HÁBITO
SaMun

I. Concepto

Se introduce el concepto de h. para poder entender la acción humana en su peculiaridad. El hombre, porque y en cuanto es espíritu que se realiza con --> libertad, no sólo se encuentra a sí mismo como un hecho dado, sino en primer término y sobre todo como tarea. Por medio de su acción y en ella debe hacerse el que es y debe ser. Este «ser su propia tarea» no significa una total indeterminación, de manera que el hombre debería situarse en cada caso ante un comienzo absoluto. Más bien, la acción esipritual y libre del hombre siempre tiene lugar a partir de una determinación subjetiva, que precede a cada acción y penetra en todo acto dándole su configuración. Esta determinación subjetiva recibe el nombre de h. en cuanto: a) no se puede deducir en su esencia de una definición formal de la ->naturaleza y, por consiguiente, podría ser de otra manera; b) en cada caso refiere la acción del hombre a éste como un todo, es decir, en su bondad o maldad. Este h. sólo en sentido análogo puede ser un estado corporal (salud, enfermedad, etc.). Pues, de suyo, únicamente determinan la acción espiritual y libre en cuanto tal aquellos modos del ser humano que refieren esta acción, realizada en el mundo, a lo absoluto de la -+ verdad y del -> amor. Estos modos de ser se caracterizan, pues, por su tendencia a lo absoluto: son los modos de existencia. El h. es la determinación de la -> existencia en cuanto ésta está orientada hacia la acción del hombre. Con esto hemos acercado el concepto de h. al de -> existencial. En efecto, también los existenciales se refieren a aquellas estructuras fundamentales de la existencia (del tender a lo absoluto en medio del mundo) que no se desprenden de una definición esencial, abstracta y formal, sino que determinan el ser concreto del hombre. Y en cuanto la existencia es también un tender a la acción, los existenciales son también hábitos. De todos modos, en cuanto los hábitos no sólo se refieren, como los existenciales, a las estructuras fundamentales de la existencia, sino también a sus diferenciaciones individuales en cada una de las personalidades, abarcan más determinaciones de la existencia que los existenciales.

Con esta determinación del h. nos hemos alejado un poco de la definición clásica de Aristóteles (Met. v 20. 1022b 10ss): «Hábito (€lcs) es aquella disposición en virtud de la cual algo se comporta bien o mal en relación consigo mismo (con su propia naturaleza) o con otro (la meta de la acción de su naturaleza).» Pues mientras que Aristóteles toma el h. más estáticamente, en primer lugar como ulterior determinación de su sujeto, y sólo así lo pone en relación con la acción en términos generales, nosotros lo concebimos más dinámicamente y en un sentido más estricto, entendiéndolo ante todo como fundamento de la posibilidad de una acción específicamente humana, es decir, racional y libre, y con ello vinculada al mundo. Parece que sólo así se hace comprensible lo específico de la acción, humana por la doctrina del hábito.

II. Ulterior determinación y diferenciación

La delimitación y diferenciación ulterior del concepto de h. ha de partir de las determinaciones de la existencia, en tanto éstas penetran en la acción humana y la configuran (-. acto moral).

1. Existencia es tender hacia lo absoluto. Ese tender está fundado en la propia donación del absoluto mismo. Esta fundamentación de la existencia es el más íntimo centro del ser del hombre, el cual, en cuanto interioridad que es inasequible incluso para la reflexión, es el primer determinante de su acción. Ahora bien, en tanto este centro del ser se considera como fundamento de la acción en una manera meramente formal, todavía no es h., pues aún no está determinado materialmente más allá de la constitución esencial. Llega a ser h. cuando se lo considera en su determinación interna. Esta determinación del ser substancial (que en cuanto fundamentado todavía no implica formalmente la referencia al mundo) está constituida por el hecho y la manera de darse lo absoluto (fundamentando). Si en el ámbito precristiano o extracristiano esa donación permanece en un anonimato, que no es indeterminado pero sí imposible de descifrar, para el cristiano se presenta explícitamente bajo el nombre de Jesucristo en el que el Dios vivo se dirige a nosotros con amor y, mediante su oferta de salvación, determina nuestro ser poniendo su meta en Cristo y transformándolo en él, es decir, lo lleva a la posibilidad más profunda -aunque indisponible - de su mismidad. Esta determinación, en cuanto orientación de la existencia hacia Cristo como su fin (pues tal determinación pertenece a la existencia y, sin embargo, sólo puede entenderse desde Cristo) es el existencial sobrenatural del hombre (K. Rahner). En cuanto orientación que eleva al hombre, transformándolo en el núcleo de su ser, es la ->gracia santificante. Ambos, el existencial sobrenatural y la gracia santificante, fueron llamados por la tradición escolástica b. infusos en cuanto los injerta Dios y no están a disposición del hombre, y h. entitativos, en cuanto determinan el núcleo del ser humano. Con todo, usualmente, sólo la gracia santificante fue llamada h. infuso entitativo.

