ILUSTRACIÓN
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La i. es aquel movimiento, el más revolucionario de —> occidente (todavía no investigado suficientemente por países, confesiones y generaciones), que puede ser caracterizado como «principio y fundamento del período propiamente moderno de la cultura y la historia europeas, en oposición a una cultura dominada hasta entonces por la Iglesia y la teología» (Troeltsch).

La i. surgió a mitades del siglo xvii en Francia y en Inglaterra. Considerablemente desplazada según sus fases, tendencias, intensidad y eficacia en casi toda Europa y en la parte anglosajona e iberoamericana del Nuevo Mundo, alcanzó sus puntos culminantes de tipo materialista y racionalista en Francia (Voltaire, Helvétius, Holbach), y políticamente desembocó en la —> revolución francesa. La aportación política y filosóficamente más rica (despotismo ilustrado) la tuvo en territorios alemanes (Leibniz, Wolff, Thomasius, Lessing, Kant, Federico el Grande, José u). Menor fue la amplitud y la profundidad de su acción en el sur y en el este de Europa. La crisis y descomposición de la i. (racionalismo vulgar), y en parte su plenitud y renacimiento (principalmente en el cuarto estado: proletariado), caen en el siglo xlx. Su herencia está presente en laactual mentalidad científico-racionalista dentro de todos los ámbitos de la vida (principalmente en el -> materialismo, en el —> positivismo, en el -> comunismo); su fin no se puede prever todavía.

Según su propia concepción y pretensión la i. es un fin, una crítica, una función (clarificación de la mente), pero no una posesión. Sin tener sistemas cerrados, y presentándose sin una faz bien delimitada, pero mostrándose siempre agresiva contra la ignorancia, contra una «culpable minoría de edad», contra la intolerancia y la ociosidad; con su afán de conceptos matemáticos (saeculum mathematicum) y de claridad racional produjo orden y progreso en todos los ámbitos de la vida y de la cultura. Rasgos característicos de la i. son el optimismo de la razón, el afán científico, la imagen positiva del mundo y del hombre, el dominio de la crítica («la auténtica era de la crítica», Kant), hasta la hipercrítica, y la moral racionalista. Partiendo del conocimiento de las leyes naturales y de la fe en la posibilidad de organizar la vida humana, se desarrolló (no en todas partes con la misma fuerza) una fe entusiasta en el progreso, la cual suplanta el pesimismo del barroco y la teoría de la decadencia, se opone a la concepción cristiana, tiende a una perfección utópica como tarea del individuo y de la sociedad, y que al mismo tiempo opera en contra del eudemonismo de la época. Desde la perspectiva de la historia del espíritu la i. es una forma específica del moderno —> subjetivismo e -> individualismo. Esa forma fue preparada por el -> nominalismo y el -> humanismo, que le dio un punto de apoyo con su afán de investigación, su crítica y su cultura laica, y fue promovida por el —> intelectualismo de la —> escolástica (F) del barroco, por el -> pietismo, por las repercusiones de las guerras de religión, por la consolidación de la ordenación social y económica en el —> absolutismo y, finalmente, por la ampliación de la imagen del mundo (p. ej., superación de la cronología bíblica, descubrimiento de nuevas culturas y partes del mundo) y por el incremento de la técnica y de las ciencias naturales (Newton, Laplace). La naturaleza se convierte en el libro de la filosofía (Galileo); las leyes naturales asumen un carácter metafísico; su observación da felicidad y virtud (Ch. Wolff); las matemáticas y las ciencias naturales, como ciencias exactas, se convierten en presupuestos del filosofar (Kant).

Sustentada en sus comienzos por la nobleza y después (desde 1740) por la burguesía formada y acomodada y por el sentimiento de solidaridad de los escritores, la i. destruye el mundo cortesano y aristocrático y suscita la época burguesa. Sus metas sociales coinciden ampliamente con las del tercer estado, pero en su superficie más externa la i. traspasa los límites de la burguesía y en el siglo xix coopera al nacimiento del cuarto estado. Los campesinos apenas quedan afectados por la i. En su expansión influyen la —> masonería (primero una creación puramente burguesa), llena de un acento semirreligioso, y después otras sociedades secretas (los iluminados, rosacruces, etc.); con todo la «teoría del complot» es insostenible.

