado, que reservó a los germanos lo militar y a los romanos la administración civil. Más tarde Teodorico intentó inútilmente fortalecer la unidad en los Estados germánicos de occidente mediante uniones matrimoniales de los príncipes, como base de una nueva ordenación política y como contrapeso frente al imperio bizantino. En general, el imperio romano, con sus instituciones políticas, sociales y culturales, siguió siendo un modelo admirado por los germanos orientales, pero esta orientación estaba enfocada hacia unas ordenaciones condenadas a muerte. En general fue más importante el encuentro con el mundo espiritual de la antigüedad, que tuvo cierto rebrote en el terreno literario. Especialmente a través de Boecio (+ 526) y Casiodoro (+ 583) se abrieron prometedoras posibilidades de un encuentro de los germanos con la herencia literaria de la antigüedad. Fue una fatalidad que los germanos orientales llegaran demasiado tarde, o simplemente no llegaran, al único poder preñado de futuro que tenía el mundo antiguo: La Iglesia católica. Así, sus reinos fundados por las i. ciertamente pudieron aniquilar el imperio romano, pero sucumbieron junto con el mundo romano, sin infundirle alguna peculiaridad nueva y sin conservar algo esencial de éste.

4. Los germanos occidentales

Fueron más duraderos los resultados de las i. efectuadas por los germanos occidentales, las cuales, sin pérdida del contacto con los territorios originarios se realizaron a través de los límites vecinos del imperio romano.

Los alamanos, que en 213 rompieron el limes germánico superior y desde el año 259 se establecieron en tierra decumana, a mediados del siglo v atravesaron el Rin y el Danubio y tomaron posesión de Alsacia y del territorio anterior a los Alpes. Después de enconadas luchas, entre el siglo v y el vi sucumbieron ante los francos, a los que generalmente estuvieron sometidos desde entonces.

Por oriente estaban próximos a ellos los bajares (bajonarii), situados en partes de la antigua provincia romana de Nórica y de Recia, entre el río Enns y el Lech, así como entre los Alpes y el Danubio. Sin embargo, aquí no se produjeron movimientos de i. a gran escala, sino que a principios del siglo vi se llegó a la formación de un señorío autónomo bajo la influencia de los godos, el cual a su vez llevó a la formación del tronco de los bajares.

Los francos, divididos en salios y ripuarios, desde el siglo ui se hallaban en territorios de la actual Bélgica y Holanda. Desde mediados del siglo v conquistaron la provincia romana de las Galias; y en el año 486, bajo el reinado de Siagrio, cayó en sus manos la última parte del imperio romano, con los territorios entre el Somme y el Loira. Los francos lograron, o bien desplazar hacia el sur a los demás pueblos germánicos (como los godos occidentales, que emigraron a España), o bien incorporarlos a su reino (como sucedió con los burgundios). Lograron igualmente, después de décadas de luchas, incorporar a su reino las tribus germánicas occidentales al este del Rin (Frisia, Sajonia, Essen, Turingia, los alamanos y los bávaros).

Desde la mitad del siglo v los anglos, los sajones y los jutos de la baja Sajonia y de Holstein ocuparon Inglaterra, abandonada por los romanos. Su dominio, que se escindió en siete reinos, no alcanzó Gales, ni Cornualles, ni Escocia.

5. El cristianismo entre los germanos occidentales

Los francos, lo mismo que las otras ramas germánicas occidentales (sajones, frisones, moradores de Essen, turingios, alamanos y bajares), a diferencia de los germanos orientales permanecieron paganos durante largo tiempo aun después de su contacto con el mundo romano. Cuando entraban en relación con los habitantes del antiguo imperio romano, en lugar de la oposición entre católicos y arrianos entraba en juego la oposición entre cristianos y paganos. Aunque apenas se dio una persecución directa de los cristianos por motivos de fe, sin embargo, las conquistas realizadas por los germanos occidentales conmovieron profundamente la organización de la Iglesia cristiana en las provincias romanas ocupadas por ellos. Así, por ejemplo, los obispados situados en la Bélgica actual y en el norte de Francia tuvieron que ser trasladados desde el mundo circundante de los francos paganos a la Romania: Tongern a Maastricht, Tournai a Noyon, mientras que las diócesis de Arras y Cambrai se fusionaron. Algo semejante ocurrió en la antigua provincia romana de Recia, donde el obispado de Octudurum (Martinach) fue trasladado a Sitten, o en la provincia de Nórica, dominada por los bajares, donde el obispado de Lorsch desapareció. La fe cristiana se mantuvo aisladamente aun sin el apoyo de la organización eclesiástica, por ejemplo en Augsburgo, con el recuerdo del martirio de santa Afra, o en la alta Austria, donde se recuerda el martirio de san Florián. Sin embargo, el cristianismo desapareció en grandes territorios, o bien se mezcló con formas paganas de fe, de manera que aquí la misión futura tuvo que trabajar en tierras vírgenes.

Sin duda tuvo gran importancia el que a finales del siglo v el rey de los francos, Clodoveo, se convirtiera al catolicismo. Con ello se suprimió la oposición religiosa con los romanos sometidos y se creó uno de los presupuestos más esenciales para una configuración nueva del mundo occidental después de la caída del imperio romano. También las otras tribus al este del Rin, las cuales habían sido sometidas por los francos a sus dominios, encontraron preparado así el camino hacia el cristianismo en su forma católica.

