INDIVIDUALISMO
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1. Muchas y muy divergentes ideas, así como diversos modos de conducta son designados con la palabra i. Lo común en estas interpretaciones es sobre todo la idea de un relieve especial del individuo o de la individualidad frente a la - comunidad, a la -> sociedad, al grupo, a la colectividad, a lo universal. En particular, el sentido del título i. sólo se averigua por el contexto objetivo de cada caso. No existe una estricta teoría filosófica cerrada del i., que tuviera sus defensores representativos. En lugar de semejante teoría, aparecen tendencias individualistas dentro de otras concepciones filosóficas, como el eudemonismo, el -> nominalismo, el -> escepticismo, el ->subjetivismo y el -> existencialismo. Aquí unas veces se pone de relieve al individuo como fin y criterio del conocimiento ético, político y antropológico en general; y otras veces se resalta la individualidad en sentido metafísico y lógico, frente a lo universal e ideal, como lo objetivamente anterior o como lo único cognoscible y hasta lo único real.

2. Sin embargo, no todo recurso al individuo y a la individualidad es ya i. Así sería necio clasificar, p. ej., a los sofistas y a Sócrates entre los representantes del i.; y más absurda aún es la tesis de que Jesús es the real initiator of religious individualism (cf. ERE vli, 219). Sin embargo, Sócrates, los profetas, Buda, Confucio y Jesús (cf. la tesis de Jaspers sobre el tiempo axial) y muchos otros tras ellos pertenecen a las grandes figuras individuales de la humanidad. Puede decirse legítimamente que hay una historia del desenvolvimiento de la conciencia individual. Sin embargo, los estadios de la misma no son las primeras formas del i. ni etapas previas hacia él. El i., lo mismo como teoría que como actitud de vida, representa más bien una pronunciada acentuación unilateral de la individualidad. Abelardo, Tomás de Aquino, Eckhart, Lutero, Calvino, Ignacio de Loyola no son «individualistas», aunque fueron (también) grandes individuos. Ello quiere decir que para apelar a la individualidad o personalidad en sentido metafísico o ético, es decir, para recalcar la dignidad, responsabilidad y libertad del hombre no es apropiado el concepto de i., y por tanto éste debe rechazarse. Bajo ese aspecto se hablaría mejor de un personalismo en sentido metafísico, el cual, sin embargo, debería completarse con el (más reciente) personalismo entendido en un sentido dinámico o existencial.

3. Si no se da, pues, el i. como título de una teoría filosófica, el concepto, sin embargo, parece ser muy luminoso y útil para caracterizar un sentimiento vital y un hábito existencial. Bajo este aspecto, el i. representa un fenómeno moderno. Se acostumbra a relacionarlo con el -> renacimiento, con la -> reforma protestante, con el -> racionalismo (o la -> ilustración), así como con las grandes revoluciones. La sensibilidad individualista posee una escala sorprendentemente amplia de manifestaciones; a ella pertenece la apelación a la razón, a la conciencia, a la libertad propia, lo mismo que la total o parcial resistencia a la cultura tradicional, a la ortodoxia y a las instituciones políticas y eclesiásticas.

Montaigne, Hobbes, Locke, Rousseau, pero también Kant, Goethe, W. v. Humboldt, Schiller, grandes economistas como A. Smith, Bentham, Ricardo, figuras como Bakunin, Carlyle, M. Stirner. Nietzsche, y finalmente cristianos como Schleiermacher, Kierkegaard, Newman y muchos nombres más, pudieran citarse para ilustrar todo el espectro del hábito existencial individualista en toda la amplitud y diferenciación de sus posibilidades. También aquí resulta, por equívoco, casi inutilizable el título de i. Enfrente de los citados habría que poner nombres como los de Hegel, Comte, Marx, así como, en general, los de los representantes de teorías socialistas, colectivistas, fascistas, nacionalistas, y también histórico-orgánicas sobre la historia y especialmente sobre el Estado. A menudo se le reprocha al llamado i. que desvirtúa el Estado y la sociedad, cuando en realidad lo que hace es relativizarlos. El «contrato social», el liberalismo y el orden democrático no deben calificarse simplemente de síntomas sospechosos de i.; más bien en ellos se anuncia poderosamente el concepto de individualidades, en el fondo bíblico y cristiano, frente al anonimato del Estado, de la sociedad y de la Iglesia (como mera institución). Sin embargo, en cuanto la acentuación de lo individual se torna apolítica, asocial y egoísta (cf. p. ej., la forma extrema en M. STIRNER, Der Einzige und sein Eigenthum, Leipzig 1845), conduce en último término a la anarquía y a un absurdo solipsismo.

4. La solución de la antinomia entre i. y -> colectivismo (sobre el plano de la ética [social], de la política, de la pedagogía, de la cultura, de la religión y del derecho) está en un bien entendido personalismo y - » solidarismo. Por lo demás, precisamente en una sociedad de masas, de tipo tecnicista, sín duda queda lugar todavía para la conducta individual, y esta especie de i. debe fomentarse actualmente. No está en modo alguno reservado a los ricos, ni tampoco exclusivamente a intelectuales y artistas; más bien, un i. o privatismo limitado en nuestro tiempo representa para todos, frente al mundo del trabajo y a la vida oficial, una protección necesaria y posible de sí mismo, y es como tal una de las condiciones de la conducta personal intersubjetiva. Es menester, pues, poner hoy día de relieve no sólo lo personal, sino también, lo individual, a fin de que el hombre pueda ser él mismo.

5. Teológicamente hay que afirmar que el i. en todas sus formas representa una posibilidad que viene del cristianismo, en cuanto la conciencia propia e individual tiene sus bases en la experiencia bíblica de la relación del hombre con Dios. Sin embargo, dentro del cristianismo se infiltró una acentuación excesiva del empeño subjetivo por la propia salvación. Lo cristiano es no el i. sino el universalismo de la salvación. La piedad, la liturgia, la idea de la Iglesia, la pastoral y la moral caminan hoy día más y más hacia el espíritu defraternidad escatológica apartándose del i. Palabras fundamentales como «individuo», «corazón», «persona» apuntan evidentemente al rango inviolable del ser individual e histórico del hombre; rango que jamás puede menospreciarse, y que entraña dentro de la Iglesia una tensión fecunda, a veces dolorosa, entre ->autoridad y -> libertad. Así, pues, aun teológicamente, un i. riguroso es absurdo, por más que la dignidad del individuo sólo llega a conocerse plenamente a la luz de la fe.

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Helar Robert Schlette