2. La tendencia hacia lo absoluto se produce en el mundo, es decir, la interioridad substancial del hombre se refiere siempre al ->mundo. Fundamentalmente esta referencia se lleva a cabo por las facultades operativas del espíritu. Pero como éstas, por sí mismas, no determinan ulteriormente esa referencia, ellas mismas deben ser determinadas más específicamente para que la acción concreta del hombre no tenga que situarse en un comienzo absoluto (cf. i). En contraposición al h. entitativo, que no implicaba formalmente la referencia al mundo, esta determinación, ya que concreta por sí misma dicha referencia, dice una relación inmediata a la acción del hombre en el mundo. Por eso la tradición escolástica da el nombre de h. operativo a esta determinación de las facultades operativas.

Podemos distinguir dos clases de hábitos operativos.

a) La relación de lo absoluto con el mundo en general, actualizada por las facultades operativas, se percibe reflejamente en la realización de la existencia, es decir, en la acción racional y libre (aunque no necesariamente como tema explícito). Ahora bien, esta relación es la estructuración fundadora del ente mundano por parte de lo absoluto, la cual inicialmente y de manera general se formula a base de los principios del ser. Por consiguiente, en cuanto esta relación se capta en toda acción racional del hombre, las facultades operativas son determinadas materialmente en su primera realización mediante la intelección de los principios (que no puede deducirse sin más, sino que presupone la facticidad del mundo en general). De ahí que este intellectus principiorum sea para la escolástica el primer h. del espíritu humano.

b) Esta primera intelección ya realizada pone la acción humana en una determinada relación (general) con el mundo, pero todavía no en relación con la -> historia, que en cuanto acción de la libertad no es precisamente algo ya realizado. Aquí no se trata solamente de la historia del individuo; pues ésta va madurando en medio de un intercambio con la historia general, que ofrece al individuo toda una experiencia del pensar y de la vida, y así anticipa datos que determinan la respectiva acción concreta. Cada una de las acciones debe articularse en la propia historia y con ello en la historia general, para que pueda ser una actitud responsable respecto de la acción propia y de la ajena. Por eso es condición de la posibilidad de una acción responsable el que las facultades operativas «conserven» en sí esta historia como determinación. Y tal determinación como sedimento de la propia historia y de la universal (en tanto el individuo se ha relacionado con ella) hace que las acciones del individuo sean las peculiaridades características de esta personalidad y que ellas sean o buenas o malas. Tales determinaciones de las facultades operativas son luego, ya las virtudes más bien teóricas de la ciencia de la sabiduría y de lo prudencial (o la falta de las mismas), ya las virtudes más bien prácticas, las virtudes morales (o los vicios), que orientan las acciones aisladas del hombre hacia aquella acción única de la libertad en la que se recapitula la vida del hombre como un sí o un no al «absoluto», es decir, propiamente, al Dios vivo en Jesucristo.

III. Importancia

La importancia del h. no sólo estriba en el ejercicio útil para la vida, de determinados modos de conducta. El h. tampoco puede considerarse como una disminución de la libertad. La determinación que el h. aporta significa una oferta y una tarea para nuestra libertad. Sólo con él y frente a él puede realizarse la libertad humana. Por eso la importancia del h. estriba en que por él el hombre se inserta en la historia (incluso en la suya propia), que siempre es historia de la -* salvación; y en que, por esa inserción, se halla frente al todo de la realidad, y así puede realizar más profundamente la acción de su libertad.

Oswald Schwemmer