El objeto preferido del pensamiento ilustrado es el hombre y el tema de cómo ha de ser éste (formación, cultura animi, humanismo, civilización); en todo lo cual se prescinde de la gracia y de las revelaciones sobrenaturales. El entusiasmo pedagógico de la i. quiere fomentar el bienestar moral y social del hombre particular y de la sociedad mediante una acrecentada formación del espíritu. El antropocentrismo de la i., liberado del pecado original y de la angustia vital, tiende al regnum hominis (en lugar del regnum Dei), a la conciencia de igualdad y a la vez de distinción, a la promoción de la «masa vulgar» y a la felicidad perfecta de la humanidad (prosperidad nacional del despotismo ilustrado). La destrucción de lo sobrenatural y el proceso (difícilmente delimitable) de la —> secularización son distintos según países, confesiones y generaciones. Es evidente la tendencia a la religión racional (KANT, Die Religion innerhalb der Grenzen der blossen Vernun f t, Kónigsberg 1793) y a su humanización en un -> deísmo moral, así como a la nivelación de las confesiones en una «religión natural» y a la sustitución de la teología por la filosofía de la historia. Sin embargo, a pesar de la creciente indiferencia religiosa y de la hostilidad contra la revelación y las Iglesias que muestra la i., sigue siendo insuficiente el ver su nota más importante en su actitud contraria a lo sobrenatural y a la religión. La vinculación al resto de orden burgués-cristiano y absolutista-ilustrado puso límites durante el siglo xvui al deísmo, al panteísmo, al ateísmo militante y a la hostilidad contra las Iglesias. Por primera vez con la i. vulgar del siglo xix penetró en las masas de la pequeña burguesía y del cuarto estado el alejamiento frente a la Iglesia. Una i. específicamente cristiana, caracterizada por cierta indiferencia frente a los dogmas, sacramentos y ceremonias, por la fe en la providencia, por la obligación de la «virtud», por la tendencia a reconciliar el cristianismo, la ciencia y la cultura, se ha difundido preferentemente en las naciones protestantes, pero también en las católicas. La Iglesia es valorada por la i. sólo como una organización moral y formativa, y como servidora del bienestar de la nación. Al anticurialismo y anticlericalismo, hechos simplemente más radicales por la i. (antimonaquismo, odio a los jesuitas), se añaden durísimos ataques a los dogmas y a los sacramentos.

La forma especial de la i. católica (insuficientemente investigada y sumamente complicada), con el progreso del método de la exégesis histórica y positiva, con el mejoramiento de la formación, disciplina y moralidad del clero, con la lucha contra la superstición y la milagrería, con la reducción de días festivos y de procesiones, con las reformas en la liturgia, la catequesis y la pastoral, y con el fomento de la pedagogía popular y de la caritas, todavía en el siglo xvin introduce sobre todo en los territorios eclesiásticos del imperio una renovación de la vida eclesiástica (p. ej., Clemente Wenceslao de Sajonia, Max Franz de Austria, Franz Ludwig de Erthal), sin la cual no habría sido posible la restauración del siglo xix. La i. católica, que en general se caracteriza por el afán de conectar con el universal desarrollo cultural y científico (poco determinado por el catolicismo), así como por el afán de tolerancia y de unión eclesiástica, no se vio libre de elementos disolventes y heterodoxos (aversión a la autoridad reveladora de Dios y de la Iglesia, vaciamiento del culto, desprecio de la contemplación: p. ej., E. Schneider, F. A. Blau, J. V. Eybel, J. L. Isenbiehl). La i. ejerció una influencia relativamente pequeña sobre el febronianismo, surgido del —> episcopalismo de la baja edad media y de las necesidades y tradiciones existentes en la Iglesia imperial (gravamina, concordata). En conjunto es muy complicada y obscura su relación con el movimiento de oposición a la Iglesia y de reforma eclesiástica propagado por el -> jansenismo. La i. determinó continuamente el cesaropapismo del absolutismo tardío, en cuanto penetró, transformó, y sistematizó la Iglesia estatal de los Estados católicos (contrarios a la reforma), con sus iura maiestatica circa sacra, y sometió a control todas las manifestaciones de la vida de la Iglesia, considerada como una sociedad religiosa subordinada al Estado. Las intervenciones, en su tiempo necesarias, del —> josefinismo en el ámbito eclesiástico (supresión de conventos, legislación amortizadora, organización parroquial, regulación diocesana, etc.), muestran suficientemente la problemática especial de la i. católica; problemática que se debió al influjo mutuo y a la tensión entre i., afán de reforma, tendencia eclesiástica a la conservación y desaparición de la substancia religiosa. La i. católica, oprimida por todos los lados, no pudo traer una renovación radical en el siglo xvlii por la adversidad de la época y por las dificultades en sus propias posiciones; sin embargo, sus reformas y un número considerable de sus representantes (p. ej., J. M. Sailer, E. Klüpfel, G. Zirkel) abrieron el camino de múltiples maneras al renacimiento eclesiástico del siglo xix.

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Heribert Raab