También en Inglaterra, después del hundimiento de la Iglesia cristiana de la época romana, la misión tuvo que empezar totalmente de nuevo. La emprendió la Iglesia irlandesa, la cual, situada en el margen extremo del mundo de entonces, no sólo había desarrollado una inusitada erudición, sino que además, en parte por no haber ciudades en el país, conocía otras formas de organización eclesiástica, con la primacía del monasterio sobre el obispado. A esta misión irlandesa se añadió desde el año 596 otra que partía de Roma, inaugurada inmediatamente por el papa Gregorio Magno. Gracias a esta misión, después de grandes éxitos iniciales, el arzobispado de Canterbury se convirtió en el centro religioso del país. Las relaciones particularmente estrechas que entonces se entablaron entre la Iglesia anglosajona y el obispo de Roma, fueron imitadas en la Iglesia franca, por influjo de misioneros anglosajones, especialmente de Bonifacio (t 754). Esto tuvo asu vez como consecuencia el que se evitara el peligro de la constitución de una Iglesia nacional franca y de que se lograra, mediante la unión estrecha de los pueblos germánicos con el papa, un soporte importante para la subsistencia y la cohesión de occidente.

6. Eslavos

A esta síntesis entre germanos y romanos surgida de las i. mencionadas hay que añadir, como tercer componente importante para la constitución de occidente, las conquistas de los eslavos. Desde su patria primitiva entre el río Vístula y el Dniéper, a partir del siglo v avanzaron a través de los territorios situados entre el Don y el Nonetz hasta Bohemia y Moravia. Pero su avance principal se debió a los ávaros, pertenecientes a los pueblos turcos, que a mediados del siglo vi partieron de Siberia y, a través del mar Negro, se dirigieron primero hacia Turingia. Su empuje siguiente se dirigió desde Turingia hacia el sur; después del año 568 penetraron en los territorios de Panonia, abandonada por los longobardos, especialmente en la llanura húngara. A los ávaros siguieron los eslavos, que ocuparon poco a poco, después de la partida de los longobardos, la península de los Balcanes, abandonada totalmente por los pueblos germanos. Los eslavos penetraron igualmente en los valles alpinos de la antigua provincia romana de Nórica, pero hacia el año 600 fueron detenidos por los bajares a la salida del valle del Puster. En Carantania se hallan pruebas de que el primer Estado eslavo en estos territorios existía todavía a finales del siglo vi. A principios del siglo vil el franco Samo fundó un estado eslavo, cuyo centro estuvo en Kassa de Bohemia. Finalmente, en el siglo vii emigraron todavía los búlgaros, mezcla de hunos y de turcos, dirigiéndose a los Balcanes, donde fundaron un reino en el año 679. Por esa conquista de los eslavos (paganos), el cristianismo desapareció casi totalmente de estos territorios. La conquista y el dominio eslavos, que crearon como una cuña entre la Iglesia latina de occidente y la Iglesia griega de oriente, contribuyó a acentuar el alejamiento ya en curso entre las dos Iglesias. También la evangelización de los eslavos y los búlgaros, que desde finales del siglo vil partió de Aquileya, desde el siglo VIII de Baviera y desde el siglo ix de Bizancio, acarreó conflictos entre la Iglesia oriental y la occidental, los cuales terminaron finalmente con la inclusión de la Iglesia de Carantania, de Bohemia y de Moravia en la obediencia romana, mientras que la Iglesia búlgara se incorporó a la obediencia bizantina.

7. Árabes

Un tercer movimiento de i. que interviene en la historia primera del occidente y en la de su Iglesia fueron las campañas de los árabes después de la muerte de Mahoma (+ 632), por las cuales, éstos conquistaron Siria, Palestina, Egipto, Persia, el norte de África y, después de la batalla de la Janda, junto a Jerez de la Frontera (en el año 711), también España, ocupada por los visigodos (-> Islam). Una posterior penetración a través de los Pirineos fue detenida por la victoria de Carlos Martel el año 732 junto a Cenon, entre Tours y Poitiers; el año 751 los árabes perdieron su última ciudad más allá de los Pirineos, que era Narbona. En general los conquistadores árabes no persiguieron a los súbditos cristianos a causa de su fe, pero, no obstante, para la Iglesia cristiana fue un duro golpe la pérdida de Palestina, patria originaria del cristianismo, y de África, una de las provincias eclesiásticas más importantes, de la que habían salido Tertuliano, Cipriano, Lactando y Agustín, y que comprendía casi 700 obispados. Todos esos territorios cayeron en poder del islam.

Una grave pérdida fue también el que España, ocupada por los árabes, de momento no pudiera ser incluida en la unidad de occidente que se estaba formando. Finalmente, la conquista árabe tuvo por resultado la destrucción de la antigua unidad de los países mediterráneos, y con ello contribuyó a la separación entre el imperio bizantino de oriente y los Estados germánicos de occidente. Esto también tuvo repercusiones en la convivencia posterior entre la Iglesia bizantina y la romana. Con las conquistas árabes termina definitivamente el período de las i., el cual ha contribuido esencialmente al nacimiento de occidente.

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Kurt Reinde